Amnesia (homenaje a H.P. Lovecraft)



He  perdido la noción del tiempo desde que estoy solo, entre estas cuatro paredes blancas. Algunos recuerdos golpean mi mente, como flashazos que me revelan fragmentos de mi pasado. De pronto veo una cara conocida, es una chica de ojos color miel. Se trata de Leonor, mi hermana menor, cuya presencia parece refrescarme la memoria. La última vez que estuvimos juntos ella llevaba ese mismo bolso que cuelga de su hombro. Recuerdo que nuestra madre se lo tejió antes de morir. Leonor me dice con su flamante sonrisa que buscará la forma de ayudarme. Roberto, su novio, es un abogado experimentado y está buscando la forma de sacarme de este aprieto. Pero es imprescindible que me esfuerce en recordar el paradero de aquellos niños. Me muestra un cuaderno que contiene una lista escolar, la cual, según sus palabras, fue escrita por mí. “Maestro Andrés”, pone en la etiqueta. En la lista figuran los nombres de diez niños, acompañados por algunas anotaciones. Me esfuerzo intentando recordar, pero nada definido llega a mi mente. 


La siguiente visita es de un hombre que apenas entra, me dice que mi amnesia es solo un engaño para encubrir mis terribles crímenes. Luego me lanza una sarta de amenazas e insultos. Me habría golpeado de no ser por la rápida intervención de los enfermeros, que terminan retirándolo. Al parecer, es el padre de uno de los niños extraviados. ¡Si tan solo pudiera recordar! Me llevo las manos a la cabeza y la golpeo contra la pared, esforzandome por revivir aquellos momentos. Termino cedado y con una camisa de fuerza, viendo el techo de este horrible cuarto. 


Cuando me quedo solo llegan nuevos recuerdos. Estoy dando clases en una escuela rural, no hay nadie más a cargo. Yo calificaba la tarea mientras los niños jugaban en el patio, pues era la hora del recreo. De pronto los vi desde la ventana, estaban subiendo a lo alto del cerro. Tenía todas las puertas del recinto cerradas, pero de algún modo ellos habían escapado. Salí tan rápido como pude y logré acercarme a ellos. Parecían seguir a alguien que aplastaba a su paso la crecida maleza, pero no pude ver a nadie con ellos. Corrí tan rápido como pude, pero ellos apretaron el paso y no pude darles alcance. Cuando al fin llegué a la cima, había una especie de círculo de hierba aplastada, donde encontré algunas prendas de los niños, todas manchadas de sangre. Los busqué incansablemente, pero sin el menor éxito.


Cuando llegó la hora de la salida informé a los padres de lo ocurrido. Aunque tuve que soportar sus reproches, conseguí convencerlos para que me ayudaran a seguir buscando. Entonces llegamos a la cima y apareció el cuerpo inmóvil de una niña, que al despertar, parecía hallarse en estado de shock. Los padres me acusaron de su desgracia y decidí escapar. No recuerdo lo que pasó a continuación, solo sé que algún tiempo después aparecí aquí…


Mi hermana ha vuelto y exige que me quiten la camisa de fuerza, siento que su presencia me relaja. Saca algunas fotos de su bolso para ayudarme a recuperar la memoria y de pronto veo aquel extraño libro de negra encuadernación. Mi memoria se enciende al sacarlo, yo mismo de su bolso. Al tocarlo viene a mi mente el momento en el que lo encontré, dentro de una vieja caja de madera con extraños relieves. Alguien lo había dejado escondido en el archivo de la escuela. Desconozco su título, porque las primeras hojas están arrancadas y sobre la cubierta solo se ve la horrible etiqueta con mi nombre. Yo mismo lo etiqueté al notar que nadie lo reclamaba, así que decidí declararlo de mi propiedad y lo llevaba en mi portafolio todo el tiempo. Reconozco sus hojas amarillentas y su letra garigoleada, escrita a mano entre extraños símbolos e inquietantes ilustraciones. Era evidente que se trataba de un libro antiguo, quizás una reliquia de un valor incalculable. Sin embargo, mis múltiples ocupaciones docentes no me habían dejado tiempo para leerlo.


El tiempo de la visita terminó y una vez más la soledad me ayudó a ordenar mis recuerdos. Margarita, la única niña a la que encontramos tras la desaparición de mis alumnos, debió de haberme robado el libro, pues lo llevaba en sus manos mientras subía hacia lo alto del cerro, guiando a sus compañeros, y aún lo tenía a su lado cuando apareció desmayada en el monte. Antes de huir, tomé el libro del suelo y corrí. Recuerdo que sentí como si me siguiera algo invisible, así que continué corriendo hasta sentirme solo y no me atreví a abrirlo hasta que me vi a salvo. Pero antes de leerlo me topé con un indígena de la localidad, que dijo ser el brujo del pueblo.Tal vez ese hombre podría ser la clave para encontrar a los niños desaparecidos. Este me advirtió que yo estaba en grave peligro, porque aquel libro podía usarse para abrir un portal hacia otra dimensión, donde viven los seres primigenios, unos demonios extraterrestres que debían continuar encerrados en su mundo oscuro, por el bien de toda la humanidad. Lo tomé por loco, me exigió que le entregara el libro y me negué, forcejeamos y me lo arrebató, pero le di alcance rápidamente y lo noqueé para continuar huyendo. 


Informé a las autoridades de este nuevo recuerdo, sin embargo, como no sé su nombre y en la localidad todos niegan conocerlo, los oficiales no  reconocen su existencia y creen que todo el episodio solo existió en mi mente enferma.


Nuevamente mi soledad me ayudó a pensar. De pronto comprendí el peligro que corría Leonor.


—¡Mi hermana! —grité horrorizado, golpeando las paredes queriendo destrozarlas para salir en su ayuda.


La sangre que chorreaba por las heridas que me hice, en mi inútil intento de fuga, no me detenía de continuar intentando abrirme paso. Mi desesperación hizo que los enfermeros me suministraran un sedante más potente de lo habitual y durante mucho tiempo tuve que permanecer inmóvil, atado a la cama y envuelto en la camisa de fuerza. Durante algún tiempo hice vanos esfuerzos para liberarme. Llegó un oficial a decirme que me habían exonerado de los cargos, pues habían encontrado a los niños vagando en diferentes sitios de la carretera, pero el médico decidió que permanecería en observación por mis repentinos estados de histeria.


Ahora solo deseo volver a sumirme en el olvido. Acaba de ingresar un nuevo paciente: Roberto, mi cuñado. Chilla en la celda de al lado proclamando su inocencia, pero solo yo presto atención a sus gritos, que hablan de un ser con tentáculos llamado Cthulhu, al que acusa de haber asesinado a mi hermana.



Autora Sara Lena. 6/08/2021 ©

Diseño de imagen de Sara Lena


Revisado por el filólogo y maestro Javier Fontenla.


Escrito en homenaje al gran maestro del horror cósmico, basado en: Los mitos de Cthulhu. Participa en el concurso del tercer festival literario. #FestivalLitrarioLovecraft. Organizado por Avalon Rol y el blog El legado.


Aquí abajo aparecerán las ligas de más cuentos concursantes (en cuanto sean aprobados por el jurado interno).

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Todo este homenaje a Lovecraft estará disponible desde el evento en Facebook. Dale clic aquí.
Dale clic aquí para ver las bases del concurso.




6 comentarios:

Sara Lena dijo...

Muchísimas gracias, ya me hiciste el día. Bueno, la noche de desvelo. Saludos desde México.

KIDIA dijo...

¡Muy bueno Sara!Quiero seguir leyendo, surgen preguntas, hipótesis varias, mhhh...felicitaciones y mucho éxito en el concurso, ¡lo mereces!

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Wow. esta lectura es impactante. Me ha atrapado de principio a fin sin que pueda o desee detener la lectura ni un segundo. Sarita ¿cuanta pasión encierras en tu interior? Tienes un talento innato, el cual desconocías en principio, sin embargo ahora, Dios te va revelando cómo a través de todo aquello que hiciste y aprendiste años atrás, era la forma de prepararte para tu hoy futuro. Muchas personas no creen en Él y carecen de fe, pero cada persona tiene una historia que contar y una misión que cumplir. Solo con el pasar del tiempo, comprendemos por qué suceden las cosas a nuestro alrededor.

Dios continúe bendiciendo ese hermoso talento que te ha donado y que a través de tus líneas lleves un mensaje de amor a la humanidad, amor que ahora tanta falta hace. Felicitaciones.

Sara Lena dijo...

Muchísimas gracias por tus bellas palabras, amiga. Me alegra que te haya gustado. La limitante de las 1000 palabras solo me permitió desarrollar el cuento a modo de final abierto, lo que por otra parte, es una estrategia para dejar al lector con la intriga necesaria para mantener mi texto en la mente de mis lectores y espero que cumpla con su objetivo. Hay muchos cabos sueltos que espero solucionar en una continuación.

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Estoy de acuerdo contigo en cuanto a los intereses religiosos u políticos, todos van por lo mismo. Yo tampoco soy de religiones, ni de creencias fanáticas, pero si sé que Dios existe porque soy en mi persona testimonio de si existencia y he sentido, de manera inexplicable su presencia en mi vida y el poder del espíritu Santo en medio de la oración. Esto no me hace diferente a nadie. Ser agnóstica, no te hace atea, solo tienes una visión diferente. Igual, sigo pensando que tú, tu talento y tus escritos son maravillosos.

Sara Lena dijo...

Muchísimas gracias por tus bellas y alentadoras palabras Oscar, me animan a continuar. Eres un bendecido en muchos sentidos y deseo que continúen las bendiciones para ti y los tuyos.

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