Perros de montaña



Texto de Iván Bathysta. Imagen de Pinterest.

La vieja mina descansa a la mitad de la gran montaña oeste. El sol cae tras el complejo iluminando la mirada del viejo Bertón que observaba el ingreso a la mina con desprecio. Hace años él trabajaba allí. Pero todo cambió durante una víspera de navidad cuando su esposa, Raquel, decidió sorprenderlo en el trabajo con un postre y la noticia de que serían padres. Ese día, Raquel se quedó en la entrada, compartiendo su entusiasmo con los custodios antes de que la mina escupiera a los trabajadores. En esos momentos, Bertón estaba a cientos de metros bajo la montaña. Raquel nunca imaginó que estaba a punto de presenciar un derrumbe. El suelo tembló, los mineros corrían fuera de la mina y otros entraban para ayudar. Entre los heroicos estaba Raquel. En medio de la desesperación, ella decidió quitarse sus zapatos y entrar a la montaña para buscar a su esposo. Bertón estaba a salvo y rumbo a la superficie a través de una salida lateral. Raquel no tenía cómo saberlo, tampoco sospechaba que un segundo derrumbe haría de ese lugar un altar para que su viudo venga a lamentarse… 

Bertón se reportó con las autoridades y recibió la noticia de que su esposa estaba dentro. La reacción del hombre fue salir corriendo hacia la mina, pero la montaña rugió y escupiendo una nube de polvo cerró con rocas y tierra la entrada. La cordura de Bertón desapareció al hablar con el guardia y enterarse de lo que su esposa venía a decirle. 

El tiempo pasó, pero el recuerdo de aquel desastre seguía vigente en la mente de Bertón. Él culpaba a los directivos, reclamaba que nunca se hicieron los mantenimientos. Los directivos, aprovechándose de la ignorancia del pueblo, le echaban la culpa a una entidad maligna que protegía la montaña. 

A veinte años del derrumbe, en plena época navideña, algo extraño comenzó a suceder en el pueblo. Un niño desapareció y un perro negro apareció en su casa. Un segundo niño desapareció durante una tarde y por la noche un perro llegó a su puerta. El tercer niño jugaba en el patio trasero, pero en la tarde solo había un negro y dócil can a los pies de su columpio. El cuarto niño volvía de la panadería con una bolsa de papel. Nadie hubiese imaginado que nunca volverían a ver al pequeño y que un robusto perro deambularía con una bolsa de papel en su collar. 

No parecía haber explicación para las desapariciones. Todos contemplaban cómo los perros jugaban y corrían, como si las almas de los niños desaparecidos hubieran decidido usar los cuerpos de los canes para corretear. 

Las madres se encerraron con sus pequeños. Las calles quedaron desoladas, solo habían perros completamente negros y malnutridos deambulando. Las noches dejaron de ser tranquilas y empezaron a ser una sinfonía de aullidos. 

Casi todos los hombres del pueblo trabajaban en la mina, pero con la situación la mayoría dejó de ir. Tenían miedo de que algo ocurriera con sus niños. 

Bertón bajó de su casa en la colina el mismo día en que el perro número 120 llegó. Él dijo que la solución era llevar ofrendas y velas a la mina durante la luna nueva, pero que debían hacerlo las mujeres y niños. Así dejarían de haber desapariciones. Las palabras de Bertón circularon por todos los hogares. A medida que los niños desaparecían la desesperación hacía de aquellas palabras algo esperanzador y mejor que solo ver a los perros llegar. 

Cuando el hijo del alcalde desapareció y un perro llegó a acostarse en las puertas de la alcaldía, la decisión fue firme. La siguiente luna nueva todas las mujeres y niños debían ir a la mina con ofrendas y velas. Para dar seguridad a las mujeres y niños, el alcalde y el jefe de policía decidieron acompañar todo el ritual. Esto último a petición de los hombres que se quedarían en la base de la montaña.

Cerca de la medianoche y con la luna nueva en lo alto, todos se reunieron a los pies de la montaña y poco a poco las mujeres y niños subieron descalzos hasta la entrada de la mina. El alcalde dijo que irían hasta el punto del último derrumbe y allí dejarían las ofrendas y velas. 

Pasaron cerca de cuarenta minutos hasta que llegaron a la entrada y otros treinta desde que entraron. Los hombres observaban impacientes la entrada. Y sin aviso, el suelo empezó a temblar y un enorme estruendo salió por la entrada. Restos de madera en llamas salieron volando tras una llamarada, los arbustos a los lados de la montaña empezaron a arder. Llanto y gritos resonaban en la base de la montaña. Nada había que hacer, un centenar de almas fueron arrancadas de esta tierra y sus cuerpos sepultados bajo una montaña. Bertón observaba por su ventana la escena, su mirada ahora se veía iluminada por las llamas en el ingreso a la mina, en su casa resonaba una tenue risa entre dientes. Él sabía que las mujeres desconocían que una mina sin actividad es una bomba de tiempo por la acumulación de gases, también tenía conocimiento de que las autoridades no hacían el mantenimiento estructural y que cualquier mínima explosión que produjeran las velas causaría que todo el complejo se venga abajo. 

Es probable que su risa sea por imaginar el espanto de las mujeres al llegar al punto del último derrumbe y encontrarse con los cuerpos de todos los niños desaparecidos. Bertón los raptaba y asesinaba para luego liberar un perro negro que compraba en otros poblados. En un principio los cuerpos estaban escondidos en su propia propiedad, pero luego cuando dejaron de trabajar en la mina vio en ella una enorme bodega. 

El pueblo quedó trastornado y poco a poco todos abandonaron el lugar, dejando atrás la mina, los perros, a Bertón y deseando que los próximos en desaparecer sean sus recuerdos, siempre y cuando no haya un perro merodeando…


Iván Bathysta


Este cuento fue ganador del segundo lugar en el concurso.




Tal vez te interese leer:

Una navidad diferente (Autora Sara Lena)


Los cuentos preseleccionados para el concurso son los siguientes:



Sobre el autor:
Iván Bathysta: amante de la filosofía, la ciencia y el mate. Desde Argentina al mundo… una pluma crítica, sarcástica, polémica y rebelde. Creador de contenido para la divulgación científica y filosófica en medios digitales.



6 comentarios:

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Me ha parecido un cuento impactante, con mucha intriga y además aterrador, al conocer finalmente lo que el protagonista haces para vengar la vida de su esposa e hijo llevando otras vidas a las faces de la muerte.
Felicitaciones y un millar de bendiciones. 👌🤗🙏🙏🙏

Marisela dijo...

¡Felicidades! Muy interesante su cuento...👏👏👏

B.K dijo...

Admito que me gusta el hecho el terror venga de perros en un principio. Por ahí pensé que me hubiese gustado mas que sea algo sobrenatural, pero con el final quede conforme. Muy bueno.

Unknown dijo...

Uno de los mejores cuentos que he leido este año. Simplemente hermoso

Unknown dijo...

Cuando leí el cuento me sentí extraña, cómo si todo fuera familiar o me lo estuviera contado alguien cercano a mí. Luego me di cuenta que el autor es la persona que me dió toda la motivación para estudiar filosofía y ciencias. Ame el cuento desde el principio y cuando ví quien lo escribió me di cuenta que este sería mi cuento favorito del año. Es casi imposible que Iván me responda, pero gracias por tanto, maestro. Todos esperamos verlo pronto.

Iván Bathysta dijo...

¡Hey?, ¿Cómo estás? Qué gusto que te haya gustado el cuento. GRACIAS por estar aquí, por dedicar un comentario tan bello y tan reconfortante. Qué sientas interés por la ciencia y la filosofía, quizás por alguna influencia mía, basta para hacer que este año haya sido un gran año. Qué mas decirte... Estudia, diviértete, abraza tu curiosidad, estudia el cosmos y sueña en grande. Te envío un enorme abrazo, Iván. Qué la masa por aceleración te acompañe...

Entrada destacada

Sara Lena Tenorio

Mi nombre es Sara Lena, nací un día de primavera en la ciudad de México, soy autora de dos libros que forman una saga que, aunque ya está p...