OMNE TRINUM EST PERFECTUM

 

Decían los antiguos que “omne trinum est perfectum”, es decir, que todo lo articulado en tres partes presenta una forma perfecta. Naturalmente, este dicho, influido por el pitagorismo y por la doctrina cristiana de la Santísima Trinidad, es discutible, pero lo cierto es que muchos escritores, deliberadamente o no, lo han aplicado a la estructura de sus obras. Y el Frankenstein de Mary Shelley no es una excepción, si nos fijamos en ciertos aspectos de la novela:

a) Presenta tres personajes principales, que en alguna ocasión también ejercen de narradores: el capitán Walton, Víctor y la criatura sin nombre. La narración de Walton contiene la de Víctor, que a su vez contiene la de la criatura, como si de muñecas rusas se tratara. Además, entre estos personajes existen muchas semejanzas: los tres se dejan llevar por sus pasiones, intentan alcanzar lo imposible y fracasan en el intento.

b) La narración puede dividirse en tres partes, que además forman una especie de triángulo inscrito en una circunferencia: inicio (las aventuras del capitán Walton en el Ártico), nudo (las aventuras, o mejor dicho desventuras, de Víctor y de su criatura) y desenlace (retorno al espacio inicial, el Polo Norte y el barco del capitán Walton, con lo cual culmina el triángulo y se cierra el círculo).

c) El monstruo comete tres grandes crímenes (los asesinatos de William, Henry y Elizabeth), tras cada uno de los cuales Víctor emprende un viaje (a las cumbres de los Alpes, a Irlanda y a Siberia).

d) Tres personajes femeninos mueren injustamente: primero Justine, luego la criatura hembra y finalmente Elizabeth.

Como conclusión, hay muchos motivos por los cuales Frankenstein puede considerarse una novela perfecta. Y, desde el punto de vista esotérico, el uso (consciente o inconsciente) de la estructura trinitaria es uno de ellos.

Por supuesto, hay muchas más obras literarias que recurren a una estructura trinitaria, especialmente La divina comedia y El señor de los anillos, además de Los tres mosqueteros (todos sabemos que los tres mosqueteros, en realidad, eran cuatro, pero sí fueron tres los libros que les dedicó Alejandro Dumas: Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne, que en sus versiones cinematográficas suele titularse El hombre de la máscara de hierro). Virgilio, el poeta romano al que se le atribuye la frase latina que encabeza este artículo, escribió precisamente tres grandes obras: las Églogas, las Bucólicas y la Eneida (por otra parte, este último poema forma una trilogía temática con la Ilíada y la Odisea de Homero, al narrar la historia de los troyanos que consiguieron huir de su ciudad natal, después de que esta fuera arrasada por los griegos). 

Dentro de la literatura fantástica y de misterio, podemos recordar las tres historias que Poe le dedicó a su único personaje recurrente, el caballero detective Augusto Dupin, mientras que relatos tan conocidos como El espejo y la máscara de Borges, La pata de mono de W. W. Jacobs, La llamada de Cthulhu de Lovecraft, Los ojos verdes de Bécquer o Un escándalo en Bohemia de Conan Doyle se dividen en tres partes. Cuestiones estructurales aparte, el número tres abunda en los cuentos tradicionales (los tres deseos que concede el genio, las tres pruebas o los tres acertijos que debe superar el héroe, los tres cerditos, los tres ositos...), pero también aparece en obras tan futuristas como las de Isaac Asimov, con sus famosas "tres leyes robóticas", y en esa versión siniestra de los cuentos de hadas que es Los tres impostores de Arthur Machen. 

Dado que hemos empezado este artículo hablando de Frankenstein, lo terminaremos comentando el papel del número tres en Drácula, la otra obra clásica del género fantástico. Aunque la famosa novela de Bram Stoker incluye muchos episodios, su historia puede dividirse en tres arcos argumentales (la estancia de Jonathan Harker en el castillo de Transilvania, la historia de Lucy Westenra y la persecución contra Drácula, dirigida por Van Helsing y con Mina Harker como personaje principal). Además, el número tres parece ser el predilecto de Drácula, quien tiene tres amantes en su castillo y se busca otras tres en Inglaterra. Me refiero a Lucy, a Mina y a cierta misteriosa chica, de la cual solo sabemos que el conde la estaba observando con atención (y probablemente con malas intenciones) cuando los Harker volvieron a Gran Bretaña. Pero también la dulce e inocente Lucy parece ser partidaria de las relaciones poliamorosas y del número tres, pues tiene ese mismo número de pretendientes y se lamenta de no poder casarse con todos ellos, aunque, como buena dama victoriana, finalmente se quedará con el más “honorable” y enviará a los otros dos a la “friendzone” (otra cosa es que su historia de amor con Arthur no esté destinada a terminar de la mejor forma posible, pero esa es otra historia).

Texto de Javier Fontenla, imagen de Pixabay.

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