LOS ÚLTIMOS RECUERDOS DEL AVENTURERO (MICRORRELATO)

Mañana moriré, pero hoy recuerdo el ayer. He hollado las tumbas donde reposa una dinastía maldita y he caminado entre los mausoleos de los reyes atlantes, cuyas criptas embrujadas custodian secretos más viejos que el mundo. He surcado mares prohibidos, donde el tiburón blanco se desliza entre los abismos, y he desembarcado en islas desconocidas, donde el Mal acecha bajo las ruinas de templos impíos. Me he sumergido en las tinieblas de los hipogeos estigios y he empuñado una espada cimeria, que despertó recuerdos olvidados en mi alma. En un país lejano he sostenido la mirada de una niña misteriosa, cuyos ojos eran carmesíes como las llamas del Infierno y tristes como los cielos del otoño. Mañana moriré, pero hoy recuerdo el ayer. ¿Pasado mañana cuántos ayeres recordaré?

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.


LA MUÑEQUITA

Annie sentía cómo su pobre alma infantil se disolvía en la pálida nada del olvido, como un copo de nieve fundiéndose sobre las aguas de una charca fría y oscura. La muerte no perdona a nadie, ni siquiera a las niñas inocentes que apenas habían empezado a vivir. Pero la muñequita de trapo que sostenía entre sus manos trémulas parecía decirle, con sus tristes ojos negros: “no tengas miedo, Annie, tu espíritu siempre vivirá dentro de mí”. Annie murió, pero desde entonces los ojos de su muñequita brillan con un misterioso resplandor y le dicen, a quien sepa interpretar sus miradas, que en el trapo también puede vivir un alma.

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

LITERATURA FANTÁSTICA: NORMAS Y EXCEPCIONES


Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Se le atribuye a H. G. Wells, el padre de la fantasía científica junto con Jules Verne, la llamada "ley Wells": en un buen relato fantástico debía suceder un único hecho "imposible" y todo lo demás tenía que ser completamente realista. Seguir esta norma aumenta la verosimilitud del relato y lo hace más digerible para la escéptica época actual. Sin embargo, no se aplica, por ejemplo, en las novelas de Tolkien, donde hay prácticamente de todo (dragones, elfos, anillos mágicos y un largo etcétera). 

Otro conocido escritor inglés de la época postvictoriana, el cuentista M. R. James, promulgó las tres normas básicas que, según su criterio, debía seguir una buena historia de fantasmas:

1-La trama debe estar ambientada en un entorno que le resulte familiar al lector, para que este pueda identificarse con los personajes y compartir su miedo. Así pues, James ambienta sus historias en el mundo moderno, aunque no renuncia completamente a los escenarios góticos ni a los grimorios medievales. Por otra parte, sus protagonistas son personas muy normales y bastante escépticas, que se meten inadvertidamente en la boca del lobo y no se enteran del peligro que corren hasta que es demasiado tarde. Pero esta norma no fue aplicada por los grandes maestros de la novela gótica, desde Walpole hasta Bécquer, que ambientaban sus terrores en épocas pretéritas y lugares exóticos.

2-El fantasma debe ser una entidad maligna, pues de otro modo no provocaría miedo. Esta es una norma bastante lógica, aunque también hay en la literatura fantasmas buenos, como los que aparecen en el “Cuento de Navidad” de Dickens o en "El fantasma de Canterville" de Oscar Wilde.

3-Hay que evitar el abuso de terminología ocultista que hacían algunos autores de la época victoriana, aficionados a la teosofía y al espiritismo. Sin embargo, hubo maestros del terror, como Algernon Blackwood y Arthur Machen, que reflejaron sus creencias ocultistas en sus cuentos con notable éxito. 

Otra norma promulgada por James aparte de las tres anteriores es la de que al final del relato siempre debe existir cierta ambigüedad respecto a lo sucedido, de modo que no pueda descartarse por completo la explicación racional. Pero eso no sucede, por ejemplo, en las historias de Carmilla y Drácula, donde no hay ninguna duda de que los vampiros son reales. 

Para acabar, Tolkien dijo que no hay que explicar todos los misterios, pues, según sus palabras, incluso en las eras mitológicas debe haber enigmas. Respecto a esta norma no conozco ninguna excepción y, si la hay, seguro que es un error. Congratulations, maestro Tolkien.

 


NOSTALGIA (H. P. LOVECRAFT)

 

Texto original: H. P. Lovecraft. Traducción: Javier Fontenla. Ilustración de Carlos Miranda.

Una vez al año, a través de los nostálgicos cielos otoñales, los pájaros sobrevuelan el inmenso océano cantando alegremente, rumbo a una tierra sepultada en sus recuerdos. Añoran magníficos jardines donde crecían flores de brillantes colores, bosques de deliciosos mangos y sagradas arboledas, cuyas ramas ensombrecían los caminos, tal como aún pueden ver en sus sueños. Ellos buscan la costa donde se alzaba una ciudad de blancas torres, pero solo encuentran mares vacíos y dan la vuelta una vez más. Las viejas torres yacen sumergidas en las profundidades, rodeadas por extraños pólipos y añorando las perdidas canciones.

Texto original:

Once every year, in autumn's wistful glow,
The birds fly out over an ocean waste,
Calling and chattering in a joyous haste
To reach some land their inner memories know.
Great terraced gardens where bright blossoms blow,
And lines of mangoes luscious to the taste,
And temple-groves with branches interlaced
Over cool paths - all these their vague dreams shew.

They search the sea for marks of their old shore -
For the tall city, white and turreted -
But only empty waters stretch ahead,
So that at last they turn away once more.
Yet sunken deep where alien polyps throng,
The old towers miss their lost, remembered song.



VAMPIRISMO SIN FANTASÍA (ARTÍCULO)

 

El título de este artículo puede parecer una contradicción, puesto que el vampirismo se considera uno de los temas básicos del género fantástico. De hecho, es habitual que las historias de vampiros, siguiendo el modelo establecido por Polidori en “El vampiro” y seguido por Bram Stoker en “Drácula”, incluyan elementos fantásticos de origen sobrenatural, aunque en algunos casos pueden acercarse a la ciencia-ficción (en “Soy leyenda”, de Richard Matheson, los vampiros no son fantasmas ni muertos vivientes, sino las víctimas de una pandemia apocalíptica). Sin embargo, aquí vamos a presentar algunas historias de vampiros en las cuales no intervienen elementos fantásticos ni de ciencia-ficción (advertimos que en algunos casos resulta inevitable contar sus desenlaces).

En “Vampirismus”, de E. T. A. Hoffmann, aparece una mujer vampiro que, en vez de chupar la sangre de los vivos, va por las noches al cementerio, donde profana las tumbas para devorar la carne de los muertos (más que un vampiro propiamente dicho, parece un “gul” o demonio necrófago de las leyendas árabes). Pero, dejando aparte sus hábitos alimenticios y su vida nocturna, no parece tener ninguno de los poderes sobrenaturales normalmente atribuidos a los vampiros, además de que es una mujer viva y no una muerta viviente.
“Berenice”, de Edgar Allan Poe, incluye algunos elementos típicos de la literatura vampírica (la persona aparentemente muerta que revive en la tumba, la necrofilia…), pero en este relato no sucede nada sobrenatural, siendo el terror de carácter puramente psicológico. La “resurrección” de Berenice en su tumba se explica porque, en realidad, ella nunca había estado muerta, simplemente había sufrido un ataque de catalepsia.

El relato “Olalla”, de Robert Louis Stevenson, está ambientado en la España rural durante la época de las guerras napoleónicas. El protagonista-narrador es un oficial británico que se hospeda en la casa de unos hidalgos empobrecidos. Allí se enamora de la hermosa Olalla, pero luego descubre que todos los miembros de su familia están, en mayor o menor medida, sometidos a una extraña enfermedad genética, provocada por largos siglos de aislamiento y endogamia. A causa de esta dolencia, la madre de Olalla pierde la razón cuando ve sangre y se convierte en una especie de vampiro, llegando a atacar al oficial cuando este se hace una pequeña herida en el brazo. Los campesinos supersticiosos consideran que la familia está maldita, pero el relato sugiere que, en realidad, la “maldición” tiene unas causas puramente biológicas, sin ninguna relación con lo sobrenatural.

“El Horla”, de Guy de Maupassant, parece un típico relato de terror fantástico y ciencia-ficción, con un ser invisible, quizás procedente del espacio exterior, que absorbe la energía física y mental de sus víctimas. Pero en el relato existe cierta ambigüedad, que nos permite interpretarlo en un sentido realista: quizás el Horla no es más que una alucinación provocada por la enfermedad mental que sufre el narrador de la historia (curiosamente, parece ser que el propio Maupassant sufrió un trastorno semejante durante sus últimos años de vida).

“El almohadón de pluma”, del uruguayo Horacio Quiroga, se aleja de la típica literatura vampírica, pues el monstruo que absorbe la sangre de su víctima hasta matarla no es ningún fantasma, sino un parásito que se oculta en su cama: sin duda, es algo difícil de creer, pero no sobrenatural. Y tampoco podemos decir que el cuento de Quiroga se aleje mucho de la realidad: en aquellos tiempos era frecuente que las personas enfermaran y murieran por culpa de los ácaros que vivían en sus lechos.

Finalmente, el manga y anime “Hitsuji no Uta”, de Kei Toume, presenta una historia semejante a la de “Olalla”, pero ambientada en el Japón actual y con preponderancia de lo dramático sobre lo terrorífico. Los protagonistas son dos hermanos sometidos a una extraña enfermedad genética, que les provoca una irresistible sed de sangre. La historia no es abiertamente macabra y se centra en lo psicológico, con algunas pinceladas de romanticismo trágico. En todo caso, resulta encomiable que sepa tratar temas escabrosos (como el incesto, el suicidio o los traumas infantiles) sin caer en un "fan-service" de mal gusto, que tanto abunda últimamente en las producciones japonesas.

Texto: Javier Fontenla.  Imagen: Pixabay.

 


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