El título de este artículo puede parecer una
contradicción, puesto que el vampirismo se considera uno de los temas básicos
del género fantástico. De hecho, es habitual que las historias de vampiros,
siguiendo el modelo establecido por Polidori en “El vampiro” y seguido por Bram
Stoker en “Drácula”, incluyan elementos fantásticos de origen sobrenatural,
aunque en algunos casos pueden acercarse a la ciencia-ficción (en “Soy
leyenda”, de Richard Matheson, los vampiros no son fantasmas ni muertos
vivientes, sino las víctimas de una pandemia apocalíptica). Sin embargo, aquí
vamos a presentar algunas historias de vampiros en las cuales no intervienen
elementos fantásticos ni de ciencia-ficción (advertimos que en algunos casos
resulta inevitable contar sus desenlaces).
En “Vampirismus”, de E. T. A. Hoffmann, aparece una
mujer vampiro que, en vez de chupar la sangre de los vivos, va por las noches
al cementerio, donde profana las tumbas para devorar la carne de los muertos
(más que un vampiro propiamente dicho, parece un “gul” o demonio necrófago de
las leyendas árabes). Pero, dejando aparte sus hábitos alimenticios y su vida
nocturna, no parece tener ninguno de los poderes sobrenaturales normalmente
atribuidos a los vampiros, además de que es una mujer viva y no una muerta
viviente.
“Berenice”, de Edgar Allan Poe, incluye algunos elementos típicos de la
literatura vampírica (la persona aparentemente muerta que revive en la tumba,
la necrofilia…), pero en este relato no sucede nada sobrenatural, siendo el
terror de carácter puramente psicológico. La “resurrección” de Berenice en su
tumba se explica porque, en realidad, ella nunca había estado muerta,
simplemente había sufrido un ataque de catalepsia.
El relato “Olalla”, de Robert Louis Stevenson, está ambientado en la España
rural durante la época de las guerras napoleónicas. El protagonista-narrador es
un oficial británico que se hospeda en la casa de unos hidalgos empobrecidos.
Allí se enamora de la hermosa Olalla, pero luego descubre que todos los
miembros de su familia están, en mayor o menor medida, sometidos a una extraña
enfermedad genética, provocada por largos siglos de aislamiento y endogamia. A
causa de esta dolencia, la madre de Olalla pierde la razón cuando ve sangre y
se convierte en una especie de vampiro, llegando a atacar al oficial cuando
este se hace una pequeña herida en el brazo. Los campesinos supersticiosos
consideran que la familia está maldita, pero el relato sugiere que, en
realidad, la “maldición” tiene unas causas puramente biológicas, sin ninguna
relación con lo sobrenatural.
“El Horla”, de Guy de Maupassant, parece un típico relato de terror fantástico
y ciencia-ficción, con un ser invisible, quizás procedente del espacio
exterior, que absorbe la energía física y mental de sus víctimas. Pero en el
relato existe cierta ambigüedad, que nos permite interpretarlo en un sentido
realista: quizás el Horla no es más que una alucinación provocada por la
enfermedad mental que sufre el narrador de la historia (curiosamente, parece
ser que el propio Maupassant sufrió un trastorno semejante durante sus últimos
años de vida).
“El almohadón de pluma”, del uruguayo Horacio Quiroga, se aleja de la típica
literatura vampírica, pues el monstruo que absorbe la sangre de su víctima
hasta matarla no es ningún fantasma, sino un parásito que se oculta en su cama:
sin duda, es algo difícil de creer, pero no sobrenatural. Y tampoco podemos
decir que el cuento de Quiroga se aleje mucho de la realidad: en aquellos
tiempos era frecuente que las personas enfermaran y murieran por culpa de los
ácaros que vivían en sus lechos.
Finalmente, el manga y anime “Hitsuji no Uta”, de Kei Toume, presenta una
historia semejante a la de “Olalla”, pero ambientada en el Japón actual y con
preponderancia de lo dramático sobre lo terrorífico. Los protagonistas son dos
hermanos sometidos a una extraña enfermedad genética, que les provoca una
irresistible sed de sangre. La historia no es abiertamente macabra y se centra en lo psicológico, con algunas pinceladas de romanticismo trágico. En todo caso, resulta encomiable que sepa tratar temas escabrosos (como el incesto, el suicidio o los traumas infantiles) sin caer en un "fan-service" de mal gusto, que tanto abunda últimamente en las producciones japonesas.
Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.