Texto: Atribuido a Gustavo Adolfo Bécquer. Fuente de imagen: Pixabay.
En una de las
visitas que como remanso en la lucha diaria hago a la vetusta y silenciosa
Toledo, sucedieron estos pequeños acontecimientos que, agrandados por mi
fantasía, traslado a las blancas cuartillas. Vagaba una tarde por las estrechas
calles de la imperial ciudad* con mi carpeta de dibujo debajo del brazo, cuando
sentí que una voz como un inmenso suspiro pronunciaba a mi lado vagas y
confusas palabras: me volví apresuradamente, y cuál no sería mi asombro al
encontrarme completamente solo en la estrecha calleja. Y, sin embargo,
indudablemente una voz, una voz extraña, mezcla de lamento, voz de mujer, sin
duda, había sonado a pocos pasos de donde yo estaba. Cansado de buscar
inútilmente la boca que a mi espalda había lanzado su confusa queja, y habiendo
ya sonado la hora del Angelus** en el reloj de un cercano convento, me dirigí a
la posada que me servía de refugio en las interminables horas de la noche. Al
quedarme solo en mi habitación, y a la luz de la débil y vacilante bujía, tracé
en mi álbum una silueta de mujer. Dos días después, y cuando ya casi había
olvidado mi pasada aventura, la casualidad me llevó nuevamente a la torcida
encrucijada teatro de ella. Empezaba a morir el día; el sol teñía el horizonte
de manchas rojas, moradas; caía grave en el silencio la voz de bronce de las
horas. Mi paso era lento, una vaga melancolía ponía un gesto de duda en mi
semblante. Y otra vez la voz, la misma voz del pasado día, volvió a turbar el
silencio y mi tranquilidad. Esta vez decidí no descansar hasta encontrar la
clave del enigma, y cuando ya desconfiaba de mis investigaciones, descubrí en
una vieja casa, de antiquísima arquitectura, una pequeña ventana cerrada por
una reja caprichosa y artística. De aquellas ventanas salía, indudablemente, la
armoniosa y silente voz de mujer. Era completamente de noche, la voz-suspiro
había callado y decidí volver a mi posada, en cuya habitación de enjalbegadas*** paredes, y tendido en el duro lecho, ha creado mi fantasía una novela que,
desgraciadamente..., nunca podrá ser realidad. Al día siguiente, un viejo judío
que tiene su puesto de quincalla frente a la vieja casa en que sonó la
misteriosa voz, me contó que dicha casa está deshabitada desde hace mucho
tiempo. Vivía en ella una bellísima mujer acompañada de su esposo, un avaro
mercader de mucha más edad que ella. Un día el mercader salió de la casa
cerrando la puerta con llave, y no volvió a saberse de él ni de su hermosa
mujer. La leyenda cuenta que desde entonces todas las noches un fantasma blanco
con formas de mujer vaga por el ruinoso caserón, y se escuchan confusas voces
mezcladas de maldición y lamento. Y la misma leyenda cree ver en el blanco
fantasma a la bella mujer del mercader avaro.
*La ciudad de Toledo fue capital del reino de Castilla durante varios siglos.
**Oración dedicada a conmemorar la Anunciación a María por parte del arcángel San Gabriel. Se anunciaba tocando las campanas al atardecer.
***Blanqueadas con cal o yeso.
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