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Mi día de muertos

 




 Fluye por las oscuras venas,

 la Catrina de mis tradiciones.

 Las penas, con pan son buenas 

y al ser de muerto, son mejores.


Invitamos almas a manjares,

prueban viandas sobre altares,

quienes con la Parca crecimos, 

a familiares y amigos reunimos.


Huesuda, déjalos otro ratito,

aún no lleno mis emociones,

con dulces y pollo con molito,

espero a más de mis amores.


¿Otro atole con tamalitos? 

Cenemos a la luz de las velas,

ya no queremos estar solitos,

un año pa' que te devuelvas. 


Ya parten al ancestral recinto,

siempre en nuestra memoria

los veremos bien vivitos

a mi padre y mis abuelitos.

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Solo en México celebramos el tradicional día de muertos. Aclaro que no tiene un sentido terrorífico, aunque algunos extranjeros lo visualicen de naturaleza macabra. Es arte y cultura ancestral que data desde la época prehispánica, que al mezclarse con aportes del choque cultural que nació a partir de la conquista de lo que hoy es México, se fue enriqueciendo a lo largo de los siglos y se mantiene vigente. Es historia viva que ha sido reconocida por la UNESCO desde el 2008, declarándola patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad. De esa celebración surge un estilo literario único llamado: Calaverita literaria, que narra de forma poética y humorística el encuentro de alguna persona, conocida o famosa, que se topa con la muerte quien generalmente se la lleva.


Autora: Sara Lena©

Octubre del 2021

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¿Confundes el Halloween con el Día de muertos?



En esta época, las calles de la mayoría de los países americanos y europeos se convierten en escenarios dignos de las más espeluznantes películas de horror. También vemos por doquier a los más aterradores monstruos creados por la literatura universal, convertidos en parte esencial de las tradiciones populares asociadas a estas fechas. Ya es una costumbre global que, durante el mes de octubre, se adornen tiendas, calles y casas con: brujas, vampiros, licántropos, muertos y algunos otros monstruos aterrradores. Este ambiente hace que se nos antoje más la lectura de novelas góticas o de cuentos sobrenaturales, como las historias de fantasmas, especialmente cuando supuestos testigos afirman la veracidad de los hechos. Muchos de los autores de la literatura clásica han abordado temas de misterio, suspense y fantasía oscura, por lo cual algunos de ellos forman parte de nuestra lista de los maestros del terror. Todo lo anterior podría estar inspirado en distintas festividades, que algunas personas confunden por su común temática macabra.


Es importante aclarar que la fiesta del 31 de octubre, llamada noche de brujas o Halloween, popularizada por la difusión de la cultura estadounidense, y el día de muertos, que se festeja en México los días 1 y 2 de noviembre, definitivamente no son lo mismo, aunque comparten algunas características en común. Ambas celebraciones se remontan a los ritos paganos que acostumbraban festejar ciertos pueblos antiguos (celtas, romanos y mexicas), hasta que sus cultos ancestrales fueron sustituidos por la religión católica.

 

El Halloween se remonta a los orígenes de Irlanda y del actual Reino Unido. Sus antiguos habitantes, que eran conocidos como gaélicos o celtas, tenían un rito pagano llamado Samhain, en el que celebraban las buenas cosechas y se cree que aquella fiesta se realizaba en honor del “Rey de los muertos”. Hacían hogueras con la paja que sobraba de las cosechas, para limpiar el terreno, aunque también tenía la función de repeler a las brujas y a las enfermedades. En los territorios celtas de la Europa continental también se celebraban ritos semejantes, algunos de los cuales han pervivido hasta la actualidad. Un caso llamativo es la Galicia rural, donde aún hoy existe la fiesta ancestral del Magosto. Durante el mes de noviembre la gente se reúne en el campo para encender hogueras y degustar los productos del otoño (el vino nuevo, la carne de los cerdos recién sacrificados y, sobre todo, las castañas recogidas en el bosque). Aunque el Magosto parezca una sencilla fiesta gastronómica, antiguamente incluía ciertas tradiciones mágicas relacionadas con el Más Allá. Por ejemplo, el estallido de las castañas que ardían en la hoguera se relacionaba con el acceso de las ánimas al Otro Mundo


En el siglo VIII la iglesia católica hizo coincidir estos ritos paganos con su propia celebración de “Todos los Santos”, fiesta religiosa en la cual se rendía honor a los santos que no tenían una fecha específica en el calendario. Inicialmente la fecha de la celebración era el 13 de mayo, pero, probablemente para ganar adeptos entre los antiguos celtas, unieron las fechas. Fue así como los ingleses e irlandeses sumaron sus tradiciones a las festividades de la iglesia católica, convirtiéndo su viejo ritual en el “All hallows eve”, que significa “víspera de todos los santos”, es decir, noche anterior a la fiesta propiamente dicha. Posteriormente la contracción del nombre derivó en la palabra “Halloween”. Dicho festejo duraba tres días, empezando el 31 de octubre.



 La colonización del continente americano hizo que algunas de las tradiciones ancestrales florecieran aún más que en sus países de origen y tal fue el caso del Halloween. En Estados Unidos, añadieron los adornos con calabazas y espantapájaros. Los niños, cuyas preces se consideraban más poderosas que las de los adultos, se reunían en torno a las casas para recitar oraciones en la que pedían por que las almas pudieran llegar al reino de los cielos. Luego esas oraciones se convirtieron en rimas y los servicios de los menores eran recompensados con dulces y pasteles, que simbolizaban a las almas que ellos liberaban del purgatorio. Pero, si después del rezo la familia se negaba a entregar las ansiadas golosinas, aquellos niños les hacían algunas travesuras, de donde nace el ahora popular “trick or treat” (dulce o trato). La idea de usar disfraces surgió como un modo de camuflaje, para que los muertos no dañaran a los niños.


El día de muertos tiene sus orígenes en la época prehispánica. Los mexicas acostumbraban realizar varios rituales para honrar a sus muertos y las celebraciones más importantes tenían lugar durante el final de las cosechas, pues era entonces cuando, según sus creencias tal como han quedado plasmadas en el Códice Florentino, se abría el Mictlán (lugar donde residían los muertos que perecían por causas naturales). El dios Mictantecuhtli aprisionaba aquellas almas y las sometía a diferentes niveles de tormento, que bien podrían compararse con las descripciones que hizo Dante del infierno católico. Según sus causas de fallecimiento, las almas podían residir en otros lugares, cada uno de ellos regido por una deidad diferente. Tlalocan, regido por el dios Tlaloc, era el destino de los que morían ahogados o atacados por fieras acuáticas, así como de los leprosos. Tonatiúh ichan,  “la casa del sol”, regida por Huitzilopochtli, era el destino de quienes morían en la guerra y de las mujeres fallecidas durante el parto. Por último estaba el Cincalco, la casa del maíz”, que servía de morada al dios Huemac. Este era el lugar adonde llegaban las almas de los niños, ya que su inocencia los ponía a salvo de todos los castigos infernales. Cada una de estas moradas del inframundo, se ubicaba en uno de los cuatro puntos cardinales y constaba de diferentes lugares específicos, donde se clasificaba a las almas según la causa de su muerte, su  edad y sus culpas. En aquellos tiempos era costumbre realizar algunos rituales semejantes a los de la iglesia católica, tal como el velatorio de los muertos, durante el cual se ofrecía un discurso resiliente de los dolidos, así como cánticos y rezos, para librar al espíritu del difunto de los castigos infernales. A las personas de alto linaje se las honraba con un ritual que duraba cuatro días y finalmente eran cremados en una pira funeraria, a la que le agregaban una cera resinosa llamada copal o copalli. Los líderes emprendían su último viaje acompañados por sus sirvientes, esclavos y perros, para que los ayudaran a superar los obstáculos del Más Allá. Los restos de la incineración se enterraban en una caja y se continuaba la ceremonia fúnebre con una serie de ritos, ofrendas y tributos. Durante el primer año eran mensuales y posteriormente se mantenían anuales, por un lapso de cuatro años, rindiendo tributos y ofrendas en las tumbas. La gente de escasos recursos era enterrada directamente, porque los rituales de incineración eran demasiado costosos. Entre las costumbres que hemos heredado está la de deshojar las flores amarillas de cempasúchil, para hacer caminos que permitieran a los espíritus reunirse con sus seres queridos, proporcionarles consuelo y ayudarlos a esquivar los tormentos infernales, tal como hacen los católicos con los rezos por las ánimas del purgatorio.


Aquellos rituales mágicos traían de regreso a las almas, al mismo tiempo que permitían una convivencia armónica entre vivos y muertos. De ese modo los difuntos eran parte activa de los principales acontecimientos de la comunidad, tales como: nacimientos, matrimonios, cosechas, cacerías y guerras. Otro rito ancestral que conservamos es el de recibir a los muertos en nuestros hogares con una ofrenda llena de coloridas y aromáticas viandas, atrayéndolos con la gastronomía que les causaba deleite en vida, colocamos sus fotos e iluminamos los caminos y altares con veladoras. De forma similar, adornamos sus tumbas. Más adelante los indígenas mexicanos sumaron sus propias tradiciones a las celebraciones de la iglesia católica, tal como habían hecho los pueblos celtas varios siglos antes. Sin embargo, en las tierras colonizadas bajo el nombre de El Virreinato de La Nueva España tuvieron lugar importantes aportes realizados por los frailes evangelizadores, que contribuyeron al ritual funerario con el tradicional pan de muerto, la quema de incienso; que servía para santificar la ofrenda dedicada a los espíritus visitantes, e incluso con el surgimiento de las calaveritas literarias; que son poesías humorísticas dedicadas a alguna persona que se topa con la muerte.


Una vez conseguida la independencia, México continuó moldeando sus tradiciones. Se añadieron peculiaridades debidas a la creatividad de algunos artistas mexicanos, como José Guadalupe Posada (1852-1913) y Diego Rivera (1886-1957). Posada creó la imagen del busto de un esqueleto vestido de forma elegante y colorida, que en su momento nació con la idea de satirizar a la alta sociedad. Él la llamó “La calavera garbancera”. Rivera retomó aquella imagen, la pintó de cuerpo completo y bautizó al emblemático esqueleto como “La Catrina”, que ahora se ha convertido en un emblema de las tradiciones mexicanas. Alrededor de 1960 se empezó a adornar la fiesta con una gran variedad de colores vivos, usando lo que conocemos como papel picado, que es papel china recortado con formas típicas de la celebración, tales como Catrinas, tumbas y cruces. Estas tradiciones paganas y católicas se amalgaman perfectamente en la actualidad, ya que en las iglesias católicas se hacen ferias, kermeses y se adornan los atrios con los elementos tradicionales de las ofrendas, aprovechando sus amplios espacios para hacer figuras artísticas, a modo de enormes tapetes con aserrín de colores. Actualmente dedicamos el 1 de Noviembre para honrar a los que murieron siendo niños y por ese motivo algunos lo denominan el día de los muertos chiquitos o “angelitos”. En cambio, el 2 de noviembre se dedica a los difuntos adultos. La tradición del día de muertos se ha enriquecido tanto que la UNESCO la declaró “Patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad” en el año 2008. A diferencia del Halloween, es una celebración llena de alegría que no causa terror. 

   

Autora Sara Lena.

Revisado por: Javier Fontenla



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Confesiones (Suspenso psicológico)




Texto de la autora Sara Lena Tenorio, foto de Pinterest.

Aquella mañana desperté de una horrible

pesadilla, quise reconciliar el sueño, pero

una llamada al teléfono de la casa me lo

impidió. Sonó muy temprano y estando

aún medio dormida escuché la

conversación entre ambas partes. Yo

estaba en la habitación contigua y,

como entonces aún no había altavoz,

supuse que mi tío, estaba hablando

demasiado fuerte sobre un accidente, al

otro lado de la línea.  No entendía lo

que pasaba, pero entonces toda mi

familia se alteró y yo dejé de escuchar

no solo la conversación, sino todos los

sonidos a mi alrededor.

Mis sentidos se aturdieron por unos

momentos, después llegó a mis oídos

un sonido agudo que parecía taladrarme

la mente. El cielo se había oscurecido

súbitamente en pleno día y yo no

alcanzaba a comprender lo que me decían.

Intenté leer sus labios, pero las sombras

que veía se

oscurecían, así que me tumbé en el sillón. 

 Mi confusa mente lo olvidaba todo pasado

un tiempo y así

pasaron algunos días durante los cuales

apenas tuve conciencia de lo que ocurría a

mi alrededor. Algunos flashazos de

recuerdos llegaban a mi mente y me

quedé con uno especialmente extraño.

Recordé un día en el que estaba en la

escuela secundaria. Como no podía

relacionarme con mis compañeros,

ellos no sabían nada de mí, de modo

que prefería tener plática con los

maestros. De ese modo no fue extraño

que el maestro de historia y geografía

acabara regalándome un libro que trataba

de asuntos ajenos a su formación

académica. Y también me dijo que

veía algo especial en mí. El libro, titulado

"El método Silva del control mental",

explicaba cómo despertar el poder de

la mente y en sus primeras páginas

presentaba algunos ejercicios para

despertar la capacidad de predicción.

Seguí algunas de aquellas instrucciones

y no tardaron en pasar cosas extrañas.

Empecé a soñar cosas que después

pasarían y, aunque no fue nada relevante,

me asustó lo desconocido, así que

regresé el libro y le dije al maestro que

ya no quería leerlo más. Él me pidió que

fuera un sábado a una clase especial.

Generalmente mi familia no me dejaba

salir salvo para hacer mandados

y tareas escolares, pero, para mi sorpresa,

ellos estaban tan consternados con aquel

acontecimiento del cual yo no quería

enterarme, que finalmente obtuve su

permiso. Al llegar a la clase especial vi al

maestro con una chica un par de años mayor

que yo. Entramos en un aula y vi cómo la

hipnotizaba. Después la pellizcó y le clavó

agujas, pero ella no parecía percibir el dolor.

Después de tan extraña exhibición, me dijo que

él me podría enseñar aquellas técnicas y muchas

cosas más, pues, según me dijo, la mente tiene

un poder ilimitado y él veía en mí ese

potencial. Afirmó que me enseñaría a controlar

mi mente. Entonces pensé que "ya no era la única

loca", me negué y él me dio una semana para

decidirme. Mi mente vagó pensando en todos los

peligros que podría correr si aceptaba, así que

decidí alejarme del maestro, para ni siquiera tener

que contestarle.

Pasado un tiempo me retrasé a la hora de

tomar las notas y salí un poco tarde al recreo.

El profesor me esperaba, me llevó a otro salón

y me ordenó que nunca le contara a nadie lo que

iba a ver, pues era algo reservado para los elegidos.

Él me dio un picahielos oxidado y me pidió que

tratara de doblarlo. Obviamente, no puede

deformarlo y se lo devolví. Su semblante adquirió

un aspecto más serio, se concentró y me dijo, una

vez más, que la mente era muy poderosa y que le

podías ordenar que no sintiera dolor. Introdujo el

picahielos hasta el fondo de su nariz, tan

profundamente que la punta debería haberle llegado

al cerebro. Aquello me horrorizó y le dije, cada

vez más asustada, que definitivamente no quería

hacer aquellas cosas, las cuales, aun siendo sin

duda admirables, me daban demasiado miedo. Él

me dijo que esperaba que yo acabara cambiando

de opinión, pero que su oferta expiraría pronto,

concretamente el día de mi próximo cumpleaños.

Jamás volví a retomar el tema, pues mi miedo era

mayor que toda mi curiosidad. 


Aún me sentía sensible por las extrañas experiencias

que había sufrido. La vigencia de aquel ofrecimiento

aún estaba dentro de tiempo, podía acceder al

conocimiento ofrecido, pero mi mente estaba enfocada

en la noticia que me había perturbado.

Recordé que era parecido a algo que había presentido

en un sueño y que me negaba a aceptar: mi padre había

fallecido en un accidente automovilístico aquella noche.

Buscaba la soledad, especialmente durante las noches, e

intentaba llamarlo, pero él ya no formaba parte de este

mundo. 

Una noche, finalmente, me quedé sola en la casona de mis

abuelos y, mientras miraba el fondo del patio, recordé

aquella pesadilla que llevaba días atormentándome y que

se reavivó al detenerme justo en el lugar en el que iniciaba.

Estaba en la parte frontal del patio, en el sueño la vi

convertirse en una laguna (el desnivel del suelo habría

permitido que allí hubiera realmente una laguna). Había

un muro de piedra al fondo, con un orificio en forma de

puerta que llevaba a otro patio, y que estaba allí a raíz de

un error de cálculo en la construcción. La piedra se había

transformado en una enorme reja, que se abrió sola y me

permitió acceder a una pequeña lancha en la cual algunos

familiares y yo iniciamos un viaje sobre el agua. En vez

del lote baldío que había allí en el mundo real, encontramos

una pequeña isla con forma de cerro. Buscábamos a mi

padre y habíamos decidido separarnos porque teníamos

poco tiempo para conseguir que volviera con nosotros. Si

no lo aprovechábamos, nos quedaríamos encerrados en

aquel lugar lúgubre, quizás para siempre.

Yo me dirigí hacia una hermosa banca metálica de color

blanco y me senté a contemplar el hermoso reflejo de la

luna sobre el agua, mientras mis familiares se internaban

en la búsqueda. Hasta que de pronto un intenso escalofrío

recorrió todo mi cuerpo, pues un fétido aliento soplaba

sobre mi cuello y había hecho que mi piel se erizara. Tenía

miedo de mirar hacia atrás, pero una voz masculina me

pidió que lo hiciera, pronunciando suavemente mi

nombre. Mi curiosidad fue mayor que mi miedo. Al

volver la cabeza vi un monstruoso ser de color rojo, con

cuernos en la frente, respirando fuertemente a escasos

centímetros de mi rostro. Fue entonces cuando me desperté

bruscamente de aquella pesadilla. 


Intentaba analizar ese recuerdo mientras observaba el

muro del patio. De pronto la luz de la luna llena iluminó

la entrada al traspatio y una figura femenina se fue

haciendo cada vez más clara. Era una mujer que emitía

un brillo espectral, estaba vestida de blanco, con el cabello

suelto hasta las caderas, parecía moverse con suavidad y

flotaba como a medio metro del suelo. Su vestido, que le

llegaba hasta los tobillos, se movía al ritmo de sus blancos

cabellos. Parecía hermosa y yo le pregunté si conocía a mi

padre o si acaso tenía algún mensaje para mí. Ella no hizo

el menor ruido y avanzó lentamente hacia mí, flotando

sobre el suelo. Cuando estuvo más cerca distinguí que no

era más que una osamenta y que gesticulaba de una forma

horrible. Como si alguien me hablara al oído, escuché

dentro de mi cabeza "no la mires, es un demonio y viene

por ti". Le di la espalda al espectro, aún sabiendo que

aquello era inútil, y de pronto escuché un  claxon fuera de

la casa. Finalmente habían llegado por mí para viajar al

pueblo en el que haríamos la misa del novenario de la

muerte de mi padre. Rápidamente tomé mi maleta, apagué

la luz, puse la cadena con el candado, y salí de allí lo más

deprisa que pude. Jamás he vuelto a ver a la mujer del

cabello blanco, pensé que mi obsesión me estaba

llevando a la locura y decidí guardar silencio. Al regresar a

casa, una amiga de mis tíos aseguró haber visto a una mujer

semejante a aquel horrible espectro, horas antes de mi

propia experiencia. Confesé mis experiencias, pero nadie

me creyó.


Meses después supe que mi padre creía en el mundo

paranormal y que, pese a haber sido un intelectual, 

guardaba en su biblioteca personal un libro titulado

"El método Silva del control mental".

Curiosamente, ese era su segundo apellido, Silva. Hay

quienes afirman que él sabía que estaba a punto de morir

y que incluso una vidente le había hablado de su próxima

muerte, razón por la que había dedicado sus últimos

meses de vida a prepararse para su inevitable destino y

tal vez, logró salvarme de las consecuencias de invocar a

seres del más allá.


Autora: Sara Lena  

Esta historia está basada en hechos reales, mis propias

confesiones.



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Mi nombre es Sara Lena, nací un día de primavera en la ciudad de México, soy autora de dos libros que forman una saga que, aunque ya está p...