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LOS PRECURSORES DE LOVECRAFT (ENSAYO)

Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pexels.

Para identificar a los precursores de Lovecraft no hay nada mejor que seguir las indicaciones dadas por él mismo en su célebre ensayo El horror sobrenatural en la literatura. Para no extendernos excesivamente, aquí solo vamos a mencionar a sus precursores más próximos en el tiempo, dejando aparte a Poe y a otros autores clásicos del género gótico.

Empezaremos hablando del galés Arthur Machen (1863-1947). Casi todos sus relatos fantásticos tratan un mismo tema: la posibilidad de que todavía existan individuos de una raza anterior a la Humanidad (o de una raza humana que retrocedió en el camino de la evolución, a causa del aislamiento y de la endogamia). Esos seres semihumanos y sus misteriosos ritos no habrían pasado desapercibidos para los pueblos antiguos, pues dieron lugar a las viejas leyendas sobre espíritus de los bosques y aquelarres nocturnos. La idea de la raza maldita, que posteriormente sería retomada por Lovecraft en relatos como El horror de Dunwich, aparece en las principales obras de Machen, como El gran dios Pan o Los tres impostores. En esta última novela aparece otro tema igualmente lovecraftiano: la criatura híbrida, nacida de la relación sacrílega entre un ser humano y un dios de las tinieblas.

El inglés Algernon Blackwood (1869-1951) escribió numerosos relatos de fantasmas y espíritus, en los cuales se refleja su interés por el ocultismo (como tantos otros literatos de la época, Blackwood fue miembro de la sociedad esotérica Golden Dawn). Lovecraft llegó a decir que su novela corta Los sauces era la mejor historia sobrenatural de todos los tiempos. Los mejores relatos de Blackwood están ambientados en regiones agrestes y misteriosas, especialmente en los grandes bosques del Canadá (que él conocía bien, pues durante su juventud había vivido en distintos lugares de Norteamérica). Al igual que Lovecraft, Blackwood nos habla de seres extraños que acechan desde las sombras. En uno de sus relatos aparece el Wendigo, un demonio de las leyendas indias, que vive en los bosques y enloquece a quienes tienen la desgracia de encontrarse con él. August Derleth lo convertiría en un dios del panteón lovecraftiano: Ithaqua, “el que camina con el viento”.

El irlandés Lord Edward Dunsany (1878-1951) fue un precursor de la fantasía épica moderna, aunque también practicó el género macabro. Generalmente sus relatos no se ambientan en este mundo, sino en lugares imaginarios basados en la mitología, en las leyendas orientales o en los viejos cuentos de hadas. Su influencia es evidente en las primeras obras de Lovecraft, quien lo consideraba su mayor maestro después de Poe. De hecho, fue Dunsany quien le inspiró el interés por crear una mitología particular.

El inglés Montague Rhodes James (1862-1936) fue un gran autor de cuentos fantásticos. Algunas de sus historias anticipan elementos propios de la narrativa lovecraftiana, como las viejas ruinas que custodian secretos prohibidos o los libros malditos, en cuyas amarillentas páginas acecha una magia diabólica.



El despertar de Azathoth

Homenaje a H. P. Lovecraft.
Ilustración creada por Jorge Cedillo, proporcionada por la autora Carolina Arriaga.

Los demacrados nocturnos emitieron al unísono un chillido milenario que retumbó hasta lo profundo de la conciencia humana. El evento anunció la consumación de una conspiración ancestral: despertar al idiota para revelar la verdad única y absoluta. Ninguna religión, ni ciencia existente predijo los sucesos posteriores. Los libros de mayor antigüedad, las ficciones más elaboradas, no describen en su conjunto ni en su destilación fina y elevada, la tragedia más esperada en la historia humana

Por décadas, las aladas criaturas negras de piel tersa aparecían en el mundo de los sueños para raptar a los escasos que profanaban sus reinos. Las dilatadas frecuencias de sus alaridos superponían monótonos sonidos que se extendían por horas después de ser expuestos, horas incontables en el calendario terrenal, ostensibles por medio del dolor ejercido en el cerebro al usar cada sentido, única función para la que fue construido, como si un ácido penetrara escalonado en su interior a milímetros. Dichos aullidos desarmaron los motores del hombre de Providencia, pero no su esencia

Colgado de las garras inmundas y ominosas, vio desde lo alto la ciudad maldita sin nombre. Encajada como un tumor en la espalda de una montaña destinada a encarar un sol inmóvil, extendiendo al infinito las sombras que cubren la enfermiza e inefable urbe. Ningún hombre fue creado para avistar dicho lugar. Al centro un erecto monolito estrellado. Inconcebible y adimensional, no puede ser explicado en palabras, solo distinguido y asimilado por los enfermos ojos retorcidos después de refractar la luz crepuscular. El intento de describirlo en una lengua tan subdesarrollada resulta inútil, se somete y rescata frases sobre amplios arcos hiperbólicos cuyos focos traslapan puertas en toda dirección, líneas perpendiculares que nunca se cruzan engañando al subconsciente y a la lógica. Allí se encuentra el trono de donde emana la frontera de la destrucción

El gen caótico obligó a voltear los ojos de aquel visitante esbelto hacia su propio cerebro, inundados del agrio verduzco que predominaba en el ambiente fétido y podrido que le rodeaba. Tomó su lugar sin pedirlo ni recibirlo. El ciego reinó desde el trono estrellado, ignorante de su destino como guardián eterno sosteniendo la llave de plata. Por eones los macilentos nocturnos revolotearon a su alrededor sin poder tocarlo. Fue concebido idiota por la enmudecida ciudad agobiada de impotencia. Les arrebató la única razón de su existencia. Silenciosos, conspiraron para regresarlo a su plano. El grito milenario despertó del largo sueño al ser inverso en mismo. Recorrió toda la Tierra, ensordeció a la humanidad entera deformando sus cuerpos blasfemos. Eliminó el infinitesimal valor remanente de su fatigada existencia

Yog-Sothoth le abrió la puerta. Lo regresó a Providencia para repetir el ciclo. El inmenso delirio certero del ciego idiota es mejor que un instante más allá de las fronteras del tiempo y el espacio.

Autora: Carolina Arriaga


Este cuento ganó el segundo lugar en el Concurso de Cuentos Lovecraftianos. Enseguida se muestra el diploma correspondiente y hasta abajo se enlista el resto de los cuentos participantes.





Apasionada por el género de horror, la historia y el cine, Carolina es creadora y coanfitriona del programa Radio Horror Podcast. Estudió Ingeniería Física Industrial en el Tecnológico de Monterrey y se especializó en el área de Ciencia de Datos. Utiliza análisis de sentimientos de la obra de H. P. Lovecraft para entender el uso del lenguaje en su escritura. Ganadora del segundo lugar en el concurso Nyctelios 7° Edición con el relato corto «El Vigilante». Además de ser una escritora de ficción de horror, le gustan los juegos de mesa, de rol y los asesinatos misteriosos. Publicará su primer antología de relatos cortos NO ESTÁS INVITADO en Septiembre 2021.


Contacto: http://comialgoraro.blogspot.com/ - Recién lancé este blog, espero empezar a llenarlo en los próximos días con el resto de mis relatos.

Podcast: radiohorror.transistor.fm


Gracias,

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Carolina





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