Mostrando entradas con la etiqueta homenaje a Lovecraft. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta homenaje a Lovecraft. Mostrar todas las entradas

EL CUADRO (CUENTO FANTÁSTICO)

 

Texto: Fontenla. Imagen: Pixabay.

Tas la misteriosa desaparición del doctor Guy Arlington, sus herederos decidieron vender la vieja casa familiar (que, según sus propias palabras, “les causaba malos sueños”), así como sacar a pública subasta la mayoría de los muebles y objetos de arte legados por el desaparecido. Sin embargo, uno de los cuadros era tan extraño y siniestro que sólo un joven artista llamado Frederick Fenton se atrevió a pujar por él. Se trataba de una pintura al óleo, de colores fríos y tenebrosos, que representaba un islote desnudo, en medio de un mar cuyas aguas tenían un matiz extrañamente verdoso. Sobre aquel islote se veían diez pequeñas figuras humanas, demasiado diminutas para que pudieran distinguirse sus rasgos personales, pero cuyas posturas parecían reflejar un estado de agitación, por no decir de pánico, seguramente provocado por algo grande y terrible que surgía de la niebla para amenazar a los indefensos náufragos del islote. Sin embargo, lo que acechaba tras la niebla no se discernía bien, sino que era algo informe, de aspecto indefinido y, precisamente por ello, mucho más inquietante que cualquier monstruo de facciones nítidas. Por lo demás, aquel cuadro parecía obra de un artista de mucho talento, aunque carecía de firma y ni los responsables de la subasta ni los herederos de Arlington pudieron satisfacer la curiosidad de Fenton respecto a la identidad del autor. Si su autoría era un misterio, lo mismo podía decirse de su título y de su origen, pues Arlington nunca había dado explicaciones al respecto.

Una vez en su humilde apartamento de Chelsea, Fenton colgó el cuadro en su dormitorio, sobre la cabecera de su cama, y, como ya era de noche, no tardó en acostarse, pues al día siguiente debía madrugar para asistir a una exposición de sus propias obras. El joven Fenton siempre había sido propenso a las ensoñaciones extrañas, pero aquella noche sus pesadillas fueron realmente atroces y varias veces hubo de despertarse, con la frente bañada en sudor y el corazón palpitante, sin poder conciliar un sueño tranquilo hasta bien entrada la madrugada. Durante las noches siguientes se repitieron aquellas pesadillas intolerables, cuya fuente primordial parecía ser la turbadora imagen del cuadro, aunque los recuerdos de Fenton al respecto eran bastante vagos y no tardaban en desvanecerse. Preocupado por su estabilidad psíquica, Fenton llegó a plantearse si no sería mejor deshacerse del cuadro causante de sus pesadillas, pero finalmente rechazó esa opción, en parte por parecerle sumamente cobarde y, sobre todo, porque de poco le serviría vender el cuadro si el recuerdo del mismo permanecía grabado en su memoria. Y es que Fenton tenía una de esas mentes complicadas e hipersensibles que se aferran obsesivamente a aquellas imágenes o sensaciones que más les gustaría olvidar. Pero, como las secuelas de tantas noches en vela estaban empezando a tener efectos desastrosos sobre la ya de por sí delicada situación personal del artista, finalmente tomó la determinación de consumir calmantes antes de dormir. Las primeras dosis que tomó fueron bastante moderadas y no le sirvieron de nada. Luego decidió aumentar las dosis, llegando a rozar extremos que cualquier médico consideraría peligrosos, pero tampoco obtuvo los resultados que esperaba. Muy al contrario, fue peor el remedio que la enfermedad, pues ahora ya no se despertaba en plena noche, pero eso solo servía para que sus pesadillas fueran más largas y tuvieran unos efectos psíquicos más demoledores. Finalmente, el ya desesperado Fenton decidió arriesgarse y sustituyó los calmantes por verdaderos narcóticos, que podía conseguir de forma clandestina a través de un círculo de artistas bohemios, con los que estaba ligeramente relacionado (curiosamente, el desaparecido doctor Arlington también había formado parte de dicho círculo, pero Fenton ignoraba esta coincidencia). Aquella noche tomó, mezclada con el agua que siempre bebía antes de acostarse, una fuerte dosis de una droga casi desconocida y no tardó en conciliar el sueño. Pero las pesadillas volvieron de nuevo y esta vez fueron peores que nunca. Ahora Fenton ya no podía despertarse gritando de terror, pues la droga se lo impedía, y no solo debía enfrentarse una vez más a la pesadilla, sino que esta vez tendría que sufrirla hasta el final. Y no todas las pesadillas tienen un final. Varios días después, unos amigos de Fenton, extrañados porque este había dejado de asistir a sus reuniones y no contestaba a sus mensajes, le preguntaron por él a su casero. Este, que también llevaba varios días sin saber del artista, no pudo decirles nada, pero los llevó a la puerta de su apartamento. Como nadie respondió a sus llamadas, el casero abrió la puerta con su propia llave y entraron, pero no hallaron a Fenton. Todas sus cosas estaban allí, todas salvo él mismo. Nunca más se volvió a saber de Fenton, cuya desaparición sigue siendo un misterio aparentemente irresoluble. El casero decidió alquilar el apartamento a otra persona y las escasas posesiones personales del artista desaparecido fueron enviadas a la casa de sus padres. Hoy, en el desván de la casa familiar de los Fenton, permanece olvidado un mudo testigo de hechos asombrosos: un cuadro sumamente extraño, donde algo siniestro surge de la bruma para amenazar a once pequeñas figuras humanas atrapadas en un islote.


LA COLINA DE ZAMAN (LOVECRAFT)

Texto: H. P. Lovecraft. Traducción: Fontenla. Imagen: Pixabay-Kellepics.

La enorme colina se hallaba tan cerca de la vieja aldea que sus precipicios empezaban donde terminaba la calle principal. Verde, elevada y cubierta de bosque, su mirada tenebrosa se cernía sobre el campanario que se alzaba junto a la curva de la carretera. Durante dos siglos habían circulado rumores sobre lo que sucedía en aquella prominencia embrujada. Se hablaba de ciervos y pájaros extrañamente mutilados, de niños desaparecidos cuyas familias habían perdido para siempre. Un día el cartero no encontró la aldea donde solía estar, ni sus edificios ni sus habitantes volverían a ser vistos nunca más. Hubo vecinos de Aylesbury que se acercaron para satisfacer su curiosidad, pero todos llamaron loco al cartero, quien aseguraba haber visto en la gran colina ojos famélicos y fauces abiertas.


NYARLATHOTEP (LOVECRAFT)

 


Autor: H. P. Lovecraft. Adaptación en prosa: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Y al final vino del profundo Egipto el extraño desconocido ante el cual los campesinos inclinaban la cerviz, silencioso y enjuto, misterioso y altivo, vestido con ropajes que reflejaban las llamas del sol poniente. La plebe se congregaba a su alrededor, ansiosa de escuchar sus palabras, pero luego nadie podía repetir lo que había oído. Mientras tanto, discurrió entre las naciones el rumor de que las bestias salvajes lo seguían para lamer sus manos. Pronto tuvo lugar en el mar un evento funesto, cuando tierras olvidadas emergieron mostrando sus cúpulas de oro. El mundo se estremeció y llamas atroces incendiaron las temblorosas ciudades de los hombres. Entonces el caos sin mente aplastó el polvo de la tierra, destruyendo lo que había creado como juego.


MEMORIA (H. P. LOVECRAFT)

Traducción: Fontenla. Imagen: Pixabay.

En el valle de Nis una maléfica luna menguante envía sus rayos entre las hojas de los árboles malditos. Y en el fondo del valle, allí donde no llega la luz, se mueven cosas que no están hechas para nuestros ojos. Los matorrales crecen densos en las laderas, donde rodean las piedras de edificios arruinados y ciñen con fuerza viejas columnas o extraños monolitos, estragando pavimentos de mármol dispuestos por manos olvidadas. Y en los árboles que crecen en los patios muertos saltan pequeños monos, mientras de oscuras criptas emergen serpientes venenosas y cosas sin nombre.

Inmensas son las piedras que duermen bajo capas de musgo húmedo y poderosos son los muros de los que se desprendieron. Sus constructores las erigieron para la eternidad y ciertamente aún cumplen su función, ya que acogen al sapo gris.

En el fondo del valle corre el río Tone, cuyas aguas están llenas de fango. Como nace en arroyos ocultos y fluye hacia cuevas subterráneas, ni siquiera el Demonio del Valle sabe por qué sus aguas son rojas ni dónde desemboca.

El Duende que acecha en los rayos de luna se dirigió al Demonio del Valle y le dijo:

Soy viejo y he olvidado muchas cosas. Dime los hechos, la forma y el nombre de los seres que edificaron esas ruinas de una piedra.

Y el Demonio le respondió:

Mi memoria es buena y recuerdo mucho del pasado, aunque yo también soy anciano. Aquellos seres, como las aguas misteriosas del río Tone, no estaban hechos para ser entendidos. No recuerdo sus hazañas, pues estas apenas duraron un instante. Pero sí conservo una vaga imagen de su aspecto, semejante al de los pequeños monos que viven en los árboles. También recuerdo con claridad su nombre, ya que rimaba con el del río Tone. Esos seres pretéritos se llamaban Hombres.

Entonces el Duende volvió a la luna y el Demonio miró pensativo a un pequeño mono, subido en uno de los árboles que crecían en el patio arruinado.


EL VIEJO CAPITÁN (CUENTO)

 

Nos hallamos en cierta localidad portuaria de Nueva Inglaterra hacia el año 1920. La solitaria casa del Viejo Capitán rara vez recibía visitas, pero aquella tarde un joven escritor llamó a su puerta. Aunque poca gente conocía íntimamente al Viejo Capitán, se decía que había vivido muchas experiencias extraordinarias a lo largo de su ajetreada vida. El joven escritor quería entrevistarse con él, guiado por la esperanza de que pudiera sugerirle el germen de alguna historia interesante. Afortunadamente, el anciano resultó ser una persona mucho más amable de lo que su visitante se había imaginado. Al joven escritor también le agradó descubrir que la casa estaba llena de gatos, pues él, al igual que su vetusto anfitrión, sentía cierta debilidad por los pequeños felinos. El Viejo Capitán no solo los trataba con cariño, sino que además hablaba con ellos como si pudieran entenderlo y les daba nombres de persona, que al parecer se correspondían con los de sus antiguos compañeros de navegación. Tras rehusar un vaso de ginebra y aceptar un té con pastelillos, el escritor le pidió al anciano que le hiciera un breve resumen de su vida. El capitán sonrió y dijo:

Lo cierto es que he vivido bastantes aventuras emocionantes. Nací en el seno de una familia distinguida, pero la Guerra Civil y el cólera aunaron sus esfuerzos para dejarme huérfano a una edad muy temprana. Por ese motivo tuve que dejar la escuela y embarcarme como grumete cuando aún no había cumplido los doce años. Durante mi larga vida como marinero he navegado por lugares remotos y extraños. Nunca me he casado, pero sí he mantenido relaciones amorosas con varias mujeres de distintas razas. Curiosamente, a los veinticinco años, siendo ya primer oficial de un barco mercante, aún era completamente virgen. Entonces los monzones nos obligaron a buscar cobijo en cierta isla oriental, habitada por una tribu de costumbres matriarcales. Por algún motivo le caí en gracia a la princesa de la isla, que era una chica tan bella como caprichosa. Intentó seducirme, pero yo, que en aquella época aún no estaba acostumbrado a tratar con mujeres, rechacé sus intentos con cierta brusquedad. Aquella noche encontré una cobra entre las ropas de mi cama y comprendí que la había ofendido. Al día siguiente le ofrecí mis disculpas a la princesa y me excusé diciéndole que estaba casado (como “prueba” de ello le mostré una vieja foto de mi madre). Ella no debió de quedar muy satisfecha con mis explicaciones, pues mientras dormía la siesta encontré una araña venenosa en mi cama. Finalmente accedí a acostarme con la princesa y al anochecer encontré un hermoso gatito jugando en mi camarote. Aquel cachorro pertenecía a una especie endémica de la isla y poseer uno se consideraba un gran honor entre los nativos. Comprendí que la princesa por fin había quedado satisfecha y acepté su regalo con verdadero placer. Poco después abandoné la isla y no volví a verla nunca más. Por lo que sé, murió hace algunos años y hoy gobierna la isla su hija mayor, de quien se dice que tiene los ojos azules. A veces he sentido la tentación de visitarla, pero nunca me he atrevido, pues no me gustaría tener que elegir entre cometer un incesto o encontrarme con otro bicho venenoso en mi cama. En cuanto al gato, fue mi mejor amigo durante los doce años que vivió. Todos los felinos de mi casa son descendientes suyos y han heredado sus cualidades.

En aquel punto la narración del anciano marinero fue interrumpida por las sirenas de un vehículo policial. Pocos segundos después el comisario en persona llamó a la puerta del Viejo Capitán, quien aquella tarde recibió más visitas de las que solía recibir en un año entero. El comisario se dirigió a él en voz alta, pues ignoraba la presencia del joven escritor:

Capitán, varias niñas han desaparecido misteriosamente mientras jugaban en el bosque y, a juzgar por ciertos indicios, cabe pensar que han sido raptadas. Mis hombres ya están peinando la zona, pero le agradeceríamos que nos prestase su ayuda una vez más.

El comisario se marchó y entonces el joven escritor se dirigió al anciano:

Disculpe mi ignorancia, capitán, pero no acierto a comprender cómo podría usted ayudar en este asunto.

En realidad, serán mis gatos quienes harán el trabajo. Olvidé decirle que poseen cualidades fuera de lo normal. Mientras esperamos su retorno, le contaré cómo descubrí en Arabia las ruinas de una ciudad sin nombre o, si lo prefiere, le hablaré de los vestigios prehistóricos que encontré durante mi última visita al África central.

En el interior de una fábrica abandonada tres niñas atadas, amordazadas e indefensas se hallaban a merced del maníaco que las había raptado. Aquel psicópata ya estaba a punto de degollarlas cuando creyó oír un sonido extraño procedente del exterior. Salió del edificio armado con un cuchillo, pero nunca más volvió. En cambio, diez minutos después entraron en la fábrica varios gatos, que se relamían y bostezaban como si se hubieran dado un buen banquete. Los felinos rompieron a mordiscos las ataduras de las niñas, que huyeron de allí a toda prisa, sin prestarle atención a un esqueleto que yacía entre los arbustos, sin una sola brizna de carne sobre sus huesos.

Aquella noche el Viejo Capitán despidió al joven escritor y le dijo:

Espero que haya obtenido algún provecho literario de nuestro encuentro, señor Lovecraft.

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

XELA (CUENTO)

 

Xela era una niña que vivía con Laura, su madre viuda, en una casita del bosque. Pese a ser guapa, amable y estudiosa, no tenía muchos amigos, pues casi todos sus compañeros de clase pensaban que estaba loca o era una especie de bruja. Eso se debía a que Xela aseguraba que en ocasiones podía ver y oír a los espíritus del bosque, así como a las almas de los muertos. La única persona que creía en ella era su amigo Javier, un niño al que le gustaba mucho la fantasía. Como también le gustaba Xela, el cinco de marzo (día de su cumpleaños) le regaló una antología de los cuentos de Lovecraft. No tuvo éxito, pues ella, pese a ser bastante aficionada a la lectura, solo leyó un par de relatos y luego se olvidó del libro. Le dijo a su madre:

Ese escritor no sabía nada de magia.

Mientras tanto, un peligroso presidiario había conseguido huir de la cárcel, llevándose consigo una pistola eléctrica que le había arrebatado a un guardia después de golpearlo.

Aquel mismo día Laura y Xela estaban en la cocina de su casa, pelando patatas para hacer una tortilla. Laura creyó oír algo y le dijo a su hija:

Creo que el gato del vecino ha vuelto a entrar en casa. Voy a ver si consigo echarlo antes de que haga otro estropicio.

Laura salió tranquilamente de la cocina, pero entonces apareció el prófugo, que la agarró y la amenazó con su pistola. Xela, al ver a su madre en peligro, intentó reaccionar, pero el intruso le dijo:

Quieta y calladita, nena, si no quieres que tu mamá sufra por tu culpa. Ahora vais las dos a ser buenas chicas y a hacer todo lo que yo os diga.

Comprendiendo que no tenían más remedio que obedecer, madre e hija se sometieron a las órdenes del intruso. Este las ató a ambas con unos cordones y luego fue en busca de cinta aislante para amordazarlas. Pero, mientras estaba distraído registrando los cajones, Xela, que de algún modo había conseguido liberarse de sus ligaduras, se acercó a él sin hacer ruido, le arrebató la pistola y lo dejó fuera de combate con una descarga. Luego ató al criminal antes de que se recuperara y liberó a su madre. Cuando ya estuvo más tranquila, Laura le preguntó a Xela:

¿Cómo pudiste desatarte en tan poco tiempo?

La niña sonrió y le dijo a su madre:

Fue muy fácil, mamá. Gracias a un cuento del libro de Lovecraft, conocí a un gran mago del siglo XX llamado Harry Houdini, cuyo espíritu me dio unas lecciones rápidas de escapismo. Hoy he aprendido algo: que incluso los libros que no nos gustan pueden sernos útiles en alguna ocasión.

Y Laura también aprendió que su hija realmente podía comunicarse con los muertos.

Texto: Javier Fontenla. Fuente de imagen: Pixabay-Darksouls.

EL LAGO DE LA PESADILLA (H. P. LOVECRAFT)

 

Adaptación: Javier Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

Hay un lago en el remoto Zan, allende las tierras de los hombres, donde se consume en horrible soledad un espíritu anciano y desolado, un espíritu viejo e impío, cargado con el peso de una pavorosa melancolía, mientras respira los vapores pestilentes que emanan de las aguas densas y estancadas. Sobre las orillas arcillosas se deslizan criaturas decadentes y repulsivas, bajo el vuelo de extrañas aves que nunca han sido vistas por ojos mortales. Durante el día brilla un sol crepuscular sobre aguas cristalinas que nadie ha contemplado, pero por la noche los lívidos rayos lunares se sumergen en los abismos que bostezan en su sima. Solo las pesadillas han revelado qué escenas iluminan esos rayos; qué escenas, demasiado viejas para los ojos humanos, yacen sumergidas en una noche eterna, pues allí solo reposan las sombras de una raza silenciosa. Una medianoche, emponzoñada por hedores malsanos, vi en mis sueños aquel lago, mientras en el cielo púrpura brillaba una luna gibosa. Pude ver sus orillas pantanosas y las criaturas venenosas que se ocultan en ellas: lagartos y serpientes retorciéndose agonizantes, cadáveres putrefactos de cuervos y murciélagos, así como necrófagos que se alimentaban de sus despojos. Y mientras la siniestra luna relucía en las alturas, ahuyentando del cielo a las estrellas, vi iluminarse las espesas aguas del lago y emerger las cosas que custodia el abismo. En las profundidades se veían las torres de una ciudad olvidada, con sus oscuras cúpulas y sus paredes cubiertas de musgo, torres tapizadas de algas y salones vacíos, templos abandonados y bóvedas terroríficas, así como calles de oro sin brillo, de las cuales vi cómo surgía una horda de sombras informes, una espantosa horda que parecía agitarse en una danza siniestra, alrededor de sepulcros que yacían a la vera de caminos nunca hollados. Un remolino se alzó de aquellas tumbas y rompió la espesa quietud de las aguas, mientras las letales sombras de la superficie aullaban bajo la sardónica faz de la luna. Entonces el lago se hundió en su propio lecho, absorbido por las simas de la muerte, mientras de la tierra limosa recién emergida se elevaban vapores hediondos de malsano origen. Sobre la ciudad se movían las monstruosas sombras danzantes, cuando, de repente, se abrieron ruidosamente las lápidas de los sepulcros. Ningún oído podría escuchar ni ninguna lengua contar qué horror enloquecedor sobrevino a continuación. Veo ese lago, esa luna sinuosa, esa ciudad y las criaturas que la habitan. Cuando estoy despierto, rezo para que esa orilla no vuelva a sumergirse nunca más en el lago de las pesadillas.




LA COLINA DE ZAMAN (H. P. Lovecraft)


Texto: H. P. Lovecraft. Traducción: Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

La enorme colina se hallaba tan cerca de la vieja aldea que sus precipicios empezaban donde terminaba la calle principal. Verde, elevada y cubierta de bosque, su mirada tenebrosa se cernía sobre el campanario que se alzaba junto a la curva de la carretera. Durante dos siglos habían circulado rumores sobre lo que sucedía en aquella prominencia embrujada. Se hablaba de ciervos y pájaros extrañamente mutilados, de niños desaparecidos cuyas familias habían perdido para siempre. Un día el cartero no encontró la aldea donde solía estar, ni sus edificios ni sus habitantes volverían a ser vistos nunca más. Hubo vecinos de Aylesbury que se acercaron para satisfacer su curiosidad, pero todos llamaron loco al cartero, quien aseguraba haber visto en la gran colina ojos famélicos y fauces abiertas.


Homenaje a Lovecraft


Arriba, vídeo de la obra del artista Charly M. Cadaver. Abajo Imagen de Pinterest




En homenaje a H. P. Lovecraft,  reunimos algunos ensayos que nos hablan de la trayectoria histórica del género del terror hasta llegar a H. P. Lovecraft, quien pertenece a nuestro top ten del terror. El gran maestro del horror cósmico nos dejó un gran legado en sus letras, que ha inspirado a muchos autores y fue en ese sentido que convocamos a los autores hispanohablantes contemporáneos, a un concurso de cuentos Lovecraftianos. Los ensayos no forman parte del concurso, pero vale mucho la pena su lectura para todos los amantes de la literatura clásica del terror. Esa es la razón por la que aquí te los comparto (solo dale clic al enlace correspondiente al título de tu interés para que puedas leerlo).

Ensayos de la literatura del terror, en los que figura H.P. Lovecraft:

 Se reunieron los siguientes cuentos Lovecraftianos:
Se hizo un concurso de cuentos lovecraftianos y los votantes eligieron sus cuentos favoritos. Los cuentos ganadores fueron los siguientes:
  1.  Encomienda de Nahl. Primer lugar, autora Scherezada.
  2.  El despertar de Azathoth. Segundo lugar, autora Carolina Arriaga. 
  3.  Desde lo profundo. Tercer lugar, autor  Aldo Matus.
El legado de H.P. Lovecraft continúa y nosotros seguimos de manteles largos. Abajo de este texto encontrarás las entrevistas con los autores ganadores, que realizamos Avalon rol y tu servidora, Sara Lena . Al final de cada uno de los textos ganadores encontrarás su diploma correspondiente. 


  1. Scherezada (Favor de adelantar hasta el minuto 11:30). ¡Gracias! Ganadora del primer lugar, con su cuento Encomienda de Nahl.

 

2. Carolina Arriaga. Ganadora del segundo lugar, con el texto: El despertar de Azathoth.

 

 
Pueden conseguir su antología desde el enlace de arriba



3. Para cerrar con broche de oro, tenemos la entrevista con Aldo Matus, ganador del tercer lugar con su cuento: Desde lo profundo.


Felicito a los ganadores y agradezco mucho a todas las personas que nos leyeron y participaron con su voto.

 Atentamente Sara Lena

SIMULACRO

homenaje a Lovecraft.


Texto e imagen proporcionados por el autor: Cristian Burgoa

Era una noche fría y oscura, un fugitivo decidió esconderse en un túnel; la policía lo había perdido de vista. 

El abandonado, húmedo y oscuro túnel al parecer era un perfecto escondite, quizás solo por esta noche. Era un poco difícil caminar por los grandes charcos de agua que se habían formado por el deterioro de los años. El fugitivo continuaba con su trayecto en la oscuridad hacia lo desconocido, de pronto, sintió tropezar con un objeto e impactar con algo sólido. — Que idiota soy, pudiendo utilizar la linterna desde un principio — Nervioso y un poco adolorido dijo, encendiendo su linterna, el fugitivo. Con la ayuda de la linterna pudo observar el objeto con el que impactó, aquél objeto era una abandonada y oxidada cabina de tren. Asombrado, pudo también apreciar alrededor suyo que existían restos humanos esparcidos por todas partes. Ese olor nauseabundo que emitían dichos cuerpos, era molestoso desde el momento en que ingresó al túnel.

De pronto, el fugitivo oyó aproximarse una motocicleta. El ruido del motor que emitía aquella motocicleta se hacía cada vez fuerte a medida que se acercaba. El fugitivo corrió para esconderse en la abandonada cabina, apagó la linterna y contuvo la respiración. Solo quedaba esperar a que dicha motocicleta pasara desapercibida, que por cierto era una patrulla en la que iban dos policías en ella.

— ¿Ves algo? — preguntó el policía que conducía la motocicleta.

— No, al parecer no se encuentra aquí. Ese hombre ya debe traer la ropa toda sucia, en caso de haber estado por aquí, no puedo creer que incluso se haya dado la molestia de traer puesta su bata blanca médica. Este lugar me genera morbo y nauseas, continuemos con la búsqueda de ese hijo de perra. — respondió el colega y compañero de la patrulla de policía.

Después de unos minutos, ya se había alejado aquella patrulla de policía. El fugitivo tomo aire para poder respirar, cogiendo su maletín se levantó del lugar en el que se había escondido, salió de la cabina. 

Encendió su linterna, continuó su camino con rumbo a lo desconocido. Cuando de repente, escuchó varios disparos de armas de fuego. El fugitivo asustado decidió apagar su linterna. Al parecer aquellos policías se encontraban en peligro. Se  escuchó un agonizante grito, los disparos habían cesado. El silencio se apodero del ambiente. El fugitivo creyó haber terminado el caos, al menos eso parecía. De repente escuchó un fuerte gruñido balbuceante. El fugitivo, impactado por lo que acabó de oír, decidió volver a la cabina del tren para resguardar su vida.

— ¿Dónde rayos llegué a parar? — Asustado y en voz baja dijo, el fugitivo.

Una vez dentro de la cabina, volvió a contener la respiración, al parecer no será una noche tranquila para él, hasta que cunda la calma. Después de unos segundos de silencio absoluto, dejo de contener la respiración para relajarse un poco.

Cuando todo parecía haber terminado, se empezaron a escuchar pasos torpes y lentos. Dichos pasos se estaban aproximando hacia la cabina del tren. Los pasos estaban cada vez más cerca. Aquella blasfema cosa empezó a golpear la cabina. El fugitivo era consciente de que aquella cosa sabia sobre su paradero. El fugitivo encendió su linterna, decidido a salir de aquel túnel abandonado, corrió sin mirar atrás. Ya se encontraba cerca de la salida, tenía pensado o imaginaba aproximarse hacia alguna carretera cercana y abordar en algún vehículo que lo llevase a las cercanías de la frontera para luego escapar de esta maldita realidad. Su realidad será otra porque el fugitivo acaba de tropezar.

— ¡¡¡Mierda!!! — gritó de dolor y desesperación, el fugitivo.

El dolor en la pierna era muy fuerte, esto permitía que la blasfemia cosa tenga ventaja y se acercase rápido. El fugitivo ya no soportaba el dolor, al parecer se generó una fractura en la pierna. Decidió quedarse en el suelo, la hemorragia no paraba. Apuntando la linterna hacia el blasfemo monstruo, pudo observar y reconocer el deforme y descompuesto rostro de aquél ser. 

En ese preciso momento. Millones de lunas giraron alrededor del cerebro del fugitivo, cada una de éstas contenían imágenes únicas, avanzaban en distintas velocidades. De todas estas lunas, con las cuales revive momentos, existe una muy especial. Esta luna especial emite la imagen de aquél día en que el fugitivo intento traer de vuelta a la vida, mediante un experimento, a su compañero y mentor. En aquél experimento que consistía en colocar la cabeza de su compañero en el cadáver de otro ser humano, mediante un “suero”. Dicha cabeza se encontraba en la cripta subterránea, fue un poco difícil conseguirla. Al final de cuentas dio resultado aquel experimento que había realizado el fugitivo, claro, no como esperaba. Había creado un monstruo con la cabeza de su compañero fallecido. Durante muchos años había desarrollado e investigado un nuevo “suero”, mejorado y eficaz, para revivir a los muertos y darles inmortalidad. Este nuevo “suero” se caracterizaba de revivir a los muertos con uso de razón y sentimientos.

El fugitivo sin posibilidad de caminar, se encontraba rodeado por ambos lados. En frente tenía al blasfemo muerto viviente, por el otro lado estaba rodeado por la policía. 

— ¡Doctor, misión cumplida!  Gracias por todas sus enseñanzas en nuestro bizarro proyecto, pude perfeccionar el “suero”. El “suero” es tan eficaz a tal nivel que debo decirle que todo lo que ocurre es ficticio, todo es una mentira, tanto nosotros como todas las personas en el mundo dejamos de existir hace mucho. Todos revivimos gracias al último “suero” que invente. Que dicho “suero”, solo queda una última dosis. Esa última dosis se encuentra en el maletín. Fue un placer trabajar con usted. Me enorgullece haber sido su compañero, cómplice, ayudante y amigo. ¡Doctor West, misión cumplida! — Dijo, el ayudante y/o fugitivo.

El fugitivo y/o ayudante prendió fuego, con la ayuda de un encendedor, al maletín que contenía la última dosis del “suero”. Mientras tanto la policía, con una ráfaga de disparos, terminaba con quienes en vida fueron Doctor West y su ayudante.

Autor Cristian Burgoa

Este texto participa en el concurso de cuentos Lovecraftianos, en seguida enlisto los otros participantes (Dale clic a las letras doradas, los enlaces, para que te lleven a cada uno de los títulos citados):


Dale clic aquí para ver las bases del concurso.


Todo este homenaje a Lovecraft estará disponible desde el evento en Facebook. Dale clic aquí.




DESDE LA PROFUNDIDAD

Homenaje a Lovecraft.





Texto de William Delgado R. Imagen de Pixels.


El pequeño Lovecraft no lo podía creer. Después de las intrépidas garras de una imaginación subyugante con relación al espacio exterior y a los espíritus de las arboledas, le parecía estar viviendo la misma imaginación cuando sus ojos se toparon con la enorme biblioteca de su abuelo, no tanto por el tamaño sino por la calidad de sus obras. Las empastaduras y las hojas fueron dejando huellas de letras en su cerebro curioso. Cientos de historias de un universo conformado por otros universos fueron cobrando vida, nuevamente, ante los pequeños ojos que recreaban el movimiento de sus párrafos. El silencio empezaba gritar sin dejar de permanecer mudo.


Fue entonces cuando se topó con un libro único, un libro que marcaría con fuego el nacimiento del pasado, el descubrimiento de lo oculto y la locura que reptaba por las mentes ignorantes de la realidad. Era el más grueso de todos. Sintió temor al pretender abrirlo, no lo hizo. ¿Se trataba acaso de un libro sagrado o maldito de conocimiento ilimitado? Su empastadura, negra como boca de lobo, carecía de título, motivo suficiente para que la curiosidad venciera todo tipo de temor. La mente de un niño, tomada por muchos como inmadura y carente de experiencia, es en realidad la más abierta a descubrir los tesoros arcanos que las mentes adultas y maduras se niegan a creer, a no ser que su niño interno siga despierto.


No lo soportó. Sus manos inquietas abrieron el libro con lentitud dramática, pero… ¡Oh, sorpresa! Mil y una páginas dejaron al descubierto su desnudez completa. Ni una maldita letra se vislumbraba en sus hojas amarillentas. Una sonrisa que se dibujó en su semblante no tardó en convertirse en carcajada. Tanto temor sólo por abrir un libro sin escritos… Pero todo se trucó en asombro cuando sus manos no pudieron soltarlo, se inquietó, se desesperó. ¿Qué rayos estaba pasando?


Se pasmó cuando sus ojos no pudieron parpadear, y sus manos empezaron a pasar las hojas una a una hasta llegar a la primera, entonces sucedió el horror con el crujir de dientes. Decenas, cientos, miles y millones de letras y símbolos empezaron a llenar las hojas del libro donde horribles contornos de criaturas desconocidas se fueron dibujando. Sus dedos empezaron a pasar las hojas de forma imparable. Sus ojos desorbitados no podían creer lo que estaban contemplando. Mil y una maravillas de lo eterno, efímero y misterioso inundaron sus ojos filtrándose hasta su cerebro. El vacío final de donde todo surgió se manifestó sin forma y sin color mientras una masa repleta de tentáculos, Azathoth, emergía de él. La locura misma de una fantástica creación sin fundamento dispuesta a iniciar su papel de motor en una oscuridad de absoluto terror, una oscuridad surgida de la misma entidad. ¿Es que acaso el origen tiene tentáculos involucrados? Millones de creaciones amorfas y redondas empezaron a surgir, algunas oscuras otras con luces intermitentes. Observó su mundo, su planeta, cuando ni una sola gota de agua decoraba su desierto. IA, IA, UBBO-SATHLA. Una entidad pulposa descendió hasta la profundidad del desierto donde hizo emerger el fuego, el agua, la tierra, el aire y las plantas. De esta entidad surgieron los primeros seres pobladores, denominados dioses de la tierra: Saturno, Cronos, Zeus, Hera, Poseidón, Hades, Odín, Thor, Freya, Osiris, Isis, Horus, Anubis, Anu, Marduk, Chiminigagua, Chibchacum, Quetzalcoatl, Indra, Visnú, Shiva entre muchos otros, quienes en medio de sus disputas por los elementos se vieron envueltos en sangrientas batallas contra unos seres superiores venidos del espacio, Los Antiguos, quienes a su vez fueron respaldados por sus dioses monstruosos: Yog-Sothoth, Shub-Niggurath, Cthulhu, Hydra, Dagón, Nyarlathotep, quienes se proclamaron vencedores por corto tiempo, puesto que la Gran Raza de Yith, conformada por Kathanid, hermano de Cthulhu, y por otros seres igual de poderosos, reforzó la lucha de los escasos dioses de la tierra. En medio del caos surgieron los animales grandes y pequeños, los humanos, y una raza de humanoides con características anfibias llamados Profundos, quienes esclavizaron a los heridos Shoggoths de Yith para usarlos a su favor. Los humanos se dividieron según su atracción por lo puro y lo impuro, tomado luego como benevolencia y maldad.


Todo lo anterior fue bastante poco para lo que el pequeño Lovecraft tuvo que contemplar, incluso el futuro repleto de caos, desesperación y tinieblas. La humanidad está destinada al exterminio. Sentía que su cerebro se hinchaba, casi como si fuera a reventar, pero las palabras finales de un árabe loco hicieron culminar aquel infierno de conocimiento abisal. “Desde la profundidad vendrá el caos. Que Anu se apiade de vuestras almas”. En ese momento soltó el libro que cayó y se cerró. El pequeño Lovecraft pudo parpadear, miró a todo lado y se dejó caer mientras un terrible dolor de cabeza le azotaba sin piedad. Empezó a convulsionar y se desmayó mientras hilillos de sangre salían por su boca, nariz y oídos.


Al despertar, se irguió lentamente como aquel que ha dormido bastante poco tras un día de exagerado esfuerzo. Sintió herrumbre en su cara y miró un libro caído de color amarillo, se acercó a él un tanto mareado y miró su título: El Rey En Amarillo, lo tomó, pero no se sintió con ánimos de leer, así que lo puso en el estante en medio de otros libros. Se agarró la cabeza y salió del lugar, no podía recordar nada con excepción de la palabra Azathoth que rugía impetuosa en la oscuridad mental de su corazón. 

Este cuento participa en el concurso de cuentos Lovecraftianos, en seguida enlisto los otros cuentos participantes publicados hasta la fecha. 


Semblanza del autor:
Mi nombre es William Delgado R. Soy escritor colombiano de la tierra de Pasto. Soy creador y administrador del grupo de Facebook  de la Sociedad Lovecraftiana Pasto Colombia. En Facebook aparezco con el nombre de William Blackthorn. Tengo 29 años. Escribo desde los 15. Me destaco en novelas cuentos y poemas de terror, fantasía y erotismo gótico.



El Tripulante

Homenaje a  H. P. Lovecraft.

Texto de Marcelo Huarcaya Minauro. Imagen de Duan Alejandra Velasco Céspedes.


Ya casi ha pasado un año desde que estamos aquí arriba, Murphy y yo, completamente solos. Nos comunicamos tres veces al día con el mando de control, reportes periódicos sobre los suministros, nuestro estado mental y físico y el avance en las investigaciones. 

La Estación Espacial HUASCAR II tiene una longitud total de 18,6 metros, un diámetro de 4,2 metros y un espacio habitable de 50 metros cúbicos. El espacio es suficiente, un baño, un dormitorio de dos camas, un espacio para comer, un muelle para la Epsilon IV y el laboratorio, que ocupa la mayor parte de la estación. Murphy es una astrofísica brillante, yo soy ingeniero, nos llevamos bien y complementamos nuestro trabajo de manera muy eficiente.

Hace un año un extraño objeto apareció en la órbita de nuestro planeta, al principio la noticia se guardó en secreto, pues no se había determinado la naturaleza de este, podía ser un nuevo satélite clandestino lanzado por una de las numerosas e ilegales empresas espaciales extraoficiales, pudo haber sido basura espacial, o incluso el cuerpo de un cosmonauta (un astronauta que se perdió en el vasto e infinito espacio). La Organización de Iniciativas Aeroespaciales (OIA) evaluó el fenómeno por varios días, tratando de realizarle escaneos de materia orgánica o mineral, a ver si su composición era en algo terráquea, o si se podía reconocer algún elemento de la tabla periódica en su composición base.

Luego de varias semanas de infructuosos exámenes, el extraño objeto emitió una señal, sin embargo, no era clara. Se reunieron expertos de todo el mundo para descifrar su enigmático significado, el Nobel astrónomo Matías Callejón, el famoso matemático ruso Grigori Perelman, y entre otras eminencias del campo científico, mi propia compañera Murphy Grau reconocida astrofísica, famosa por descubrir la fórmula tras los campos gravitatorios de Neptuno, a este grupo se le llamó la Comitiva de Salvaguarda. Fue una labor titánica que no tuvo ningún resultado conclusivo, las más grandes mentes de nuestra generación se reunieron por largos meses en los que debatían aspectos objetivos de la ciencia y aspectos morales sobre el contacto con otras especies, mientras el objeto flotaba, sin acercarse, pero sin alejarse tampoco. ¿Era un objeto orgánico que trataba de comunicarse con nosotros? ¿O era acaso una baliza o un transmisor de larga distancia, enviado por seres ignotos hacia nuestro sistema solar?

No fue sino hasta después de cinco meses que la Comitiva de Salvaguarda llegó a la conclusión de que lo que sea que fuere el objeto, estaba haciendo maniobras activas por rechazar los intentos de comunicación de la C.S. (Comitiva de Salvaguarda). La decisión fue casi inmediata, se realizaría una misión de reconocimiento directo y en caso necesario el abordaje del misterioso objeto.

La doctora Murphy se presentó como la primera voluntaria, alegó que era necesario que uno de los miembros de la C.S. se encontrara presente en todo momento para dar cuenta de todos los acontecimientos. La estación que se designó para la misión fue la HUASCAR II, no era de gran tamaño, ya que tenía que servir como vehículo de aproximación también, solo era posible la estancia de dos tripulantes, Murphy y yo, Terrence Puai, ingeniero espacial de clase B (reparaciones, conducción de maquinaria y estimaciones), me escogieron por haber participado en la última misión de reconocimiento del HUASCAR II, tomándome como, y cito sus palabras “la persona más proba para el manejo y mantenimiento de la estación espacial”.

Murphy es agradable, sencilla, la superioridad y soberbia con la que suelen tratar los científicos parece que se desvanece cuando ella habla. Le hago un recorrido por la estación, los espacios son exactos para misiones de reconocimiento cortas. El despegue fue turbulento, pero nada fuera de lo común, nos tomó 115 días llegar al lugar marcado para empezar las investigaciones de despliegue, quedamos a 400 metros del objeto, distancia suficiente para verlo de cerca, o para alejarnos si sucediera un evento fortuito.

Hoy es el día número 335, no hemos podido averiguar más del objeto, salvo que mide aproximadamente tres metros de largo y uno y medio de ancho, está compuesto de algún tipo de aleación metálica y emite periódicamente el ignoto mensaje codificado. Mañana iniciaremos aproximaciones en la Epsilon IV, una pequeña nave de pilotaje de dos tripulantes. Tiempo, menos 30 minutos para llegar al objeto, los campos electromagnéticos y gravitatorios no varían, tampoco los niveles de radiación, la señal se repite mientras nos acercamos. La C.S. ha dejado claro que la prioridad es recuperar el objeto y traerlo de vuelta a casa. Preparamos los trajes y nos aventuramos al oscuro vacío, ambos llevamos una cuerda de titanio que nos sujeta como único salvavidas a la Epsilon IV, Murphy va delante de mí, la noto ansiosa, pero determinada. Antes de llegar al objeto voltea y se me queda mirando, como pidiéndome con la vista que la acompañe, me acerco tan rápido como puedo, llegamos e inmediatamente al ver lo que se posaba delante de nosotros, los rostros se nos palidecieron y un tenso frío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.

Era una cápsula larga y elegantemente ornamentada, estaba hecha de un metal negro, resplandeciente y en la parte superior se extendía un material transparente que nos mostraba al ominoso tripulante. Tenía las piernas alargadas y el cuerpo cubierto de una materia viscosa, su cabeza era pequeña y su boca amplia, los ojos pequeños y sin orejas, parecía un batracio, si a algo podía relacionar en mi mente a esa horrenda criatura que se encontraba sin vestimentas y claramente en estado de descomposición. Lo llevamos a bordo, el mensaje de la cápsula que por tanto tiempo nos había confundido por fin cobró sentido, pero no por eso más significado. Eran gritos, lamentos, sonidos de alguna especie desconocida, pero en cuyas voces la agonía se hacía clara, aullidos y un ominoso estruendo de fondo que se repetía en bucle. ¿Era ese nuestro futuro también? ¿Sufriríamos como sufrieron ellos? Tenemos que informar de inmediato.

Autor: Marcelo Huarcaya Minauro

CIUDAD/PAÍS: Cusco / Perú

CORREO: mhuarcayam24@gmail.com

Este texto participa en el concurso de cuentos Lovecraftianos, en seguida enlisto los otros participantes  (Dale clic a las letras doradas, los enlaces, para que te lleven a cada uno de los títulos citados).

:

Dale clic aquí para ver las bases del concurso.

Todo este homenaje a Lovecraft estará disponible desde el evento en Facebook.

Entrada destacada

Sara Lena Tenorio

Mi nombre es Sara Lena, nací un día de primavera en la ciudad de México, soy autora de dos libros que forman una saga que, aunque ya está p...