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VAMPIRISMO SIN FANTASÍA (ARTÍCULO)

 

El título de este artículo puede parecer una contradicción, puesto que el vampirismo se considera uno de los temas básicos del género fantástico. De hecho, es habitual que las historias de vampiros, siguiendo el modelo establecido por Polidori en “El vampiro” y seguido por Bram Stoker en “Drácula”, incluyan elementos fantásticos de origen sobrenatural, aunque en algunos casos pueden acercarse a la ciencia-ficción (en “Soy leyenda”, de Richard Matheson, los vampiros no son fantasmas ni muertos vivientes, sino las víctimas de una pandemia apocalíptica). Sin embargo, aquí vamos a presentar algunas historias de vampiros en las cuales no intervienen elementos fantásticos ni de ciencia-ficción (advertimos que en algunos casos resulta inevitable contar sus desenlaces).

En “Vampirismus”, de E. T. A. Hoffmann, aparece una mujer vampiro que, en vez de chupar la sangre de los vivos, va por las noches al cementerio, donde profana las tumbas para devorar la carne de los muertos (más que un vampiro propiamente dicho, parece un “gul” o demonio necrófago de las leyendas árabes). Pero, dejando aparte sus hábitos alimenticios y su vida nocturna, no parece tener ninguno de los poderes sobrenaturales normalmente atribuidos a los vampiros, además de que es una mujer viva y no una muerta viviente.
“Berenice”, de Edgar Allan Poe, incluye algunos elementos típicos de la literatura vampírica (la persona aparentemente muerta que revive en la tumba, la necrofilia…), pero en este relato no sucede nada sobrenatural, siendo el terror de carácter puramente psicológico. La “resurrección” de Berenice en su tumba se explica porque, en realidad, ella nunca había estado muerta, simplemente había sufrido un ataque de catalepsia.

El relato “Olalla”, de Robert Louis Stevenson, está ambientado en la España rural durante la época de las guerras napoleónicas. El protagonista-narrador es un oficial británico que se hospeda en la casa de unos hidalgos empobrecidos. Allí se enamora de la hermosa Olalla, pero luego descubre que todos los miembros de su familia están, en mayor o menor medida, sometidos a una extraña enfermedad genética, provocada por largos siglos de aislamiento y endogamia. A causa de esta dolencia, la madre de Olalla pierde la razón cuando ve sangre y se convierte en una especie de vampiro, llegando a atacar al oficial cuando este se hace una pequeña herida en el brazo. Los campesinos supersticiosos consideran que la familia está maldita, pero el relato sugiere que, en realidad, la “maldición” tiene unas causas puramente biológicas, sin ninguna relación con lo sobrenatural.

“El Horla”, de Guy de Maupassant, parece un típico relato de terror fantástico y ciencia-ficción, con un ser invisible, quizás procedente del espacio exterior, que absorbe la energía física y mental de sus víctimas. Pero en el relato existe cierta ambigüedad, que nos permite interpretarlo en un sentido realista: quizás el Horla no es más que una alucinación provocada por la enfermedad mental que sufre el narrador de la historia (curiosamente, parece ser que el propio Maupassant sufrió un trastorno semejante durante sus últimos años de vida).

“El almohadón de pluma”, del uruguayo Horacio Quiroga, se aleja de la típica literatura vampírica, pues el monstruo que absorbe la sangre de su víctima hasta matarla no es ningún fantasma, sino un parásito que se oculta en su cama: sin duda, es algo difícil de creer, pero no sobrenatural. Y tampoco podemos decir que el cuento de Quiroga se aleje mucho de la realidad: en aquellos tiempos era frecuente que las personas enfermaran y murieran por culpa de los ácaros que vivían en sus lechos.

Finalmente, el manga y anime “Hitsuji no Uta”, de Kei Toume, presenta una historia semejante a la de “Olalla”, pero ambientada en el Japón actual y con preponderancia de lo dramático sobre lo terrorífico. Los protagonistas son dos hermanos sometidos a una extraña enfermedad genética, que les provoca una irresistible sed de sangre. La historia no es abiertamente macabra y se centra en lo psicológico, con algunas pinceladas de romanticismo trágico. En todo caso, resulta encomiable que sepa tratar temas escabrosos (como el incesto, el suicidio o los traumas infantiles) sin caer en un "fan-service" de mal gusto, que tanto abunda últimamente en las producciones japonesas.

Texto: Javier Fontenla.  Imagen: Pixabay.

 


LAS BRUJAS EN LA LITERATURA

 

Texto de Francisco Javier Fontenla, imagen de Pixabay.

Aunque la bruja es un personaje legendario que todos conocemos desde nuestra primera infancia, su origen está envuelto en el mayor de los misterios. En realidad, ni siquiera podemos afirmar que el aquelarre y el culto al Diablo hayan existido nunca, pues las desdichadas mujeres acusadas de brujería eran capaces de confesar cualquier cosa para librarse de la tortura, aun cuando la confesión podía acarrearles la muerte. Aquí solo vamos a tratar el tema desde un punto de vista estrictamente literario.

Posiblemente en el mito de la brujería confluyen dos factores contrapuestos: por un lado, la presunta sacralización de la mujer-sacerdotisa en los cultos paganos; por otro, su más que presunta demonización por parte de las religiones monoteístas. Como consecuencia inevitable de esa doble influencia, las brujas literarias responden a distintos arquetipos, muy diferentes entre sí e incluso antagónicos.

Tenemos en primer lugar el arquetipo de la bruja buena y sabia, heredera directa de las antiguas sacerdotisas paganas, que aparece en las leyendas europeas y en los cuentos tradicionales bajo la denominación de “maga” o de “hada madrina” (muy diferente de las verdaderas hadas, más interesadas en robar niños que en ayudar a las personas necesitadas). En otras historias más modernas la bruja buena aparece como tal y no disfrazada de “hada” (estoy pensando en las entrañables Flora y Schierke, personajes del conocido manga “Berserk”, obra del recientemente fallecido autor japonés Kentaro Miura).

Luego tenemos a la bruja fea y malvada, que vive con su gato negro en una cabaña del bosque y cuyos hábitos incluyen lindezas como preparar pócimas infernales, devorar niños, volar al aquelarre en una escoba y hechizar a las princesas. Este es el arquetipo más frecuente en los cuentos tradicionales (pensemos en la perversa anfitriona de Hansel y Gretel o en Baba Yaga, la bruja del folclore ruso, que vive en una cabaña con patas de gallo y que para volar utiliza un mortero en lugar de una escoba). Estas hechiceras poco agraciadas ya aparecen en obras clásicas de la literatura latina, como la “Farsalia” de Lucano o “El asno de oro” de Lucio Apuleyo, lo cual demuestra que son personajes anteriores al cristianismo y que ya eran temidas por los antiguos paganos. En algunas leyendas reciben rasgos propios de los vampiros o de los licántropos, pues chupan la sangre de los niños, devoran cadáveres o se convierten en animales untándose el cuerpo con una pócima suministrada por el Diablo. Por ejemplo, en un cuento del escritor español Gustavo Adolfo Bécquer varias brujas se convierten en gatos para entrar en una casa a través de la chimenea. Otros autores importantes que las han hecho aparecer en sus obras son William Shakespeare (en su tragedia “Macbeth”) y Miguel de Cervantes (en su novela corta “El coloquio de los perros”, aunque el escritor español trata a sus brujas con cierto escepticismo y sin atribuirles verdaderos poderes sobrenaturales).

Un término medio entre ambos arquetipos es la hechicera hermosa y malvada, que posee una gran sabiduría y una irresistible capacidad de seducción, pero también un corazón sumamente frío y cruel (sin embargo, en algunos casos su aparente malicia también puede interpretarse como un mecanismo de defensa frente a los abusos de la sociedad patriarcal). Estas hechiceras ya aparecen en la mitología griega (recordemos a Medea y a Circe), reaparecen en la literatura fantástica del siglo XIX (la Ligeia de Poe, sin ser una bruja propiamente dicha, se parece mucho a ellas en su misteriosa sabiduría) y su influjo se deja ver en algunas historias de la literatura “pulp” estadounidense, especialmente dentro del género de “espada y brujería” (Conan el Bárbaro se encuentra con una hermosa hechicera inmortal en “Clavos rojos”, último relato escrito por Robert E. Howard antes de su suicidio). En algunos casos este arquetipo se mezcla con el anterior (por ejemplo, en la historia de Blancanieves o en la película “La bruja”, dirigida por Robert Eggers y protagonizada por Anya Taylor-Joy).

VAMPIRAS

 

Texto de Francisco JavierFontenla, imagen de Pixabay.

Antes de nada, un pequeño apunte lingüístico. Cuando yo estaba en la escuela (allá por la Prehistoria), se consideraba que el femenino oficial de “vampiro” era “vampiresa”, pero actualmente la RAE acepta y recomienda el uso de “vampira”, quedando el término “vampiresa” para referirse a las típicas y tópicas mujeres fatales del cine.

Seguramente la historia del vampirismo comienza con la leyenda de Lilith, la primera mujer de Adán según ciertas tradiciones hebreas (su nombre también es mencionado en el Libro de Isaías). Por lo visto, Lilith salió algo rebelde y se unió a los demonios (tras su "divorcio" Dios tuvo que crear a Eva, para que Adán no se quedara soltero). Lilith chupaba la sangre de los niños y también la de los hombres que conseguía seducir con su eterna belleza. En ocasiones entraba en los dormitorios de las parejas que hacían el amor durante la noche, para robar el esperma que quedaba entre las ropas de la cama y hacer con él espíritus impuros, semejantes a los íncubos y súcubos de la Europa medieval. Lilith reaparece en varias obras literarias, entre ellas el Fausto de Goethe.

Los antiguos griegos creían en las empusas, monstruos femeninos que adoptaban la apariencia de mujeres hermosas para seducir a los incautos, con el propósito de chuparles la sangre mientras dormían. Era posible reconocer a una empusa porque tenía pies de cabra, pero sus amantes solían fijarse en otras partes de su anatomía, de modo que no descubrían el engaño hasta que era demasiado tarde.

Lamia fue convertida en serpiente por la maldición de Hera, después de haber mantenido relaciones amorosas con Zeus. Pero podía adoptar una apariencia agradable, que aprovechaba para seducir a los hombres y matarlos, igual que hacían las empusas. En cierta ocasión conoció a un filósofo griego llamado Menipo, que se enamoró de ella. Pero Apolonio de Tiana, maestro y amigo de Menipo, desconfiaba de aquella misteriosa mujer. Cuando se celebró el banquete nupcial, Apolonio acudió como invitado y reveló la naturaleza demoníaca de Lamia. Según una tradición recogida por el escritor Filóstrato, le dijo a Menipo las siguientes palabras: “estás abrazando a una serpiente”. Entonces Lamia, sabiendo que no podía engañar a un hombre tan sabio como Apolonio, desapareció para siempre. Su leyenda inspiró a grandes poetas, como Goethe y John Keats.

Los romanos creían que ciertas brujas (las “striges”) podían adoptar la forma de lechuzas o comadrejas para entrar en las casas y chuparles la sangre a los niños. Esa leyenda pervivió hasta tiempos relativamente recientes en las “meigas chuchonas” gallegas y en las guaxas o guajonas del norte de España.

Estas viejas leyendas, unidas a la figura real de la asesina húngara Elizabeth Báthory, dieron lugar a buena parte da literatura vampírica que floreció en Europa durante el siglo XIX, coincidiendo con el movimiento romántico y con el decadentismo. Este subgénero nace con dos obras de poesía narrativa donde aparecen vampiras: La novia de Corinto de Goethe y Christabel de Samuel Taylor Coleridge. Luego vinieron Lamia de Keats, Vampirismus de Hoffmann, La muerta enamorada de Gautier, Carmilla de Le Fanu, Las flores del mal de Baudelaire, Thanatopía de Rubén Darío y Drácula, la célebre novela de Bram Stoker, donde Jonathan Harker se encuentra con tres sensuales vampiras. Todas estas hijas de la noche son hermosas y saben seducir a los hombres antes de dejarlos sin sangre, igual que hacían las lamias y empusas de la mitología clásica. Un caso particular es el de Carmilla, que muestra claras tendencias lésbicas, motivo por el cual ciertas adaptaciones de la novela no pudieron estrenarse en España, tras haber sido vetadas por la censura franquista. Carmilla reaparece en obras de ficción modernas, como Vampire Hunter D: Bloodlust o Castlevania.

Para terminar este artículo, no podemos olvidar El legado, la gran novela de Sara Lena Jiménez Tenorio, que nos cuenta, entre otras muchas cosas, la historia de Elizabeth Báthory, quien quizás todavía nos acecha desde las sombras.

OMNE TRINUM EST PERFECTUM

 

Decían los antiguos que “omne trinum est perfectum”, es decir, que todo lo articulado en tres partes presenta una forma perfecta. Naturalmente, este dicho, influido por el pitagorismo y por la doctrina cristiana de la Santísima Trinidad, es discutible, pero lo cierto es que muchos escritores, deliberadamente o no, lo han aplicado a la estructura de sus obras. Y el Frankenstein de Mary Shelley no es una excepción, si nos fijamos en ciertos aspectos de la novela:

a) Presenta tres personajes principales, que en alguna ocasión también ejercen de narradores: el capitán Walton, Víctor y la criatura sin nombre. La narración de Walton contiene la de Víctor, que a su vez contiene la de la criatura, como si de muñecas rusas se tratara. Además, entre estos personajes existen muchas semejanzas: los tres se dejan llevar por sus pasiones, intentan alcanzar lo imposible y fracasan en el intento.

b) La narración puede dividirse en tres partes, que además forman una especie de triángulo inscrito en una circunferencia: inicio (las aventuras del capitán Walton en el Ártico), nudo (las aventuras, o mejor dicho desventuras, de Víctor y de su criatura) y desenlace (retorno al espacio inicial, el Polo Norte y el barco del capitán Walton, con lo cual culmina el triángulo y se cierra el círculo).

c) El monstruo comete tres grandes crímenes (los asesinatos de William, Henry y Elizabeth), tras cada uno de los cuales Víctor emprende un viaje (a las cumbres de los Alpes, a Irlanda y a Siberia).

d) Tres personajes femeninos mueren injustamente: primero Justine, luego la criatura hembra y finalmente Elizabeth.

Como conclusión, hay muchos motivos por los cuales Frankenstein puede considerarse una novela perfecta. Y, desde el punto de vista esotérico, el uso (consciente o inconsciente) de la estructura trinitaria es uno de ellos.

Por supuesto, hay muchas más obras literarias que recurren a una estructura trinitaria, especialmente La divina comedia y El señor de los anillos, además de Los tres mosqueteros (todos sabemos que los tres mosqueteros, en realidad, eran cuatro, pero sí fueron tres los libros que les dedicó Alejandro Dumas: Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne, que en sus versiones cinematográficas suele titularse El hombre de la máscara de hierro). Virgilio, el poeta romano al que se le atribuye la frase latina que encabeza este artículo, escribió precisamente tres grandes obras: las Églogas, las Bucólicas y la Eneida (por otra parte, este último poema forma una trilogía temática con la Ilíada y la Odisea de Homero, al narrar la historia de los troyanos que consiguieron huir de su ciudad natal, después de que esta fuera arrasada por los griegos). 

Dentro de la literatura fantástica y de misterio, podemos recordar las tres historias que Poe le dedicó a su único personaje recurrente, el caballero detective Augusto Dupin, mientras que relatos tan conocidos como El espejo y la máscara de Borges, La pata de mono de W. W. Jacobs, La llamada de Cthulhu de Lovecraft, Los ojos verdes de Bécquer o Un escándalo en Bohemia de Conan Doyle se dividen en tres partes. Cuestiones estructurales aparte, el número tres abunda en los cuentos tradicionales (los tres deseos que concede el genio, las tres pruebas o los tres acertijos que debe superar el héroe, los tres cerditos, los tres ositos...), pero también aparece en obras tan futuristas como las de Isaac Asimov, con sus famosas "tres leyes robóticas", y en esa versión siniestra de los cuentos de hadas que es Los tres impostores de Arthur Machen. 

Dado que hemos empezado este artículo hablando de Frankenstein, lo terminaremos comentando el papel del número tres en Drácula, la otra obra clásica del género fantástico. Aunque la famosa novela de Bram Stoker incluye muchos episodios, su historia puede dividirse en tres arcos argumentales (la estancia de Jonathan Harker en el castillo de Transilvania, la historia de Lucy Westenra y la persecución contra Drácula, dirigida por Van Helsing y con Mina Harker como personaje principal). Además, el número tres parece ser el predilecto de Drácula, quien tiene tres amantes en su castillo y se busca otras tres en Inglaterra. Me refiero a Lucy, a Mina y a cierta misteriosa chica, de la cual solo sabemos que el conde la estaba observando con atención (y probablemente con malas intenciones) cuando los Harker volvieron a Gran Bretaña. Pero también la dulce e inocente Lucy parece ser partidaria de las relaciones poliamorosas y del número tres, pues tiene ese mismo número de pretendientes y se lamenta de no poder casarse con todos ellos, aunque, como buena dama victoriana, finalmente se quedará con el más “honorable” y enviará a los otros dos a la “friendzone” (otra cosa es que su historia de amor con Arthur no esté destinada a terminar de la mejor forma posible, pero esa es otra historia).

Texto de Javier Fontenla, imagen de Pixabay.

EXPERIENCIAS INQUIETANTES DE ESCRITORES

 

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Ninfas y sátiro, de William-Adolphe Bouguereau (fuente: Wikimedia Commons).

Es sabido que leer o escribir cuentos fantásticos no implica necesariamente creer en lo sobrenatural. Resulta significativo que la literatura de terror naciera a finales del siglo XVIII, precisamente cuando el pensamiento racionalista vivía una época de auge. Aquellos escépticos lectores y escritores de novela gótica, con toda seguridad, hubieran podido adoptar como lema esta famosa frase de Madame du Deffand: “yo no creo en fantasmas, pero les tengo miedo”. Desde entonces ha habido posturas muy diferentes entre los artífices de fantasías literarias, desde las creencias espiritistas de Conan Doyle hasta el materialismo científico de Lovecraft, pasando por el catolicismo de Tolkien. Pero, dejando aparte sus creencias o increencias, algunos de esos autores nos han legado relatos verídicos de experiencias personales, que, si bien admiten una explicación racional (sugestión, alucinaciones, etc.), pueden considerarse turbadoras. Para este artículo he seleccionado tres de esas experiencias: una de Algernon Blackwood (el hecho verídico que inspiró su cuento de fantasmas La casa vacía), otra de Lovecraft (una experiencia infantil que contrasta con el ateísmo de su edad adulta) y finalmente una tercera de Robert Ervin Howard (relativa a la génesis de Conan el Bárbaro). Que cada lector extraiga sus propias conclusiones al respecto.

Permanecí en vela para ver un fantasma, con una mujer a mi lado cuyo rostro arrugado se estiró de repente como la cara de un niño, asustándome más que el espectro que nunca llegué a ver en realidad.

Algernon Blackwood, cita extraída de un artículo de Eldiario.es.

A los siete u ocho años yo era un auténtico pagano, tan embriagado con la belleza de Grecia que alcancé una semicreencia en los viejos dioses y los espíritus naturales. Llegué a construir literalmente, altares a Pan, Apolo y Atenea, y a vigilar los bosques y los campos en el atardecer con la esperanza de sorprender a las dríadas y a los sátiros. Una vez creí firmemente haber sorprendido a una especie de criaturas selváticas, danzando bajo los robles otoñales; una especie de «experiencia religiosa», tan auténtica en su género como los éxtasis subjetivos de un cristiano. Si un cristiano me dice que ha «sentido» la realidad de su Jesús o Yahvé, puedo contestarle que yo he VISTO al Pan de pezuñas hendidas y a los hermanos de la hespérica Phäethusa.

H. P. Lovecraft, cita extraída de la página web El hombre aproximativo.

Si bien no llegó tan lejos como para creer que los relatos están inspirados por espíritus o poderes ocultos (aunque me opongo a negar nada categóricamente), en ocasiones me he preguntado si es posible que ciertas fuerzas desconocidas del pasado o del presente —o incluso del futuro— actúen a través del pensamiento y de los actos de hombres vivos. Esto se me ocurrió especialmente mientras escribía las primeras historias de la serie de Conan. Recuerdo que no se me había ocurrido ninguna idea en varios meses y me sentía absolutamente incapaz de escribir algo publicable. Entonces dio la impresión de que de repente ese Conan empezaba a crecer en mi cabeza sin grandes esfuerzos por mi parte, e inmediatamente comenzó a fluir un aluvión de relatos de mi pluma —o, mejor dicho, de mi máquina de escribir— casi sin dificultad. No tenía la sensación de estar creando, sino de estar contando cosas que habían ocurrido. Un episodio sucedía a otro con tal rapidez que apenas podía mantener el ritmo. Durante varias semanas no hice más que escribir las aventuras de Conan. El personaje tomó plena posesión de mi mente y no me permitió hacer otra cosa que escribir su historia. Cuando intenté deliberadamente escribir sobre otros temas, no pude hacerlo. No pretendo dar a esto una explicación esotérica o secreta, sino que me limito a los hechos. Hasta el día de hoy sigo escribiendo los relatos de Conan con más energía y lucidez que los de mis otros personajes. Pero probablemente llegue el momento en que de pronto me sienta incapaz de escribir de manera convincente acerca de Conan. Esto ha ocurrido anteriormente con casi todos mis personajes; de repente me siento incapaz de concebir una sola idea, como si aquel hombre hubiera estado agazapado detrás de mí guiándome en el trabajo y de improviso se diera media vuelta y se marchara, dejándome solo en busca de otro personaje.

Robert Ervin Howard, cita extraída de una carta de Howard a C. A. Smith, publicada por Sprague de Camp en el prólogo de Conan. Traducción extraída de Lectulandia.


TRES OBRAS MAESTRAS DEL TERROR

 


Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

El escritor estadounidense Robert E. Howard es recordado por ser el creador del género de espada y brujería, pero también fue un importante autor de cuentos macabros. En Los hijos de la noche, uno de sus cuentos de terror más conocidos, aparece un tal Conrad, un intelectual enamorado de lo extraño y paranormal, en cuya nutrida biblioteca figuran grimorios prohibidos y los grandes clásicos de la literatura macabra.

En una de las primeras páginas del relato Conrad menciona sus tres obras favoritas del género, que con toda seguridad también eran las predilectas del propio Howard. Independientemente de que podamos tener otras preferencias, resulta interesante conocer esas tres obras maestras del terror.

La más conocida es La caída de la Casa Usher, una novela corta escrita por el insigne Edgar Allan Poe. El narrador de la historia visita la siniestra mansión mencionada en el título para pasar unos días con Roderick Usher, un amigo de la infancia que vive atormentado por un extraño trastorno y, sobre todo, por la enfermedad de su hermana Madeline. La situación del desdichado Roderick ya parece bastante mala, pero quizás las cosas sean aún peores de lo que parecen. Esta historia, además de terrorífica, es tan triste y oscura que algunos han interpretado la Casa Usher no como un edificio real, sino como una imagen simbólica de la depresión (al menos eso es lo que les enseña Adrien Brody a sus alumnos -y de paso a nosotros- en la película El profesor).

El sello negro es un episodio de la novela Los tres impostores, obra del galés Arthur Machen, pero puede considerarse un relato en sí mismo. La narradora se presenta como una joven institutriz, encargada de educar a los hijos del sabio profesor Gregg. Este, tras realizar una concienzuda investigación secreta, viaja a las agrestes colinas del País de Gales, donde confirma sus teorías sobre la existencia de una raza humana prehistórica, físicamente degenerada tras largos siglos de aislamiento y endogamia. El monstruoso aspecto de esos seres y sus repulsivos rituales nocturnos, muy semejantes a cultos satánicos, habrían dado lugar a las viejas leyendas sobre duendes, aquelarres y demonios que copulaban con las brujas. Pero el verdadero motivo de terror es la posibilidad de que esos extraños humanoides todavía no hayan desaparecido.

La llamada de Cthulhu, una de las principales obras de H. P. Lovecraft, presenta un argumento semejante: el narrador es un erudito estadounidense, que, mientras investiga la misteriosa muerte de su tío, descubre un culto primitivo dedicado al siniestro dios Cthulhu… para posteriormente descubrir otras cosas aún más terroríficas. Curiosamente, Lovecraft era amigo de Howard y también tenía en gran estima los dos relatos anteriores. De hecho, entre ambos autores hubo influencias mutuas. En las aventuras del guerrero picto Bram Mak Morn, uno de los principales héroes "howardianos", aparecen monstruos vinculados a la mitología de Cthulhu, mientras que Lovecraft menciona en alguno de sus relatos Cultos sin nombre, un libro prohibido inventado por Howard. Por cierto, en las aventuras de Bram también aparecen unos horrendos seres subterráneos, muy semejantes a los humanoides mencionados en El sello negro de Machen.

Estas son las tres obras de terror que más les gustaban al gran maestro Howard y al sabio erudito Conrad. Por supuesto, se trata de opciones subjetivas, pero siempre merece la pena darles una oportunidad. Quién sabe si no podrías estar de acuerdo con ellos.

CUATRO LECTURAS OSCURAS

 

Texto: Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

Empezamos por los cuentos de Edgar Allan Poe, escritor estadounidense del siglo XIX, considerado por muchos el mayor maestro de la narrativa fantástica. Si osas penetrar en los oscuros mundos de Poe, debes andar con cuidado, pues te tambalearás sobre el estrecho hilo que separa la vida de la muerte (La caída de la casa Usher, Ligeia…), investigarás los casos criminales más inquietantes (El doble crimen de la Rue Morgue, El escarabajo de oro…), te dejarás arrastrar por el romanticismo más morboso (Berenice, Morella...), lucharás contra las fuerzas más terribles de la Naturaleza (Manuscrito hallado en una botella, La caja oblonga…) y también conocerás a los siniestras fantasmas que acechan en las profundidades del corazón humano (El gato negro, El corazón delator…). Hay muchas ediciones de los cuentos de Poe en todas las lenguas y, siendo textos de dominio público, resulta fácil encontrarlos en Internet, donde puedes leerlos de forma legal y gratuita (algunos puedes encontrarlos en publicaciones anteriores de este mismo blog).

Mucho antes de que Stephenie Meyer alcanzara la fama con Crepúsculo, ya había historias donde el amor romántico convivía en perfecta simbiosis con la fantasía oscura. Entre esas historias podemos destacar una novela corta titulada Olalla, obra de Robert Louis Stevenson, el mágico autor escocés que también nos contó las aventuras de Jim Hawkins y las desventuras del Doctor Jekyll. Olalla se ambienta en un lugar agreste de España en los tiempos de las guerras napoleónicas. Un oficial británico, convaleciente tras haber resultado herido en la lucha contra los franceses, se establece en el ruinoso caserón de una vieja familia hidalga, que la gente del lugar teme y rechaza a causa de ciertas leyendas ancestrales. El oficial se enamora de Olalla, la hermosa hija de la dueña del caserón, pero no tardará en descubrir que la familia de su amada esconde un terrible secreto. Esta es la premisa argumental de una historia al mismo tiempo turbadora y dramática, que quizás no sea especialmente terrorífica, pero que te acompañará durante toda la vida, como el recuerdo de un hermoso sueño que nunca se hizo realidad (por cierto, la inspiración de Olalla vino precisamente de una experiencia onírica).

Dentro de la narrativa gallega hay muchos cuentos que se aproximan al género fantástico, a menudo tomando como referente la tradición ancestral de raíces celtas o latinas. Dentro de esas obras mi preferida es Á lus do candil (A la luz del candil en castellano), del entrañable escritor lucense Ánxel Fole. La magia de Fole, cuyo estilo se aleja de todo cultismo retórico, está precisamente en su capacidad para reproducir, fielmente los códigos de la narración oral, la cual, a fin de cuentas, es la madre de toda verdadera literatura. Por lo demás, los cuentos de Fole están profundamente enraizados en la tierra gallega (concretamente en la “tierra brava” de la sierra del Courel) y en el patrimonio fantástico del pueblo galaico, con sus brujas, sus lobos, sus duendes y sus frías noches invernales, durante las cuales se oye el lamento de los muertos entre los aullidos del viento, así como la voz de los ancestros en los cuentos que susurran los ancianos al amor de la lumbre.

Vamos a finalizar con una obra más moderna: Death Note, “manga” japonés creado por un misterioso autor que se hace llamar Tsugumi Ohba (tan misterioso que nadie conoce su verdadero nombre, su rostro y su sexo). Esta historia, a medio camino entre la fantasía oscura y la intriga policial, se basa en la leyenda japonesa de los shinigami o dioses del Más Allá, pero también en el mito de Fausto, el hombre que le vendió su alma al Diablo para hacer realidad sus deseos. El protagonista es Light Yagami, un joven estudiante muy inteligente pero poco sensible, que un buen día (lo de “bueno” es por decir algo) encuentra la libreta de un shinigami. No tarda en descubrir que esa libreta es mágica: basta con escribir en ella el nombre de una persona para que esta muera casi de inmediato. Entonces Light decide emplear el poder de la libreta, en principio para “limpiar” el mundo de criminales y malas personas, pero, como pasa siempre, la sensación de poder y la falta de empatía acaban convirtiendo a Light en un asesino mucho peor que sus víctimas. Su principal contrincante será L, un misterioso detective de inteligencia casi sobrehumana. Así comenzará un terrible enfrentamiento entre dos mentes frías e implacables, con la sangre y la muerte trágica como principales ingredientes.

Dedicado a Carlos Miranda.


FALSAS CREENCIAS SOBRE LA MITOLOGÍA CLÁSICA

 

Texto: Javier Fontenla. Fuente de imagen: Pixabay.

Mito 1: Las sirenas eran hermosas mujeres submarinas con cola de pez.

En realidad, la imagen de las sirenas que todos conocemos -hermosa mujer con cola de pez- es relativamente moderna, pues en la mitología griega se describen como aves con cabeza de mujer (y, por supuesto, no viven en el fondo del mar, donde sus alas les resultarían inútiles, sino en las rocas de ciertas islas salvajes). La sirena pisciforme probablemente surgió tras el encuentro entre un manatí y un marinero con demasiada imaginación. Para que luego hablen de Disney…

Mito 2: Aquiles era invulnerable.

Se suele creer que el gran guerrero Aquiles era prácticamente indestructible, pues siendo niño su madre, la diosa Tetis, lo había sumergido en las aguas sagradas de la Estigia (desgraciadamente, lo había sujetado por el talón, de modo que esa parte de su anatomía siguió siendo vulnerable). Pero, en realidad, esa leyenda surgió en los últimos tiempos de la Antigüedad y es muy posterior a los poemas homéricos. En la Ilíada se dice que Aquiles es el más fuerte, rápido y valiente de los guerreros griegos, pero en ningún momento se menciona esa presunta invulnerabilidad, que, por otra parte, contradice la visión clásica del héroe como alguien que no teme desafiar a la Muerte (si el héroe fuera inmortal o invulnerable, ese desafío no existiría y, por tanto, sus hazañas carecerían de mérito). Por otra parte, tal como dice el propio Aquiles -o sea, Brad Pitt- en la película Troya, "si eso (que soy invulnerable) fuera cierto, no necesitaría armadura".

Mito 3: La historia de Ulises tiene un final feliz.

Ciertamente la parte de su historia que conocemos a través de la Odisea termina con un feliz reencuentro familiar, pero Homero no nos cuenta qué le pasa después. Según ciertas tradiciones, fue desterrado de Ítaca, como castigo por haber masacrado a los pretendientes de su esposa Penélope, y murió lejos de su querida isla natal. Dante también le atribuye un final trágico al héroe: según la Divina Comedia, naufragó mientras intentaba explorar el Atlántico y, para colmo de males, fue al Infierno como castigo por todos sus embustes. Tampoco faltan quienes dicen que Ulises acabó repudiando o incluso asesinando a la propia Penélope, como castigo por no haberle sido tan fiel como suele creerse. Según otra tradición, Teógono, hijo natural de Ulises y de la hechicera Circe, llegó a Ítaca en su busca, pero al encontrarlo lo mató por error. Posteriormente Teógono se casó con Penélope, su madrastra política, mientras que Telémaco, el hijo legítimo de Ulises y Penélope, se casó con Circe, madre de su hermanastro (para que luego hablen de las telenovelas...). 

Mito 4: La historia de Jasón y Medea tiene un final feliz.

Después de un largo y peligroso viaje, Jasón consiguió robar el Vellocino de Oro con la ayuda de su amante, la hechicera Medea. Una vez obtenida aquella valiosa reliquia, volvió a Grecia, para recuperar el trono que su malvado tío Pelías le había arrebatado siendo niño (una vez más intervino Medea, quien acabó con el usurpador haciendo que sus propias hijas lo descuartizaran). Pero la cosa no terminó ahí: Jasón y Medea habían tenido dos hijos, pero, cuando ella dejó de resultarle útil, él decidió repudiarla para casarse con la princesa Creúsa, quien le proporcionaría un matrimonio mucho más ventajoso. Entonces Medea, furiosa a causa de los celos, asesinó a Creúsa con una túnica envenenada y mató a sus propios hijos, para luego huir en un carruaje arrastrado por serpientes voladoras, dejando a Jasón hundido en la desesperación.

Mito 5: La historia de Hércules tiene un final feliz.

Hércules consiguió superar exitosamente las doce pruebas que le había encomendado Euristeo como medio para expiar sus pecados. Pero la cosa no termina ahí: una vez realizadas sus hazañas, Hércules se enamoró de la princesa Deyanira, pero el centauro Neso también se fijó en ella e intentó raptarla para violarla. Entonces Hércules mató al centauro, usando como arma una flecha envenenada con la sangre de la Hidra de Lerna. El moribundo Neso le dijo a Deyanira que guardara algo de su propia sangre y que se la suministrara a Hércules como ungüento amoroso. Pasado el tiempo, Deyanira pensó que Hércules ya no la amaba tanto como antes y, para evitar que la abandonara, le regaló una túnica teñida con la sangre de Neso. Pero esta se había vuelto tan venenosa como la de la Hidra y abrasó el cuerpo de Hércules, proporcionándole al héroe una muerte lenta y dolorosa, así como una venganza póstuma al astuto Neso.

FALSAS CREENCIAS SOBRE ESPÍRITUS Y DUENDES

 

Texto: Fontenla. Imagen: La pesadilla de Fuseli (fuente: Wikimedia Commons.)

Evidentemente, desde un punto de vista racionalista todas las creencias referentes a duendes, fantasmas y demás habitantes del mundo invisible solo pueden ser falsas. Aquí solo vamos a hablar de algunas que también son discutibles para el folclore y la parapsicología.

I-¿Los fantasmas son eternos? No está tan claro. Según ciertos parapsicólogos ingleses, las sombras de los muertos parecen deteriorarse hasta desaparecer pasados cuatrocientos años (que, de todas formas, es una edad bastante respetable). Sin embargo, existen excepciones: en algunos lugares de Gran Bretaña se han visto espectros de legionarios romanos, cuya edad no puede ser inferior a quince siglos.

II-¿Los fantasmas siempre son espíritus o sombras de personas muertas? Es la creencia común, pero no es necesariamente así. Supuestamente en varias ocasiones se han visto fantasmas de personas que, en el momento de la aparición, aún estaban vivas y gozaban de buena salud. Es bien conocido el mito germano del “doble espectral”, cuando ves tu propio fantasma. Evidentemente, cuando lo ves aún estás vivo, pero quizás no por mucho tiempo, pues la aparición del doble se considera un presagio fúnebre.

III-¿Los demonios pueden predecir el futuro? Es cuestión de creencias: los brujos creen que sí (tal como puede verse en el Macbeth de Shakespeare) y la Iglesia Católica lo niega. Según la demonología cristiana, los ángeles caídos no poseen el don de la profecía ni tampoco pueden efectuar verdaderos milagros. Sin embargo, como son muy inteligentes, normalmente sus vaticinios para el futuro acaban haciéndose realidad. Eso no significa que profeticen: tú, con tu modesta inteligencia humana, también puedes ver nubes negras en el cielo y suponer acertadamente que va a llover, sin necesidad de poseer ningún don profético.

IV-¿Los duendes son espíritus elementales? Los alquimistas del siglo XVI acaso hubieran respondido afirmativamente, pero hay otras opiniones. Algunos los consideran demonios de ínfima jerarquía, otros los identifican con los espíritus de los muertos, asimilándolos a los fantasmas, y no falta quien dice que son ángeles neutrales, que no tomaron partido en la guerra entre Dios y Satán, por lo que no pudieron permanecer en el Cielo ni tampoco ir al Infierno. Cierto clérigo español del siglo XVII llamado fray Antonio de Fuentelapeña dijo que eran “animales aéreos”, corpóreos pero invisibles, engendrados por la corrupción de los gases. Sin duda, el buen fraile tenía mucha imaginación y ni siquiera sus contemporáneos se tomaron en serio sus teorías (aunque debemos decir en su honor que se anticipó a Newton en su teoría de la atracción universal y que, como Julio Verne, predijo la existencia de la aviación y la radiotelefonía doscientos años antes de que existiesen).

V-¿Las hadas siempre son tan buenas como en las películas de Disney? Para nada. Los antiguos celtas y germanos temían a las hadas, pues, en vez de conceder deseos con sus varitas mágicas, tenían la costumbre de raptar mujeres y niños. Es cierto que se referían a ellas como “la buena gente”, pero era una costumbre frecuente en los pueblos primitivos ponerles nombres cariñosos o humorísticos a los seres temidos, como una forma de conjurar el miedo que inspiraban. Del mismo modo, los antiguos griegos llamaban Euménides (Benevolentes) a las Furias del Infierno o nosotros mismos llamamos “comadreja” (es decir, “pequeña comadre”) a un animal muy poco querido por los dueños de gallinas.

MITOS CREADOS POR EL CINE DE TERROR

 

Texto y fotografía: Javier Fontenla. Edición de imagen: Carlos Miranda.

Hoy en día la popularidad del género macabro no procede de la literatura, sino del cine. Así pues, hay buenos escritores de terror, como Ambrose Bierce, Arthur Machen, Algernon Blackwood o Clark Ashton Smith, que son muy poco conocidos, pero no porque les falte calidad a sus relatos, sino porque estos no cuentan con adaptaciones cinematográficas de envergadura. Por el contrario, otros autores, como Mary Shelley, Bram Stoker, Stephen King o Anne Rice, han sido mucho más afortunados en ese sentido. Gracias al cine, sus personajes gozan actualmente de una enorme popularidad, llegando a ser verdaderos mitos de la cultura occidental contemporánea. Dejando aparte la mayor o menor calidad de sus distintas adaptaciones a la gran pantalla, es relativamente frecuente que el cine en general (y los guionistas de Hollywood en particular) deturpen esa mitología, añadiéndole elementos que todos nosotros conocemos, pero que originalmente no formaban parte de sus raíces literarias o folclóricas. Aquí vamos a mencionar diez mitos de la fantasía gótica creados exclusivamente por el séptimo arte:

¿El monstruo de Frankenstein es malo porque le metieron en cabeza los sesos de un asesino? No. El monstruo, que, por cierto, no se llama Frankenstein (ese es el apellido de su creador) ni tiene ningún otro nombre en la novela original de Mary Shelley- se vuelve malo como reacción frente al rechazo social que sufre a causa de su aspecto.

¿Los zombis comen carne humana?  No.  Los zombis del folclore caribeño hacen poco más que trabajar en las plantaciones de los hechiceros que los sacaron de la tumba. El zombi carnívoro e insaciable que aparece en las películas se inspira más bien en los ghouls, demonios necrófagos del folclore árabe.

¿Para detener a un zombi hay que pegarle un tiro en cabeza? En realidad, no es imprescindible recurrir a medios tan violentos. Según el folclore caribeño, es suficiente con un puñado de sal para detenerlos o espantarlos.

¿La luz solar puede matar a los vampiros? Eso no se dice en el folclore ni en la literatura vampírica clásica. Por supuesto, los vampiros son seres nocturnos que pasan el día encerrados en sus tumbas, pero no consta que la luz solar pueda matarlos. La primera vez que sucede eso es en la película Nosferatu de Murnau.

¿Los vampiros siempre son elegantes aristócratas de melancólica belleza? No necesariamente. El vampiro atractivo y refinado nace con la obra de Polidori, quien le atribuye a Lord Ruthven ciertas características de Lord Byron. En el folclore centroeuropeo los vampiros casi siempre eran simples campesinos y presentaban un aspecto bastante repulsivo (nos referimos exclusivamente a los vampiros varones y no a las vampiras, quienes siempre han sido sensuales y hermosas).

¿Los vampiros se convierten en murciélagos? Eso depende de cada tradición cultural. En las leyendas grecorromanas generalmente adoptaban el aspecto de serpientes o aves nocturnas (recordemos que los murciélagos no son aves, sino mamíferos). Posiblemente la identificación del vampiro con el murciélago es un invento moderno, acaso motivado por el descubrimiento de quirópteros hematófagos en Sudamérica.

¿El licántropo es bípedo? Generalmente no (hablamos, por supuesto, de cuando está transformado en bestia). En las leyendas medievales el licántropo casi siempre era cuadrúpedo y parecía un lobo normal, aunque era más grande y carecía de cola.

¿La licantropía se transmite a través de la mordedura? No. Eso vale para el vampirismo, pero en la tradición folclórica la licantropía nunca procedía de una mordedura, sino de una maldición o de ungüentos mágicos suministrados por el Diablo.

¿El licántropo solo se transforma en bestia cuando sale la luna llena? No. Aunque hay algunas tradiciones que asocian la licantropía con la luna llena, es más frecuente que el hombre lobo se transforme voluntariamente y en cualquier momento, untando el cuerpo con el ungüento mágico que le ha suministrado el Diablo. De todas formas, es habitual que sus transformaciones se produzcan en invierno, precisamente cuando los lobos "normales" se muestran más feroces, o que coincidan con las noches de aquelarre (Halloween, Noche de Walpurgis, etc.).

¿Solo las balas de plata pueden matar al licántropo? No. En las viejas tradiciones es más frecuente que el licántropo pueda ser destruido con armas convencionales. Eso sí, después conviene quemar su cadáver, para evitar que su fantasma se convierta en un vampiro.

LA ESTIRPE MALDITA (RESEÑA PERSONAL DE FONTENLA)

 



Texto: Fontenla. Imagen: portadas de la novela en Europa, diseño de Vault.

Mientras que la licantropía (es decir, la transformación mágica de una persona en lobo u otro animal semejante) es, sin duda, uno de los mitos más recurrentes dentro del género fantástico, son muy pocas las obras que tratan el fenómeno opuesto: el animal que se transforma en hombre y vive como tal, llegando a mantener relaciones amorosas -e incluso a tener hijos- con mujeres de nuestra especie. Y no es que falten fuentes folclóricas de semejante fenómeno: por ejemplo, las leyendas de los indios norteamericanos atribuyen el origen de ciertas tribus a la unión entre un ser humano y un animal, que tan bien podía ser un lobo como un perro o un castor. En China y Japón también se creía que algunos animales, especialmente los zorros y los tanukis, podían adoptar forma humana para gastarles bromas pesadas a los incautos. Sin embargo, dentro de la ficción moderna hay pocas obras que traten el tema: un cuento del escritor francés Boris Vian titulado El lobo hombre (que, por cierto, serviría de inspiración a cierta canción clásica del rock español), la hermosísima película anime de Mamoru Hosoda titulada The Wolf Children… y finalmente la nueva novela de Sara Lena Jiménez, que se titula La estirpe maldita y a la cual, gracias a la generosidad de Sara, he tenido el honor de aportar algunos granitos de arena.

Esta novela comparte muchos elementos con Un legado para Selene, incluyendo algunos personajes, la mezcla de distintos géneros (que van desde la novela histórica hasta el terror gótico, pasando por el thriller) y una forma magistral de fusionar lo real con lo fantástico, tal como no se había hecho desde que Guillermo del Toro estrenó El laberinto del fauno. La principal diferencia entre ambas novelas es que esta pone el foco en la licantropía, mientras que la historia de Selene giraba en torno al vampirismo. Otra diferencia notable es que La estirpe maldita se basa en la mitología ancestral de las culturas indígenas americanas, concretamente en la leyenda mexicana del Nahual (hechicero que adopta la forma de un animal mediante el consumo de pócimas mágicas). Por el contrario, Un legado para Selene se inspiraba en las leyendas macabras centroeuropeas, así como en la tradición gótica canonizada por Bram Stoker, aunque el legado espiritual de los pueblos prehispánicos también estuviera muy presente.

Yo creo ver otra diferencia de carácter más estructural. Mientras que Un legado para Selene se sustentaba sobre tres planos diferentes (los villanos, los héroes y los sabios), La estirpe maldita presenta una serie de dualidades, al mismo tiempo opuestas y complementarias. Entre ellas podemos destacar estas cuatro:

1-El ser humano (o aparentemente humano) frente al ser no-humano (de carácter bestial o sobrenatural).

2-La Historia (centrada en la guerra de la independencia mexicana y encarnada por los Villagrán) frente al Mito (los hechiceros y los Nahuales). La historia de los antiguos chichimecas se sitúa entre ambos polos.

3-El presente (Alberto) frente al pasado (Rodolfo).

4-Y, por supuesto, la dualidad esencial en todas las grandes aventuras: el Bien (lo que podríamos llamar humorísticamente el team-Alberto) frente al Mal (el team-Romualda).

A estas cuatro dualidades esenciales podemos añadir otras de carácter más abstracto, como la ignorancia (situación inicial de Alberto) frente al conocimiento (descubrimiento progresivo de la verdad) o la soledad (situación inicial de Rodolfo) frente a la difícil -pero no imposible- integración en un determinado colectivo (la pareja, la familia, el círculo de amigos o incluso el grupo de combate). En este sentido La estirpe maldita, al igual que Un legado para Selene, puede considerarse no solo una emocionante historia de aventuras fantásticas, sino también una novela de formación, a través de la cual el héroe descubre y desarrolla su verdadera personalidad. Esto no debe extrañarnos, pues, como dice la profesora de Peter Parker en cierta película de Spiderman, todas las historias tienen un único argumento: descubrir quién soy. Y en esta novela dicha premisa se cumple perfectamente… pero, eso sí, cambiando el quién por un qué.

En el este enlace podrás ver el booktrailer

Puedes leerla en este enlace:

Entrevista de los coautores, en el siguiente enlace: 👉 Sara Lena y Javier Fontenla.

Este libro está disponible en Amazon.

En México y el resto de Hispanoamérica (en este enlace).

En España y en resto de Europa (en este otro enlace).

Y si quieres más información, visita este 👉 enlace




Puedes 




UN LEGADO PARA SELENE (RESEÑA PERSONAL DE FONTENLA)

Hace algunas semanas se publicó en Amazon Un legado para Selene, novela de fantasía oscura escrita por la autora mexicana (y principal impulsora de este blog) Sara Lena Jiménez, con la modesta colaboración de quien escribe estas líneas.

 

Texto: Fontenla. Imagen: Pixabay.


Al igual que su compatriota Guillermo del Toro, Sara Lena posee el don de mezclar armoniosamente fantasía y realidad, terror y ternura, tristeza y esperanza, tal como demuestra sobradamente en esta obra, cuya historia no responde a un argumento rígido y monolítico, sino que abarca tres planos diferentes (sobre la importancia del número tres en la novela habría mucho que decir). Cada uno de estos tres planos puede relacionarse con un carismático personaje femenino, tal como mostramos a continuación:

1-El plano “siniestro” se corresponde con un personaje al mismo tiempo legendario y real: Elizabeth Báthory, condesa húngara del siglo XVII que fue acusada de asesinar doncellas para bañarse en su sangre. Al parecer, tales crímenes se debían tanto al sadismo de Elizabeth como a ciertas creencias supersticiosas, según las cuales bañarse en sangre virgen le permitiría conservar su belleza juvenil más allá de los límites ordinarios. En este personaje confluyen dos inquietantes mitos populares, el del aristócrata perverso que hace un pacto con el Diablo (otro conocido ejemplo es Gilles de Rais, cuyos crímenes inspiraron el cuento “infantil” de Barbazul) y el del vampiro seductor que busca la inmortalidad a través de la sangre (aunque el ejemplo más conocido es, sin duda, el conde Drácula, no debemos olvidar a las numerosas vampiras de la mitología antigua: Lamia entre los griegos, Lilith entre los hebreos, Lamashtu entre los babilonios, etc.). Podemos decir que Elizabeth es la “mala” de la novela, aunque su papel en la misma es mucho más complejo que el de una simple antagonista. La sombra masculina de Elizabeth es el atormentado vampiro húngaro Janós, quien además es el narrador de la historia.

2-Un plano “heroico” se corresponde con la “chica buena” de la novela, una preadolescente mexicana llamada Selene. Es una niña tímida y con problemas de integración, que se siente incomprendida tanto en el ámbito escolar como en el familiar. Ese sentimiento de desarraigo emocional se acentuará cuando descubra una terrible verdad sobre su origen, que la llevará al borde del suicidio. Sin embargo, Selene posee un extraordinario potencial interior que, a pesar de todas las dificultades, se irá desarrollando a lo largo de la novela. Sin dejar de ser un thriller sobrenatural, la historia de Selene también tiene mucho que ver con lo que los alemanes llaman Bildunsgroman o “novela de formación”, pues nos muestra un proceso de tránsito entre la ingenuidad infantil y la madurez emocional. La sombra masculina de Selene es su amigo Alberto (quien también guarda muchos secretos en su vida, pero esa ya es otra historia, que será contada en otra ocasión).

3-El plano “mágico” se corresponde con Xóchitl Teutle, abuela materna y mentora de Selene. Xóchitl es una mujer de raza india, muy sabia y bondadosa, que ha heredado las facultades mágicas de los antiguos chamanes olmecas. Si Elizabeth es “la villana” y Selene “la buena”, en cambio Xóchitl ejerce el papel de “maestra del héroe” (en este caso, de la heroína). Se trata de un rol básico en la ficción, que se remonta al arquetipo legendario del “mago bueno” (Merlín, el hada madrina de la Cenicienta…) y que llega hasta la cultura popular moderna, encarnado en figuras tan entrañables como Gandalf, el Maestro Yoda de Star Wars o la bruja Flora del manga Berserk. La sombra masculina de Xóchitl es su hijo Mario, padre biológico de Selene, que nunca deja de velar por su hija, ni siquiera cuando la muerte se interpone entre ellos.

Para terminar mi somera presentación de Un legado para Selene, que no pretende abarcar todos los matices de esta historia tan mágica y emocionante, solo me queda mencionar un pequeño detalle: Selene celebra su cumpleaños el tres de marzo, así que si la ves aún estás a tiempo de felicitarla.


Más información en 👉 este enlace.

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