El señor Wraxall fue un viajero inglés de
mediados del siglo XIX, que llegó a Suecia en busca de materiales para escribir
un libro. Una vez allí, se interesó por una vieja familia de la ciudad de
Raback, los señores De La Gardie. Decidió estudiar sus crónicas y no tardó en
interesarse por uno de sus antepasados, el conde Magnus, que había mandado
edificar la mansión familiar y sobre quien circulaban rumores tan extraños como
inquietantes. El conde, que había vivido durante el siglo XVII, era famoso por
su severidad con los cazadores furtivos. La crueldad de sus castigos llegó a
ser legendaria y se decía que aún acechaba desde su tumba en el mausoleo de la
iglesia. Más concretamente, se hablaba de dos campesinos que habían osado cazar
en sus propiedades un siglo después de su muerte. Entonces se oyeron terribles
gritos en el bosque y una risa diabólica procedente de la tumba del conde, así
como el sonido de una puerta. A la mañana siguiente el párroco encontró a los
dos furtivos. Uno de ellos se había vuelto loco y el otro estaba muerto. A este
último le habían arrancado toda la carne del rostro, dejando sus huesos a la
vista.
El señor Wraxall no tardó en conocer las
leyendas que circulaban sobre el conde, incluyendo el rumor de que había efectuado
la Peregrinación Negra, es decir, un viaje a la ciudad palestina de Chorazin,
sobre la cual Dios había arrojado su maldición, tal como puede leerse en las
Escrituras. Pero resultaba difícil explicar lo que dicha Peregrinación
significaba exactamente. Y tampoco estaba claro qué compañero se había traído
el conde en su viaje de vuelta. Por otra parte, el señor Wraxall se sentía cada
vez más interesado por el mausoleo donde reposaba el conde y finalmente obtuvo
permiso para entrar en él, acompañado por el diácono. Allí encontró varios
monumentos y tres sarcófagos de cobre, uno de los cuales pertenecía al conde.
En los laterales de dicho sarcófago vio varias escenas grabadas. En una de
ellas, particularmente terrorífica, se veía cómo un hombre huía frenéticamente
a través del bosque. Sus perseguidores eran un ser más bien pequeño, de cuyo
cuerpo se desprendía un tentáculo semejante al de una medusa, y un hombre alto
cubierto por una capa. El sarcófago estaba sellado por tres grandes clavos de
acero, uno de los cuales se había caído al suelo. El señor Wraxall recordó que
había oído un sonido metálico el día anterior, mientras paseaba cerca del
mausoleo. Entonces había pensado, de una forma algo morbosa, que le hubiera
gustado conocer al conde Magnus.
La fascinación del viajero se incrementó y se
hizo con la llave del mausoleo, al cual le dedicó una segunda visita (en esta
ocasión entró él solo). Llamó su atención que otro clavo estuviera a punto de
desprenderse del sarcófago. Al día siguiente decidió irse de Raback, no sin
antes hacerle una última visita a la tumba del conde, a modo de despedida. Una
vez más volvió a sentir el absurdo deseo de conocer al conde. Vio, asustado,
que solo quedaba un clavo en el sarcófago y que este se caía al suelo haciendo
un ruido metálico. Luego oyó algo más, un sonido semejante a un crujido de
bisagras. Le pareció que la tapa del sarcófago empezaba a elevarse lentamente,
así que huyó aterrorizado, sin acordarse de cerrar la puerta del mausoleo.
Durante su retorno a Inglaterra Wraxall empezó
a sentir una extraña inquietud hacia los demás pasajeros del barco. Lo ponían
especialmente nervioso dos personas que siempre iban cubiertas por sendas
capas. Tenía la sensación de que lo seguían y lo vigilaban. De los veintiocho
pasajeros del barco solo veintiséis acudían al comedor. Los dos ausentes eran,
precisamente, aquellos dos individuos, uno de los cuales era un hombre alto,
mientras que su compañero era más bien bajo. Cuando desembarcó en Harwich, el
señor Wraxall tomó un carruaje, desde el cual vio dos figuras encapuchadas en
un cruce del camino. Finalmente se alojó en una pequeña casa rural y empezó a
escribir sus notas de forma frenética. Dos días después fue encontrado muerto.
Durante la investigación siete miembros del jurado se desmayaron tras ver lo
que quedaba de su cuerpo. La casa donde murió permaneció deshabitada durante
medio siglo. Después fue demolida y entonces se encontró el manuscrito del
difunto señor Wraxall en una alacena olvidada.
Fuentes del texto: Montague Rhodes James (Cuentos de fantasmas de un anticuario) y H. P. Lovecraft (El horror sobrenatural en la literatura). Traducción: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.