Un cuento de hadas para el día de San Valentín. Texto: Francisco Javier Fontenla García. Imagen: Pexels.
Muerta Blancanieves, el cuervo de la madrastra se posó sobre su cuerpecillo exánime y les dijo así a los ocho enanitos (sí, ocho, han leído bien):
-Nunca, nunca más la veréis/ y por su causa sufriréis.
Siete de los ocho enanitos, mudos y cabizbajos, se pusieron a llorar en silencio, pero el octavo enanito, que siempre había querido a Blancanieves con un amor profundo y sincero (aunque no completamente platónico), le dijo al cuervo en medio de sus sollozos:
-Nunca, nunca más la veremos/ ¡pero jamás la olvidaremos!
El cuervo se burló de él con un graznido y se fue con su malvada dueña.
Un año después volvió al lugar donde el cuerpo incorrupto de Blancanieves yacía
dentro de un sarcófago de cristal. Siete de los ocho enanitos nunca pasaban por
allí, no porque hubieran olvidado a su amiga, sino porque no querían reavivar
sus penas atormentándose sin sentido. Pero el octavo enanito pasaba allí todo
el tiempo que le permitían sus quehaceres, velando día y noche el cuerpo de su
amada, siempre triste y lloroso como el primer día. El cuervo se fijó en él y
le dijo:
-Nunca, nunca más la verás/ y por su causa sufrirás.
Sin dejar de sollozar, el enanito le respondió:
-Nunca, nunca más la veré/ ¡pero siempre la recordaré!
El cuervo se burló de él con un graznido y se fue.
Pasó otro año y el ave de mal agüero visitó una vez más el sarcófago de
Blancanieves. Vio que el enanito fiel seguía allí y le dijo:
-Nunca, nunca más la verás/ y por su causa sufrirás.
El enanito, aunque tenía lágrimas en los ojos, le dedicó al cuervo una triste
sonrisa y le dijo:
-Nunca, nunca más la veré/ ¡pero para siempre la amaré!
Tan profundo y poderoso era el amor reflejado por aquellas palabras que incluso
el endurecido corazón del cuervo sintió un estremecimiento al oírlas. En vez de
burlarse del enanito y marcharse, como había hecho en otras ocasiones, se quedó
inmóvil y empezó a llorar, más conmovido por la abnegación del enanito que por
el triste destino de Blancanieves.
Entonces apareció el hada buena del bosque y le dijo al enanito:
-Buen enanito, tu amor es tan grande y puro que en verdad no puede quedar sin
premio. Así pues, te concedo el don de despertar a Blancanieves.
Apenas hubo pronunciado el hada estas
palabras, el enanito enamorado despertó a Blancanieves con la fuerza de su amor
(hoy se dice que los enanitos solo eran siete porque uno de ellos cuenta como
príncipe). A continuación, el hada le dijo al cuervo:
-Pájaro sarcástico y agorero, tu malvada dueña ha muerto y, como castigo por
haberte burlado dos veces del enanito, estarás doblemente condenado. En primer
lugar, a partir de hoy vagarás sin rumbo por toda la eternidad. Y, en segundo
lugar, para que nadie te vea más que como pájaro de mal agüero y emisario del
Averno, solo podrás pronunciar las palabras tristes con las cuales intentaste
minar el amor del enanito. Pero, como hoy has llorado por él, te concedo una
gracia que aliviará en parte tu condena: algún día te encontrarás con un gran
poeta de un país lejano, que te hará inmortal en sus versos, para que tu
recuerdo no sea olvidado NUNCA MÁS.
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