Esto sucedió hace muchos años en un oscuro
bosque del lejano Japón. Un monje errante permanecía sumido en sus
meditaciones, tan inmóvil y silencioso como una estatua, cuando aparecieron dos
rufianes, que se dirigieron a él con suma cortesía (no porque fueran
especialmente devotos, sino porque aquel monje tenía una espada):
-Buen monje, ¿no habréis visto por aquí a una
niña vestida con un quimono blanco? Huyó de su casa y nosotros la estamos buscando
por encargo de sus padres.
El monje respondió:
-Por aquí no ha pasado ninguna niña vestida
de blanco. Os ruego que prosigáis vuestra búsqueda y no turbéis más mi
meditación.
-Eso haremos, señor. Bien sabemos que alguien
de vuestra condición nunca mancillaría sus labios con una mentira.
Dicho esto, los rufianes se fueron y, cuando
se extinguieron los ecos de sus pasos, el monje dijo sin alzar mucho la voz:
-Ya puedes salir de tu escondite, pequeña. Ahora
será mejor que te acerques a la hoguera y te calientes un poco.
Entonces una niña medio desnuda salió de su
escondite entre los matorrales. Se había quitado su quimono blanco para poder
moverse libremente por el bosque y, gracias a eso, el monje no había contado
ninguna mentira. La muchachita se acercó tímidamente a la hoguera y se sentó
frente al monje, quien le dedicó una sonrisa tranquilizadora y le dijo:
-¿Por qué no me cuentas tu historia mientras
cenas? Quizás no tenga mucho que ver con la que me contaron esos hombres.
La niña asintió y dijo:
-Yo vivía con mi familia en una aldea de las
montañas, hasta que unos forasteros me raptaron y me vendieron en un prostíbulo
de la ciudad. Allí me trataban muy mal, así que decidí escapar. Y vos, ¿qué
hacéis en este lugar tan solitario?
El monje la miró con tristeza y le dijo:
-Antes era samurái y muchos hombres malvados
probaron el sabor de mi acero. Sin embargo, en cierta ocasión una bruja
pronosticó que algún día mataría a un hombre bueno. Para evitarlo, decidí
hacerme monje y buscar refugio en los bosques. Si aún conservo mi espada es
únicamente para defenderme de los osos. Ahora come y descansa. Mañana te
llevaré a tu casa.
-Muchas gracias, señor. Habéis sido muy bueno
conmigo.
Al día siguiente el monje y la niña llegaron
a las montañas, tras un viaje sin incidentes dignos de mención. Pero allí la
senda que seguían había sido bloqueada por un desprendimiento de rocas. Entonces
el monje le señaló a la niña otro sendero medio devorado por la maleza. La
pequeña palideció y dijo con voz trémula:
-Señor, ese es un camino muy peligroso, pues
pasa cerca de una aldea maldita, donde viven espíritus malignos.
-Esas historias sobre aldeas malditas no son
más que cuentos para asustar a los niños. Y, aunque existieran realmente los
fantasmas, yo sabría devolverlos a la tumba con mi espada.
Aunque la niña no parecía muy convencida,
optó por fiarse del monje y seguir sus pasos. Durante las últimas horas del día
atravesaron un lugar agreste y melancólico, donde ningún pájaro cantaba y las
pocas plantas que crecían entre las rocas ofrecían un aspecto extrañamente
enfermizo. El monje pensó que aquel lugar parecía realmente embrujado, pero se
calló sus impresiones para no asustar aún más a la niña, que no se separaba de
él y oteaba los alrededores con ojos asustados.
Cuando llegaron a la aldea abandonada, una
figura esquelética surgió del interior de una casa y se abalanzó sobre el
monje, rugiendo como una bestia enfurecida. Por suerte, este se hallaba más
alerta de lo que parecía y tuvo tiempo de sacar su espada. El monstruo,
empujado por su propio ímpetu, se ensartó en la punta de la espada y murió
entre horrendos estremecimientos de agonía. Cuando examinó su cadáver, el monje
reconoció para sus adentros que nunca había visto una criatura tan horrible,
pero no por eso dejó de intuir la verdad: aquel pobre desgraciado no era un
fantasma, sino la víctima de alguna terrible enfermedad, que había depauperado
su cuerpo y su mente hasta extremos abominables. Demasiado enfermo para
cultivar la tierra o criar ganado, aquel ser necesitaba cazar para sobrevivir.
Mientras tanto, la niña se había separado de
su protector y se vio rodeada por otros monstruos, que la miraron con ojos
famélicos. El monje se volvió cuando la oyó gritar y comprendió que no podría
luchar contra tantos rivales a la vez. Así pues, en vez de atacarlos, se clavó
la espada en su propio vientre. Los monstruos, enloquecidos por el olor de la
sangre, se olvidaron de la niña y se arrojaron sobre el monje moribundo como
una jauría de perros hambrientos.
La niña aprovechó aquella oportunidad para
huir de la aldea, mientras los monstruos permanecían distraídos devorando el
cuerpo de su salvador.
Al día
siguiente llegó a la aldea de su familia. Aunque a partir de entonces su vida
fue muy larga y feliz, la memoria del buen monje siempre permaneció viva en su
alma. Y eso que nunca llegó a saber cómo se llamaba.
15 comentarios:
Qué fabuloso, una tragedia digna de las tragedias. Felicitaciones y bendecida de poder leerte. Abrazo grande desde Argentina.
Qué fabuloso, una tragedia digna de las tragedias. Felicitaciones y bendecida de poder leerte. Abrazo grande desde Argentina.
Muchas gracias, igualmente un enorme abrazo desde España. :)
Hermoso relato, una tragedia digna.
Cada vez que leo los textos de mis compañeros y amigos, más me doy cuenta del enorme camino que me falta recorrer. No soy pesimista, pero reconozco que mi imaginación es pequeña ante tanto talento.
Esta historia, me ha dejado un sabor a vida y sacrificio. Mi forma de ser, conecta con el monje de esta historia. Servir, hacer el bien y querer siempre lo bueno para los demás, son actos que llenan la vida de bendiciones, aún, en los momentos de dificultad.
Gracias por escribir tan bonito y compartirnos tus líneas. Felicitaciones u que Dios nos continúe bendiciendo a tod@s.
Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. UN SALUDO MAYÚSCULO. :)
Muchas gracias, un saludo enorme. :)
Muchas gracias por tus palabras, me alegro de que te haya gustado. ¡Un saludo enorme y mucho ánimo con todo!:)
Muchas gracias, igualmente un enorme abrazo desde España. :)
Esta historia, es una joya a cerca de la literatura japonesa. Un hombre que se ofrece a sí mismo para salvar a una criatura de los malos espíritus, es algo así como lo que hizo nuestro señor Jesucristo por nosotros.
Ya la había leído antes en alguna parte y siempre me ha fascinado leerla. Gracias maestro. Felicitaciones. 🤗🤗🤗
Muchísimas gracias. :) :) :) (siento no poder poner emoticonos desde el ordenador, pero el sentimiento de gratitud es el mismo) ;)
Gracias maestro Francisco. Eso hago, me preparo con Sarita, Sheila, y ahora cuento con ud en este arduo camino del aprendizaje como escritor.
Espero poder publicar mis poesías y así llegar al corazón de muchas personas con mensajes de amor y paz plasmados en las hojas de los libros. Deseo poder encontrar una editorial que me apoye.
Agradezco a Dios su existencia y por cruzarme en su camino, maestro. Bendiciones mil.
Ojalá lo consigas pronto, pero, de todas formas, nunca dejes de luchar por tus sueños, muchísimo ánimo con todo. :)
Bonito cuento, y se cumplió la profecía de la bruja, atravesándose a si mismo con la espada mato a un hombre bueno.
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