LA CAJA DE NAVIDAD

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Texto de Silvia Carùs. Imagen proporcionada por la autora.

La nieve caía sin cesar sobre las pacificas calles de Madrid. Grandes edificios se alzaban llenos de adornos que aquella noche hacían fiel competencia a las distantes estrellas. Era víspera de navidad y todos comenzaban a celebrar, los hogares ya estaban decorados, las avenidas principales de la ciudad estaban iluminadas y los niños intentaban portarse bien para que Papá Noel les dejara los juguetes que habían pedido bajo el gran árbol de navidad.

Todos estaban felices.

Todos… menos un niño de diez años. 

Él estaba tumbado sobre su cama llorando con la luz del cuarto apagada. ¿El motivo?

Él no había recibido ni un solo presente aquella noche, ni siquiera uno de sus padres, que usaron como justificación sus malas notas de la escuela. 

Él lloraba y lloraba. Lloraba desconsolado; hasta que finalmente el sueño le venció.

Al día siguiente, ya era navidad, el niño despertó con aquella misma sensación de tristeza de la noche anterior. Pero pasado unos segundos una bella sonrisa se dibujó en su rostro al ver una caja de navidad de color rojo con un lazo pomposo verde encima de su mesita de noche. 

Rápidamente se levantó, abrió la caja y se volvió a fundir en su tristeza. Era apenas una caja de regalos vacía.

<< Por qué me han hecho esto?>> pensó el pequeño niño con lágrimas cubriéndole sus mejillas mientras tapaba la caja creyendo que sus padres eran crueles con él.

_ Yo solo quería un regalo, un videojuego, o unas cartas Pokémon, o… _, murmuró volviéndose a tumbar.

En aquel mismo instante, la caja hizo un ruido, curioso se sentó en el borde de la cama. Abrió la caja y dentro encontró un pack de cartas Pokémon

. <<Pero aquello había venido de la caja?,

¡Dios mío! ¿Será que yo puedo tener todo lo que quiero?>> _, se preguntó perplejo.

_ Yo quiero una Play Station 5. _, pidió emocionado.

Miro dentro de la caja, pero está, lamentablemente seguía vacía. 

<< Bien, esto debe ser muy grande para que quepa dentro de una caja tan pequeña>> se dijo a si mismo sin perder la esperanza. << lo intentaré de nuevo>>.

_ Quiero caramelos! _, pidió mirando la caja. 

Nuevamente nada, la caja continuaba vacía. 

Aquello ya estaba empezando a parecer una locura. El insistente niño no perdía la esperanza y quiso experimentar una última tentativa de pedir algo que desease, pero estaba vez lo hizo con la caja tapada.

<<Si estas cartas aparecieron de la nada, tienen que aparecer otras cosas también. Venga Dios, ayúdame con estos pedidos>>, Suplicó determinado cerrando la caja.

_ Quiero caramelos. _, pidió haciendo un gesto de magia con sus manos, como si aquello lo pudiese ayudar en alguna cosa. 

Y esta vez, cuando abrió la caja, los caramelos misteriosamente estaban ahí. 

Él no se lo podía creer, estaba feliz, completamente dichoso. Ahora podía tener todo lo que quisiese, con algunas restricciones de tamaño, claro, pero incluso así era algo espectacular. Estaba pletórico y bautizo a la caja como: “La caja Mágica de Navidad”.

Cerrando la caja nuevamente, el niño hizo una nueva petición.

_ Caja Mágica de Navidad, dame una Nintendo Swich. Quiero una Nintendo Switch. 

Una vez más, la caja atendió su pedido, pero todo fue interrumpido cuando su madre tocó a la puerta de su cuarto llamándole.

Antes de abrir la puerta de su dormitorio escondió los juguetes dentro de la caja y la caja dentro del armario. << Ya tendré tiempo de explorar más tarde la caja, por la noche, cuando todos duerman>>.

Sin otros preámbulos, abrió la puerta a su madre.

_ Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? _, le saludo su madre dándole un beso en la mejilla.

_ Buenos días, mamá. No. no muy bien. Me hubiera gustado tanto recibir algún regalo esta navidad. _, suspiro apenado.

_ Bueno cariño, la próxima navidad, si tus notas mejoran considerablemente puedes contar con ello. _, le dijo afectuosamente _ ahora. _, continuó. _ vamos a desayunar todos juntos al fin y al cabo es Navidad y el mejor regalo que tu padre y yo te podemos hacer este año es pasar todo el día en familia. 

El niño a regañadientes fue hasta el comedor donde una bonita mesa decorada con motivos navideños los estaba esperando llena de sabrosos dulces navideños como galletitas de jengibre con cara de renos, pastelitos de crema, diferentes turrones de chocolate y naranja, polvorones y gelatina.

Por la tarde se acercaron hasta la “Villa de Santa Claus” en el centro comercial de la Vaguada; que parecía sacada de un cuento de hadas: la fachada estaba toda adornada con luces de colores, hombres de nieve y figurantes de personajes navideños repartían dulces entre los numerosos niños que se acercaban a saludar al falso Papá Noel. 

_ ¿Te gusta, cariño? _, quiso saber su madre toda entusiasmada.

_ No crees que ya soy muy grande para esto?

_ Venga, anímate. Es divertido _, intervino su padre.

_ De acuerdo, de acuerdo. Intentare divertirme lo más que pueda. _, objetó de mala gana.

El día paso, la noche llego. El pequeño estaba ansioso desde que habían regresado a su hogar, pero todavía tendría que esperar a que sus padres se quedaran dormidos. Ya tenía una lista de deseos elaborada en su cabeza, su expectación era de tal magnitud que no podía evitar calcular el tiempo que faltaban para que todas las cosas que anhelaba se hicieran realidad.

Encerrado en su cuarto, sacó la caja de su escondite, se sentó en la cama y retiro todos los ítems recibidos, después de vaciar la caja, se fijó en un pequeño papel de color dorado que estaba pegado en el fondo que anteriormente no existía.

En él estaba escrito:  TRES DESEOS, UNA CONSECUENCIA.


El niño se extrañó sin darle importancia y tiro el papel a la papelera que estaba justo debajo de su mesa de estudio.

_ Yo quiero un móvil. 

En seguida, la caja tembló y él la abrió, una mano ennegrecida y putrefacta lo agarro por el cuello y empezó a asfixiarlo.

Por más que él intentaba soltarse dando puñetazos en la mano, no lo conseguía. 

Intentó gritar, pero la mano que sujetaba su garganta le apretaba con una fuerza sobrehumana. 

En cuestión de minutos desmayó.

Cuando su madre fue a despertarle, como hacia cada mañana. Se encontró la puerta cerrada con llave; con ayuda de su marido consiguieron abrirla finalmente. 

Al hacerlo se quedaron estáticos. 

La habitación parecía una caverna. Una caverna oscura y fría. 

Avanzaron hasta su hijo que se encontraba extendido sobre su cama más pálido de lo normal. Sus ojos estaban abiertos e hinchados con sangre en sus extremo, su boca entreabierta y su expresión era de desesperación. Su cuello mostraba claras marcas de estrangulamiento.

Comenzaron a llorar y llorar desconsoladamente en cuanto apretaban el cadáver de su hijo contra sus pechos y murmuraban palabras profundas de dolor desesperado.

La caja de navidad, así como apareció mágicamente; había desaparecido.

Entonces… ¿Cuál es su Caja Mágica de Navidad de este año?

Este cuento fue seleccionado por el jurado interno del blog El legado de Sara Lena y Fontenla, para participar en el concurso de "cuentos oscuros de navidad".

Si aún no te has enterado del concurso te recomiendo que veas la invitación en vídeo y consulta las bases (dándole clic a cada uno de los enlaces anteriores).


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Los cuentos preseleccionados para el concurso son los siguientes:



Semblanza personal de la autora:

Mi nombre es Silvia Carùs. Nací el 27/12/1974

Estudie en el Instituto Gerardo Diego de Madrid.

 Logre el First Certifícate; por la Universidad de Cambridge.

Vivo en Algarve; Portugal.

Soy Técnico auxiliar de salud, como consecuencia de la pandemia tuve que abandonar mi profesión al tener un hijo pequeño que sobrevivió a un cáncer.

He completado diversos talleres literarios.

Ganado algún que otro concurso literario y publicado en diferentes revistas y antologías.

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2 comentarios:

B.K dijo...

Me gusto como se usa el deseo como algo trágico. La edad del protagonista y lo que siente es algo que llama la atención. Muy bueno, y la pregunta final te deja pensando si usarías la caja de algún modo.

KIDIA dijo...

Interesante, felicitaciones 👏

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