Mick era un adolescente británico que sentía verdadera devoción por las historias de misterio, tanto en los libros y cómics como en la vida real. Un día su compañera de clase Sonia Rogers fue raptada por un experto en disfraces, que se hizo pasar por su tío, el famoso investigador de lo paranormal Sir Michael Rogers, y se la llevó del colegio en un vehículo con matrícula falsa. Cuando se descubrió que aquel hombre era un impostor y que el verdadero Sir Michael estaba en el extranjero, la policía activó un dispositivo de búsqueda que no obtuvo el menor resultado. Entonces Mick, sinceramente preocupado por la suerte de Sonia, decidió emprender sus propias investigaciones.
Aquella
misma noche intentó contactar con Nanoc, un presunto hacker estadounidense al
que había conocido en un foro de Internet y que, al parecer, tenía acceso a
todas las fuentes de información imaginables. Mientras esperaba la respuesta de
Nanoc, Mick recibió una llamada de otra compañera de clase, Megan Malcolm,
quien le dijo que lo estaba esperando en una calle próxima a su casa. Aunque
sorprendido por aquel inesperado requerimiento, Mick bajó corriendo, pues era
demasiado caballeroso para desairar a una dama (Megan lo era en el sentido más
estricto del término, pues por sus venas corría sangre azul). Tal como le había
dicho, la muchacha lo estaba esperando en el coche de sus padres, acompañada
por Jason, su chófer y guardaespaldas. Ella le mandó entrar en el vehículo y le
dijo sin más preámbulos:
—Hace poco
has intentado contactar con Nanoc, ¿verdad?
Mick no pudo
contener un grito de sorpresa al oír estas palabras, pues en teoría nadie
conocía su relación con aquel misterioso hacker.
—¡Espera!
¿Cómo sabes eso? ¿Es que has hackeado mi ordenador?
—He hackeado muchos ordenadores, porque resulta que yo soy Nanoc.
—¿Cómo? Pero...
—Ahora te lo
explico. Se supone que una señorita no debería pasar su tiempo libre buscando
información prohibida en la Deep Web, así que me inventé una personalidad falsa
de típico nerd americano. Pero, siendo un chico tan listo, deberías haber
deducido que Nanoc no podía ser americano. Si sus horas de conexión coincidían con
las tuyas, era bastante inverosímil que viviera en un lugar con un huso horario
diferente.
—Bueno, eso
es verdad. Pero ahora lo más importante es encontrar a Sonia antes de que le
pase algo malo. ¿Sabes dónde la tienen?
—Nanoc lo
sabe todo, colega. Según mis pesquisas, la mantienen oculta en la vieja mansión
de Charretiere Manor. El problema es que, como he obtenido esa información
ilegalmente, no puedo presentársela a las autoridades.
—Entonces
debemos actuar nosotros mismos.
—Exacto.
¡Jason, llévanos a Charretiere Manor lo más deprisa que puedas!
Tal como
había descubierto Megan, la Vieja Orden, una peligrosa secta esotérica que se
reunía ocasionalmente en Charretiere Manor, había raptado a Sonia, para usarla
como rehén e impedir que su tío publicara un libro sobre las prácticas
diabólicas de la organización.
Mientras el
coche se acercaba rápidamente a su destino, Megan accedió a Internet a través
de su sofisticado ordenador portátil y dijo:
—Para ser miembros de algo llamado la Vieja Orden, han protegido la mansión con
un sistema de seguridad muy moderno. ¡Lástima que alguien esté a punto de
hackearlo!
La astuta
muchacha anuló hábilmente el sistema de alarma, así como las videocámaras del
jardín, y el coche no fue detectado hasta penetró en el recinto. Los sectarios,
sorprendidos por aquella inesperada intrusión, no pudieron impedir que Jason
consiguiera rescatar a Sonia, quien todavía se hallaba inconsciente a causa de
los narcóticos suministrados por su falso tío. Mick propuso trasladarla a la
clínica del doctor Marlowe, que se hallaba cerca y abría por las noches. Allí
la muchacha podría recibir los auxilios médicos que necesitara, mientras sus
rescatadores ideaban alguna forma de hablar con la policía sin reconocer el allanamiento de una propiedad privada.
Tras detener el vehículo junto a la clínica, Jason tomó a Sonia en sus fuertes
brazos y entró con ella en el edificio, seguido por Megan y Mick. El doctor
Marlowe, previamente avisado, los estaba esperando en el vestíbulo. Intentó
inyectarle a la desmayada Sonia una jeringuilla que ya tenía preparada, pero
antes de que pudiera hacerlo Mick se arrojó sobre él, arrebatándole la
jeringuilla de la mano y el falso bigote de la cara. Mientras Jason se ocupaba
de inmovilizar al impostor, Mick le dijo a la sorprendida Megan:
—Un consejo
de Hércules Poirot: para reconocer a un experto en disfraces, tienes que
fijarte en sus orejas. Conozco al doctor Marlowre de toda la vida y sé cómo son
sus orejas.
Dicho esto,
le dedicó a su amiga una sonrisa pícara, traducible por “ser hacker está bien,
pero leer novelas policíacas también sirve para algo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario