VAMPIRO (DELMIRA AGUSTINI)

En el regazo de la tarde triste
Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
Hasta la voz, tus párpados de cera,

Bajaron...y callaste... Pareciste
Oír pasar la Muerte... Yo que abriera
Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?-
Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
Tu corazón herido mortalmente,
Por la cruel daga rara y exquisita
De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
Que come llagas y que bebe el llanto?

Fuente de imagen: Pixabay.

EL REY DE LOS ELFOS (GOETHE)

Adaptación de Francisco Javier Fontenla, a partir de la versión francesa de Gerard de Nerval. Imagen: Pixabay.

¿Quién cabalga tan tarde entre la noche y el viento? Son un hombre y su hijo, que busca protección y calor entre los brazos de su padre.

-Hijo mío, ¿por qué ocultas tu rostro con miedo?

-Papá, ¿es que tú no ves al rey de los elfos, con su corona y su manto?

-Hijo mío, eso no es más que un jirón de niebla.

-Ven conmigo, querido niño. Jugaremos juntos a bonitos juegos. Hay hermosas flores en la orilla del río y mi madre tiene muchos vestidos teñidos de oro.

-Papá, ¿tú no oyes lo que me está diciendo el rey de los elfos?

-Tranquilo, hijo mío. Es solo un soplo de viento que pasa murmurando entre las hojas secas.

-Ven conmigo, hermoso niño. Mis hijas te esperan ahí: ellas que danzan en la noche y que ahora esperan la ocasión de jugar contigo.

-Papá, ¿no ves a las hijas del rey de los elfos escondidas entre las sombras?

-Hijo mío, yo solo veo unos arbustos encanecidos por la nieve.

-Yo te amo, pequeño. Tu belleza me ha seducido. Si no vienes conmigo por las buenas, vendrás por las malas.

-¡Papá, papá! ¡El rey de los elfos me ha agarrado y me está haciendo daño!

El padre se asusta y apura a su caballo, mientras agarra con fuerza a su hijo, que no para de gemir. Cuando llegó a su hogar, el niño había muerto entre sus brazos.


NYARLATHOTEP (LOVECRAFT)

 


Autor: H. P. Lovecraft. Adaptación en prosa: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Y al final vino del profundo Egipto el extraño desconocido ante el cual los campesinos inclinaban la cerviz, silencioso y enjuto, misterioso y altivo, vestido con ropajes que reflejaban las llamas del sol poniente. La plebe se congregaba a su alrededor, ansiosa de escuchar sus palabras, pero luego nadie podía repetir lo que había oído. Mientras tanto, discurrió entre las naciones el rumor de que las bestias salvajes lo seguían para lamer sus manos. Pronto tuvo lugar en el mar un evento funesto, cuando tierras olvidadas emergieron mostrando sus cúpulas de oro. El mundo se estremeció y llamas atroces incendiaron las temblorosas ciudades de los hombres. Entonces el caos sin mente aplastó el polvo de la tierra, destruyendo lo que había creado como juego.


LA VOZ DEL SILENCIO (ATRIBUIDO A GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

 

Texto: Atribuido a Gustavo Adolfo Bécquer. Fuente de imagen: Pixabay.

En una de las visitas que como remanso en la lucha diaria hago a la vetusta y silenciosa Toledo, sucedieron estos pequeños acontecimientos que, agrandados por mi fantasía, traslado a las blancas cuartillas. Vagaba una tarde por las estrechas calles de la imperial ciudad* con mi carpeta de dibujo debajo del brazo, cuando sentí que una voz como un inmenso suspiro pronunciaba a mi lado vagas y confusas palabras: me volví apresuradamente, y cuál no sería mi asombro al encontrarme completamente solo en la estrecha calleja. Y, sin embargo, indudablemente una voz, una voz extraña, mezcla de lamento, voz de mujer, sin duda, había sonado a pocos pasos de donde yo estaba. Cansado de buscar inútilmente la boca que a mi espalda había lanzado su confusa queja, y habiendo ya sonado la hora del Angelus** en el reloj de un cercano convento, me dirigí a la posada que me servía de refugio en las interminables horas de la noche. Al quedarme solo en mi habitación, y a la luz de la débil y vacilante bujía, tracé en mi álbum una silueta de mujer. Dos días después, y cuando ya casi había olvidado mi pasada aventura, la casualidad me llevó nuevamente a la torcida encrucijada teatro de ella. Empezaba a morir el día; el sol teñía el horizonte de manchas rojas, moradas; caía grave en el silencio la voz de bronce de las horas. Mi paso era lento, una vaga melancolía ponía un gesto de duda en mi semblante. Y otra vez la voz, la misma voz del pasado día, volvió a turbar el silencio y mi tranquilidad. Esta vez decidí no descansar hasta encontrar la clave del enigma, y cuando ya desconfiaba de mis investigaciones, descubrí en una vieja casa, de antiquísima arquitectura, una pequeña ventana cerrada por una reja caprichosa y artística. De aquellas ventanas salía, indudablemente, la armoniosa y silente voz de mujer. Era completamente de noche, la voz-suspiro había callado y decidí volver a mi posada, en cuya habitación de enjalbegadas*** paredes, y tendido en el duro lecho, ha creado mi fantasía una novela que, desgraciadamente..., nunca podrá ser realidad. Al día siguiente, un viejo judío que tiene su puesto de quincalla frente a la vieja casa en que sonó la misteriosa voz, me contó que dicha casa está deshabitada desde hace mucho tiempo. Vivía en ella una bellísima mujer acompañada de su esposo, un avaro mercader de mucha más edad que ella. Un día el mercader salió de la casa cerrando la puerta con llave, y no volvió a saberse de él ni de su hermosa mujer. La leyenda cuenta que desde entonces todas las noches un fantasma blanco con formas de mujer vaga por el ruinoso caserón, y se escuchan confusas voces mezcladas de maldición y lamento. Y la misma leyenda cree ver en el blanco fantasma a la bella mujer del mercader avaro.

*La ciudad de Toledo fue capital del reino de Castilla durante varios siglos.

**Oración dedicada a conmemorar la Anunciación a María por parte del arcángel San Gabriel. Se anunciaba tocando las campanas al atardecer.

***Blanqueadas con cal o yeso.


LA LAMIA (LEYENDA GRIEGA)

 

Texto: Robert Burton, adaptado por Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Cuenta Filóstrato en su libro Vida de Apolonio que un joven de veinticinco años, llamado Menipio Licio, conoció en el camino de Corinto a una hermosa dama, la cual dijo ser de origen fenicio. Esta llevó al joven a su suntuoso palacio, donde se ofreció a cantar y danzar solo para él, mientras ambos gozaban de todos los placeres que pueden proporcionar el vino y el amor. Menipio era un filósofo y había aprendido a controlar sus pasiones, pero no pudo resistir los embates del amor y decidió contraer matrimonio con la fenicia. Entre los invitados a la boda estaba el sabio Apolonio de Tiana, quien no se dejó engañar por las apariencias y vio que aquella mujer era, en realidad, una lamia (vampiro de la mitología griega, que adoptaba hermosas apariencias para seducir a los incautos y beber su sangre). Al verse descubierta, ella se echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara su secreto, pero el sabio, indiferente a sus lágrimas, le dijo a Menipio  que estaba "abrazando a una serpiente"; entonces tanto ella como su palacio ilusorio se desvanecieron para siempre. 


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