Nunca más, amor mío (Homenaje a Edgar Allan Poe)




Hoy me siento diferente. He permanecido enferma durante meses, cada parte de mi cuerpo me lastimaba, sentía calambres en todos mis músculos y ya no aguantaba más el dolor. Pero, si piensas que eso ha sido lo peor, tal vez te sorprendas al descubrir que mis huesos parecían haberse transformado en vidrios salientes, que rasgaban mi piel y laceraban tanto mi carne como mi fe. 

Recuerdo cómo el médico insistía en la imposibilidad de los síntomas que yo le describía. Oí cómo hablaba con mi esposo, estaban planeando encerrarme en un sanatorio mental, pues no existían registros previos de ninguna enfermedad semejante a la que yo padecía, por lo cual habían llegado a la conclusión de que mis heridas eran autoinfligidas. Aquel médico tenía toda la confianza y el absoluto respeto de mi marido.

Mi marido jamás permitiría que me sometieran a un ritual de exorcismo, por mucho que yo se lo rogara en mis momentos de "lucidez". Podía sentir cómo aquella sombra espectral se acercaba a mí precedida por su fétido aliento, burlándose, humillándome y disfrutando mientras  describía los tormentos que me infligiría cuando consiguiera apoderarse de mi cuerpo. Era como si mi dolor la alimentara y su insaciable apetito la impulsara a recrudecer sus acometidas. 

Aquel día grité como nunca, mientras luchaba simultáneamente contra aquel ser oscuro y contra unos hombres vestidos de blanco, que me sujetaban e intentaban introducir mis miembros acalambrados en una camisa de tela gruesa. Grité implorando la misericordia divina e intenté arrepentirme de los pecados que me cerraban la puerta hacia la salvación. 

Una luz resplandeció y de ella surgió un ángel, que me ordenó confesar mis pecados en voz alta. Pero hacer algo así me hubiera acarreado el rencor eterno de quienes me amaban, así que decidí guardar silencio. Sentí cómo el ser oscuro tomaba mi cuerpo y me desperté en un lugar vacío. Me sentí fuera de mi cuerpo, que ya no me pertenecía a mí, sino al ser que me lo había arrebatado. El ángel insistió en la necesidad de confesar mis faltas y me ofreció alas para volar.

Volví al cuarto conyugal, donde vi a mi marido ahogándose en alcohol y a mi hijo dormido en la cama. Pero yo ya no era Leonora, pues mi alma se había encarnado en un cuervo. Sin embargo, sentía la necesidad de confesarlo todo, para huir de las sombras que me perseguían e intentaban devorarme por dentro.

Mis cuerdas vocales solo alcanzaron a decir: "nunca más", "nunca más"...

Mi marido me vio, dejó la botella y se levantó de la cama, dejando solo a nuestro hijo. Entonces pensé en lo que le sucedería al bebé si yo confesaba que, en realidad, no era hijo de mi marido, sino del médico que me había atendido. Entonces mi marido lo abandonaría, dejándolo desamparado para siempre, y yo no podía sacrificar su bienestar para satisfacer mis propios intereses. Grazné por última vez “nunca más, amor mío” y salí volando del cuarto.

Ahora solo me falta encontrar al doctor y arrancarle los ojos, para que nadie más vuelva a sufrir por culpa de sus engaños, volé hasta encontrarlo y, cuando me disponía a atacrlo, el ángel me alcanzó en mi vuelo para decirme que había superado la prueba y que mi alma se había salvado del infierno, pues había sabido renunciar a mi propio beneficio por amor al hijo de mis entrañas, pero una vez más renuncié a ese beneficio por amor y por miedo a que mi bebé quedara huérfano o terminara envenenado a manos del médico, como me pasó a mí.


Autora Sara Lena Tenorio


Correcciones de Francisco Javier Fontenla

Derechos reservados de autor ©


Edgar Allan Poe, falleció el 7 de octubre de 1849, es considerado por muchos como el mejor escritor de terror de todos los tiempos. A 152 años de su fallecimiento, le dedico este cuento de mi autoría que es una versión inversa del poema que le dio el apodo de El cuervo. 
 Imagen de Pinterest (Bestwallpaper.com).

4 comentarios:

KIDIA dijo...

Felicitaciones, Sara, me gustó mucho. Un muy buen homenaje.

Greicy Bruges Wilches dijo...

Muy hermoso Mi querida maestra 💕😍🤗🤗👌

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Definitivamente, soy un ser bendecido y afortunado de conocerte maestra Sara. La capacidad que tienes como don, de crear, imaginar y transmitir es excepcional.
Tu forma de escribir y describir con detalles cada historia, es dada solo a grandes artistas en el medio de la literatura. Si bien, Allan Poe, fue muy reconocido por su talento, déjame decirte que tú y el maestro Fontenla, son sus sucesores en este arte del terror.

Este relato es una muy buena combinación entre el bien y el mal. La luz y la oscuridad. Un matrimonio, un engaño, un fruto y una mentira, llevan a esta mujer a renunciar a su salvación para evitar la condena de su hijo, aceptando su nueva apariencia como consecuencia de su error.

Felicitaciones, Sara y Javier “Poe". 👏👏👏🤗🤗🤗

Sara Lena dijo...

Muchísimas gracias por sus hermosos comentarios, Kidia, Greicy y Oscar. Es hermoso saber que me leen y aún más saber que mis letras son de sus agrado.

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