Cuento fantástico, basado en un relato de Edgar Allan Poe. Texto:
Francisco Javier Fontenla García. Ilustración: William-Adolphe Bouguereau. Fuente de imagen:
Wikimedia Commons, dominio público.
Helene Marie Belfort nació
un día de marzo del año 1826 en el seno de una acaudalada familia parisina.
Pasó su infancia en la suntuosa mansión familiar, situada en las afueras de la
ciudad, y, al parecer, sus primeros años de vida fueron completamente felices.
Los escasos retratos que conservamos de su infancia nos muestran a una hermosa
niña de piel rosada, cabellos rubios y expresivos ojos castaños. Su vida empezó
a torcerse hacia el año 1840, cuando Henri, su hermano mayor y principal
compañero de juegos, fue expulsado de la casa familiar, a raíz de las graves
diferencias ideológicas que mantenía con su padre. El señor Belfort era un
ardiente partidario de la monarquía, mientras que el joven Henri se había
entregado por entero a la causa republicana. Tras ser expulsado, desheredado y
separado de su querida hermana Helene, el muchacho se estableció en una
miserable buhardilla, donde vivía exclusivamente de lo que ganaba traduciendo
opúsculos ingleses para un periódico republicano.
Pero lo peor llegaría poco
después de la marcha de Henri. Una noche la mansión Belfort fue asaltada por
cuatro hombres armados con pistolas. Eran criminales que llevaban varios días
moviéndose libremente por el extrarradio, mientras la policía de París estaba
distraída investigando los misteriosos crímenes de la Calle Morgue (actualmente
recordados por haber inspirado un relato de Edgar Allan Poe). Los intrusos
mataron a casi todos los ocupantes de la casa, salvo a Helene y a una joven
doncella llamada Annie, a las cuales conservaron con vida para
"divertirse" con ellas. Mientras violaban a Annie, Helene consiguió
liberarse de sus ligaduras y huir de la casa por una ventana que daba al
jardín. Mientras corría hacia el bosque, uno de los ladrones la vio y disparó
sobre ella, hiriéndola en un hombro. A pesar de la herida, la muchacha
consiguió esconderse en el bosque, pero no tardó en desmayarse a causa de la
hemorragia. Ya estaba medio muerta cuando la encontró un viejo vampiro llamado
Hecateo, que se había acercado al lugar atraído por el olor de la sangre.
Impulsado por un extraño capricho, Hecateo, en vez de rematarla, le dejó beber
un poco de su propia sangre, convirtiéndola así en una criatura de las
tinieblas.
Aquella misma noche Helene
buscó el escondrijo de los ladrones, con la intención de vengar a sus padres.
Ellos se habían refugiado en una casa de los suburbios, donde Helene no podía
entrar, pues los vampiros no pueden penetrar en un edificio habitado sin el
permiso de sus dueños. Pero lo que sí pueden hacer es controlar a las bestias
salvajes. Helene llamó al mono gigante que había cometido el doble crimen de la
Rue Morgue y untó su cuerpo con fósforo para darle un aspecto aún más
terrorífico. Siguiendo las órdenes de la niña vampiro, el mono entró en la casa
por una ventana rota del piso superior. Los ladrones enloquecieron de terror al
ver aquella criatura fosforescente, más semejante a un demonio que a un animal
de carne y hueso. Ni siquiera se acordaron de sus armas y empezaron a gritar
pidiendo auxilio. Entonces Helene pudo entrar en la casa, pues una petición de
ayuda es un permiso implícito para acercarse a la persona que la profiere. El
ataque combinado del mono y de la niña vampiro acabó con toda la banda en
cuestión de segundos.
Poco antes del alba Helene
visitó la buhardilla de su hermano Henri. Este se despertó cuando oyó un ruido
en la ventana y, estando aún medio dormido, dejó entrar a su hermana, quien le
contó todo lo que había sucedido. Helene le entregó todo el dinero que había
encontrado en la guarida de los ladrones y le pidió que se ocupara de Annie.
Luego, tras una despedida emotiva y casi amorosa, los dos hermanos se separaron
para siempre.
Al día siguiente Henri encontró a Annie, precisamente cuando la pobre muchacha estaba a punto de suicidarse tirándose al Sena, pues no solo había sido violada por los ladrones, sino que además sus propios padres la habían echado de casa por estar deshonrada. Los dos jóvenes, que, pese a las diferencias sociales, siempre habían sido buenos amigos, se embarcaron juntos hacia el Canadá, donde contrajeron matrimonio e iniciaron una nueva vida. Pero nunca más volvieron a ver a Helene. Esta llevó una vida errante durante muchos años, pero es posible que ahora descanse en paz, pues hace tiempo que no sabemos nada de ella.
2 comentarios:
Este relato es conmovedor y a la ves, sutil. Una mezcla de realidad y fantasía que te lleva a un viaje por París en aquellos años, donde las diferencias políticas y religiosas eran causa de exilio, destierro y desheredad. Mas, los protagonistas de esta historia, son mensajeros del amor.
Gracias maestro Fontenla por compartir su inspiración y dejar sus líneas como legado. Bendiciones mil 🙏🙏🙏
Muchas gracias una vez más, espero continuar pronto con este ciclo narrativo. :)
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