LA HISTORIA DE LA LITERATURA DE TERROR

Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Las historias de miedo son seguramente tan viejas como la misma Humanidad, pero debemos distinguir el cuento folclórico, cuyos orígenes son probablemente prehistóricos, de la literatura de terror escrita, que aparece en Gran Bretaña y Alemania a finales del siglo XVIII, precisamente cuando el movimiento romántico comienza a cobrar fuerza en los países germánicos.

Por supuesto, en la literatura culta anterior ya había precedentes que no podemos olvidar. En los poemas de Homero hay episodios espantosos, como la aventura de Ulises en la cueva de Polifemo (con un momento “gore”, cuando el cíclope borracho vomita la carne de los hombres a los que había devorado) o la visita del héroe al Hades, donde las sombras de los muertos beben vampíricamente la sangre de los animales que se les ofrecen en sacrificio.

Tampoco podemos olvidar los episodios macabros de la Biblia. Los libros sagrados nos cuentan la visita del ángel de la muerte a los primogénitos egipcios, la aparición de la sombra del profeta Samuel, los numerosos encuentros de Jesús con personas poseídas por el Diablo y las escenas atroces del Apocalipsis.

Dentro de la literatura latina encontramos un hombre lobo en el "Satiricón" de Petronio y varias historias de brujas en el "Asno de Oro", la famosa novela fantástica de Lucio Apuleyo.

En la literatura medieval tenemos las torturas infernales descritas por Dante en la “Divina Comedia” y también algún cuento del “Decamerón” de Boccaccio, donde un tal Anastasio de los Honestos se encuentra en el bosque con un cazador espectral, que persigue eternamente al espíritu de la mujer que provocó su muerte (este tema sería retomado por Gustavo Adolfo Bécquer en su conocida leyenda "Él monte de las ánimas").

Durante el período renacentista y barroco los elementos sobrenaturales (y más o menos macabros) aparecen con relativa frecuencia, especialmente dentro del teatro de la Inglaterra isabelina. En la obra de Shakespeare encontramos al fantasma del padre de Hamlet y a las brujas de Macbeth, mientras que Marlowe escribió la primera versión culta de la leyenda de Fausto, el sabio que practica la magia negra y hace un pacto con el Diablo. En la España barroca también hay obras de tema fáustico (entre ellas "El mágico prodigioso", de Calderón de la Barca) y en una obra de Tirso de Molina aparece el fantasma del Comendador, que vuelve del Más Allá para vengarse de su asesino, Don Juan Tenorio. Estos dos mitos, el de Fausto y el de Don Juan Tenorio, serán retomados por muchos autores posteriores, aunque con predominio de los elementos filosóficos sobre los puramente macabros.

Ya en el siglo XVIII aparecen las obras fundacionales del género: la novela breve "El castillo de Otranto", obra del político inglés Horace Walpole, y "Lenore", un poema narrativo del alemán Burger. El relato de Walpole, con su castillo embrujado y sus apariciones espectrales, se considera la primera "novela gótica", mientras que en el poema de Burger un fantasma vuelve del Más Allá para raptar a su amada (esta mezcla de elementos eróticos y macabros será muy repetida por los autores románticos). Durante las primeras décadas del siglo XIX la literatura fantástica se desarrolla en Gran Bretaña (con las grandes novelas góticas), en Alemania (con los cuentos de Hoffmann) y también en Francia (con los relatos de Charles Nodier). Pero el gusto por lo macabro no se detiene en esos países y llega también a Rusia (con los primeros cuentos de Nicolai Gogol), a España (con el poema narrativo de Espronceda "El estudiante de Salamanca") y especialmente a América, donde el género encontrará su cumbre con el maestro Edgar Allan Poe. Pero el terror de Poe ya es algo distinto, pues en sus cuentos las patologías mentales predominan sobre los elementos sobrenaturales, que solo aparecen de una forma bastante ambigua. Este nuevo estilo, menos mágico y más realista, no tardará en llegar a Europa, con autores tan importantes como el francés Guy de Maupassant o el genio ruso Fiodor Dostoievsky. Pero el cuento de miedo sobrenatural, lejos de desaparecer, sigue presente en todas las literaturas y, de hecho, es entonces cuando surgen sus grandes mitos: el Frankenstein de Mary Shelley, el Mister Hyde de Stevenson y el Drácula de Bram Stoker, a los que puede sumarse un enigmático personaje real conocido como Jack el Destripador.

Durante el siglo XX lo macabro empieza a mezclarse con la ciencia-ficción, pero no por ello desaparecerán sus temas tradicionales. Y no tardarán en aparecer nuevos maestros, como H. P. Lovecraft, Horacio Quiroga o Edogawa Rampo, que construirán los cimientos del terror moderno, también presente en el cine y el cómic.

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