El enigma de la cueva (autores del grupo El legado)


Texto realizado por varios autores del grupo, El legado, en ejercicio de "El cadáver exquisito", organizado por Kcriss. Corregido por Kcriss, Sara Lena y Javier Fontenla. Imagen editada por Sara Lena.



Se encontró Kcriss caminando muy tranquilo por el bosque, cuando de pronto un rayo de luz surcó el cielo oscuro y entonces se dijo: “¿Es un pájaro, es un avión, es un murciélago o tal vez un vampiro o Superman? Luego escuchó una voz terrorífica que gritó: “No, Kcriss. Soy tú, Evelyn”. Después de decir esto, soltó una carcajada maquiavélica que despertó ecos en todo el bosque.


Kcriss se escondió temeroso en una cueva que encontró cerca. Tembloroso y casi sin poder respirar, se adentró rápidamente en ella. Ni siquiera se percató de lo oscuro que estaba. Cuando estuvo un poco más tranquilo, de repente vio un par de luces que provenían de la pared de la cueva. Una vez más, el corazón se le quería salir del pecho. Huyó de allí como un relámpago y tras él salió una figura indescriptible, la cual le gritó con una voz perturbadora: 

—“Corre, Kcriss, corre. Soy Carlos y te voy a comer”.


Kcriss salió de la cueva aterrorizado, mirando hacia atrás, pues Carlos lo perseguía con un hacha en mano y la boca llena de sangre.


—"Déjame en paz", le gritaba Kcriss.

 Pero este tropezó con una roca cayendo al suelo, mientras que Carlos se acercaba con los ojos fuera de sus órbitas, loco por beber la sangre de su presa.


—“Soy un hueso duro de roer, y ni la bruja ha podido mi sonrisa cambiar y, a pesar de sus hechizos, lo que seguramente fue irse de la risa a orinar”, dijo Carlos al mirar a Kcriss, y pudo fuego por sus ojos vomitar. 


—“No les temo porque un látigo fuerte tengo, para domar a esos demonios que me quieren conquistar ya su averno llevar. Contestó Kcriss. 

Luego estiró su negra lengua para lamer a su adversario y su sangre succionar. Ahora ya no sé qué irá a pasar. 


Carlos se dijo a si mismo en voz alta: 

—Por ahora he tenido que borrar lo escrito, pero no por desobediente, sino por temor a la represalia que la bruja puede hacer en defensa de su amigo Kcriss.” 

El terror en los ojos de Kcriss se podía ver a kilómetros de distancia. Todos pensaban que era por algún hechizo, pero no, todo era consecuencia del humilde, aunque también ambicioso, pedido que una pastora llamada Diana, le hizo a sus feligreses en un culto.


La bruja no habia hechizado a nadie. Sin embargo, Carlos se había convertido en un monstruo. Había inhalado un extraño gas verde que provenía de adentro de la cueva. Kcriss intentó no lamer la sangre de aquella cosa que antes fuera Carlos, pero algo estaba muy mal para ambos, había un aroma que lo arrojaba a actuar en contra de su voluntad, era algo hipnótico, algo fuera de este mundo.


De pronto se oyó un pataleo, o tal vez un aleteo que golpeó contra alguien aparentemente humano, que, en frenético estertor, acompañaba al cuerpo de Evelyn, ya que una fuerte poción probaba, para ver si de esa forma a Kcriss domaba, porque su alma indomable reclamaba la dureza de la bruja y del hechizo para dominar las tierras negras de donde él provenía.


Era demasiado tarde para Kcriss, pues Carlos ya había dejado en su cuerpo rastros de sangre infectada. Por sus costados salían protuberancias semejantes a garras, que iban destrozando poco a poco sus costillas, mientras sus huesos crujían. Sus gritos desgarradores se escucharon por todo aquel tenebroso bosque, pues Carlos había convertido al indefenso Kriss en un monstruo como él. Solo faltaba que encontraran a la bruja, quien habia ido a la cueva para buscar respuestas.


El monstruoso Carlos se bebía la sangre de sus víctimas. Apoderarse él sabía de las joyas y riquezas que a ellas arrancaba, para pagar el pasaporte y así poder ir al encuentro de la maga sombría, ya que ese era su lema, La Maga Sara Lena.


La bruja Evelyn ya se le había adelantado al infame Carlos, pues había invocado a la bruja mayor, Sara Lena, pidiéndole ayuda para su amado Kcriss, quien se estaba transformado en un horrible ser, pero Carlos intervino a Sara, y ella lo tiró al piso a fuerza de golpes. Luego lo hechizó y lo dejó paralizado por unos segundos.


Para sorpresa de todos, ocurrió lo impreso, una vieja poción de Evelyn se había derramado y Sara, con sus ojos enamorados de intensa mirada, succionó la cordura de ese monstruo, que ahora se transformaba en un nuevo ser ante la mirada de su amada.


Esto no fue bien visto ni aceptado por el amigo de la bruja mayor, que, haciendo honor a su nombre, sacó de faja la famosa daga. Kcriss, dirigiéndose al transformado Carlos, la daga le enterraba en medio de su garganta y cercenaba su yugular para poderlo matar.

Sangre negra ahora corria y salpicaba todo a su alrededor. Una especie de cortina de humo cegaba toda la escena, haciéndola mucho más misteriosa, sobre todo por estar allí la diosa Sara Lena, que cualquier cosa sorprendente podría hacer para ella misma satisfacerse.


Sara Lena tomó de la cintura a Carlos, quien, en medio de todo aquel caos y ya muy cerca de la muerte, miró a su amada. En sus ojos llenos de lágrimas se reflejó aquel ser que una vez había sido humano y, con su corazón a punto de apagarse, acarició el bello rostro de la diosa Sara y con su último suspiro le dijo cuánto la amaba.

Era un legado que ella continuaría, pues su amado la había dejado sola. Ella, culpándose por su muerte, juró vengarse de Kcriss y de toda su descendencia.


Todos los allí presentes vivían con terror el momento, lo que no sabían es que todo era un mundo ficticio creado por los más oscuros sueños de ella, la diosa Sara Lena, y que el crear y soñar aquellos mundos de locura y terror eran parte de su “Legado”.


Un quejido desde el Más Allá retumbaba sobre la muralla fría de la necrópolis santa y claramente maldecía el momento inoportuno en que Kcriss lo había matado, o al menos eso parecía, porque lo que en verdad sucedió era que Carlos, por gracia de su amada Sara Lena, en un dios se había transformado. Ahora, ya sintiéndose apaciguado, un poder de fuego y muerte a Sara Lena había pasado.


El monstruo que había convertido a Carlos en esa horripilante criatura se encontraba también en la cueva. Kcriss no lo había visto, porque al distinguir los ojos luminosos en la pared había salido despavorido. Tampoco la bruja lo percibió cuando fue a buscar las respuestas que no halló. Aquel monstruo vigilaba muy de cerca los movimientos de todas sus víctimas. Kcriss tan solo era uno más de los que habían caído entre sus garras, siendo atrapado por Carlos, quien había sido su primera víctima. Ninguno imaginó el poder que este le había transferido a Kcriss, al succionar su sangre y transformarlo en otro de ellos. Aquel monstruo en verdad era poderoso.


El inocente Kcriss sintió en su interior que algo le calcinaba la carne y hacía hervir sus venas. Aquel dolor lo transformó en el ángel vengador, tenebroso y receloso, convirtiéndolo en el custodio de la gema que protegía la entrada al portal de la diosa Sara Lena. Sus ojos como llamas de fuego y azufre eran, capaces de calcinar con su mirada a cualquier ser que por delante de él pasara. Con su cola en punta terminada, hería en el pecho a su víctima, que, paralizada con el veneno de ese aguijonazo, a su merced quedó. Kcriss empezóa si vivo lo dejaba, su corazón sacaba o su alma succionaba. Su fuerza a cada rato aumentaba, haciéndolo ver cada vez más grande y poderoso.Sus orejas, en forma de sierras dentadas, vapores mercuriales expulsados, que al contacto con la piel esta ardia o solamente al contacto con el aire del oxigeno explotaba.


Evelyn, la bruja, desde lejos gozaba, viendo cómo todo su ardid había logrado el mundo de Sara Lena trastocar. Sus pócimas potentes a todos volvían dementes y ella, presurosa entre las sombras andaba, protegida por su capa y volando en su escoba.

—¡Ja, ja, ja! —Las espantosas carcajadas de Evelyn se escuchaban en medio de la noche, mientras iba en busca de su bienamado Kcriss.


Nadie sabía que aquella bruja no era la verdadera Evelyn, pues esta yacía inerte en el piso de la cueva, donde la luz de unos monstruosos ojos la manifiesta inmóvil. Su poder era grande, pero necesitaba la ayuda de la diosa Sara Lena y del dios Carlos para poder volver a la vida. Su cuerpo estaba cubierto de una llama verde que poco a poco la iba consumiendo en un sueño eterno, de donde jamás despertaría si no la encontraran pronto.


Kcriss, convertida en una criatura infernal, pudo sentir el dolor de la bruja Evelyn, quien sabía que él no podía ayudarla porque ya su humanidad no existía. 

Mientras, Sara Lena, loca por la ira, buscaba a su amado y no lo podía encontrar, pues este, aunque convertido en un dios, yacía en un sueño tan profundo como el de la bruja Evelyn, pues otro monstruo repugnante de la misma estirpe lo sometía. Aquella inquietante hipnosis, inconscientemente los conectaría de alguna manera.



Kcriss, después de soportar un dolor intenso en todo su ser a causa del poder que lo invadía, se levantó, irguió su cabeza y sobresalió a su alrededor en busca de Evelyn, pero no la halló. Su olfato se había agudizado, así que comenzó a caminar siguiendo el rastro de su aroma. A medida que avanzaba y no la encontré, su furia aumentaba de forma insospechada. Llegó a un lugar donde por fin sintió muy leve su exquisito olor, lo cual apaciguó su ira. Dando grandes pasos llegó hasta donde yacía su cuerpo. De nuevo se encontró en aquella cueva donde todo había comenzado. Entro en el oscuro lugar y llego hasta el final. Allí, detrás de una roca, estaba el cuerpo de Evelyn. Con gran fuerza golpeó y golpeó la roca hasta destrozarla.Tomó el frágil y pálido cuerpo inerte y, llevándolo afuera, lo depositó sobre una piedra plana que encontró en el lugar, muy parecido a un altar. Mientras la observaba, gemía de dolor y tristeza. De repente su cuerpo se vio envuelto en llamas. Abrazó a Evelyn con delicadeza, hasta que fue consumida por el fuego. Kcriss lloraba inconsolable al observar lo que quedó de ella. Se despidió con su mirada puesta en ella antes de continuar su camino.

Cuando había dado unos pasos, escuchó que algo detrás de él se movía. Giró su cabeza para ver qué se trató. No podía creer lo que sus ojos estaban contemplando. Evelyn resurgía de las cenizas como el ave fénix.


Cuando Kcriss vio a su amada resurgir de las cenizas, su ira se calmó poco a poco y su corazón latía con rapidez. 

Evelyn sus alas de fuego extendía y con una sonrisa en los labios miraba a su amado. Con sus ojos le agradecía que la salvara de ese eterno sueño en el que estaba sumergida.

Pero, sin saberlo Kcriss, Evelyn había adquirido un poder infinito ahora y el destino la elegía para que despertara al dios Carlos, con el fin de que este pudiera encontrar a su amada diosa y sacarla de la oscuridad en la cual yacía presa. El destino había escogido a la bruja Evelyn ya su amado Kcriss para sacrificarse por el amor eterno de los grandes dioses.


No se cree que Evelyn había olvidado lo pasado. Ella era una brujita demente, téngnalo ustedes presente, y devorará a su amado, a quien hasta ahora no ha llamado. Pero déjenme ver, él se llama Javier. Pobre de ti, Kcriss, una mala pasada te han jugado, en la bruja había confiado. Ahora por tu esfuerzo, valentía y coraje, la diosa Sara y el dios Carlos te premiarán con una flama para que felizmente cortejes a la verdadera dueña de tu corazón, a quién imaginabas campesina y resultó ser la reina Diana.


Mientras todo parecía arreglarse en la superficie del planeta, nuevas complicaciones estaban a punto de emerger. En lo más profundo de aquella cueva, la oscuridad del Mictlán a una poderosa alma recluía, pero aquella trampa no sería suficiente para retener a la misteriosa Sara Lena, quien albergaba planos más negros que el ambiente que la abrazaba. El aroma a pecado ya muerte, que se escurría por las terregosas paredes, hacían más profundas su agonía e incertidumbre. Se vio perdida, tras sentir toda esperanza de resurgimiento completamente perdida, y escuchó a Kcriss confabulando al imaginarla rendida. Aquel deseo de venganza fue la brújula que del más profundo abismo la liberó.En cuanto su alma con su cuerpo humano se reunió, la tierra tembló, al reconocer que su legado había recuperado y que a sus enemigos ella jamás había perdonado. Y ahora, con todo aquel poder establecido, no dejaría piedra sobre piedra, ni cabeza sobre cuello de quienes a ella oa su amado probablemente lastimado. ¡Que tiemblen todos los mortales, porque el poder de la noche se ha desatado!


Cuando Kcriss ya había perdido toda esperanza de poder enfrentarse a la magia oscura de Sara Lena, sucedió algo inesperado: súbitamente la oscuridad desapareció y Sara Lena dejó de ser una malvada bruja retornada del Mictlán para volver a ser la maga sabia y benévola que todos conocemos . En realidad, todo había sido una pesadilla colectiva provocada por un hechizo. Una vez recuperada su auténtica personalidad, Sara Lena les reveló a Kcriss ya todos sus compañeros del grupo quién era la mente maestra detrás del hechizo que había manipulado sus mentes: Helene Belfort, la niña vampiro francesa que aparece en los relatos de Fontenla.Esta había empleado la magia vampírica para invocar a los lémures de las pesadillas y arrojarlos sobre todos los latinoamericanos de gran corazón, para confundir sus sentidos, oscurecer sus almas y evitar que sus ingentes ondas de energía positiva hicieran vibrar las cuerdas del destino a favor de la selección argentina. Pero Fontenla no había sido hechizado, pues ni es latinoamericano ni tiene un gran corazón ni le gusta el fútbol. Sabiendo que sus compañeros del otro lado del Atlántico estaban siendo víctimas de una conspiración mágica, el sábado 17 por la tarde Fontenla se sumergió en las tenebrosas catacumbas horas de París y caminó durante por criptas desconocidas, entre ratas y osamentas humanas, hasta que encontró el cubil de helena.Una vez allí, le ofreció a la niña vampiro su propia sangre (pero solo medio litro, porque si no podría bajarle la tensión) a cambio de que anulara los efectos del sortilegio. Helene estaba hambrienta, pues invocar a los lémures había consumido casi toda su energía, y emitió la oferta diciendo “vale, a fin de cuentas seguro que mañana los franceses ganamos igual”. Tras proferir esa aseveración patriótica, hundió sus afilados colmillos en la garganta de Fontenla.



Pobre Fontenla, fue engañado también. El poder de ese gran mago blanco le ha hecho creer que Helene era la del engaño. Ni Argentina ni Francia desvelan al mago poderoso, pero sí el empeño y la pasión que este grupo, quejumbroso ya veces hasta monstruoso, ha colocado en sus actos convertidos en relatos, sacados de sus oscuros pensamientos para diversión del lector, que desprevenido no ha sentido la presion de los colmillos de esa nena llamada Helene, para darle gusto a Fontenla y bajarle la tension. A la postre y contra las creencias de Helene, los "Bleus" se marcharon sin la copa, pero de consolación el goleador si fue un francés.

 Bueno, amigos, esta ha sido una bella función y un agradable paso por la cueva, donde humanos calaveras, ratas, arañas y serpientes se han divertido con la mente de todos los aquí presentes.


Oscar Rivera "Kcriss", Evelyn J. Morales, Carlos Julio, Diana Torres, Sara Lena Tenorio y Javier Fontenla


LA COLINA DE ZAMAN (H. P. Lovecraft)


Texto: H. P. Lovecraft. Traducción: Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

La enorme colina se hallaba tan cerca de la vieja aldea que sus precipicios empezaban donde terminaba la calle principal. Verde, elevada y cubierta de bosque, su mirada tenebrosa se cernía sobre el campanario que se alzaba junto a la curva de la carretera. Durante dos siglos habían circulado rumores sobre lo que sucedía en aquella prominencia embrujada. Se hablaba de ciervos y pájaros extrañamente mutilados, de niños desaparecidos cuyas familias habían perdido para siempre. Un día el cartero no encontró la aldea donde solía estar, ni sus edificios ni sus habitantes volverían a ser vistos nunca más. Hubo vecinos de Aylesbury que se acercaron para satisfacer su curiosidad, pero todos llamaron loco al cartero, quien aseguraba haber visto en la gran colina ojos famélicos y fauces abiertas.


EL LIBRO / LA PERSECUCIÓN (H. P. LOVECRAFT)

 


Autor: H. P. Lovecraft (1890-1937). Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido en un dédalo de viejas callejas portuarias, perdidas entre extraños aromas procedentes de ultramar y brumas esparcidas por el viento de poniente. Unos ventanucos romboidales, opacados por el humo y la escarcha, apenas dejaban entrever los libros amontonados desde el suelo hasta el techo, vestigios de una vieja sabiduría que agonizaba a precio de saldo, como las hojas de un árbol marchito. Entré, como impulsado por un sortilegio, arrebaté a las telarañas el volumen más cercano y lo hojeé al azar, estremeciéndome al leer aquellas misteriosas palabras que parecían reservar algún ominoso arcano para quien tuviera la audacia de descubrirlo. Después, mientras buscaba algún viejo y taimado vendedor, solo encontré el eco de una carcajada.

...

Salí con el libro debajo de mi abrigo y caminé con pasos apresurados por las viejas calles portuarias, sin dejar de volver la cabeza para mirar atrás, impulsado por la desconfianza. Me sentí espiado por las furtivas y sombrías ventanas de los edificios que me rodeaban, pensé en los secretos que podían ocultar y añoré una clara visión del cielo azul. Nadie me había visto robar el libro, pero en mi perturbado cerebro seguían resonando los ecos de una risa diabólica. Eso me hizo pensar en tenebrosos mundos de pura maldad, que se ocultaban entre las páginas del volumen cuya posesión había codiciado. El camino se volvió extraño, las paredes adoptaron un aspecto enloquecedor... y oí cómo me seguían los pasos de un ser invisible.


Textos originales (fuente: wikisource).

I. The Book

The place was dark and dusty and half-lost
In tangles of old alleys near the quays,
Reeking of strange things brought in from the seas,
And with queer curls of fog that west winds tossed.
Small lozenge panes, obscured by smoke and frost,
Just shewed the books, in piles like twisted trees,
Rotting from floor to roof - congeries
Of crumbling elder lore at little cost.

I entered, charmed, and from a cobwebbed heap
Took up the nearest tome and thumbed it through,
Trembling at curious words that seemed to keep
Some secret, monstrous if one only knew.
Then, looking for some seller old in craft,
I could find nothing but a voice that laughed.

II. Pursuit

I held the book beneath my coat, at pains
To hide the thing from sight in such a place;
Hurrying through the ancient harbor lanes
With often-turning head and nervous pace.
Dull, furtive windows in old tottering brick
Peered at me oddly as I hastened by,
And thinking what they sheltered, I grew sick
For a redeeming glimpse of clean blue sky.

No one had seen me take the thing - but still
A blank laugh echoed in my whirling head,
And I could guess what nighted worlds of ill
Lurked in that volume I had coveted.
The way grew strange - the walls alike and madding -
And far behind me, unseen feet were padding.

TRES OBRAS MAESTRAS DEL TERROR

 


Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

El escritor estadounidense Robert E. Howard es recordado por ser el creador del género de espada y brujería, pero también fue un importante autor de cuentos macabros. En Los hijos de la noche, uno de sus cuentos de terror más conocidos, aparece un tal Conrad, un intelectual enamorado de lo extraño y paranormal, en cuya nutrida biblioteca figuran grimorios prohibidos y los grandes clásicos de la literatura macabra.

En una de las primeras páginas del relato Conrad menciona sus tres obras favoritas del género, que con toda seguridad también eran las predilectas del propio Howard. Independientemente de que podamos tener otras preferencias, resulta interesante conocer esas tres obras maestras del terror.

La más conocida es La caída de la Casa Usher, una novela corta escrita por el insigne Edgar Allan Poe. El narrador de la historia visita la siniestra mansión mencionada en el título para pasar unos días con Roderick Usher, un amigo de la infancia que vive atormentado por un extraño trastorno y, sobre todo, por la enfermedad de su hermana Madeline. La situación del desdichado Roderick ya parece bastante mala, pero quizás las cosas sean aún peores de lo que parecen. Esta historia, además de terrorífica, es tan triste y oscura que algunos han interpretado la Casa Usher no como un edificio real, sino como una imagen simbólica de la depresión (al menos eso es lo que les enseña Adrien Brody a sus alumnos -y de paso a nosotros- en la película El profesor).

El sello negro es un episodio de la novela Los tres impostores, obra del galés Arthur Machen, pero puede considerarse un relato en sí mismo. La narradora se presenta como una joven institutriz, encargada de educar a los hijos del sabio profesor Gregg. Este, tras realizar una concienzuda investigación secreta, viaja a las agrestes colinas del País de Gales, donde confirma sus teorías sobre la existencia de una raza humana prehistórica, físicamente degenerada tras largos siglos de aislamiento y endogamia. El monstruoso aspecto de esos seres y sus repulsivos rituales nocturnos, muy semejantes a cultos satánicos, habrían dado lugar a las viejas leyendas sobre duendes, aquelarres y demonios que copulaban con las brujas. Pero el verdadero motivo de terror es la posibilidad de que esos extraños humanoides todavía no hayan desaparecido.

La llamada de Cthulhu, una de las principales obras de H. P. Lovecraft, presenta un argumento semejante: el narrador es un erudito estadounidense, que, mientras investiga la misteriosa muerte de su tío, descubre un culto primitivo dedicado al siniestro dios Cthulhu… para posteriormente descubrir otras cosas aún más terroríficas. Curiosamente, Lovecraft era amigo de Howard y también tenía en gran estima los dos relatos anteriores. De hecho, entre ambos autores hubo influencias mutuas. En las aventuras del guerrero picto Bram Mak Morn, uno de los principales héroes "howardianos", aparecen monstruos vinculados a la mitología de Cthulhu, mientras que Lovecraft menciona en alguno de sus relatos Cultos sin nombre, un libro prohibido inventado por Howard. Por cierto, en las aventuras de Bram también aparecen unos horrendos seres subterráneos, muy semejantes a los humanoides mencionados en El sello negro de Machen.

Estas son las tres obras de terror que más les gustaban al gran maestro Howard y al sabio erudito Conrad. Por supuesto, se trata de opciones subjetivas, pero siempre merece la pena darles una oportunidad. Quién sabe si no podrías estar de acuerdo con ellos.

LA ALQUIMIA DEL DOLOR (BAUDELAIRE)

 



Adaptación: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Carlos Miranda.

Hay quienes hablan al mundo con amor y quienes le hablan con dolor. Hay quienes ven mañanas cristalinas y hay quienes escuchan los susurros del gusano. Misterioso Hermes, que guías mis esfuerzos, gracias a ti soy el más triste de los alquimistas, el reflejo de Midas. Convierto el hermoso oro en hierro oxidado, para mí el paraíso es un infierno. Veo cadáveres amados entre las nubes e imagino torres de ataúdes en las riberas del cielo.

Texto original:

L’un t’éclaire avec son ardeur,
L’autre en toi met son deuil, Nature!
Ce qui dit à l’un : Sépulture!
Dit à l’autre: Vie et splendeur!

Hermès inconnu qui m’assistes
Et qui toujours m’intimidas,
Tu me rends l’égal de Midas,
Le plus triste des alchimistes;

Par toi je change l’or en fer
Et le paradis en enfer;
Dans le suaire des nuages

Je découvre un cadavre cher,
Et sur les célestes rivages
Je bâtis de grands sarcophages.

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