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LOS MITOS DE CTHULHU

 

Texto: Francisco Javier Fontenla, basado en la obra de H. P. Lovecraft, nacido el 20 de agosto de 1937. Imagen: Pixabay.

El escritor estadounidense August Derleth denominó “Mitos de Cthulhu” a un ciclo de relatos macabros, que acabaría convirtiéndose en un auténtico subgénero dentro de la literatura fantástica moderna. Dicho ciclo abarca algunas novelas cortas y numerosos cuentos, escritos por diversos autores desde el siglo XIX hasta hoy. Si bien sus principales artífices fueron H. P. Lovecraft y el propio Derleth, no podemos olvidar a sus precursores (Edgar Allan Poe, Arthur Machen…) ni tampoco a sus epígonos (Robert Bloch, Ramsey Campbell…). La temática de estos relatos mezcla el terror con la ciencia-ficción y actualiza los tópicos de la novela gótica (criptas tenebrosas, bosques embrujados, viejas casas que guardan un secreto...), al mismo tiempo que recibe la influencia de las teorías científicas y filosóficas más modernas. Según la filosofía “oficial” de los Mitos de Cthulhu, antes de que existiera el ser humano la Tierra recibió la visita de varias formas de vida procedentes del espacio exterior. Esos seres de origen extraterrestre construyeron grandes ciudades, hoy desaparecidas bajo las aguas del mar, las arenas del desierto o los hielos de la Antártida. A pesar de ser criaturas muy evolucionadas intelectualmente, su vida en la Tierra no fue nada fácil, pues las distintas razas alienígenas tuvieron que enfrentarse entre ellas por el dominio del planeta. Entre las principales razas podemos destacar las siguientes:

-Los Mi-Go llegaron a la Tierra desde el planeta Yuggoth (hoy llamado Plutón). Actualmente solo aparecen por aquí ocasionalmente y cuando lo hacen permanecen ocultos en zonas montañosas, pues prefieren evitar contactos con la especie humana. De todas formas, puede ser que de vez en cuando algún granjero o investigador demasiado curioso desaparezca misteriosamente.

-Los Primordiales vivieron en grandes ciudades desaparecidas hace millones de años (de ellas solo quedan unas misteriosas ruinas en el corazón de la Antártida). No es buena idea acercarse a los vestigios de sus asentamientos, pues allí aún hoy acechan los soggoths, monstruos sin forma creados por los Primordiales.

-La Raza de Yith era seguramente la más evolucionada y misteriosa de todas estas especies. Sus miembros tenían el poder de proyectar sus mentes hacia los cuerpos de otros organismos, incluso a través del tiempo. Gracias a eso, los seres de Yith aprendieron los conocimientos acumulados por las demás especies evolucionadas, incluida la nuestra.

-Los Grandes Antiguos son, sin duda, los seres más conocidos y siniestros de la mitología lovecraftiana. Eran criaturas colosales, semejantes a dragones o pulpos gigantes, y vivían en ciudades de extraña arquitectura, cuyos extraños edificios ignoraban las normas de la geometría euclidiana. Sus ciudades fueron inundadas por el mar y los Grandes Antiguos entraron en estado letárgico, aguardando el momento propicio para despertar y destruir a la especie humana. A pesar de todo, hay hombres que los adoran como si fueran dioses y están dispuestos a ayudarlos en su reconquista de la Tierra.

Dejando aparte estas razas alienígenas, los Mitos de Cthulhu también hablan de otras criaturas igualmente misteriosas, pero que tienen su origen en este planeta:

-Los Profundos son monstruos marinos semejantes a los tritones de la mitología griega, pero mucho más horribles. En ciertas ocasiones mezclaron su sangre con la especie humana, dando lugar a razas híbridas de aspecto inquietante, que viven en las islas del Pacífico y también en cierta villa portuaria de Nueva Inglaterra.

-Los Gules no son monstruos exclusivos de la mitología lovecraftiana, pues ya aparecen en las leyendas de los antiguos árabes. Son bestias necrófagas semejantes a vampiros o licántropos, que viven bajo tierra y salen de noche para alimentarse de carroña, aunque también les gusta la sangre fresca. Al igual que los Profundos, pueden tener descendencia híbrida con los humanos.

Para finalizar esta breve exposición de la mitología lovecraftiana, debemos mencionar a sus dioses supremos (Azazoth, Yog- Sothoth, Nyarlathotep…). Todos ellos son malévolos y simbolizan una filosofía pesimista, según la cual los valores y sentimientos humanos carecen de toda importancia para el universo. A nivel cósmico no somos más que criaturas insignificantes, perdidas sin esperanza en un vacío tenebroso y hostil.

Como complemento de este artículo y ejemplo de los Mitos, añado mi adaptación de una breve historia de Lovecraft, "La colina de Zamán":

La gran colina se alzaba junto al viejo pueblo y su ladera –verde, empinada y cubierta de árboles que parecían espiar el campanario- empezaba donde terminaba la calle principal. Durante doscientos años habían corrido rumores sobre lo que sucedía en aquella colina maldita, historias de ciervos y pájaros que habían aparecido extrañamente mutilados o sobre niños perdidos que habían desaparecido para siempre. Un día el cartero no encontró a ninguno de los habitantes del pueblo, incluso sus casas habían desaparecido. La gente llegó de Aylesbury para ver qué había sucedido. Todos pensaron que el cartero se había vuelto loco, por decir que había visto los ojos hambrientos de la colina y sus mandíbulas abiertas.


POEMA VAMPÍRICO DE ROSALÍA DE CASTRO

Rosalía de Castro (1837-1885), poetisa española en lengua castellana y gallega, menciona a los vampiros en uno de sus últimos poemas. Posiblemente sea uno de los primeros textos en lengua española donde se incluye una referencia, aunque sea anecdótica, a los amos de la noche, que en estos versos simbolizan los poderes opresores de la sociedad. 

Imagen: Javier Fontenla.

Cayendo van los bravos combatientes
y más se aclaran cada vez las filas.
No lloréis, sin embargo;
en el vacío que los muertos dejan
otros vendrán a proseguir la liza*.

¡Vendrán!...; mas presto** del vampiro odioso
destruid las guaridas,
si no queréis que los guerreros vuelvan
tristes y obscuros a morir sin gloria
antes de ver la patria redimida.

*Liza: batalla.

**Presto: pronto, rápidamente.

LOS VAMPIROS (MARÍA EUGENIA VAZ FERREIRA)


Al igual que Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924) fue una importante poetisa uruguaya de la época postmodernista, en cuyos versos también aparece el tema vampírico. Imagen: Pixabay.

Dos nidos con mis cabellos
tejí en mis sienes y en ellos
se vino a posar un día
de tu boca el ave roja,
pérfida madre alegría
de mi incurable congoja,

Y en vano olvidar quisiera
lo que fue mi vida entera...
que tus besos maldecidos
como vampiros sedientos,
a mis sienes suspendidos
me chupan los pensamientos.

EL VAMPIRO (DELMIRA AGUSTINI)

Un poema vampírico de la gran escritora uruguaya Delmira Agustini (1886-1914). Imagen: Pixabay,

En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor… Sentirlo era
¡Sentirte el corazón! Palideciste
hasta la voz, tus párpados de cera.

Bajaron… y callaste… Pareciste
oír pasar la muerte… Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente;
por la cruel daga rara y exquisita
de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!
y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?

LA BELLEZA DEL CUERPO (DANTE GABRIEL ROSSETTI)

 

Este poema del pintor y escritor británico D. G. Rossetti (1828-1882) canta la inmortal belleza de Lilith, el vampiro primigenio de la mitología hebrea. Curiosamente, Rossetti era sobrino de J. W. Polidori, padre de los vampiros literarios. Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Se dice de Lilith, la primera esposa de Adán (la bruja a la que amó antes de recibir el regalo de Eva), que su lengua podía engañar antes que la de la serpiente y que su mágica cabellera fue el primer oro. Y permanece sentada, joven mientras el mundo envejece, mientras se contempla delicadamente a sí misma y teje una red con la cual atrapa a los hombres, hasta que se apodera de sus corazones, cuerpos y vidas. 

Sus flores son la rosa y la amapola; ¿dónde, Lilith, encontraremos a aquel que pueda resistir tu fragancia, tus suaves besos y tu dulce sueño? Cuando los ojos del muchacho se reflejan en los tuyos, tu embrujo lo penetró, quebró la rectitud de su cuello y apresó su corazón con uno solo de tus dorados cabellos.

Texto original:

Of Adam's first wife, Lilith, it is told
(The witch he loved before the gift of Eve,)
That, ere the snake's, her sweet tongue could deceive,
And her enchanted hair was the first gold.
And still she sits, young while the earth is old,
And, subtly of herself contemplative,
Draws men to watch the bright web she can weave,
Till heart and body and life are in its hold.

The rose and poppy are her flowers; for where
Is he not found, O Lilith, whom shed scent
And soft-shed kisses and soft sleep shall snare?
Lo! as that youth's eyes burned at thine, so went
Thy spell through him, and left his straight neck bent
And round his heart one strangling golden hair.

MUJINA (LEYENDA JAPONESA)

 


Texto: Leyenda recopilada por Lafcadio Hearn en su obra “Kwaidan”. Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Fuente de imagen: Pexels.

En el Camino de Akasaka, cerca de Tokyo, hay una colina situada entre un profundo foso y las paredes de un palacio. Antes de que se inventaran las linternas modernas, por las noches aquella colina era un lugar muy oscuro y solitario, al que pocos caminantes osaban acercarse después del atardecer, pues se decía que por allí rondaba un Mujina o mapache fantasma, capaz de adoptar forma humana para asustar a los incautos. El último hombre que dijo haber visto al Mujina fue un viejo mercader de Kyobashi, fallecido hace ya bastantes años. Esta es su historia, tal como la contó él mismo.

Una noche, siendo ya muy tarde, aquel hombre caminaba por la colina cuando vio a una mujer que estaba allí completamente sola, llorando amargamente. Temiendo que estuviera a punto de suicidarse arrojándose al foso, el mercader se acercó a ella para intentar consolarla. Parecía una mujer de aspecto agraciado e iba vestida como las muchachas de buena familia. El mercader, que era un hombre realmente bueno, le dijo:

-Señorita, le ruego que deje de llorar y que me diga cuál es su problema. Me sentiría muy honrado si pudiera ayudarla de alguna forma.

Pero la mujer siguió llorando y cubriendo su rostro con las largas mangas de su vestido. El mercader insistió:

-¡Por favor, señorita, escúcheme! Una dama como usted no debería estar sola a estas horas de la noche. Se lo ruego, deje de llorar y dígame cómo puedo ayudarla.

Entonces la dama se irguió, se volvió hacia el mercader y le mostró su rostro, que hasta entonces había permanecido oculto tras las mangas del vestido. El mercader dio un grito y huyó aterrorizado, al ver que aquella mujer no tenía ojos, nariz ni boca.

Corrió y corrió, en medio de la soledad y de la noche, sin atreverse a mirar atrás. Finalmente distinguió el resplandor de una linterna y se dirigió hacia aquella luz, tan decidido como si fuera una polilla. Aquella linterna pertenecía a un buhonero, que había colocado su puesto al lado del camino. El mercader se acercó a él dando gritos de terror y entonces el buhonero le preguntó:

-¿Qué le pasa? ¿Acaso alguien le ha hecho daño?

-No, nadie me ha hecho daño, pero...

-¿Lo han asustado? ¿Se ha encontrado con ladrones?

-No, nada de ladrones. Pero es que he visto a una mujer, que era... ¡Ay, no puedo decir cómo era!

-¿No sería así?

Dicho esto, el buhonero le mostró su cara, que era semejante a un huevo. Entonces la luz de la linterna se apagó y el Mujima desapareció en las tinieblas, dejando al pobre mercader aterrorizado para el resto de su vida.

LA LARVA (RUBÉN DARÍO)

Este es seguramente el cuento más turbador del gran poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916). Fuente de imagen: Pixabay.

Como se hablase de Benvenuto Cellini y alguien sonriera de la afirmación que hace el gran artífice en su Vida, de haber visto una vez una salamandra*, Isaac Codomano dijo:

-No sonriáis. Yo os juro que he visto, como os estoy viendo a vosotros, si no una salamandra, una larva o una ampusa**.

Os contaré el caso en pocas palabras.

Yo nací en un país en donde, como en casi toda América, se practicaba la hechicería y los brujos se comunicaban con lo invisible. Lo misterioso autóctono no desapareció con la llegada de los conquistadores. Antes bien, en la colonia aumentó, con el catolicismo, el uso de evocar las fuerzas extrañas, el demonismo, el mal de ojo. En la ciudad en que pasé mis primeros años se hablaba, lo recuerdo bien, como de cosa usual, de apariciones diabólicas, de fantasmas y de duendes. En una familia pobre, que habitaba en la vecindad de mi casa, ocurrió, por ejemplo, que el espectro de un coronel peninsular se apareció a un joven y le reveló un tesoro enterrado en el patio. El joven murió de la visita extraordinaria, pero la familia quedó rica, como lo son hoy mismo los descendientes. Aparecióse un obispo a otro obispo, para indicarle un lugar en que se encontraba un documento perdido en los archivos de la catedral. El diablo se llevó a una mujer por una ventana, en cierta casa que tengo bien presente. Mi abuela me aseguró la existencia nocturna y pavorosa de un fraile sin cabeza y de una mano peluda y enorme que se aparecía sola, como una infernal araña. Todo eso lo aprendí de oídas, de niño. Pero lo que yo vi, lo que yo palpé, fue a los quince años; lo que yo vi y palpé del mundo de las sombras y de los arcanos tenebrosos.

En aquella ciudad, semejante a ciertas ciudades españolas de provincias, cerraban todos los vecinos las puertas a las ocho, y a más tardar, a las nueve de la noche. Las calles quedaban solitarias y silenciosas. No se oía más ruido que el de las lechuzas anidadas en los aleros, o el ladrido de los perros en la lejanía de los alrededores.

Quien saliese en busca de un médico, de un sacerdote, o para otra urgencia nocturna, tenía que ir por las calles mal empedradas y llenas de baches, alumbrado a penas por los faroles a petróleo que daban su luz escasa colocados en sendos postes.

Algunas veces se oían ecos de músicas o de cantos. Eran las serenatas a la manera española, las arias y romanzas que decían, acompañadas por la guitarra, ternezas románticas del novio a la novia. Esto variaba desde la guitarra sola y el novio cantor, de pocos posibles, hasta el cuarteto, septuor, y aun orquesta completa y un piano, que tal o cual señorete adinerado hacía soñar bajo las ventanas de la dama de sus deseos.

Yo tenía quince años, una ansia grande de vida y de mundo. Y una de las cosas que más ambicionaba era poder salir a la calle, e ir con la gente de una de esas serenatas. Pero ¿cómo hacerlo?

La tía abuela que me cuidó desde mi niñez, una vez rezado el rosario, tenía cuidado de recorrer toda la casa, cerrar bien todas las puertas, llevarse las llaves y dejarme bien acostado bajo el pabellón de mi cama. Mas un día supe que por la noche había una serenata. Más aún: uno de mis amigos, tan joven como yo, asistiría a la fiesta, cuyos encantos me pintaba con las más tentadoras palabras. Todas las horas que precedieron a la noche las pasé inquieto, no sin pensar y preparar mi plan de evasión. Así, cuando se fueron las visitas de mi tía abuela -entre ellas un cura y dos licenciados- que llegaban a conversar de política o a jugar el tute o al tresillo, y una vez rezada las oraciones y todo el mundo acostado, no pensé sino en poner en práctica mi proyecto de robar una llave a la venerable señora.

Pasadas como tres horas, ello me costó poco pues sabía en dónde dejaba las llaves, y además, dormía como un bienaventurado. Dueño de la que buscaba, y sabiendo a qué puerta correspondía, logré salir a la calle, en momentos en que, a lo lejos, comenzaban a oírse los acordes de violines, flautas y violoncelos. Me consideré un hombre. Guiado por la melodía, llegue pronto al punto donde se daba la serenata. Mientras los músicos tocaban, los concurrentes tomaban cerveza y licores. Luego, un sastre, que hacía de tenorio, entonó primero A la luz de la pálida luna, y luego Recuerdas cuando la aurora… Entro en tanto detalles para que veáis cómo se me ha quedado fijo en la memoria cuanto ocurrió esa noche para mí extraordinaria. De las ventanas de aquella Dulcinea, se resolvió ir a las de otras. Pasamos por la plaza de la Catedral. Y entonces…He dicho que tenía quince años, era en el trópico, en mí despertaban imperiosas todas las ansias de la adolescencia…

Y en la prisión de mi casa, donde no salía sino para ir al colegio, y con aquella vigilancia, y con aquellas costumbres primitivas… Ignoraba, pues, todos los misterios. Así, ¡cuál no sería mi gozo cuando, al pasar por la plaza de la Catedral, tras la serenata, vi, sentada en una acera, arropada en su rebozo, como entregada al sueño, a una mujer! Me detuve.

¿Joven? ¿Vieja? ¿Mendiga? ¿Loca? ¡Qué me importaba! Yo iba en busca de la soñada revelación, de la aventurera anhelada.

Los de la serenata se alejaban.

La claridad de los faroles de la plaza llegaba escasamente. Me acerqué. Hablé; no diré que con palabras dulces, mas con palabras ardientes y urgidas. Como no obtuviese respuesta, me incliné y toqué la espalda de aquella mujer que ni quería contestarme y hacía lo posible por que no viese su rostro. Fui insinuante y altivo. Y cuando ya creía lograda la victoria, aquella figura se volvió hacia mí, descubrió su cara, y ¡oh espanto de los espantos! aquella cara estaba viscosa y deshecha; un ojo colgaba sobre la mejilla huesona y saniosa; llegó a mí como un relente de putrefacción. De la boca horrible salió como una risa ronca; y luego aquella «cosa», haciendo la más macabra de las muecas, produjo un ruido que se podría indicar así:

-¡Kgggggg!…

Con el cabello erizado, di un gran salto, lancé un gran grito. Llamé.

Cuando llegaron algunos de la serenata, la «cosa» había desaparecido.

Os doy mi palabra de honor, concluyó Isaac Codomano, que lo que os he contado es completamente cierto.

*Salamandra: No se refiere aquí al anfibio homónimo, sino a un espíritu elemental del fuego. El orfebre renacentista Benvenuto Cellini asegura en su autobiografía que, cuando tenía cinco años, vio uno de esos espíritus. Entonces su padre le dio una bofetada "para que nunca olvidara aquel momento".

**Larva: No se refiere aquí a un insecto, sino a un fantasma maléfico de la mitología romana. Ampusa o empusa: Vampiro femenino de la mitología grecorromana.

OTROS DOS MUNDOS FANTÁSTICOS

 

Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay. 

La  primera parte de este texto la puedes leer en

este  enlace: https://ellegadodesaralena.blogspot.com/202

2/06/ dos-mundos-fantasticos.html

 

En primer lugar, vamos a hablar de Sarnath, la ciudad prehistórica donde se ambienta uno de los primeros relatos de H. P. Lovecraft (1890-1937), La maldición que cayó sobre Sarnath (curiosamente, en la India existe una ciudad homónima). Sarnath era una ciudad grande y poderosa, que existió en el universo lovecraftiano hace muchos miles de años. Se encontraba en el país de Mnar, donde antes se hallaba la misteriosa ciudad de Ib, cuyos habitantes no eran humanos. Las extrañas criaturas de Ib fueron exterminadas por los fundadores de Sarnath, que edificaron su propia ciudad sobre la sangre de aquellos desdichados seres. Junto a las murallas de Sarnath se extendían las aguas de un lago, donde vivían grandes saurios acuáticos. Dentro de la ciudad había torres que llegaban hasta el cielo, palacios, templos y jardines. Allí todo era grande y hermoso, pero cierto día, coincidiendo con el aniversario de la fundación de la ciudad, sus habitantes sufrieron la maldición del dios Bokrug, que había sido adorado por las criaturas de Ib. Algunos dicen que del lago surgió una extraña niebla, que entró en el palacio real y convirtió en monstruos a todos sus habitantes. Los testigos de aquella terrible metamorfosis huyeron aterrorizados. Al día siguiente ya no quedaba nada de aquella poderosa ciudad ni de sus orgullosos habitantes. Allí solo quedaban tierras desiertas y el lago donde vivían los saurios acuáticos.

La Era Thuria forma parte de la mitología creada por Robert E. Howard (1906-1936), padre de la fantasía heroica moderna, y es anterior a la Era Hiboria, durante la cual vivió Conan el Bárbaro. Esta época se inicia con el auge de una antigua civilización en el continente Thurio, donde destacaba el poderoso reino de Valusia. Pero allí no solo había países civilizados, sino también inmensos desiertos y tenebrosas selvas, habitadas por tribus salvajes de cultura prehistórica. Otros pueblos bárbaros, diestros en el arte de la guerra, habitaban las islas de los mares que bordeaban el continente por ambos flancos. En el mar occidental vivían los pictos y los atlantes, mientras que en el oriental habitaban los lemurianos. Al igual que sucedería miles de años después en el imperio romano, algunos guerreros bárbaros fueron contratados como mercenarios por los países civilizados, llegando a ser sus generales e incluso sus gobernantes (tal fue el caso de Kull, un guerrero atlante que llegó a ostentar sobre sus sienes la corona de Valusia). Al sur del continente Thurio existía un misterioso reino, desconectado de los demás y que, según Howard, era de “origen prehumano” (aunque no da más detalles al respecto, es posible que dicho reino estuviera dominado por los siniestros “hombres serpiente”, a los cuales Kull tuvo que enfrentarse en varias ocasiones). Respecto al fin de la Era Thuria, citamos literalmente las palabras del propio Howard: Entonces el Cataclismo estremeció al mundo entero. Atlantis y Lemuria se hundieron, las islas pictas desaparecieron o se convirtieron en las montañas de un nuevo continente. Muchos territorios del continente Thurio desaparecieron bajo las olas y quedaron sumergidos, dando lugar a grandes lagos y mares interiores. Los volcanes entraron en erupción y terribles seísmos arrasaron las capitales de los imperios. Naciones enteras desaparecieron para siempre. Muchos siglos después del Cataclismo, surgirían nuevos reinos civilizados, empezando así la Era Hiboria de Conan.

DOS MUNDOS FANTÁSTICOS

 

Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Un elemento recurrente en la literatura fantástica es el mundo mítico lleno de misterios y aventuras, que supuestamente existió en un pasado remoto o que existirá en un futuro igualmente lejano. Además de clásicos como la Atlántida, Hiperbórea, Agartha o Lemuria, los más conocidos de esos mundos imaginarios son la Era Hiboria de Robert E. Howard, la Narnia de C. S. Lewis, la Tierra Media de Tolkien y el Westeros de George R. Martin. Aquí vamos a presentar dos mundos fantásticos que no gozan de tanta fama como los anteriores, pero que no por ello resultan menos interesantes para los amantes del género.

Zothique, el último continente de la Tierra en un remoto futuro, es el escenario donde se ambientan varios relatos del escritor estadounidense Clark Ashton Smith (1899-1961). Se trata de un lugar enigmático, desolado y siniestro, donde nuestra ciencia ha sido olvidada y sustituida por la magia negra. Los habitantes de Zothique llevan una vida semejante a la de los antiguos árabes, pero mucho más peligrosa, pues sufren el acoso de distintas criaturas sobrenaturales, desde vampiros hasta dioses malvados, pasando por toda clase de brujos y nigromantes. En los misteriosos mares que rodean las costas de Zothique hay algunas islas habitadas, como Naat, donde viven nigromantes con sus esclavos zombis y caníbales de raza negra (por cierto, quizás George R. Martin hizo una referencia a Naat en Game of Thornes, cuando llamó “Nath” a la isla natal de Missandei).

Ahora vamos a remontarnos al siglo XIX, cuando el aventurero Arthur Gordon Pym, creado por Edgar Allan Poe, visitó la misteriosa isla de Tsalal. Esta isla se encuentra al sur de los mares conocidos en aquella época, donde hoy sabemos que se halla el continente antártico. Curiosamente, allí el clima es bastante benigno, al menos durante la época estival, aunque en las aguas circundantes se encuentran bloques de hielo. La flora y la fauna de la isla, tal como las describe Poe por mediación de Pym, son muy peculiares, aunque sin sobrepasar los límites de lo verosímil. Hay animales que conocemos (tortugas, peces marinos, holoturias…) y también especies endémicas (osos gigantes, grandes e inofensivas serpientes de especie desconocida, enormes pájaros blancos…). Los habitantes de la isla son de raza negra (incluso sus dientes son oscuros) y abominan del color blanco. Tienen unos hábitos muy primitivos y ni siquiera construyen casas propiamente dichas, pues viven en los árboles o en cuevas, aunque sí saben fabricar embarcaciones rudimentarias. Reciben a los visitantes con aparente amabilidad, pero ya sabemos que las apariencias engañan. Varias décadas después de que Poe hubiera narrado las aventuras de Gordon Pym, nada menos que Julio Verne escribió una secuela de su historia, titulada La esfinge de los hielos. En la novela de Verne la isla de Tsalal recibe la visita de nuevos exploradores, pero estos encuentran allí un espectáculo desolador. La isla había sido arrasada por una catástrofe natural, con la consiguiente desaparición de todos sus habitantes.

(Continuará.)

Lee la continuación con el siguiente enlace:

https://ellegadodesaralena.blogspot.com/2022/07/otros-dos-mundos-fantasticos.html 

 


LECTURAS OSCURAS

 Texto: Fontenla. Imagen: Pixabay.

¿Quieres pasarlo de miedo este verano? Pues aquí van como recomendación varias obras de fantasía oscura, no tan famosas como Drácula o Frankenstein, pero no por ello menos interesantes.

Empezamos por los cuentos de Edgar Allan Poe, escritor estadounidense del siglo XIX, considerado por muchos el mayor maestro de la narrativa fantástica. Si osas penetrar en los oscuros mundos de Poe, debes andar con cuidado, pues te tambalearás sobre el estrecho hilo que separa la vida de la muerte (La caída de la casa Usher, Ligeia…), investigarás los casos criminales más inquietantes (El doble crimen de la Rue Morgue, El escarabajo de oro…), te dejarás arrastrar por el romanticismo más morboso (Berenice, Morella...), lucharás contra las fuerzas más terribles de la Naturaleza (Manuscrito hallado en una botella, La caja oblonga…) y también conocerás a los siniestras fantasmas que acechan en las profundidades del corazón humano (El gato negro, El corazón delator…). Hay muchas ediciones de los cuentos de Poe en todas las lenguas y, siendo textos de dominio público, resulta fácil encontrarlos en Internet, donde puedes leerlos de forma legal y gratuita (algunos puedes encontrarlos en publicaciones anteriores de este mismo blog).

Mucho antes de que Stephenie Meyer alcanzara la fama con Crepúsculo, ya había historias donde el amor romántico convivía en perfecta simbiosis con la fantasía oscura. Entre esas historias podemos destacar una novela corta titulada Olalla, obra de Robert Louis Stevenson, el mágico autor escocés que también nos contó las aventuras de Jim Hawkins y las desventuras del Doctor Jekyll. Olalla se ambienta en un lugar agreste de España en los tiempos de las guerras napoleónicas. Un oficial británico, convaleciente tras haber resultado herido en la lucha contra los franceses, se establece en el ruinoso caserón de una vieja familia hidalga, que la gente del lugar teme y rechaza a causa de ciertas leyendas ancestrales. El oficial se enamora de Olalla, la hermosa hija de la dueña del caserón, pero no tardará en descubrir que la familia de su amada esconde un terrible secreto. Esta es la premisa argumental de una historia al mismo tiempo turbadora y dramática, que quizás no sea especialmente terrorífica, pero que te acompañará durante toda la vida, como el recuerdo de un hermoso sueño que nunca se hizo realidad (por cierto, la inspiración de Olalla vino precisamente de una experiencia onírica).

Pero Poe, Stevenson y Stephenie Meyer no son los únicos que han sabido mezclar romanticismo, misterio y terror en un una misma historia. Amor oscuro es una antología de relatos fantásticos, en los cuales encontrarás lo más dulce y lo más terrible que puede producir la imaginación humana. Los participantes de dicha antología, entre los cuales figuramos Sara Lena y yo mismo, junto con otros muchos escritores de distintos países, te animamos a darnos una oportunidad de asustarte, para lo cual puedes comprar un ejemplar en Amazon a través del enlace que figura en este mismo blog.

LOS HÉROES DE ROBERT ERVIN HOWARD

 

Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

El 11 de junio del año 1936 se suicidaba Robert Erven Howard, considerado, con perdón de Tolkien, el principal autor de espada y brujería. Su principal aportación a la cultura popular moderna fue, sin duda, el guerrero prehistórico Conan de Cimeria, más conocido cómo Conan el Bárbaro. Pero Howard creó otros personajes que también merecen nuestra atención. Aquí vamos a hacer una breve presentación de los más destacados (dejando aparte a Conan, que ya es suficientemente conocido).

Kull de Atlantis (también llamado Kull de Valusia) fue el que vivió en una época más remota, cuando el mítico continente de Atlantis aún no había sido devorado por las aguas del mar. Teniendo en cuenta que, según los cálculos de Platón, esa catástrofe tuvo lugar hace unos doce mil años, podemos pensar que Kull fue contemporáneo de los mamuts y del Hombre de Cro-Magnon. Nació precisamente en un pueblo de Atlantis y durante su juventud llevó una vida nómada, siendo unas veces esclavo, otras bandido, más tarde mercenario y finalmente rey de Valusia, el reino más rico y poderoso de la época. Tanto antes como después de acceder al trono, Kull fue un poderoso guerrero, que luchó contra numerosos enemigos humanos y, sobre todo, contra los peligrosos Hombres Serpiente. En algunos aspectos su vida fue muy semejante a la de Conan, pero, al contrario que el cimerio, Kull nunca mostró especial interés por las mujeres. Además, en su madurez vivió atormentado por preocupaciones filosóficas, lo cual contrasta con la actitud despreocupada y hedonista de Conan.

Bran Mak Morn fue un rey picto que vivió en la actual Escocia durante la época del Imperio Romano. Preocupado por conservar a toda costa la independencia de su pueblo, Bran luchó contra los romanos e incluso llegó a emplear la magia contra ellos. Después de su muerte se convirtió en una leyenda para el pueblo picto, que empezó a adorar sus estatuas y a esperar su retorno al mundo (en ese sentido se parece al famoso Rey Arturo de los ingleses, que, según cierta profecía, algún día volverá de Avalón, la isla mágica, para recuperar su antiguo reino).

Turlogh O’ Brien fue un guerrero celta, que vivió en Irlanda durante los siglos más oscuros de la Edad Media. Era un vagabundo sin ley ni amo, que luchó contra los vikingos y otros adversarios. Además, en uno de sus viajes llegó al misterioso país de Bal-Sagoth (una tierra misteriosa, habitada por los descendientes de los atlantes y por espantosos monstruos prehistóricos). Durante una de sus aventuras recibió la ayuda de guerreros pictos adoradores del rey Bran, en una especie de crossover entre este ciclo narrativo y el anterior. En realidad, hay muchas razones para pensar que todos los héroes de Howard vivieron en un mismo universo fantástico, aunque en épocas distintas.

Solomon Kane fue un puritano inglés del siglo XVI, que navegó por los siete mares bajo las órdenes del célebre corsario Francis Drake (con quien tuvo sus más y sus menos). También luchó en las guerras de religión que tiñeron de sangre la Europa continental y, cuando ya era un hombre maduro, viajó por los lugares más oscuros e inhóspitos del África Negra, sin más motivación para eso que su irresistible sed de aventuras. Solomon, como todos los héroes de Howard, es un guerrero fuerte y hábil con la espada, más bien solitario y de carácter poco amistoso. Pero no es un bárbaro, sino un hombre de moral rígida y profundo espíritu religioso, que se cree destinado a luchar contra el Mal en nombre de su Dios. Desprecia las conquistas, las riquezas e incluso el amor, no teniendo otro objetivo en su vida que cumplir la misión asignada por la Providencia. A pesar de ser un fervoroso cristiano, mantuvo buenas relaciones con el hechicero africano N’Longa, quien lo ayudó con su magia en varias ocasiones. Durante sus viajes por el mundo, Kane luchó contra numerosos enemigos humanos, desde piratas hasta caníbales, pero también tuvo que enfrentarse a muchas criaturas extrañas (vampiros, demonios, fantasmas, etc.). Kane es, sin duda, el más misterioso de todos los héroes de Howard (y quizás también el más oscuro).

Pero Howard no solo creó héroes masculinos, sino también valerosas espadachinas, al mismo tiempo hermosas y mortíferas, como Valeria de la Hermandad Roja o Sonia de Rogatino. Según la cronología del "Howardverse", estas valientes guerreras fueron contemporáneas, respectivamente, de Conan y de Solomon Kane.

Finalizamos este artículo con mi adaptación de un texto publicado por Howard en la legendaria revista Weird Tales. En él se hace referencia al rey asirio Sargón, a sus guerras y a una visión apocalíptica, que parece presagiar la decadencia de su imperio (o quizás el fin de la Humanidad). Estas inquietantes palabras nos introducen en el mundo mítico de Howard, al mismo tiempo heroico y pesimista.

LAS PUERTAS DE NÍNIVE

Estas son las puertas de Nínive: una vez ganadas sus guerras, llegó Sargón y contempló fijamente las torres, donde el sol de la mañana imprimía sus reflejos.

Sargón bajó de su carruaje, arrojó su yelmo a la arena, dejó caer su espada de filo llameante y se mesó la barba con las manos vacías. Entonces habló:

"Las torres me muestran sus rojizos resplandores y la gente me saluda con alegres canciones. Pero un extraño hechizo pesa sobre mí y puedo ver el ocaso de las gentes que pueblan la Tierra. Las ciudades caen arrasadas, el metal de los carruajes se cubre de moho. Veo, a través de una niebla extraña y gris, cómo todo cuanto existe se difumina en el polvo, incluso las puertas de Nínive.”

LOS ESPECTROS DE LA TEMPESTAD (CHARLES NODIER)

 

Traducción de Francisco Javier Fontenla. Imagen de Pixabay.

El príncipe de Radziville nos cuenta en su obra Viaje a Jerusalén una historia bastante singular, de la cual asegura haber sido testigo.

El príncipe había encontrado en Egipto dos momias, una perteneciente a un hombre y otra a una mujer, y las había embarcado secretamente en su barco, cuando este partió de Alejandría rumbo a Europa. Solo lo sabían él mismo y sus dos criados, pues los musulmanes no permiten que se saquen momias del país, pensando que los cristianos las emplean para hacer hechizos. Cuando el barco estaba en mar abierto se desencadenó una tempestad, tan violenta que el piloto había perdido la esperanza de salvar su barco. Todo el mundo consideraba el naufragio inminente e inevitable. Un buen sacerdote polaco, que acompañaba al príncipe en su viaje, recitó las oraciones de rigor en semejantes circunstancias, coreado por el príncipe de Radziville y su séquito. Pero el sacerdote dijo que lo atormentaban dos espíritus (un hombre y una mujer), negros y hediondos, que lo hostigaban y amenazaban de muerte. A bordo todos pensaban que el miedo y el peligro habían trastornado su imaginación. Durante un momento se calmó la tempestad y el cura pareció tranquilizarse, pero después arreció el viento y los fantasmas volvieron a atormentarlo, incluso con más fuerza que antes. Sus tormentos solo terminaron cuando las dos momias fueron arrojadas al mar. En aquel mismo instante se calmó la tempestad.

EL CASO DE LA TÍA DE MÉLANCHTON (CHARLES NODIER)

 

Nodier recogió en su antología de leyendas oscuras este caso supuestamente real de apariciones espectrales, que, al parecer, afectó a una tía de Felipe Mélanchton, célebre teólogo protestante del siglo XVI. Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Imagen de Pixabay.

Cuenta Mélanchton la historia de una tía suya, acaecida cuando esta acababa de perder a su marido y se hallaba a punto de dar a luz. Una noche, mientras estaba sentada al calor de la hoguera, vio entrar a dos personas en su casa. Una de ellas tenía el aspecto de su difunto marido, mientras que su acompañante parecía un corpulento fraile franciscano. Se sintió aterrorizada, pero su marido la tranquilizó y le dijo que debía comunicarle algo importante. Luego le hizo un gesto al franciscano, para que entrara en el cuarto vecino mientras él hablaba con su esposa. Cuando estuvieron solos, el marido le pidió a su esposa que mandara celebrar misas por la salvación de su alma. Luego le dijo que le diera la mano, asegurándole que ello no le causaría ningún mal. Ella le dio la mano, pero no tardó en retirarla. No había notado dolor, pero se le había vuelto negra, como si se hubiera quemado, y así se le quedó para toda la vida. Después de esto, el marido llamó al franciscano y ambos espectros desaparecieron.

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EL VAMPIRO ARNOLD-PAUL (CHARLES NODIER)

 

Cuento fantástico basado en hechos presuntamente reales. Autor: Charles Nodier. Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Un campesino de Medregeia (pueblo de Hungría) llamado Arnold-Paul murió aplastado por un carro cargado de heno. Un mes después de su muerte cuatro personas murieron súbitamente, tal como suelen morir aquellos que sufren el ataque de un vampiro. Entonces algunos recordaron algo que había contado el propio Arnold-Paul: hallándose este en Cassova había sido atacado por un vampiro turco. Luego, para evitar convertirse en un nuevo ser de la oscuridad, había intentado curarse untándose el cuerpo con la sangre del vampiro. Pero, aparentemente, aquel remedio había resultado ineficaz. Cuando lo desenterraron, se vio que su cuerpo seguía intacto, pese a llevar más de un mes bajo tierra. La barba le había crecido y la sangre fluía por sus venas, como si aún estuviera vivo. La exhumación se realizó ante los ojos del magistrado local, que era hombre experto en vampirismo y que ordenó atravesar el corazón del difunto con una estaca, lo cual se realizó de inmediato. Entonces el vampiro gritó y se agitó como si realmente estuviera vivo. La misma operación se realizó con los cadáveres de sus cuatro víctimas, para evitar que estas se convirtieran en nuevos vampiros. Pese a todas estas precauciones, el vampirismo reapareció algunos años después. Diecisiete personas de distintas edades y sexos murieron en un lapso de tres meses, algunas sin haber sufrido dolencias previas y otras después de dos o tres días de agonía. Una muchacha llamada Stanoska, que se había acostado en perfecto estado de salud, se despertó a medianoche, chillando, temblando y diciendo que un muchacho llamado Milo, fallecido un mes y medio antes, había intentado estrangularla mientras dormía. A la mañana siguiente Stanoska se sintió muy enferma y falleció después de tres días de agonía. Las sospechas se inclinaron hacia el difunto Milo, pues parecía evidente que se había convertido en un vampiro. Por tanto, fue desenterrado, examinado y eliminado. Los médicos y cirujanos locales examinaron las causas de aquel rebrote de vampirismo. Entonces se descubrió que Arnold-Paul, el vampiro original, no solo había matado personas, sino también animales, cuya carne posteriormente había sido comida por el joven Milo y por otras personas fallecidas durante los últimos meses. Se reiniciaron las ejecuciones y las diecisiete víctimas del rebrote fueron eliminadas. Primero se les atravesó el corazón, luego se les cortó la cabeza y finalmente sus cuerpos fueron quemados. Las cenizas se arrojaron al río y así fue como el vampirismo desapareció definitivamente de Medregeia.

Nota del traductor: Fuera o no un vampiro, Arnold-Paul existió realmente y falleció en Medregreia (actualmente Medveja, Croacia) hacia el año 1732. Su caso fue tan famoso en su época que llegó a ser estudiado oficialmente por médicos del ejército austríaco.

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EL VAMPIRO HARPPE (CHARLES NODIER)


Esta leyenda recogida por Charles Nodier no es, por supuesto, la primera historia de vampiros, pero quizás sí la primera donde aparece un cazador de vampiros con nombre propio: Olaus Pa, un remoto antepasado de Blade y Van Helsing. Traducción: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.  

Un hombre llamado Harppe le ordenó a su esposa que tras su muerte lo hiciera enterrar junto a la puerta de la cocina, para que así pudiera ver lo que sucedía dentro de la casa. La mujer ejecutó fielmente sus órdenes, pero cuando Harppe murió empezó a ser visto por los vecinos, a los que asesinaba o atormentaba, hasta el punto de que nadie quería vivir en las casas próximas a la suya.

Un hombre llamado Olaus Pa fue lo suficiente atrevido para enfrentarse al vampiro y atravesarlo con una lanza, que se quedó clavada en la herida. El vampiro desapareció, pero al día siguiente Olaus hizo abrir su tumba, donde encontró la lanza aún clavada al cuerpo de Harppe, en el mismo punto donde él lo había herido anteriormente. El cadáver, que se mantenía incorrupto, fue sacado del ataúd y quemado, luego sus cenizas fueron arrojadas al mar y de ese modo la gente se salvó de sus ataques.

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