Siempre te cuidaré (Autor: Peter)

Cuento de fantasía y misterio. Seleccionado del concurso "Elogio a las madres".


Texto de Pedro Zavaleta Flores, imagen de Unilive.com.mx

Era una noche lluviosa, los médicos tuvieron que operar debido a las complicaciones que se habían presentado en el parto. Después de varias horas, nació el bebé. Marta y Mariano (los jóvenes padres) se sentían muy felices al tener a su primer hijo. Unos días después bautizaron al pequeño con el nombre de David. Los años pasaron y la familia era muy feliz, David era un niño muy juguetón y cariñoso con sus padres. Y ellos se sentían muy orgullosos de tener un hijo tan bien portado.

Una noche, David despertó muy asustado y llorando.

—¡Mamá, mamá! —gritaba entre sollozos.

Marta entró al cuarto y prendió la luz.

—¿Qué sucede? —preguntó Marta alarmada.

—Tuve una pesadilla.

Marta se sentó en la cama a lado de David y lo abrazó.

—Ya pasó hijo, todo está bien.

—¿Pero? Soñé que te ibas y me abandonabas —dijo David llorando.

—No te preocupes hijo, aquí estoy, nunca te voy a abandonar y siempre te cuidaré.

—¿De verdad? ¿Me lo prometes?

—Sí, hijo, te lo prometo.

Al día siguiente, fueron a dar un paseo al parque.

—¡Papá! ¿Me compras un globo?

—Sí, hijo.

Mientras Mariano y Marta compraban el globo, David vio un gato y empezó a perseguirlo. El animal cruzó la carretera y el niño lo siguió. Marta se percató que no estaba su hijo, lo buscó con la miraba y vio que un automóvil se aproximaba a gran velocidad hacia David.

—¡David! ¡No! —gritó Marta angustiada mientras corría hacia David.

Marta logró quitar a David del camino del automóvil, pero ella quedó en su lugar y el vehículo no pudo evitar atropellarla.

—¡Marta! —gritó Mariano horrorizado.

—¡Mamá!

Mariano corrió hacia su esposa, la tomó en sus brazos y trató de despertarla.

—¡Marta, Marta! ¡Despierta mi amor! —decía Mariano llorando.

—¡Mamita, no te vayas! ¡Prometiste siempre estar conmigo! ¡Prometiste siempre cuidarme!

Pero Marta ya no respondió. A partir de ese día, David se volvió un niño callado y triste. Un día en la escuela durante el festival dedicado a las madres, sus compañeros se percataron de la situación y uno de ellos lo señaló.

—Miren, ahí está el huérfano ja, ja, ja —le dijo el chico a David.

David empujó a su compañero al suelo y lo empezó a golpear.

—¡Maestra! David le está pegando a Raúl—. No tardaron varios niños en gritar a coro su acusación.

La maestra agarró a David de la cintura y lo cargó para separarlo de Raúl, pero el niño seguía manoteando y pateando frenéticamente.

—¡David! Cálmate —dijo la maestra.

—¡Él empezó! Me dijo huérfano y se rio de mí —dijo David.

—¡Sólo dije la verdad! Eres un huérfano y por tu culpa se murió tu mamá.

—¡Raúl! Eso no se dice —dijo la maestra.

—¿Ya se dio cuenta? —interrumpió David.

—Aún así, no debiste golpearlo, ambos están castigados.

Cuando el padre de David fue a recogerlo, la maestra le dijo lo sucedido. Ya en la casa abordaron el tema.

—Hijo, sé que es muy difícil para ti, pero no debes meterte en problemas, yo estoy muy ocupado trabajando y no puedo estar preocupándome de tus líos.

—Pero ya te dije que yo no empecé.

—Sí, lo sé, pero debes aprender a no hacer caso de las palabras mal intencionadas.

Esa noche, David salió de su casa para ir a la tumba de su madre.

—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste solo? ¡Tú prometiste que siempre estarías conmigo, que siempre me cuidarías! —decía llorando.

Mientras iba de regreso a su casa, un camión iba a exceso de velocidad, el conductor se dormitaba por el cansancio y perdió el control. La pesada unidad se subió a la banqueta donde iba caminando David. El conductor sonó el claxon y David dio media vuelta para ver que el vehículo iba directamente hacia él. Pero en ese instante una fuerza invisible jaló a David quitándolo del peligro. El camión chocó con un poste y una nube de humo lo cubrió todo. David (que se encontraba en el suelo) levantó la mirada y entre todo el humo alcanzó a distinguir la silueta de una mujer que se despedía con la mano.

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Eres tú!— Gritaba el niño extendiendo los brazos hacia la mujer. Aquella silueta se disipó frente a él. 

Unos días después, David y su padre fueron al cementerio. David colocó unas flores en la tumba de su madre y con gran cariño dijo:

—Gracias por cumplir tu promesa y salvarme por segunda vez, te amo, mamá.



Selección, edición y correcciones por: Javier Fontenla y Sara Lena.

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