Texto de Francisco Javier Fontenla, imagen de Pixabay.
Pese a ser
uno de los monstruos más conocidos y universales, la huella del licántropo en
la literatura es más bien discreta, especialmente si la comparamos con la del vampiro.
No hay novelas de licántropos que puedan competir en fama con Drácula o Carmilla y, por otra parte, ni Poe ni los demás maestros del género
macabro manifestaron especial interés por el tema.
Sin embargo,
la transformación del hombre en lobo ya aparece en los textos clásicos. Una
vieja leyenda griega, recogida por el poeta romano Ovidio, habla del rey Licaón
de Tracia, que fue convertido en lobo por los dioses como castigo por sus
pecados (según la Biblia, el rey Nabucodonosor de Babilonia sufrió una suerte
semejante). En una de las primeras novelas europeas, el Satiricón del aristócrata romano Petronio, se recoge una breve
historia de licantropía, en la cual un soldado se convierte en lobo por la
noche y recupera su forma humana al día siguiente. En la Edad Media la
escritora María de Francia relató la historia de Bisclavret, seguramente basada
en las numerosas leyendas sobre licántropos que circulaban por la Bretaña
francesa. Curiosamente, en esta historia el licántropo no es el malo, sino la
víctima inocente de la maldad humana. En el Renacimiento nada menos que Miguel
de Cervantes trata brevemente el tema en su último libro, el Persiles. Siguiendo las ideas de la
época, Cervantes relaciona la licantropía con la brujería. Entonces se creía
que las hechiceras podían convertirse en bestias empleando ungüentos mágicos,
aunque las personas cultas consideraban que aquella transformación era un mero
delirio de la bruja, inducido por el consumo de alguna droga alucinógena.
Después del
paréntesis racionalista de la Ilustración, lo fantástico y espectral cobra
fuerza con la llegada del movimiento romántico. Aunque el licántropo no fue un
personaje frecuente en las novelas góticas de la época, sí aparece en cuentos
como “Una historia de los montes Harz”, del británico Frederick Marryat. Una
variante del licántropo (el hombre oso de las leyendas nórdicas) protagoniza la
novela corta “Lokis”, obra del autor francés Prosper Merimée, que ambienta la
historia en Lituania.
Situándonos
ya en el siglo XX, la licantropía aparece en algunos relatos publicados por las
revistas pulp de los años veinte y
treinta, como la mítica Weird Tales.
Por poner un ejemplo, podemos mencionar “En el bosque de Villéfere”, de Robert
E. Howard.
En cuanto al
licántropo cinematográfico, tiene poco que ver con la tradición folclórica y
literaria. Se puede decir que el arquetipo manejado por las películas de terror
se parece más al Mister Hyde de Stevenson que a los licántropos tradicionales.
Vamos a mencionar las principales diferencias:
-El
licántropo tradicional se convierte en una bestia muy semejante a un lobo
común, aunque puede presentar algunos rasgos particulares, como un mayor tamaño
o la ausencia de cola. Por el contrario, el licántropo cinematográfico es un
bípedo con el cuerpo cubierto de pelo, muy semejante a una persona aquejada de
hipertricosis.
-El
licántropo tradicional puede convertirse en bestia de forma permanente (si es
víctima de una maldición) o solo cuando emplea una pócima mágica (si la
transformación es voluntaria). Por el contrario, el licántropo cinematográfico
únicamente cambia de forma cuando hay luna llena. Además, su maldición no suele
proceder de un hechizo ni de una pócima, sino que se debe a la mordedura de
otro licántropo, tal como sucede en el caso de los vampiros.
-En la mayor
parte de las leyendas el licántropo era vulnerable a las armas comunes,
mientras que su versión cinematográfica solo puede morir si le disparan una bala
de plata.
-En el cine
moderno (Crepúsculo, Underworld, Van
Helsing) es frecuente que licántropos y vampiros luchen entre sí como dos
razas enemigas. Pero en las leyendas tradicionales no existía esa rivalidad, ni
siquiera había una diferencia clara entre ambas razas de monstruos. En la
Europa oriental se creía que cuando un licántropo moría su espíritu podía
convertirse en un vampiro.
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