SUCEDIÓ EN EL OESTE

 


Texto: Fontenla. Imagen: Pixabay.

Nos hallamos en cierto lugar del Salvaje Oeste a finales del siglo XIX.

Cuando Daniel recobró la conciencia tras un largo desmayo, estaba tumbado sobre una cómoda cama, en una habitación sencilla, pero bastante acogedora. Recordaba vagamente que había sido mordido por una serpiente, cuyo veneno, aunque no mortal para el hombre, lo había dejado fuera de combate durante varias horas. A su lado se hallaban una mujer muy hermosa y una niña, que lo miraban con una mezcla de preocupación y alivio. Adivinando que ellas le habían salvado la vida, Daniel les dijo:

Nunca podré agradecerles lo que han hecho por mí. Permitan que me presente. Me llamo Daniel Hunter y soy oriundo de la lejana Nueva Inglaterra.

La mujer sonrió y le dijo:

Yo me llamo Lara Grant y esta de aquí es mi hija Rachel. Su caballo está en el establo, esperando a que tenga fuerzas para cabalgar de nuevo. Sentimos no poder atenderlo como es debido, pero estamos solas en el rancho. Mi marido murió de pulmonía el pasado invierno y todos nuestros jornaleros se encuentran en el campo, cuidando del ganado.

Entonces Rachel, venciendo su timidez, le preguntó a Daniel:

¿Es usted un cazador de recompensas, señor Hunter?

Podría decirse que soy un cazador, pero nunca me quedo con la recompensa.

Temiendo que la niña pudiera incomodar a Daniel con sus preguntas, Lara le dijo que fuera a buscar agua al pozo. Cuando Rachel salió al patio, un hombre desaliñado, con barba de tres días y la ropa desgarrada por los colmillos de los coyotes, la atrapó e intentó amordazarla, pero no pudo evitar que profiriese un sonoro grito. Lara y Daniel acudieron rápidamente, pero el intruso sacó un revólver y les dijo:

Si intentan cualquier cosa, le volaré la cabeza a la niña.

Daniel reconoció a John Morton, un peligroso bandido muy capaz de cumplir sus amenazas, pero mantuvo la calma y le dijo, mientras lo encañonaba con su propio revólver:

Será mejor que te rindas, Morton. Sé que tu arma está descargada.

Aquello era cierto, así que Morton soltó a la niña y huyó al bosque. Daniel lo dejó marchar, pues no hubiera sido noble disparar sobre un hombre indefenso que, de todas formas, no llegaría muy lejos.

Rachel, agradecida, abrazó a su salvador y le dijo:

Señor Hunter, usted no es un cazador de recompensas, sino un caballero andante.

Quizás soy un caballero… pero nunca me quedo con la princesa.

Dicho esto, Daniel se separó suavemente de Rachel y se marchó en silencio.

¿Y cómo supo Daniel que el revólver de Morton estaba descargado? La respuesta es muy sencilla. ¿Sabes cuál es?


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