MEMORIA (H. P. LOVECRAFT)

Traducción: Fontenla. Imagen: Pixabay.

En el valle de Nis una maléfica luna menguante envía sus rayos entre las hojas de los árboles malditos. Y en el fondo del valle, allí donde no llega la luz, se mueven cosas que no están hechas para nuestros ojos. Los matorrales crecen densos en las laderas, donde rodean las piedras de edificios arruinados y ciñen con fuerza viejas columnas o extraños monolitos, estragando pavimentos de mármol dispuestos por manos olvidadas. Y en los árboles que crecen en los patios muertos saltan pequeños monos, mientras de oscuras criptas emergen serpientes venenosas y cosas sin nombre.

Inmensas son las piedras que duermen bajo capas de musgo húmedo y poderosos son los muros de los que se desprendieron. Sus constructores las erigieron para la eternidad y ciertamente aún cumplen su función, ya que acogen al sapo gris.

En el fondo del valle corre el río Tone, cuyas aguas están llenas de fango. Como nace en arroyos ocultos y fluye hacia cuevas subterráneas, ni siquiera el Demonio del Valle sabe por qué sus aguas son rojas ni dónde desemboca.

El Duende que acecha en los rayos de luna se dirigió al Demonio del Valle y le dijo:

Soy viejo y he olvidado muchas cosas. Dime los hechos, la forma y el nombre de los seres que edificaron esas ruinas de una piedra.

Y el Demonio le respondió:

Mi memoria es buena y recuerdo mucho del pasado, aunque yo también soy anciano. Aquellos seres, como las aguas misteriosas del río Tone, no estaban hechos para ser entendidos. No recuerdo sus hazañas, pues estas apenas duraron un instante. Pero sí conservo una vaga imagen de su aspecto, semejante al de los pequeños monos que viven en los árboles. También recuerdo con claridad su nombre, ya que rimaba con el del río Tone. Esos seres pretéritos se llamaban Hombres.

Entonces el Duende volvió a la luna y el Demonio miró pensativo a un pequeño mono, subido en uno de los árboles que crecían en el patio arruinado.


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