El Tripulante

Homenaje a  H. P. Lovecraft.

Texto de Marcelo Huarcaya Minauro. Imagen de Duan Alejandra Velasco Céspedes.


Ya casi ha pasado un año desde que estamos aquí arriba, Murphy y yo, completamente solos. Nos comunicamos tres veces al día con el mando de control, reportes periódicos sobre los suministros, nuestro estado mental y físico y el avance en las investigaciones. 

La Estación Espacial HUASCAR II tiene una longitud total de 18,6 metros, un diámetro de 4,2 metros y un espacio habitable de 50 metros cúbicos. El espacio es suficiente, un baño, un dormitorio de dos camas, un espacio para comer, un muelle para la Epsilon IV y el laboratorio, que ocupa la mayor parte de la estación. Murphy es una astrofísica brillante, yo soy ingeniero, nos llevamos bien y complementamos nuestro trabajo de manera muy eficiente.

Hace un año un extraño objeto apareció en la órbita de nuestro planeta, al principio la noticia se guardó en secreto, pues no se había determinado la naturaleza de este, podía ser un nuevo satélite clandestino lanzado por una de las numerosas e ilegales empresas espaciales extraoficiales, pudo haber sido basura espacial, o incluso el cuerpo de un cosmonauta (un astronauta que se perdió en el vasto e infinito espacio). La Organización de Iniciativas Aeroespaciales (OIA) evaluó el fenómeno por varios días, tratando de realizarle escaneos de materia orgánica o mineral, a ver si su composición era en algo terráquea, o si se podía reconocer algún elemento de la tabla periódica en su composición base.

Luego de varias semanas de infructuosos exámenes, el extraño objeto emitió una señal, sin embargo, no era clara. Se reunieron expertos de todo el mundo para descifrar su enigmático significado, el Nobel astrónomo Matías Callejón, el famoso matemático ruso Grigori Perelman, y entre otras eminencias del campo científico, mi propia compañera Murphy Grau reconocida astrofísica, famosa por descubrir la fórmula tras los campos gravitatorios de Neptuno, a este grupo se le llamó la Comitiva de Salvaguarda. Fue una labor titánica que no tuvo ningún resultado conclusivo, las más grandes mentes de nuestra generación se reunieron por largos meses en los que debatían aspectos objetivos de la ciencia y aspectos morales sobre el contacto con otras especies, mientras el objeto flotaba, sin acercarse, pero sin alejarse tampoco. ¿Era un objeto orgánico que trataba de comunicarse con nosotros? ¿O era acaso una baliza o un transmisor de larga distancia, enviado por seres ignotos hacia nuestro sistema solar?

No fue sino hasta después de cinco meses que la Comitiva de Salvaguarda llegó a la conclusión de que lo que sea que fuere el objeto, estaba haciendo maniobras activas por rechazar los intentos de comunicación de la C.S. (Comitiva de Salvaguarda). La decisión fue casi inmediata, se realizaría una misión de reconocimiento directo y en caso necesario el abordaje del misterioso objeto.

La doctora Murphy se presentó como la primera voluntaria, alegó que era necesario que uno de los miembros de la C.S. se encontrara presente en todo momento para dar cuenta de todos los acontecimientos. La estación que se designó para la misión fue la HUASCAR II, no era de gran tamaño, ya que tenía que servir como vehículo de aproximación también, solo era posible la estancia de dos tripulantes, Murphy y yo, Terrence Puai, ingeniero espacial de clase B (reparaciones, conducción de maquinaria y estimaciones), me escogieron por haber participado en la última misión de reconocimiento del HUASCAR II, tomándome como, y cito sus palabras “la persona más proba para el manejo y mantenimiento de la estación espacial”.

Murphy es agradable, sencilla, la superioridad y soberbia con la que suelen tratar los científicos parece que se desvanece cuando ella habla. Le hago un recorrido por la estación, los espacios son exactos para misiones de reconocimiento cortas. El despegue fue turbulento, pero nada fuera de lo común, nos tomó 115 días llegar al lugar marcado para empezar las investigaciones de despliegue, quedamos a 400 metros del objeto, distancia suficiente para verlo de cerca, o para alejarnos si sucediera un evento fortuito.

Hoy es el día número 335, no hemos podido averiguar más del objeto, salvo que mide aproximadamente tres metros de largo y uno y medio de ancho, está compuesto de algún tipo de aleación metálica y emite periódicamente el ignoto mensaje codificado. Mañana iniciaremos aproximaciones en la Epsilon IV, una pequeña nave de pilotaje de dos tripulantes. Tiempo, menos 30 minutos para llegar al objeto, los campos electromagnéticos y gravitatorios no varían, tampoco los niveles de radiación, la señal se repite mientras nos acercamos. La C.S. ha dejado claro que la prioridad es recuperar el objeto y traerlo de vuelta a casa. Preparamos los trajes y nos aventuramos al oscuro vacío, ambos llevamos una cuerda de titanio que nos sujeta como único salvavidas a la Epsilon IV, Murphy va delante de mí, la noto ansiosa, pero determinada. Antes de llegar al objeto voltea y se me queda mirando, como pidiéndome con la vista que la acompañe, me acerco tan rápido como puedo, llegamos e inmediatamente al ver lo que se posaba delante de nosotros, los rostros se nos palidecieron y un tenso frío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.

Era una cápsula larga y elegantemente ornamentada, estaba hecha de un metal negro, resplandeciente y en la parte superior se extendía un material transparente que nos mostraba al ominoso tripulante. Tenía las piernas alargadas y el cuerpo cubierto de una materia viscosa, su cabeza era pequeña y su boca amplia, los ojos pequeños y sin orejas, parecía un batracio, si a algo podía relacionar en mi mente a esa horrenda criatura que se encontraba sin vestimentas y claramente en estado de descomposición. Lo llevamos a bordo, el mensaje de la cápsula que por tanto tiempo nos había confundido por fin cobró sentido, pero no por eso más significado. Eran gritos, lamentos, sonidos de alguna especie desconocida, pero en cuyas voces la agonía se hacía clara, aullidos y un ominoso estruendo de fondo que se repetía en bucle. ¿Era ese nuestro futuro también? ¿Sufriríamos como sufrieron ellos? Tenemos que informar de inmediato.

Autor: Marcelo Huarcaya Minauro

CIUDAD/PAÍS: Cusco / Perú

CORREO: mhuarcayam24@gmail.com

Este texto participa en el concurso de cuentos Lovecraftianos, en seguida enlisto los otros participantes  (Dale clic a las letras doradas, los enlaces, para que te lleven a cada uno de los títulos citados).

:

Dale clic aquí para ver las bases del concurso.

Todo este homenaje a Lovecraft estará disponible desde el evento en Facebook.

2 comentarios:

alejandra dijo...

Cool! Tendrán más del mismo autor?

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Me gustó este viaje al espacio. Bien documentado, detallado y relatado. Su lectura es fluida y atrapa al lector. Lenguaje sencillo y comprensible.
Felicitaciones Marcelo.

Entrada destacada

Sara Lena Tenorio

Mi nombre es Sara Lena, nací un día de primavera en la ciudad de México, soy autora de dos libros que forman una saga que, aunque ya está p...