EL PESEBRE MÁS LINDO DEL MUNDO

Texto de William "El gato". Imagen de Pinterest.


  Diana era una niña de trece años que le gustaba hacer el pesebre navideño porque su padre, desde que era muy pequeña, le inculcó esta tradición que  venía de generación en generación. Un dia se fué al pueblo en compañía de Jhon su pequeño hermano de nueve años para ir a conseguir los arreglos navideños ya que su padre le había regalado de cumpleaños dinero para unas zapatillas, pero ella quería utilizar este dinero para hacer el pesebre más lindo del mundo. Salieron de casa cerca de las nueve de la mañana y el pueblo quedaba a cuarenta minutos de distancia, tomando el camino corto por la quebrada para evitar la montaña y ahorrarse más de treinta minutos de camino.


Al llegar al pueblo visitaron varios almacenes y puestos de decoración pero no le alcanzó el dinero que llevaba y no pudo hacer todas sus compras, lo que le causó tristeza a la niña. Se devolvieron a la casona donde vivían casi  a las tres de la tarde, por el camino pensaba donde podía conseguir más dinero para comprar lo que le faltaba y al llegar a la quebrada observó que habían musgos y plantas que podían servir para decorar su pesebre.


Le entregó los paquetes a su hermano y le dijo que siguiera el camino que ella ya lo alcanzaba, el niño continuó su recorrido y Diana intentó coger unos musgos pero no lo lograba. Se quitó sus viejas zapatillas dejándolas a la orilla de la quebrada. Vio que más adentro habían musgos más bonitos y siguió caminando por entre unos matorrales llegando a una pequeña cueva donde salían sonidos muy bonitos causándole curiosidad por tan bellas notas musicales. 


A la entrada arrancó algunos que salían de las piedras y otros que colgaban de las plantas más altas formando lindas enredaderas, tomó varias y de un momento a otro los sonidos cambiaron volviéndose asi tonos muy fuertes como de ultratumba que alertaron a la niña, quien intentó volver a la orilla pero una fuerza extraña no la dejaba salir del lugar, ella muy asustada intentó gritar para pedir ayuda pero no salían palabras de su boca, su cuerpo permanecía inmóvil como si estuviera congelada. 


Pasaron varios minutos, ella intentaba salir pero seguía sin poder  moverse, intentaba levantar sus brazos para agarrarse de las ramas, pero  no tenían fuerza. Ya eran las cinco de la tarde y el niño ya en la casona esperaba a su hermana, al ver que tardaba tanto se devolvió a buscarla, al legar al a quebrada encontró una zapatilla de la niña y empezó a llamarla: 

—Diana, Diana, ¡donde estas? Hermanita, pronto va a oscurecer, no tardan en llegar nuestros padres y nos van a castigar, hermanita, donde estas repetía el pequeño sin recibir respuesta alguna.  Se quito sus zapatos dejándolos al lado de la zapatilla de Diana, recogió su pantalón hasta la rodilla y se metió a la quebrada en dusca de su hermana. 


—Diana, hermana ¡donde estás? Repetía Jhon. Se adentró a los matorrales y encontró la otra zapatilla de Diana.

—Hermana, hermanita esto no es gracioso y nos van a castigar, decía el niño.

Pasaban los minutos y estaba más oscuro pues ya era al rededor de las seis de la tarde.


El niño escucho un ruido extraño a la entrada de una cueva, se acercó y no vio nada. Siguió más al fondo encontrando unos musgos y unas plantas sobre  una piedra y pensó que Diana estaba muy cerca.

—Hermana ya sal de ahí que está muy oscuro— decía Jhon. 

Siguió escuchando cosas raras, de repente algo lo tomó de su pie izquierdo y lo tiró bastante fuerte haciéndolo caer. Él en el desespero logró ponerse de pie y pasó sus manos por su rostro para limpiarse el lodo que no le permitía ver, aparte de lo oscuro que estaba. 


Al no observar nada intento volver a la salida de la pequeña cueva y vio el saco de lana de su hermana, lo tomó y se arrodilló a buscar bajo el agua pero no encontró nada.

—Diana, ¿donde estas? Por favor sal que ya esta muy oscuro y hace mucho frío, estoy muy mojado, exclamó. 

—Jhooooon, Jhooooon, salía un eco de la cueva.

—¡Diana! ¿Eres tú?— Dijo el niño.

—¡Jhooooon! —Volvió a escucharse. 

—Hermanita sal de ahí dijo con su voz temblorosa.

—Corre, corre, sal de aquí…

Pasó más de media hora y  por el camino cruzaron los padres de los niños, observaron el zapato de Jhon y la Zapatilla de Diana a la orilla de la quebrada , el padre se agachó y dijo

—¡Qué hacen estos zapatos aquí? ¿Y porque uno solo de cada uno? 

La mamá se preocupo y dijo:

—¿Pero porque sólo los izquierdos? ¿Dónde esta su compañero? Empezaron a llamarlos y nadie contestó, se dirijieron rápidamente a la casona encontrando al fondo del patio un lindo pesebre muy grande con musgos y plantas muy bonitas, arreglos navideños, un arbolito con regalos para sus padres, unas zapatillas nuevas como las que quería Diana, un camióncito como lo quería Jhon y  el otro zapato de cada uno de ellos. 


Angustiados empezaron a llamarlos, sin respuesta alguna , salieron a buscarlos pero no los encontraron, preguntaron a los vecinos y no daban razón. En la quebrada se reunieron varios allegados como a las nueve de la noche y no los encontraron tampoco, pasaron así  varios días sin saber nada de ellos. 


Desde ahí el pesebre siempre aparece hecho en el patio de la casana todos los años y a la orilla del árbol, al lado de los regalos unos zapaticos del lado derecho de niños que no se sabe quienes eran sus dueños y la pregunta que todos se hacen es, ¿quién había hecho ese lindo pesebre y qué había pasado con los hermanitos? 


Autor 

William Martínez "el gato" 

Bogotá (Colombia) 


Diciembre 15 del 2021


Este cuento obtuvo el primer lugar del concurso.




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2 comentarios:

KIDIA dijo...

Felicitaciones, está buena la historia, como rl inicio de una leyenda. 👏

Unknown dijo...

Mi vito es por el pesebre más lindo del mundo

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