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ÉRASE UNA VEZ (CUENTO FANTÁSTICO)

 

Una vez, hace muchos años, una niña llamada Caperucita Roja caminaba por el bosque entonando una cancioncilla popular, mientras se dirigía hacia un viejo castillo situado en la cumbre de una colina. Aunque Caperucita pasaba por ser una niña más simpática y alegre que inteligente, poseía, al igual que otros habitantes de aquel país encantado, el don de hablar con los animales. Un pajarillo se acercó a ella y le preguntó:

¿Adónde vas, Caperucita? Este camino no lleva al pueblo ni a la casa de tu abuelita.

Voy al castillo. He oído rumores de que esta noche el conde va a celebrar una fiesta y, aunque yo no soy de sangre noble, seguro que no le negará la invitación a una chica tan linda y simpática como yo.

Vale, pero no seas tan confiada como la otra vez, cuando aquel hombre lobo estuvo a punto de comeros a tu abuelita y a ti.

¡Qué tontería! En ningún castillo dejarían entrar a un hombre lobo.

No, pero tampoco a leñadores que te salven en el último momento.

¡Bah, si pasa algo el señor conde me protegerá!

El pajarillo, que había oído hablar de Barbazul y de la condesa Báthory, sabía que no todos los condes protegen a las niñas, pero decidió callar para no asustar a su amiga y, tras despedirse de ella, se marchó volando a su nido, pues ya faltaba poco para el anochecer. De hecho, ya volaban los murciélagos cuando Caperucita llegó a las puertas del castillo. Tal como había previsto, los guardias (que, por lo demás, no parecían muy simpáticos) le abrieron las puertas, pero, para su decepción, el interior del castillo le pareció mucho más lóbrego y sucio de lo que había imaginado. Por otra parte, allí no había nadie, salvo ratas, arañas y murciélagos… o al menos eso parecía, pues de pronto la niña sintió una mano dura y fuerte sobre su hombro derecho. Se volvió para ver quién la había tocado y palideció de miedo cuando reconoció a su viejo enemigo, el hombre lobo del bosque. Aunque se hallaba bajo su forma humana, ella no podría olvidar jamás aquella voz engañosamente amable:

Buenas noches, querida. Percibí tu aroma mientras deambulaba por el bosque y te he seguido hasta aquí.

¿Pero usted no estaba muerto?

Una simple hacha no puede matar definitivamente a un licántropo. Solo la plata y la decapitación pueden hacerlo. Tú, en cambio, puedes morir muy fácilmente, tienes una carne muy tierna.

Entonces hizo su aparición un hombre alto y apuesto, de rostro adusto pero noble, que iba vestido completamente de negro y blandía un impresionante revólver. El hombre lobo soltó a Caperucita y se encaró con el recién llegado, mientras maldecía a la niña para sus adentros:

La pequeña zorra había visto a ese tipo antes que yo y se las arregló para hacerme confesar mis debilidades. Ahora él sabe cómo puede matarme para siempre, pero no le pondré las cosas fáciles.

Cuando el combate entre el hombre lobo y el pistolero desconocido parecía inevitable, surgió de las tinieblas el amo del castillo, el cual no era otro que el conde Drácula. Este saludó a sus variopintos huéspedes con una sonrisa diabólica y una voz espectral:

Bienvenidos a mi humilde morada, amigos míos. Me temo que los he engañado haciendo correr los rumores de que esta noche iba a celebrarse aquí una fiesta. Lo que sí habrá es un festín de sangre para mí y para mis servidores.

Dicho esto, el conde chasqueó los dedos y los guardias del castillo se convirtieron en enormes sabuesos, más feroces que los lobos del bosque y más negros que la misma noche. El hombre lobo se olvidó del pistolero y, tras adoptar rápidamente su forma de bestia, se arrojó sobre los sabuesos, pero, a pesar de sus afilados colmillos y de sus poderosas zarpas, no consiguió hacerles el menor daño. En cambio, los perros lo destrozaron en un santiamén, convirtiéndolo en un montón de carne ensangrentada. El pistolero hizo ademán de disparar sobre los sabuesos, pero Caperucita se acercó a él y le dijo en voz baja:

Esos no son perros de verdad. Si lo fueran, podría entender su lenguaje, pero sus ladridos y gruñidos no me dicen nada.

Entonces solo pueden ser espíritus infernales, de modo que sería inútil lanzar un ataque físico contra ellos. Por eso el licántropo no pudo herirlos, pero yo sí sé cómo detenerlos.

El pistolero recitó unos pocos versículos de la Biblia, que se sabía de memoria, y los perros infernales se desvanecieron en la nada como espectros sorprendidos por la luz del alba. Drácula, sorprendido y asustado por el inesperado giro de los acontecimientos, huyó del castillo convertido en murciélago. El pistolero le dijo a Caperucita:

Llevo años persiguiendo a ese vampiro y, por lo que veo, nuestra lucha aún no ha acabado. Puedes volver a tu casa tranquilamente, pues nuestro amigo el licántropo tardará mucho tiempo en regenerarse. Y muchas gracias por tu ayuda, de no ser por ti ahora estaría peor que él.

Muchas gracias a usted, señor. Por cierto, ¿puedo saber cómo se llama?

Mi nombre es Hunter, Daniel Hunter.

Dicho esto, Daniel Hunter se despidió de Caperucita y se fue montado en un caballo negro.

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Diseñada por Freepik (www.freepik.es).


LA ESTIRPE MALDITA (RESEÑA PERSONAL DE FONTENLA)

 



Texto: Fontenla. Imagen: portadas de la novela en Europa, diseño de Vault.

Mientras que la licantropía (es decir, la transformación mágica de una persona en lobo u otro animal semejante) es, sin duda, uno de los mitos más recurrentes dentro del género fantástico, son muy pocas las obras que tratan el fenómeno opuesto: el animal que se transforma en hombre y vive como tal, llegando a mantener relaciones amorosas -e incluso a tener hijos- con mujeres de nuestra especie. Y no es que falten fuentes folclóricas de semejante fenómeno: por ejemplo, las leyendas de los indios norteamericanos atribuyen el origen de ciertas tribus a la unión entre un ser humano y un animal, que tan bien podía ser un lobo como un perro o un castor. En China y Japón también se creía que algunos animales, especialmente los zorros y los tanukis, podían adoptar forma humana para gastarles bromas pesadas a los incautos. Sin embargo, dentro de la ficción moderna hay pocas obras que traten el tema: un cuento del escritor francés Boris Vian titulado El lobo hombre (que, por cierto, serviría de inspiración a cierta canción clásica del rock español), la hermosísima película anime de Mamoru Hosoda titulada The Wolf Children… y finalmente la nueva novela de Sara Lena Jiménez, que se titula La estirpe maldita y a la cual, gracias a la generosidad de Sara, he tenido el honor de aportar algunos granitos de arena.

Esta novela comparte muchos elementos con Un legado para Selene, incluyendo algunos personajes, la mezcla de distintos géneros (que van desde la novela histórica hasta el terror gótico, pasando por el thriller) y una forma magistral de fusionar lo real con lo fantástico, tal como no se había hecho desde que Guillermo del Toro estrenó El laberinto del fauno. La principal diferencia entre ambas novelas es que esta pone el foco en la licantropía, mientras que la historia de Selene giraba en torno al vampirismo. Otra diferencia notable es que La estirpe maldita se basa en la mitología ancestral de las culturas indígenas americanas, concretamente en la leyenda mexicana del Nahual (hechicero que adopta la forma de un animal mediante el consumo de pócimas mágicas). Por el contrario, Un legado para Selene se inspiraba en las leyendas macabras centroeuropeas, así como en la tradición gótica canonizada por Bram Stoker, aunque el legado espiritual de los pueblos prehispánicos también estuviera muy presente.

Yo creo ver otra diferencia de carácter más estructural. Mientras que Un legado para Selene se sustentaba sobre tres planos diferentes (los villanos, los héroes y los sabios), La estirpe maldita presenta una serie de dualidades, al mismo tiempo opuestas y complementarias. Entre ellas podemos destacar estas cuatro:

1-El ser humano (o aparentemente humano) frente al ser no-humano (de carácter bestial o sobrenatural).

2-La Historia (centrada en la guerra de la independencia mexicana y encarnada por los Villagrán) frente al Mito (los hechiceros y los Nahuales). La historia de los antiguos chichimecas se sitúa entre ambos polos.

3-El presente (Alberto) frente al pasado (Rodolfo).

4-Y, por supuesto, la dualidad esencial en todas las grandes aventuras: el Bien (lo que podríamos llamar humorísticamente el team-Alberto) frente al Mal (el team-Romualda).

A estas cuatro dualidades esenciales podemos añadir otras de carácter más abstracto, como la ignorancia (situación inicial de Alberto) frente al conocimiento (descubrimiento progresivo de la verdad) o la soledad (situación inicial de Rodolfo) frente a la difícil -pero no imposible- integración en un determinado colectivo (la pareja, la familia, el círculo de amigos o incluso el grupo de combate). En este sentido La estirpe maldita, al igual que Un legado para Selene, puede considerarse no solo una emocionante historia de aventuras fantásticas, sino también una novela de formación, a través de la cual el héroe descubre y desarrolla su verdadera personalidad. Esto no debe extrañarnos, pues, como dice la profesora de Peter Parker en cierta película de Spiderman, todas las historias tienen un único argumento: descubrir quién soy. Y en esta novela dicha premisa se cumple perfectamente… pero, eso sí, cambiando el quién por un qué.

En el este enlace podrás ver el booktrailer

Puedes leerla en este enlace:

Entrevista de los coautores, en el siguiente enlace: 👉 Sara Lena y Javier Fontenla.

Este libro está disponible en Amazon.

En México y el resto de Hispanoamérica (en este enlace).

En España y en resto de Europa (en este otro enlace).

Y si quieres más información, visita este 👉 enlace




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