AMANDA (CUENTO FANTÁSTICO)

Texto. Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pexels.

Cuando Amanda era pequeña tenía el don de ver fantasmas. Naturalmente, nadie le hacía caso y todos pensaban que era una loca o una mentirosa. Con semejante reputación, no es de extrañar que fuera poco querida en la escuela. Para colmo de males, April May, la chica más guapa, rica y “popular” del colegio, la acosaba sin piedad desde el inicio del curso. La pobre Amanda no se atrevía a decirles nada a sus profesores ni a sus padres, pues estaba acostumbrada a que nadie se tomara en serio sus palabras.

Amanda estudiaba en un prestigioso colegio de Baltimore y siempre había sido una niña muy aplicada, pero sus notas habían bajado mucho desde que sufría el acoso de April. Solo había sacado un cinco en el último examen de Literatura, pero su profesora le dijo que le subiría la nota si participaba en el certamen escolar de poesía. Amanda quería escribir un texto que reflejara su tristeza y su soledad, pero no se le ocurrían las palabras idóneas. Finalmente, tomó una resolución desesperada: una mañana, en vez de ir a la escuela, se dirigió a un parque donde vagaba el alma de Edgar Allan Poe, quien había muerto cerca de allí en el año 1849. Cuando lo encontró, le pidió ayuda para escribir su poema, pero él le respondió:

-Se quieres escribir un poema realmente melancólico, primero deberías buscar un sitio más inspirador, donde viva la verdadera sensación de la tristeza.

-Pues yo me siento aquí tan triste como en cualquier otro lugar.

-Pero la poesía no debe ser expresión de sentimientos íntimos, sino creación de impresiones estéticas.

-Vale, entonces iré a escribir a otra parte. Sé dónde hay una casa muy vieja y lúgubre, que casi parece sacada de uno de sus cuentos. Pero me da un poco de miedo ir allí sola, porque los duendes de esos lugares suelen ser muy maleducados. ¿No podría venir conmigo?

-De acuerdo, pequeña. Total, para lo que hago aquí…

Tras una larga caminata, Amanda y el fantasma de Poe llegaron a un descampado, donde se erguían los muros de una siniestra mansión, abandonada desde hacía décadas. Pero entonces apareció un agente de la policía municipal, que le dijo a Amanda:

-¡Vete a jugar a otra parte, niña! No se puede entrar aquí, hay ratas muy agresivas.

Amanda no dijo nada y fingió que se marchaba, pero finalmente se quedó cerca de la casa, oculta entre unos matorrales. Poe le preguntó:

-¿En qué estás pensando ahora?

-¡Esto es muy raro! Si ese hombre fuera un verdadero policía, no me hubiera mandado a paseo, sino que habría llamado a mi casa para preguntar por qué no estoy en la escuela. Quiero saber qué hay realmente dentro de esa casa.

Amanda dejó su mochila entre los matorrales y, tras rodear el jardín sin ser vista por el guardia, consiguió entrar en la casa por una ventana de la parte trasera.

Una vez dentro del edificio, oyó unos gemidos ahogados procedentes del desván. Subió las escaleras procurando no hacer ruido y se llevó una sorpresa: allí estaba su peor enemiga, April May, bien atada y amordazada. Olvidando todo el daño que le había hecho aquella niña, Amanda le quitó a mordaza e intentó tranquilizarla. April le dijo, con la voz alterada por el miedo:

-El hombre de la entrada… ese que lleva uniforme de policía… me secuestró esta mañana, cuando salí de mi casa para ir al colegio.

-Tranquila, April, no dejaré que nadie te haga daño. Ahora mismo te desato.

Entonces la puerta del desván se abrió de golpe y tanto Amanda como April palidecieron de terror. El falso policía, que acababa de entrar, sonrió y le dijo a Amanda:

-Guapa, no debiste haber dejado tu mochila donde yo pudiera encontrarla.

Después de dejar a las dos niñas bien atadas y amordazadas, el secuestrador salió del desván para llamar a los padres de April y pedirles un fuerte rescate. Cuando entró de nuevo, alguien le dio un buen golpe en cabeza, que lo dejó sin sentido hasta que vinieron varios policías de verdad.

Él nunca supo que Amanda se había soltado gracias al fantasma de Poe, que le contó a la niña cómo uno de sus personajes había conseguido desatarse dejando que las ratas le royesen las cuerdas. Una vez libre, solo tuvo que agarrar una tabla suelta y esperar la entrada del secuestrador para darle un buen golpe en cabeza.

April abrazó llorando a Amanda, poniendo fin a una rivalidad que ninguna de las dos quería recordar. Pero Amanda no se olvidó de una cosa: de guiñarle un ojo a cierto fantasma, que la miraba con cariño desde un rincón.

 

4 comentarios:

Army dijo...

Que bonita historia, muy conmovedora y que buen Final

Sara Lena dijo...

Así es Army. Me da mucho gusto que hayas disfrutado de esta historia. Pronto vendrán más.

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Sus historias, me hacen sentir pequeño como autor, como escritor. Aunque creo en mis capacidades y en lo que puedo hacer, se que para llegar donde quiero llegar, aún no tengo la suficiente imaginación para crear estás historias. Recuerdo que cuando era niño, era malicioso y eso activaba mi mente para imaginar y crear, pero esa malicia fue decayendo con el paso de los años, al punto de que hoy, no la poseo. Sin embargo, el amor que se apoderó de mi, me lleva a escribir poesías y relatos, que para muchos son temas cursis, pues piensan que el amor es una tontería, lo que para mí, es el todo.
Aquí, el perdón de Amanda hacia April, es una buena muestra de mi argumento.
Felicitaciones Francisco. Gracias por escribir para nosotros. Dios le bendiga.

Javier Fontenla dijo...

El amor, bajo sus distintas formas y manifestaciones, lo es todo en la vida y quizás también más allá de la muerte. Nunca dejes de sentirlo. :)

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