Yo,
el vampiro Hecateo, llevaba miles de años vagando por el mundo, sin otro objetivo
que satisfacer mi eterna sed de sangre. Llegué a pensar que mi destino sería
caminar sin rumbo hasta el fin de los tiempos... y después hundirme para
siempre en las tinieblas del Infierno, pues no ignoraba que ese es el destino
reservado a las criaturas de la noche. Sin embargo, nunca perdí por completo la
esperanza de descansar en paz junto a las almas de mis seres queridos.
A principios del siglo XXI descubrí que el último ejemplar del Grimorio de Lilith
estaba guardado en la biblioteca de cierta universidad estadounidense. Pensando
que podría encontrar una respuesta en las mohosas páginas de aquel viejo
grimorio, una noche de Halloween (cuando las fuerzas mágicas alcanzan su máximo poder) entré en la biblioteca y lo robé tras golpear a un guardia.
No tardé en hallar la información que buscaba: podría descansar en paz si era
capaz de realizar tres buenas acciones en el plazo de aquella misma noche (aunque
solo tendría una oportunidad).
Como
ya no necesitaba el Grimorio de Lilith, lo dejé al lado de un mendigo que
dormía en la calle. Cuando aquel pobre diablo se despertase, podría ganar una
sustanciosa recompensa devolviendo el libro a la biblioteca. Aquella fue mi
primera buena acción de la noche.
Estaba
caminando por las afueras de la ciudad cuando apareció una chica vestida con el
uniforme de la policía local. La muchacha se acercó a mí y me dijo:
-Caballero,
queda usted arrestado por el robo de un valioso libro en la biblioteca
universitaria.
-No
sé de qué me está hablando, agente. Yo soy extranjero y apenas llevo unas pocas
horas en esta ciudad.
-Me parece que ha aprovechado muy bien esas
pocas horas, pues el guardia del museo nos ha dado su descripción. Será mejor que me acompañe a la comisaría.
Yo
apenas podía disimular mi rabia, pues pronto amanecería y, si aquella imbécil
me llevaba a la comisaría, no tendría tiempo para realizar las dos buenas
acciones que me faltaban. Pero, por otra parte, tampoco podía hacerle daño sin
comprometer mi redención.
Entonces
sonaron tres o cuatro disparos y me desplomé, derribado por el impacto de
varios proyectiles. Permanecí algún tiempo inconsciente, hasta que escuché una
voz:
-Venga,
hombre, levántate de una vez, que tus heridas ya están curadas. Sé que eres un
vampiro y que no puedes morir tan fácilmente.
Abrí
los ojos y vi a un gato callejero, que me miraba fijamente con sus brillantes ojos
verdes. Entonces comprendí que había sido él quien me había hablado… no con la
boca, por supuesto, sino con la mente. El gato había lamido mi sangre mientras estaba
inconsciente y así se había establecido un nexo psíquico entre los dos. Yo le pregunté
qué había sido de la chica y él me respondió:
-Se
la llevaron los mismos hombres que intentaron matarte. Son unos tipos muy
peligrosos, que por las noches se dedican a raptar mujeres jóvenes. Si estás
interesado en el tema, yo sé dónde se esconden. Se trata de un edificio
abandonado que conozco muy bien, porque allí viven las ratas más deliciosas de
la ciudad.
Le
pedí al gato que me llevara allí y llegamos poco antes del amanecer. Los secuestradores
aún no habían violado a su prisionera, pues, como una agente de la ley era una
víctima especial, primero querían contactar con los principales criminales de
la ciudad, para ofrecerles la posibilidad de presenciar la violación a cambio
de dinero.
Se
quedaron atónitos al verme, pues pensaban que estaba muerto. Uno de ellos tuvo suficiente
coraje para clavarme una navaja en el pecho, pero, cuando comprobó que eso
tampoco podía matarme, se acobardó y salió corriendo, seguido por sus
cómplices.
La
chica estaba atada a una silla y tenía una mordaza en la boca. Como es natural,
la pobre palideció de terror cuando le mostré los dientes y le dije:
-Ahora
voy a beber tu sangre, para compensar la que perdí cuando esos hombres me
dispararon.
Pero
entonces apareció el gato (tal como yo le había indicado previamente). Fingí
sorprenderme, interrumpí mi ataque y le dije a la chica:
-Esta
noche estás de suerte, muchacha. Los gatos son seres mágicos, cuya proximidad
protege a la gente de las criaturas infernales. Al parecer, tendré que dejar
esto para otra ocasión.
Dicho
esto, me marché de aquel edificio, satisfecho porque había realizado casi
simultáneamente las dos buenas acciones que necesitaba. No solo había evitado
una violación, sino que además le había dado a aquella chica una buena razón para
adoptar a un pobre gato callejero.
Y
así fue como por fin pude descansar en paz. Feliz Halloween para todos y todas.
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2 comentarios:
Esta historia maestro Javier, me ha gustado tanto como las demás que he leído de su autoría. Lo que describe sobre los gatos al final, es tan cierto como nuestra existencia. Son criaturas mágicas y con dones especiales que no sabemos explicar. Feliz día. Dios le continúe bendiciendo. Felicitaciones. 👏👏👏🤗🤗🤗🙏🙏🙏
Muchas gracias, Óscar. Y la verdad es que, aunque también me gustan los perros, siempre me han fascinado los felinos, tanto si sirven para espantar vampiros como si no. :)
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