LA MUERTE DEL HOMBRE BUENO (CUENTO FANTÁSTICO)

 Texto: Francisco Javier Fontenla García. Fuente de imagen: Pexels.

Esto sucedió hace muchos años en un oscuro bosque del lejano Japón. Un monje errante permanecía sumido en sus meditaciones, tan inmóvil y silencioso como una estatua, cuando aparecieron dos rufianes, que se dirigieron a él con suma cortesía (no porque fueran especialmente devotos, sino porque aquel monje tenía una espada):

-Buen monje, ¿no habréis visto por aquí a una niña vestida con un quimono blanco? Huyó de su casa y nosotros la estamos buscando por encargo de sus padres.

El monje respondió:

-Por aquí no ha pasado ninguna niña vestida de blanco. Os ruego que prosigáis vuestra búsqueda y no turbéis más mi meditación.

-Eso haremos, señor. Bien sabemos que alguien de vuestra condición nunca mancillaría sus labios con una mentira.

Dicho esto, los rufianes se fueron y, cuando se extinguieron los ecos de sus pasos, el monje dijo sin alzar mucho la voz:

-Ya puedes salir de tu escondite, pequeña. Ahora será mejor que te acerques a la hoguera y te calientes un poco.

Entonces una niña medio desnuda salió de su escondite entre los matorrales. Se había quitado su quimono blanco para poder moverse libremente por el bosque y, gracias a eso, el monje no había contado ninguna mentira. La muchachita se acercó tímidamente a la hoguera y se sentó frente al monje, quien le dedicó una sonrisa tranquilizadora y le dijo:

-¿Por qué no me cuentas tu historia mientras cenas? Quizás no tenga mucho que ver con la que me contaron esos hombres.

La niña asintió y dijo:

-Yo vivía con mi familia en una aldea de las montañas, hasta que unos forasteros me raptaron y me vendieron en un prostíbulo de la ciudad. Allí me trataban muy mal, así que decidí escapar. Y vos, ¿qué hacéis en este lugar tan solitario?

El monje la miró con tristeza y le dijo:

-Antes era samurái y muchos hombres malvados probaron el sabor de mi acero. Sin embargo, en cierta ocasión una bruja pronosticó que algún día mataría a un hombre bueno. Para evitarlo, decidí hacerme monje y buscar refugio en los bosques. Si aún conservo mi espada es únicamente para defenderme de los osos. Ahora come y descansa. Mañana te llevaré a tu casa.

-Muchas gracias, señor. Habéis sido muy bueno conmigo.

Al día siguiente el monje y la niña llegaron a las montañas, tras un viaje sin incidentes dignos de mención. Pero allí la senda que seguían había sido bloqueada por un desprendimiento de rocas. Entonces el monje le señaló a la niña otro sendero medio devorado por la maleza. La pequeña palideció y dijo con voz trémula:

-Señor, ese es un camino muy peligroso, pues pasa cerca de una aldea maldita, donde viven espíritus malignos.

-Esas historias sobre aldeas malditas no son más que cuentos para asustar a los niños. Y, aunque existieran realmente los fantasmas, yo sabría devolverlos a la tumba con mi espada.

Aunque la niña no parecía muy convencida, optó por fiarse del monje y seguir sus pasos. Durante las últimas horas del día atravesaron un lugar agreste y melancólico, donde ningún pájaro cantaba y las pocas plantas que crecían entre las rocas ofrecían un aspecto extrañamente enfermizo. El monje pensó que aquel lugar parecía realmente embrujado, pero se calló sus impresiones para no asustar aún más a la niña, que no se separaba de él y oteaba los alrededores con ojos asustados.

Cuando llegaron a la aldea abandonada, una figura esquelética surgió del interior de una casa y se abalanzó sobre el monje, rugiendo como una bestia enfurecida. Por suerte, este se hallaba más alerta de lo que parecía y tuvo tiempo de sacar su espada. El monstruo, empujado por su propio ímpetu, se ensartó en la punta de la espada y murió entre horrendos estremecimientos de agonía. Cuando examinó su cadáver, el monje reconoció para sus adentros que nunca había visto una criatura tan horrible, pero no por eso dejó de intuir la verdad: aquel pobre desgraciado no era un fantasma, sino la víctima de alguna terrible enfermedad, que había depauperado su cuerpo y su mente hasta extremos abominables. Demasiado enfermo para cultivar la tierra o criar ganado, aquel ser necesitaba cazar para sobrevivir.

Mientras tanto, la niña se había separado de su protector y se vio rodeada por otros monstruos, que la miraron con ojos famélicos. El monje se volvió cuando la oyó gritar y comprendió que no podría luchar contra tantos rivales a la vez. Así pues, en vez de atacarlos, se clavó la espada en su propio vientre. Los monstruos, enloquecidos por el olor de la sangre, se olvidaron de la niña y se arrojaron sobre el monje moribundo como una jauría de perros hambrientos.

La niña aprovechó aquella oportunidad para huir de la aldea, mientras los monstruos permanecían distraídos devorando el cuerpo de su salvador.

Al día siguiente llegó a la aldea de su familia. Aunque a partir de entonces su vida fue muy larga y feliz, la memoria del buen monje siempre permaneció viva en su alma. Y eso que nunca llegó a saber cómo se llamaba.

 



15 comentarios:

Unknown dijo...

Qué fabuloso, una tragedia digna de las tragedias. Felicitaciones y bendecida de poder leerte. Abrazo grande desde Argentina.

Unknown dijo...

Qué fabuloso, una tragedia digna de las tragedias. Felicitaciones y bendecida de poder leerte. Abrazo grande desde Argentina.

Javier Fontenla dijo...

Muchas gracias, igualmente un enorme abrazo desde España. :)

Unknown dijo...

Hermoso relato, una tragedia digna.

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Cada vez que leo los textos de mis compañeros y amigos, más me doy cuenta del enorme camino que me falta recorrer. No soy pesimista, pero reconozco que mi imaginación es pequeña ante tanto talento.
Esta historia, me ha dejado un sabor a vida y sacrificio. Mi forma de ser, conecta con el monje de esta historia. Servir, hacer el bien y querer siempre lo bueno para los demás, son actos que llenan la vida de bendiciones, aún, en los momentos de dificultad.
Gracias por escribir tan bonito y compartirnos tus líneas. Felicitaciones u que Dios nos continúe bendiciendo a tod@s.

FRANCISCO JAVIER FONTENLA GARCÍA dijo...

Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. UN SALUDO MAYÚSCULO. :)

FRANCISCO JAVIER FONTENLA GARCÍA dijo...

Muchas gracias, un saludo enorme. :)

FRANCISCO JAVIER FONTENLA GARCÍA dijo...

Muchas gracias por tus palabras, me alegro de que te haya gustado. ¡Un saludo enorme y mucho ánimo con todo!:)

FRANCISCO JAVIER FONTENLA GARCÍA dijo...

Muchas gracias, igualmente un enorme abrazo desde España. :)

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Esta historia, es una joya a cerca de la literatura japonesa. Un hombre que se ofrece a sí mismo para salvar a una criatura de los malos espíritus, es algo así como lo que hizo nuestro señor Jesucristo por nosotros.
Ya la había leído antes en alguna parte y siempre me ha fascinado leerla. Gracias maestro. Felicitaciones. 🤗🤗🤗

Javier Fontenla dijo...

Muchísimas gracias. :) :) :) (siento no poder poner emoticonos desde el ordenador, pero el sentimiento de gratitud es el mismo) ;)

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Gracias maestro Francisco. Eso hago, me preparo con Sarita, Sheila, y ahora cuento con ud en este arduo camino del aprendizaje como escritor.

Espero poder publicar mis poesías y así llegar al corazón de muchas personas con mensajes de amor y paz plasmados en las hojas de los libros. Deseo poder encontrar una editorial que me apoye.

Oscar Rivera-Kcriss dijo...

Agradezco a Dios su existencia y por cruzarme en su camino, maestro. Bendiciones mil.

Javier Fontenla dijo...

Ojalá lo consigas pronto, pero, de todas formas, nunca dejes de luchar por tus sueños, muchísimo ánimo con todo. :)

Helo dijo...

Bonito cuento, y se cumplió la profecía de la bruja, atravesándose a si mismo con la espada mato a un hombre bueno.

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