VAMPIRO (EMILIA PARDO BAZÁN)

 


Texto: Emilia Pardo Bazán (España, 1851-1921). Imagen: Pixabay. La escritora gallega Emilia Pardo Bazán nos ofrece un cuento aparentemente desenfadado y costumbrista, que sin embargo esconde un siniestro desenlace.

No se hablaba en el país de otra cosa. ¡Y qué milagro! ¿Sucede todos los días que un setentón vaya al altar con una niña de quince? Así, al pie de la letra: quince y dos meses acababa de cumplir Inesiña, la sobrina del cura de Gondelle, cuando su propio tío, en la iglesia del santuario de Nuestra Señora del Plomo -distante tres leguas de Vilamorta- bendijo su unión con el señor don Fortunato Gayoso, de setenta y siete y medio, según rezaba su partida de bautismo. La única exigencia de Inesiña había sido casarse en el santuario; era devota de aquella Virgen y usaba siempre el escapulario del Plomo, de franela blanca y seda azul. Y como el novio no podía, ¡qué había de poder, malpocadiño!, subir por su pie la escarpada cuesta que conduce al Plomo desde la carretera entre Cebre y Vilamorta, ni tampoco sostenerse a caballo, se discurrió que dos fornidos mocetones de Gondelle, hechos a cargar el enorme cestón de uvas en las vendimias, llevasen a don Fortunato a la silla de la reina hasta el templo. ¡Buen paso de risa!

Sin embargo, en los casinos, boticas y demás círculos, digámoslo así, de Vilamorta y Cebre, como también en los atrios y sacristías de las parroquiales, se hubo de convenir en que Gondelle cazaba muy largo, y en que a Inesiña le había caído el premio mayor. ¿Quién era, vamos a ver, Inesiña? Una chiquilla fresca, llena de vida, de ojos brillantes, de carrillos como rosas; pero qué demonio, ¡hay tantas así desde el Sil al Avieiro! En cambio, caudal como el de don Fortunato no se encuentra otro en toda la provincia. Él sería bien ganado o mal ganado, porque esos que vuelven del otro mundo con tantísimos miles de duros, sabe Dios qué historia ocultan entre las dos tapas de la maleta; solo que…. ¡pchs!, ¿quién se mete a investigar el origen de un fortunón? Los fortunones son como el buen tiempo: se disfrutan y no se preguntan sus causas.

Que el señor Gayoso se había traído un platal, constaba por referencias muy auténticas y fidedignas; solo en la sucursal del Banco de Auriabella dejaba depositados, esperando ocasión de invertirlos, cerca de dos millones de reales (en Cebre y Vilamorta se cuenta por reales aún). Cuantos pedazos de tierra se vendían en el país, sin regatear los compraba Gayoso; en la misma plaza de la Constitución de Vilamorta había adquirido un grupo de tres casas, derribándolas y alzando sobre los solares nuevo y suntuoso edificio.

-¿No le bastarían a ese viejo chocho siete pies de tierra? -preguntaban entre burlones e indignos los concurrentes al Casino.

Júzguese lo que añadirían al difundirse la extraña noticia de la boda, y al saberse que don Fortunato, no sólo dotaba espléndidamente a la sobrina del cura, sino que la instituía heredera universal. Los berridos de los parientes, más o menos próximos, del ricachón, llegaron al cielo: hablose de tribunales, de locura senil, de encierro en el manicomio. Mas como don Fortunato, aunque muy acabadito y hecho una pasa seca, conservaba íntegras sus facultades y discurría y gobernaba perfectamente, fue preciso dejarle, encomendando su castigo a su propia locura.

Lo que no se evitó fue la cencerrada monstruo. Ante la casa nueva, decorada y amueblada sin reparar en gastos, donde se habían recogido ya los esposos, juntáronse, armados de sartenes, cazos, trípodes, latas, cuernos y pitos, más de quinientos bárbaros. Alborotaron cuanto quisieron sin que nadie les pusiese coto; en el edificio no se entreabrió una ventana, no se filtró luz por las rendijas: cansados y desilusionados, los cencerreadores se retiraron a dormir ellos también. Aun cuando estaban conchavados para cencerrar una semana entera, es lo cierto que la noche de tornaboda ya dejaron en paz a los cónyuges y en soledad la plaza.

Entre tanto, allá dentro de la hermosa mansión, abarrotada de ricos muebles y de cuanto pueden exigir la comodidad y el regalo, la novia creía soñar; por poco, y a sus solas, capaz se sentía de bailar de gusto. El temor, más instintivo que razonado, con que fue al altar de Nuestra Señora del Plomo, se había disipado ante los dulces y paternales razonamientos del anciano marido, el cual sólo pedía a la tierna esposa un poco de cariño y de calor, los incesantes cuidados que necesita la extrema vejez. Ahora se explicaba Inesiña los reiterados «No tengas miedo, boba»; los «Cásate tranquila», de su tío el abad de Gondelle. Era un oficio piadoso, era un papel de enfermera y de hija el que le tocaba desempeñar por algún tiempo…, acaso por muy poco. La prueba de que seguiría siendo chiquilla, eran las dos muñecas enormes, vestidas de sedas y encajes, que encontró en su tocador, muy graves, con caras de tontas, sentadas en el confidente de raso. Allí no se concebía, ni en hipótesis, ni por soñación, que pudiesen venir otras criaturas más que aquellas de fina porcelana.

¡Asistir al viejecito! Vaya: eso sí que lo haría de muy buen grado Inés. Día y noche -la noche sobre todo, porque era cuando necesitaba a su lado, pegado a su cuerpo, un abrigo dulce- se comprometía a atenderle, a no abandonarle un minuto. ¡Pobre señor! ¡Era tan simpático y tenía ya tan metido el pie derecho en la sepultura! El corazón de Inesiña se conmovió: no habiendo conocido padre, se figuró que Dios le deparaba uno. Se portaría como hija, y aún más, porque las hijas no prestan cuidados tan íntimos, no ofrecen su calor juvenil, los tibios efluvios de su cuerpo; y en eso justamente creía don Fortunato encontrar algún remedio a la decrepitud. «Lo que tengo es frío -repetía-, mucho frío, querida; la nieve de tantos años cuajada ya en las venas. Te he buscado como se busca el sol; me arrimo a ti como si me arrimase a la llama bienhechora en mitad del invierno. Acércate, échame los brazos; si no, tiritaré y me quedaré helado inmediatamente. Por Dios, abrígame; no te pido más».

Lo que se callaba el viejo, lo que se mantenía secreto entre él y el especialista curandero inglés a quien ya como en último recurso había consultado, era el convencimiento de que, puesta en contacto su ancianidad con la fresca primavera de Inesiña, se verificaría un misterioso trueque. Si las energías vitales de la muchacha, la flor de su robustez, su intacta provisión de fuerzas debían reanimar a don Fortunato, la decrepitud y el agotamiento de éste se comunicarían a aquélla, transmitidos por la mezcla y cambio de los alientos, recogiendo el anciano un aura viva, ardiente y pura y absorbiendo la doncella un vaho sepulcral. Sabía Gayoso que Inesiña era la víctima, la oveja traída al matadero; y con el feroz egoísmo de los últimos años de la existencia, en que todo se sacrifica al afán de prolongarla, aunque sólo sea horas, no sentía ni rastro de compasión. Agarrábase a Inés, absorbiendo su respiración sana, su hálito perfumado, delicioso, preso en la urna de cristal de los blancos dientes; aquel era el postrer licor generoso, caro, que compraba y que bebía para sostenerse; y si creyese que haciendo una incisión en el cuello de la niña y chupando la sangre en la misma vena se remozaba, sentíase capaz de realizarlo. ¿No había pagado? Pues Inés era suya.

Grande fue el asombro de Vilamorta -mayor que el causado por la boda aún- cuando notaron que don Fortunato, a quien tenían pronosticada a los ocho días la sepultura, daba indicios de mejorar, hasta de rejuvenecerse. Ya salía a pie un ratito, apoyado primero en el brazo de su mujer, después en un bastón, a cada paso más derecho, con menos temblequeteo de piernas. A los dos o tres meses de casado se permitió ir al casino, y al medio año, ¡oh maravilla!, jugó su partida de billar, quitándose la levita, hecho un hombre. Diríase que le soplaban la piel, que le inyectaban jugos: sus mejillas perdían las hondas arrugas, su cabeza se erguía, sus ojos no eran ya los muertos ojos que se sumen hacia el cráneo. Y el médico de Vilamorta, el célebre Tropiezo, repetía con una especie de cómico terror:

-Mala rabia me coma si no tenemos aquí un centenario de esos de quienes hablan los periódicos.

El mismo Tropiezo hubo de asistir en su larga y lenta enfermedad a Inesiña, la cual murió -¡lástima de muchacha!- antes de cumplir los veinte. Consunción, fiebre hética, algo que expresaba del modo más significativo la ruina de un organismo que había regalado a otro su capital. Buen entierro y buen mausoleo no le faltaron a la sobrina del cura; pero don Fortunato busca novia. De esta vez, o se marcha del pueblo, o la cencerrada termina en quemarle la casa y sacarle arrastrando para matarle de una paliza tremenda. ¡Estas cosas no se toleran dos veces! Y don Fortunato sonríe, mascando con los dientes postizos el rabo de un puro.

FALSAS CREENCIAS SOBRE ESPÍRITUS Y DUENDES

 

Texto: Fontenla. Imagen: La pesadilla de Fuseli (fuente: Wikimedia Commons.)

Evidentemente, desde un punto de vista racionalista todas las creencias referentes a duendes, fantasmas y demás habitantes del mundo invisible solo pueden ser falsas. Aquí solo vamos a hablar de algunas que también son discutibles para el folclore y la parapsicología.

I-¿Los fantasmas son eternos? No está tan claro. Según ciertos parapsicólogos ingleses, las sombras de los muertos parecen deteriorarse hasta desaparecer pasados cuatrocientos años (que, de todas formas, es una edad bastante respetable). Sin embargo, existen excepciones: en algunos lugares de Gran Bretaña se han visto espectros de legionarios romanos, cuya edad no puede ser inferior a quince siglos.

II-¿Los fantasmas siempre son espíritus o sombras de personas muertas? Es la creencia común, pero no es necesariamente así. Supuestamente en varias ocasiones se han visto fantasmas de personas que, en el momento de la aparición, aún estaban vivas y gozaban de buena salud. Es bien conocido el mito germano del “doble espectral”, cuando ves tu propio fantasma. Evidentemente, cuando lo ves aún estás vivo, pero quizás no por mucho tiempo, pues la aparición del doble se considera un presagio fúnebre.

III-¿Los demonios pueden predecir el futuro? Es cuestión de creencias: los brujos creen que sí (tal como puede verse en el Macbeth de Shakespeare) y la Iglesia Católica lo niega. Según la demonología cristiana, los ángeles caídos no poseen el don de la profecía ni tampoco pueden efectuar verdaderos milagros. Sin embargo, como son muy inteligentes, normalmente sus vaticinios para el futuro acaban haciéndose realidad. Eso no significa que profeticen: tú, con tu modesta inteligencia humana, también puedes ver nubes negras en el cielo y suponer acertadamente que va a llover, sin necesidad de poseer ningún don profético.

IV-¿Los duendes son espíritus elementales? Los alquimistas del siglo XVI acaso hubieran respondido afirmativamente, pero hay otras opiniones. Algunos los consideran demonios de ínfima jerarquía, otros los identifican con los espíritus de los muertos, asimilándolos a los fantasmas, y no falta quien dice que son ángeles neutrales, que no tomaron partido en la guerra entre Dios y Satán, por lo que no pudieron permanecer en el Cielo ni tampoco ir al Infierno. Cierto clérigo español del siglo XVII llamado fray Antonio de Fuentelapeña dijo que eran “animales aéreos”, corpóreos pero invisibles, engendrados por la corrupción de los gases. Sin duda, el buen fraile tenía mucha imaginación y ni siquiera sus contemporáneos se tomaron en serio sus teorías (aunque debemos decir en su honor que se anticipó a Newton en su teoría de la atracción universal y que, como Julio Verne, predijo la existencia de la aviación y la radiotelefonía doscientos años antes de que existiesen).

V-¿Las hadas siempre son tan buenas como en las películas de Disney? Para nada. Los antiguos celtas y germanos temían a las hadas, pues, en vez de conceder deseos con sus varitas mágicas, tenían la costumbre de raptar mujeres y niños. Es cierto que se referían a ellas como “la buena gente”, pero era una costumbre frecuente en los pueblos primitivos ponerles nombres cariñosos o humorísticos a los seres temidos, como una forma de conjurar el miedo que inspiraban. Del mismo modo, los antiguos griegos llamaban Euménides (Benevolentes) a las Furias del Infierno o nosotros mismos llamamos “comadreja” (es decir, “pequeña comadre”) a un animal muy poco querido por los dueños de gallinas.

MITOS CREADOS POR EL CINE DE TERROR

 

Texto y fotografía: Javier Fontenla. Edición de imagen: Carlos Miranda.

Hoy en día la popularidad del género macabro no procede de la literatura, sino del cine. Así pues, hay buenos escritores de terror, como Ambrose Bierce, Arthur Machen, Algernon Blackwood o Clark Ashton Smith, que son muy poco conocidos, pero no porque les falte calidad a sus relatos, sino porque estos no cuentan con adaptaciones cinematográficas de envergadura. Por el contrario, otros autores, como Mary Shelley, Bram Stoker, Stephen King o Anne Rice, han sido mucho más afortunados en ese sentido. Gracias al cine, sus personajes gozan actualmente de una enorme popularidad, llegando a ser verdaderos mitos de la cultura occidental contemporánea. Dejando aparte la mayor o menor calidad de sus distintas adaptaciones a la gran pantalla, es relativamente frecuente que el cine en general (y los guionistas de Hollywood en particular) deturpen esa mitología, añadiéndole elementos que todos nosotros conocemos, pero que originalmente no formaban parte de sus raíces literarias o folclóricas. Aquí vamos a mencionar diez mitos de la fantasía gótica creados exclusivamente por el séptimo arte:

¿El monstruo de Frankenstein es malo porque le metieron en cabeza los sesos de un asesino? No. El monstruo, que, por cierto, no se llama Frankenstein (ese es el apellido de su creador) ni tiene ningún otro nombre en la novela original de Mary Shelley- se vuelve malo como reacción frente al rechazo social que sufre a causa de su aspecto.

¿Los zombis comen carne humana?  No.  Los zombis del folclore caribeño hacen poco más que trabajar en las plantaciones de los hechiceros que los sacaron de la tumba. El zombi carnívoro e insaciable que aparece en las películas se inspira más bien en los ghouls, demonios necrófagos del folclore árabe.

¿Para detener a un zombi hay que pegarle un tiro en cabeza? En realidad, no es imprescindible recurrir a medios tan violentos. Según el folclore caribeño, es suficiente con un puñado de sal para detenerlos o espantarlos.

¿La luz solar puede matar a los vampiros? Eso no se dice en el folclore ni en la literatura vampírica clásica. Por supuesto, los vampiros son seres nocturnos que pasan el día encerrados en sus tumbas, pero no consta que la luz solar pueda matarlos. La primera vez que sucede eso es en la película Nosferatu de Murnau.

¿Los vampiros siempre son elegantes aristócratas de melancólica belleza? No necesariamente. El vampiro atractivo y refinado nace con la obra de Polidori, quien le atribuye a Lord Ruthven ciertas características de Lord Byron. En el folclore centroeuropeo los vampiros casi siempre eran simples campesinos y presentaban un aspecto bastante repulsivo (nos referimos exclusivamente a los vampiros varones y no a las vampiras, quienes siempre han sido sensuales y hermosas).

¿Los vampiros se convierten en murciélagos? Eso depende de cada tradición cultural. En las leyendas grecorromanas generalmente adoptaban el aspecto de serpientes o aves nocturnas (recordemos que los murciélagos no son aves, sino mamíferos). Posiblemente la identificación del vampiro con el murciélago es un invento moderno, acaso motivado por el descubrimiento de quirópteros hematófagos en Sudamérica.

¿El licántropo es bípedo? Generalmente no (hablamos, por supuesto, de cuando está transformado en bestia). En las leyendas medievales el licántropo casi siempre era cuadrúpedo y parecía un lobo normal, aunque era más grande y carecía de cola.

¿La licantropía se transmite a través de la mordedura? No. Eso vale para el vampirismo, pero en la tradición folclórica la licantropía nunca procedía de una mordedura, sino de una maldición o de ungüentos mágicos suministrados por el Diablo.

¿El licántropo solo se transforma en bestia cuando sale la luna llena? No. Aunque hay algunas tradiciones que asocian la licantropía con la luna llena, es más frecuente que el hombre lobo se transforme voluntariamente y en cualquier momento, untando el cuerpo con el ungüento mágico que le ha suministrado el Diablo. De todas formas, es habitual que sus transformaciones se produzcan en invierno, precisamente cuando los lobos "normales" se muestran más feroces, o que coincidan con las noches de aquelarre (Halloween, Noche de Walpurgis, etc.).

¿Solo las balas de plata pueden matar al licántropo? No. En las viejas tradiciones es más frecuente que el licántropo pueda ser destruido con armas convencionales. Eso sí, después conviene quemar su cadáver, para evitar que su fantasma se convierta en un vampiro.

LOS MITOS DE CTHULHU

 

Texto: Francisco Javier Fontenla, basado en la obra de H. P. Lovecraft, nacido el 20 de agosto de 1937. Imagen: Pixabay.

El escritor estadounidense August Derleth denominó “Mitos de Cthulhu” a un ciclo de relatos macabros, que acabaría convirtiéndose en un auténtico subgénero dentro de la literatura fantástica moderna. Dicho ciclo abarca algunas novelas cortas y numerosos cuentos, escritos por diversos autores desde el siglo XIX hasta hoy. Si bien sus principales artífices fueron H. P. Lovecraft y el propio Derleth, no podemos olvidar a sus precursores (Edgar Allan Poe, Arthur Machen…) ni tampoco a sus epígonos (Robert Bloch, Ramsey Campbell…). La temática de estos relatos mezcla el terror con la ciencia-ficción y actualiza los tópicos de la novela gótica (criptas tenebrosas, bosques embrujados, viejas casas que guardan un secreto...), al mismo tiempo que recibe la influencia de las teorías científicas y filosóficas más modernas. Según la filosofía “oficial” de los Mitos de Cthulhu, antes de que existiera el ser humano la Tierra recibió la visita de varias formas de vida procedentes del espacio exterior. Esos seres de origen extraterrestre construyeron grandes ciudades, hoy desaparecidas bajo las aguas del mar, las arenas del desierto o los hielos de la Antártida. A pesar de ser criaturas muy evolucionadas intelectualmente, su vida en la Tierra no fue nada fácil, pues las distintas razas alienígenas tuvieron que enfrentarse entre ellas por el dominio del planeta. Entre las principales razas podemos destacar las siguientes:

-Los Mi-Go llegaron a la Tierra desde el planeta Yuggoth (hoy llamado Plutón). Actualmente solo aparecen por aquí ocasionalmente y cuando lo hacen permanecen ocultos en zonas montañosas, pues prefieren evitar contactos con la especie humana. De todas formas, puede ser que de vez en cuando algún granjero o investigador demasiado curioso desaparezca misteriosamente.

-Los Primordiales vivieron en grandes ciudades desaparecidas hace millones de años (de ellas solo quedan unas misteriosas ruinas en el corazón de la Antártida). No es buena idea acercarse a los vestigios de sus asentamientos, pues allí aún hoy acechan los soggoths, monstruos sin forma creados por los Primordiales.

-La Raza de Yith era seguramente la más evolucionada y misteriosa de todas estas especies. Sus miembros tenían el poder de proyectar sus mentes hacia los cuerpos de otros organismos, incluso a través del tiempo. Gracias a eso, los seres de Yith aprendieron los conocimientos acumulados por las demás especies evolucionadas, incluida la nuestra.

-Los Grandes Antiguos son, sin duda, los seres más conocidos y siniestros de la mitología lovecraftiana. Eran criaturas colosales, semejantes a dragones o pulpos gigantes, y vivían en ciudades de extraña arquitectura, cuyos extraños edificios ignoraban las normas de la geometría euclidiana. Sus ciudades fueron inundadas por el mar y los Grandes Antiguos entraron en estado letárgico, aguardando el momento propicio para despertar y destruir a la especie humana. A pesar de todo, hay hombres que los adoran como si fueran dioses y están dispuestos a ayudarlos en su reconquista de la Tierra.

Dejando aparte estas razas alienígenas, los Mitos de Cthulhu también hablan de otras criaturas igualmente misteriosas, pero que tienen su origen en este planeta:

-Los Profundos son monstruos marinos semejantes a los tritones de la mitología griega, pero mucho más horribles. En ciertas ocasiones mezclaron su sangre con la especie humana, dando lugar a razas híbridas de aspecto inquietante, que viven en las islas del Pacífico y también en cierta villa portuaria de Nueva Inglaterra.

-Los Gules no son monstruos exclusivos de la mitología lovecraftiana, pues ya aparecen en las leyendas de los antiguos árabes. Son bestias necrófagas semejantes a vampiros o licántropos, que viven bajo tierra y salen de noche para alimentarse de carroña, aunque también les gusta la sangre fresca. Al igual que los Profundos, pueden tener descendencia híbrida con los humanos.

Para finalizar esta breve exposición de la mitología lovecraftiana, debemos mencionar a sus dioses supremos (Azazoth, Yog- Sothoth, Nyarlathotep…). Todos ellos son malévolos y simbolizan una filosofía pesimista, según la cual los valores y sentimientos humanos carecen de toda importancia para el universo. A nivel cósmico no somos más que criaturas insignificantes, perdidas sin esperanza en un vacío tenebroso y hostil.

Como complemento de este artículo y ejemplo de los Mitos, añado mi adaptación de una breve historia de Lovecraft, "La colina de Zamán":

La gran colina se alzaba junto al viejo pueblo y su ladera –verde, empinada y cubierta de árboles que parecían espiar el campanario- empezaba donde terminaba la calle principal. Durante doscientos años habían corrido rumores sobre lo que sucedía en aquella colina maldita, historias de ciervos y pájaros que habían aparecido extrañamente mutilados o sobre niños perdidos que habían desaparecido para siempre. Un día el cartero no encontró a ninguno de los habitantes del pueblo, incluso sus casas habían desaparecido. La gente llegó de Aylesbury para ver qué había sucedido. Todos pensaron que el cartero se había vuelto loco, por decir que había visto los ojos hambrientos de la colina y sus mandíbulas abiertas.


POEMA VAMPÍRICO DE ROSALÍA DE CASTRO

Rosalía de Castro (1837-1885), poetisa española en lengua castellana y gallega, menciona a los vampiros en uno de sus últimos poemas. Posiblemente sea uno de los primeros textos en lengua española donde se incluye una referencia, aunque sea anecdótica, a los amos de la noche, que en estos versos simbolizan los poderes opresores de la sociedad. 

Imagen: Javier Fontenla.

Cayendo van los bravos combatientes
y más se aclaran cada vez las filas.
No lloréis, sin embargo;
en el vacío que los muertos dejan
otros vendrán a proseguir la liza*.

¡Vendrán!...; mas presto** del vampiro odioso
destruid las guaridas,
si no queréis que los guerreros vuelvan
tristes y obscuros a morir sin gloria
antes de ver la patria redimida.

*Liza: batalla.

**Presto: pronto, rápidamente.

Entrada destacada

Sara Lena Tenorio

Mi nombre es Sara Lena, nací un día de primavera en la ciudad de México, soy autora de dos libros que forman una saga que, aunque ya está p...