Nos
hallamos en cierto lugar del Salvaje Oeste a finales del siglo XIX.
Cuando
Daniel recobró la conciencia tras un largo desmayo, estaba tumbado sobre una
cómoda cama, en una habitación sencilla, pero bastante acogedora. Recordaba
vagamente que había sido mordido por una serpiente, cuyo veneno, aunque no
mortal para el hombre, lo había dejado fuera de combate durante varias horas. A
su lado se hallaban una mujer muy hermosa y una niña, que lo miraban con una
mezcla de preocupación y alivio. Adivinando que ellas le habían salvado la
vida, Daniel les dijo:
—Nunca
podré agradecerles lo que han hecho por mí. Permitan que me presente. Me llamo
Daniel Hunter y soy oriundo de la lejana Nueva Inglaterra.
La
mujer sonrió y le dijo:
—Yo
me llamo Lara Grant y esta de aquí es mi hija Rachel. Su caballo está en el
establo, esperando a que tenga fuerzas para cabalgar de nuevo. Sentimos no
poder atenderlo como es debido, pero estamos solas en el rancho. Mi marido
murió de pulmonía el pasado invierno y todos nuestros jornaleros se encuentran
en el campo, cuidando del ganado.
Entonces
Rachel, venciendo su timidez, le preguntó a Daniel:
—¿Es usted un cazador de recompensas, señor Hunter?
—Podría
decirse que soy un cazador, pero nunca me quedo con la recompensa.
Temiendo
que la niña pudiera incomodar a Daniel con sus preguntas, Lara le dijo que
fuera a buscar agua al pozo. Cuando Rachel salió al patio, un hombre desaliñado, con barba de tres días y la ropa
desgarrada por los colmillos de los coyotes, la atrapó e intentó amordazarla,
pero no pudo evitar que profiriese un sonoro grito. Lara y Daniel acudieron
rápidamente, pero el intruso sacó un revólver y les dijo:
—Si
intentan cualquier cosa, le volaré la cabeza a la niña.
Daniel
reconoció a John Morton, un peligroso bandido muy capaz de cumplir sus
amenazas, pero mantuvo la calma y le dijo, mientras lo encañonaba con su propio
revólver:
—Será
mejor que te rindas, Morton. Sé que tu arma está descargada.
Aquello
era cierto, así que Morton soltó a la niña y huyó al bosque. Daniel lo dejó
marchar, pues no hubiera sido noble disparar sobre un hombre indefenso que, de
todas formas, no llegaría muy lejos.
Rachel,
agradecida, abrazó a su salvador y le dijo:
—Señor
Hunter, usted no es un cazador de recompensas, sino un caballero andante.
—Quizás
soy un caballero… pero nunca me quedo con la princesa.
Dicho
esto, Daniel se separó suavemente de Rachel y se marchó en silencio.
…
¿Y cómo supo Daniel que
el revólver de Morton estaba descargado? La respuesta es muy sencilla. ¿Sabes
cuál es?
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