Delirios de un huésped

Homenaje a Lovecraft.


Texto e imagen proporcionados por Aldebarán de Canis.

El paisaje de muerte que se extiende por toda la ciudad, crea en Gregor la sensación de estarse volviendo loco. – Mis ojos hinchados y cansados prometen poco para ver la realidad como realmente es – piensa él, sabiendo que ese paisaje que observa es tan real como la sensación que siente por debajo de la piel, donde algo espantoso se arrastra en estado larvario. 

Esa misma mañana, horas antes de que la especie humana diera inicio a su declive, Gregor se levantó de la cama, presa de un cansancio injustificado.

Había despertado con un terrible dolor de oído, sintiendo que algo se movía en su interior, que algo se arrastraba ahí dentro, provocándole el más horrible de los escozores que haya sentido jamás en su vida.

Sin embargo, aún a pesar del infierno que hacía palpitar su cabeza, fue al colegio.

Gregor era una persona solitaria. Un individuo que ha despertado con un terrible dolor de oído horas antes de que comenzaran las clases en la universidad; horas antes de que diera inicio el examen de fin de curso; un examen que le otorgaría, a él, un joven entusiasta, la posibilidad de ejercer una buena profesión. 

Es por ello, que, a pesar de ese dolor que lo aturdía, se puso los zapatos, con decisión y firmeza, y salió por el umbral de su humilde departamento, para poder contestar ese examen.

Ahí estaba él, yendo a paso firme, empapado de sudor, mientras su cabeza latía al igual que lo hacía su corazón agitado, que en ese momento golpeaba al ritmo de los dolores punzantes que laceraban sus pensamientos. Se sentía confuso, como si no pudiera coordinarse en el acto maquinal de su andar y en cada movimiento de sus articulaciones. Mientras tanto, algo le estaba acariciando el tímpano. Un silbido muy agudo se encrespó en su oído izquierdo y atravesó su cordura. 

De pronto, ante una extrañeza en el ritmo de lo acostumbrado, se detuvo en medio de la intersección. En ese momento se dio cuenta de varias cosas: no había tráfico, ni locales abiertos, y muy pocas personas caminaban a su alrededor. Y, lo más inquietante, era el silencio sepulcral de la ciudad, como si a ésta se le hubiera olvidado despertar para dar inicio a la rutina de tantos años. Todo estaba tan callado, que supo en ese momento el por qué podía escuchar el golpeteo de sus propios zapatos al caminar sobre el asfalto. Así mismo, algo pasaba con las pocas personas que había a su alrededor. 

Se movían lentamente y con pasos bamboleantes. Los observó detenidamente, frunciendo el ceño ante el aspecto que todos tenían: una palidez en verdad enfermiza y una piel en verdad arrugada. Cada uno de ellos repiqueteaba, como si sus cuerpos decaídos sintieran frio, un frío que él también sentía en sus huesos, en sus arterias, en su cerebro, en sus entrañas, dentro y fuera de su piel…

Fue ahí, justo ahí, cuando se dio cuenta del estado de su propio cuerpo. Porque él también temblaba como lo hacían ellos. Se miró las manos, unas manos pálidas y arrugadas, como si estuvieran drenadas de sangre, donde sus venas palpitaban como si algo en ellas se moviera; algo constituido de la misma forma geométrica que los conductos por los que fluye la sangre. En ese momento, no supo si el frio que sentía se debía al miedo o a la enfermedad que lo consumía.

El silbido se hizo mucho más agudo, mucho más irritante. Penetró en lo más hondo de su anatomía, y Gregor cayó al suelo mientras gemía de dolor y desesperación. A sus oídos llegaron sus propios gemidos y el de toda una civilización que caía al mismo tiempo que él lo hacía. 

La negrura nubló su mente durante largas horas. 

Cuando despertó, todo lo que ha podido ver es una ciudad llena de cadáveres. Ha estado caminando de un lado a otro, contemplando ese raro paisaje. Ninguna persona viva, ningún sonido que no sean esos silbidos, o el siseo que producen esas extrañas creaturas con forma de parásitos que se arrastran por todos lados. Es lo único que se mueve ahí; esas cosas blancas, largas y ásperas que se enroscan sobre los muertos, se introducen en ellos, salen de ellos, y vagan reptando por todos lados, emitiendo silbidos como el que escucha dentro de su cabeza, dentro de su oído izquierdo.

Lo que al principio creyó un delirio silbante, terminó convirtiéndose en algo enorme, colosal; letanías que se alzan sobre el cielo despejado, como una canción del fin del mundo, o… de la especie humana. 

Gregor cae de rodillas, en medio de nauseas que le provocan arcadas. Vomita sobre el asfalto una mezcla de sangre y jugos gástricos. Siente cómo algo se arrastra por toda su anatomía, rasgando su esqueleto y sus entrañas, dándole caricias en el tejido por debajo de su pálida piel. Tras silenciosas convulsiones, queda inerte, con los ojos vidriosos llenos de horror. De su oído izquierdo, emerge un largo gusano blancuzco, que se arrastra seseante con su cuerpo largo, delgado, áspero y lampiño, mientras corea un silbido que se une al de su especie.


Una noche, un meteoro golpeó al mundo, llenando el aire de pequeñas partículas que esperaban incubarse sobre cualquier raza animal suficientemente apta para el crecimiento de las crías. Y cuando esa noche dio fin, a la mañana siguiente, en el mundo gobernó una nueva especie, que ahora se arrastra dando silbidos y creando siseos, mientras beben la vida orgánica de un planeta ahora contaminado. 

Autor Aldebarán de Canis

Este cuento obtuvo el cuarto lugar en el concurso "Cuentos Lovecraftianos". Enseguida se muestra el correspondiente diploma y abajo se enlistan y enlazan los demás cuentos que participaron.




Todo este homenaje a Lovecraft estará disponible desde el evento en Facebook. Dale clic aquí.



Aldebarán de Canis (México, 2004). Escritor de artículos y relatos, y colaborador en muchos foros en internet que divulgan la literatura. Creador del blog "Biblioteca de Horrores", famoso en la lengua hispana por difundir el género de fantasía y horror. La extrañeza de sus letras lo ha vuelto famoso entre los escribas contemporáneos de lo ominoso.



Contacto: https://aldebarandecanis.contactin.bio/

Blog: https;/labibliotecadehorrores.blogspot.com/



2 comentarios:

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Muy bueno el relato. Hace que el lector se traslade a ese cuerpo con la sensación de sentir el bicho dentro. Felicitaciones Aldebarán.

Estrellita Aldebarán dijo...

Muchas gracias. Me alegra que te haya gustado mi relato. Saludos y mórbidos abrazos.

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