EL CEREZO (LEYENDA JAPONESA)

Leyenda japonesa recogida por Lafcadio Hearn en su obra Kwaidan. Adaptación de Francisco Javier Fontenla. Imagen de Pexels.

Es sabido que las flores del cerezo no suelen brotar hasta bien entrada la primavera. Pero en la provincia de Iyo hay un viejo y famoso cerezo llamado Jiu-Rozu-Sakura, que siempre florece en lo más crudo del invierno, cuando la nieve cubre los campos y el hielo se apodera de los lagos. Se dice que eso se debe a que en su interior vive un espíritu.

Hace mucho tiempo vivía en Iyo un viejo samurái, que había perdido a todos sus seres queridos a causa de distintos infortunios, de modo que el único compañero de su vejez era un cerezo que crecía en su jardín. Siendo niño, el anciano había jugado bajo la sombra de aquel cerezo, tal como lo habían hecho antes que él sus padres y sus abuelos, por lo cual no es de extrañar que sintiera un profundo cariño hacia el viejo árbol. Pero, por desgracia, un día de verano el cerezo se secó y murió. Conmovidos por la tristeza del anciano, sus vecinos le regalaron otro cerezo y lo plantaron en su jardín, con la esperanza de aliviar su dolor. El viejo les dio las gracias y fingió sentirse complacido por su regalo. Pero, en realidad, la pena seguía rebosando en su corazón y ya nada podía consolarlo.

Cuando llegó el invierno, el anciano salió a su jardín, saludó al tronco seco con una reverencia y le dijo: “Voy a prestarte mi vida, para que puedas florecer de nuevo”. Dicho esto, el samurái se suicidó cortándose las entrañas, de modo que su sangre regó las raíces del árbol y su espíritu entró en él para darle una nueva vida. Desde entonces el cerezo florece todos los años en el aniversario de la muerte del samurái, cuando sopla el viento del invierno y cae la nieve sobre los campos. Hay quien dice que, cuando brotan las flores de Jiu-Rozu-Sakura, el fantasma del samurái vuelve al mundo para velar por sus vecinos, como muestra de agradecimiento por haberle regalado el más joven de sus cerezos.