Festejos macabros - Convocatoria


 

CONCURSO 2023 “FESTEJOS MACABROS” DEL GRUPO LITERARIO EL LEGADO 


Podrán participar todas las personas mayores de 18 años, con textos escritos en castellano.

La participación es completamente gratuita.

Tema: “Festejos macabros”: Día de muertos, Mitos, Leyendas, Tradiciones y ficciones.

Extensión por categoría de las obras:

POESÍA: las obras no deberán exceder los treinta (30) versos. Podrán estar escritas en verso libre, o usando las reglas de la rima y métrica. En este caso serán muy valoradas Las calaveritas literarias.

 NARRATIVA: las obras no podrán superar las 1000 palabras.

 Cantidad de obras por autor: Cada autor podrá presentar un (1) trabajo por categoría. 

Presentación de trabajos: En el grupo de WhatsApp El legado. Literatura”. O bien al correo: ellegadodesaralena@gmaol.com

Recepción de las obras: Desde el 3 hasta el 25 de octubre de 2023.

Premios En cada categoría se otorgará a los tres primeros lugares: Diploma y publicación en el blog, El legado. Para el primer lugar en cada categoría se hará una producción audiovisual de la obra premiada del autor, para subir en nuestro canal de YouTube, El legado de fantasía y misterio.

Se realizará una antología con los textos recopilados, la cual no tendrá costo de servicios de edición para los seleccionados y, en caso de existir retribuciones económicas, serán a favor de los organizadores del evento y patrocinadores de la edición.

Jurado: Cada lector del grupo de WhatsApp tendrá derecho de voto mediante un formulario. Solo se permitirá un voto por persona y no se permitirá su modificación.


El concurso podrá declararse desierto si no se reúnen las condiciones de calidad literaria y buena ortografía. 


LEYENDA ÁRABE DE VAMPIROS

Texto: Sabine Baring-Gould. Adaptación: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

A principios del siglo XV vivía en Bagdad un anciano mercader, cuyos negocios le habían proporcionado una gran fortuna y que tenía un único hijo, al cual amaba tiernamente. Resolvió casar a su vástago con la hija de otro mercader: una muchacha de considerable fortuna, pero carente de todo atractivo personal. Abul-Hassan, el hijo del mercader, vio un retrato de la dama y le pidió a su padre que aplazara la boda, pues necesitaba tiempo para hacerse a la idea. Pero lo que hizo fue enamorarse de otra muchacha, que era hija de un erudito, y no dejó en paz a su padre hasta que este le permitió casarse con su amada. El viejo mercader se resistió todo lo que pudo, pero, viendo que su hijo estaba resuelto a casarse con la hermosa Nadilla y que había rechazado completamente a la fea hija del mercader, hizo lo que suelen hacer los padres en semejantes circunstancias: dio su brazo a torcer.

La boda se celebró con gran esplendor y después vino una feliz luna de miel, que hubiera sido aún más dichosa de no ser por un pequeño detalle, que acabaría teniendo graves consecuencias. Abul-Hassan se percató de que su esposa abandonaba el lecho nupcial cuando pensaba que su esposo estaba dormido y no volvía hasta una hora antes del alba. Impelido por la curiosidad, una noche Hassan se hizo el dormido y vio cómo su esposa se levantaba para salir de la habitación, como hacía habitualmente. La siguió discretamente y vio cómo entraba en un cementerio. La luz lunar le mostró cómo se introducía en un sepulcro y decidió seguirla. Una vez dentro, se encontró con una escena espeluznante. Una horda de vampiros se había reunido con los despojos de las tumbas que habían violado y se estaban dando un festín con la carne de cadáveres largo tiempo enterrados*. Su propia esposa, que nunca cenaba en casa, estaba participando en el horrible banquete. Cuando pudo huir sin llamar la atención, Abul-Hassan volvió a su habitación.

No le dijo nada a su esposa hasta que a la noche siguiente llegó la hora de la cena. Ella se resistió a probarla y entonces él exclamó lleno de ira:

¡Claro, reservas tu apetito para tus banquetes con los vampiros!

Nadilla se quedó callada, palideció y tembló. Luego se dirigió a su alcoba sin pronunciar una sola palabra. A medianoche se levantó para atacar a su esposo con uñas y dientes. Lo hirió en la garganta y, tras abrirle una vena, intentó sorber su sangre, pero Abul-Hassan se levantó de un salto, la derribó y la mató de un golpe. La enterraron al día siguiente, pero tres días después, a medianoche, reapareció y atacó nuevamente a su esposo, en un segundo intento de chuparle la sangre. Él consiguió zafarse de ella y a la mañana siguiente abrió su tumba, quemó su cadáver y arrojó las cenizas al río Tigris**.

*El ghoul o vampiro de las leyendas árabes, además de beber sangre, es aficionado a comer restos de cadáveres humanos.

**Ecos de esta leyenda pueden apreciarse en el cuento "Vampirismus" del célebre autor alemán E. T. A. Hoffmann, quien en su versión elimina o reduce los elementos más fantásticos de la historia.


EL PACTO (CUENTO)

Texto: Javier Fontenla, basado en la novela Drácula de Bram Stoker. Imagen: Pixabay.

Aquella noche Marlene, una hermosa niña de catorce años, se acercó a un viejo cementerio, abandonado desde hacía muchos años. Allí se encontró con un hombre de aspecto aterrador, cuya palidez espectral contrastaba con la fúnebre negrura de sus ropajes y con el fuego infernal de sus pupilas. Pese a ser una niña valiente, Marlene no pudo reprimir un estremecimiento al comprender que se hallaba ante Drácula, el príncipe de los vampiros. Aunque Drácula había sido destruido a finales del siglo XIX, tal como lo contó Bram Stoker en su famosa novela, una vez cada cien años podía volver de la tumba durante la Noche de Walpurgis. El vampiro estaba sediento de sangre tras un siglo de ayuno, pero no se atrevió a atacar a Marlene, pues esta llevaba en la mano un crucifijo de plata. Entonces la miró con rabia y le dijo:

¿Qué buscas aquí, niña?

Quiero ofrecerte un pacto. Te dejaré beber mi sangre si antes haces algo por mí.

¿A qué te refieres?

Hace cosa de un año el general Oleg Bazarov se hizo con el poder en toda Rusia y le declaró la guerra a Occidente. Sus misiles arrasaron nuestras ciudades y mataron a toda mi familia. Ahora sus tropas están terminando el trabajo y destruirán el mundo si nadie las detiene. Pero solo tú podrías hacerlo.

Drácula examinó a Marlene con ojos inquisitivos y dijo:

Creo que aceptaré tu propuesta, pues deseo beber tu sangre y, por otra parte, no me interesa que los mortales se destruyan entre ellos. Esta misma noche mataré a ese Bazarov, pero luego volveré por ti. Te advierto que, si intentas huir de mí incumpliendo tu promesa, te convertirás en una perjura y tu crucifijo ya no podrá protegerte. En ese caso, te buscaré y luego no solo beberé tu sangre, sino que además te daré la peor de las muertes imaginables.

No te preocupes, te prometo que estaré esperándote aquí mismo. De todas formas, prefiero morir desangrada antes que ser torturada y violada por los soldados de Bazarov.

Drácula le dedicó una fría sonrisa a Marlene y, tras convertirse en murciélago, se marchó volando hacia el este.

Cerca de Odesa se hallaba la base militar desde la cual el general Bazarov tiranizaba a su pueblo y coordinaba la destrucción de Occidente. Allí se sentía a salvo, mientras sus enemigos y sus propios hombres morían en los campos de batalla de toda Europa, pues las medidas de seguridad de aquella base eran virtualmente perfectas.

Los centinelas vieron, aterrorizados, cómo una nube negra que vagaba por el cielo nocturno se convertía en un ejército de murciélagos. No tardó en cundir el pánico en toda la base, mientras aquellos murciélagos atacaban a los guardias con una saña infernal. Se ordenó cerrar las puertas del búnker antes de que entraran los murciélagos, aunque ello supusiera abandonar a los soldados que se hallaban en el exterior. Unos guardias estaban intentando cerrar la puerta trasera cuando apareció ante ellos un hombre demacrado, que llevaba uniforme de coronel. El recién llegado les dijo con un tono al mismo tiempo autoritario y suplicante:

¡Maldita sea, déjenme entrar! Ustedes no pueden impedirle la entrada a alguien de mi rango.

Los soldados dejaron entrar al caporal y luego cerraron la puerta, justo a tiempo para impedir que los murciélagos penetraran en el búnker. Entonces Drácula se quitó el uniforme que le había arrebatado a una víctima de los murciélagos y se encaminó hacia el corazón del búnker, dejando atrás los cadáveres desangrados de unos cuantos soldados. No tardó mucho en atrapar al general Bazarov, que se quedó paralizado de terror cuando el vampiro clavó en él su mirada hipnótica y le dijo:

Ahora usted se halla bajo mi poder, así que va a hacer todo lo que yo le mande: primero va a ordenar una retirada general de sus tropas, que esta misma noche deberán volver a Rusia sin causar más daños en los países invadidos. Y luego se pegará un tiro en la cabeza.

Tras asegurarse de que Bazarov había cumplido sus órdenes, Drácula volvió al cementerio y se presentó ante Marlene. Entonces esta le dijo:

Pronto podrás beber mi sangre, pero te ruego que antes me permitas devolver esta cruz a la iglesia donde la encontré. No está lejos de aquí y te juro que habré vuelto antes del alba.

Drácula asintió y dijo:

Está bien. Después de todo, no me gustaría que esa maldita cruz se quedara tirada cerca de mi tumba. Puedes irte, pero no tardes en volver o iré a buscarte.

Marlene no tardó en volver, ya sin el crucifijo. Cuando la vio a su merced, Drácula hizo ademán de hincar sus colmillos en el cuello de la indefensa niña. Pero se detuvo en el último momento, tras percibir un olor desagradable, y gritó furioso:

¡Te has untado el cuello con agua bendita! ¿Por eso querías ir a la iglesia, pequeña tramposa?

Marlene se mantuvo serena y respondió:

No soy una tramposa. Yo le ofrezco mi sangre, tal como le había prometido. No es culpa mía si ahora usted decide rechazarla.

Esto solo atrasa tu destino. Cuando se seque el agua…

Para entonces ya será de día.

Drácula advirtió que se acercaba el amanecer y, sabiéndose vencido, dejó que Marlene se marchara sin hacerle daño. Luego volvió a su tumba con una sonrisa en los labios. En realidad, él siempre había sabido cuál era el plan de Marlene, pero un caballero no puede exigirle nada a una dama en apuros. Lo que pasa es que, cuando el caballero es un vampiro, debe disimular para no manchar su diabólica reputación.


EL VIEJO CAPITÁN (CUENTO)

 

Nos hallamos en cierta localidad portuaria de Nueva Inglaterra hacia el año 1920. La solitaria casa del Viejo Capitán rara vez recibía visitas, pero aquella tarde un joven escritor llamó a su puerta. Aunque poca gente conocía íntimamente al Viejo Capitán, se decía que había vivido muchas experiencias extraordinarias a lo largo de su ajetreada vida. El joven escritor quería entrevistarse con él, guiado por la esperanza de que pudiera sugerirle el germen de alguna historia interesante. Afortunadamente, el anciano resultó ser una persona mucho más amable de lo que su visitante se había imaginado. Al joven escritor también le agradó descubrir que la casa estaba llena de gatos, pues él, al igual que su vetusto anfitrión, sentía cierta debilidad por los pequeños felinos. El Viejo Capitán no solo los trataba con cariño, sino que además hablaba con ellos como si pudieran entenderlo y les daba nombres de persona, que al parecer se correspondían con los de sus antiguos compañeros de navegación. Tras rehusar un vaso de ginebra y aceptar un té con pastelillos, el escritor le pidió al anciano que le hiciera un breve resumen de su vida. El capitán sonrió y dijo:

Lo cierto es que he vivido bastantes aventuras emocionantes. Nací en el seno de una familia distinguida, pero la Guerra Civil y el cólera aunaron sus esfuerzos para dejarme huérfano a una edad muy temprana. Por ese motivo tuve que dejar la escuela y embarcarme como grumete cuando aún no había cumplido los doce años. Durante mi larga vida como marinero he navegado por lugares remotos y extraños. Nunca me he casado, pero sí he mantenido relaciones amorosas con varias mujeres de distintas razas. Curiosamente, a los veinticinco años, siendo ya primer oficial de un barco mercante, aún era completamente virgen. Entonces los monzones nos obligaron a buscar cobijo en cierta isla oriental, habitada por una tribu de costumbres matriarcales. Por algún motivo le caí en gracia a la princesa de la isla, que era una chica tan bella como caprichosa. Intentó seducirme, pero yo, que en aquella época aún no estaba acostumbrado a tratar con mujeres, rechacé sus intentos con cierta brusquedad. Aquella noche encontré una cobra entre las ropas de mi cama y comprendí que la había ofendido. Al día siguiente le ofrecí mis disculpas a la princesa y me excusé diciéndole que estaba casado (como “prueba” de ello le mostré una vieja foto de mi madre). Ella no debió de quedar muy satisfecha con mis explicaciones, pues mientras dormía la siesta encontré una araña venenosa en mi cama. Finalmente accedí a acostarme con la princesa y al anochecer encontré un hermoso gatito jugando en mi camarote. Aquel cachorro pertenecía a una especie endémica de la isla y poseer uno se consideraba un gran honor entre los nativos. Comprendí que la princesa por fin había quedado satisfecha y acepté su regalo con verdadero placer. Poco después abandoné la isla y no volví a verla nunca más. Por lo que sé, murió hace algunos años y hoy gobierna la isla su hija mayor, de quien se dice que tiene los ojos azules. A veces he sentido la tentación de visitarla, pero nunca me he atrevido, pues no me gustaría tener que elegir entre cometer un incesto o encontrarme con otro bicho venenoso en mi cama. En cuanto al gato, fue mi mejor amigo durante los doce años que vivió. Todos los felinos de mi casa son descendientes suyos y han heredado sus cualidades.

En aquel punto la narración del anciano marinero fue interrumpida por las sirenas de un vehículo policial. Pocos segundos después el comisario en persona llamó a la puerta del Viejo Capitán, quien aquella tarde recibió más visitas de las que solía recibir en un año entero. El comisario se dirigió a él en voz alta, pues ignoraba la presencia del joven escritor:

Capitán, varias niñas han desaparecido misteriosamente mientras jugaban en el bosque y, a juzgar por ciertos indicios, cabe pensar que han sido raptadas. Mis hombres ya están peinando la zona, pero le agradeceríamos que nos prestase su ayuda una vez más.

El comisario se marchó y entonces el joven escritor se dirigió al anciano:

Disculpe mi ignorancia, capitán, pero no acierto a comprender cómo podría usted ayudar en este asunto.

En realidad, serán mis gatos quienes harán el trabajo. Olvidé decirle que poseen cualidades fuera de lo normal. Mientras esperamos su retorno, le contaré cómo descubrí en Arabia las ruinas de una ciudad sin nombre o, si lo prefiere, le hablaré de los vestigios prehistóricos que encontré durante mi última visita al África central.

En el interior de una fábrica abandonada tres niñas atadas, amordazadas e indefensas se hallaban a merced del maníaco que las había raptado. Aquel psicópata ya estaba a punto de degollarlas cuando creyó oír un sonido extraño procedente del exterior. Salió del edificio armado con un cuchillo, pero nunca más volvió. En cambio, diez minutos después entraron en la fábrica varios gatos, que se relamían y bostezaban como si se hubieran dado un buen banquete. Los felinos rompieron a mordiscos las ataduras de las niñas, que huyeron de allí a toda prisa, sin prestarle atención a un esqueleto que yacía entre los arbustos, sin una sola brizna de carne sobre sus huesos.

Aquella noche el Viejo Capitán despidió al joven escritor y le dijo:

Espero que haya obtenido algún provecho literario de nuestro encuentro, señor Lovecraft.

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

VAMPIRAS

 

Texto de Francisco JavierFontenla, imagen de Pixabay.

Antes de nada, un pequeño apunte lingüístico. Cuando yo estaba en la escuela (allá por la Prehistoria), se consideraba que el femenino oficial de “vampiro” era “vampiresa”, pero actualmente la RAE acepta y recomienda el uso de “vampira”, quedando el término “vampiresa” para referirse a las típicas y tópicas mujeres fatales del cine.

Seguramente la historia del vampirismo comienza con la leyenda de Lilith, la primera mujer de Adán según ciertas tradiciones hebreas (su nombre también es mencionado en el Libro de Isaías). Por lo visto, Lilith salió algo rebelde y se unió a los demonios (tras su "divorcio" Dios tuvo que crear a Eva, para que Adán no se quedara soltero). Lilith chupaba la sangre de los niños y también la de los hombres que conseguía seducir con su eterna belleza. En ocasiones entraba en los dormitorios de las parejas que hacían el amor durante la noche, para robar el esperma que quedaba entre las ropas de la cama y hacer con él espíritus impuros, semejantes a los íncubos y súcubos de la Europa medieval. Lilith reaparece en varias obras literarias, entre ellas el Fausto de Goethe.

Los antiguos griegos creían en las empusas, monstruos femeninos que adoptaban la apariencia de mujeres hermosas para seducir a los incautos, con el propósito de chuparles la sangre mientras dormían. Era posible reconocer a una empusa porque tenía pies de cabra, pero sus amantes solían fijarse en otras partes de su anatomía, de modo que no descubrían el engaño hasta que era demasiado tarde.

Lamia fue convertida en serpiente por la maldición de Hera, después de haber mantenido relaciones amorosas con Zeus. Pero podía adoptar una apariencia agradable, que aprovechaba para seducir a los hombres y matarlos, igual que hacían las empusas. En cierta ocasión conoció a un filósofo griego llamado Menipo, que se enamoró de ella. Pero Apolonio de Tiana, maestro y amigo de Menipo, desconfiaba de aquella misteriosa mujer. Cuando se celebró el banquete nupcial, Apolonio acudió como invitado y reveló la naturaleza demoníaca de Lamia. Según una tradición recogida por el escritor Filóstrato, le dijo a Menipo las siguientes palabras: “estás abrazando a una serpiente”. Entonces Lamia, sabiendo que no podía engañar a un hombre tan sabio como Apolonio, desapareció para siempre. Su leyenda inspiró a grandes poetas, como Goethe y John Keats.

Los romanos creían que ciertas brujas (las “striges”) podían adoptar la forma de lechuzas o comadrejas para entrar en las casas y chuparles la sangre a los niños. Esa leyenda pervivió hasta tiempos relativamente recientes en las “meigas chuchonas” gallegas y en las guaxas o guajonas del norte de España.

Estas viejas leyendas, unidas a la figura real de la asesina húngara Elizabeth Báthory, dieron lugar a buena parte da literatura vampírica que floreció en Europa durante el siglo XIX, coincidiendo con el movimiento romántico y con el decadentismo. Este subgénero nace con dos obras de poesía narrativa donde aparecen vampiras: La novia de Corinto de Goethe y Christabel de Samuel Taylor Coleridge. Luego vinieron Lamia de Keats, Vampirismus de Hoffmann, La muerta enamorada de Gautier, Carmilla de Le Fanu, Las flores del mal de Baudelaire, Thanatopía de Rubén Darío y Drácula, la célebre novela de Bram Stoker, donde Jonathan Harker se encuentra con tres sensuales vampiras. Todas estas hijas de la noche son hermosas y saben seducir a los hombres antes de dejarlos sin sangre, igual que hacían las lamias y empusas de la mitología clásica. Un caso particular es el de Carmilla, que muestra claras tendencias lésbicas, motivo por el cual ciertas adaptaciones de la novela no pudieron estrenarse en España, tras haber sido vetadas por la censura franquista. Carmilla reaparece en obras de ficción modernas, como Vampire Hunter D: Bloodlust o Castlevania.

Para terminar este artículo, no podemos olvidar El legado, la gran novela de Sara Lena Jiménez Tenorio, que nos cuenta, entre otras muchas cosas, la historia de Elizabeth Báthory, quien quizás todavía nos acecha desde las sombras.

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