EL FANTASMA DEL BOSQUE NEVADO (CUENTO)

 

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay-Kellepics.

Ayumi era una chica japonesa de catorce años, más bien tímida, que al salir del instituto solía tomar el metro para volver a su casa, situada en las afueras de la ciudad. Una fría noche de invierno la estación estaba casi desierta, salvo por unos jóvenes de mal aspecto y por dos ancianos sin hogar que dormían arrimados a las paredes. Los chicos se enteraron de que Ayumi iba sola y empezaron a molestarla, pero entonces uno de los vagabundos despertó y los amenazó con una espada de madera, como las que se emplean en el arte del kendo. Los gamberros huyeron y Ayumi le dio las gracias al vagabundo, que dijo llamarse Temura.

Ayumi le dijo:

Me gusta su espada, Temura-San. Mi hermano mayor también es bueno en kendo, pero a mí mis padres no me dejan practicar artes marciales, porque piensan que son cosa de chicos.

El señor Temura suspiró y dijo a su vez:

Ya veo. Pensar que las niñas siempre deben ser princesas es un error muy común, que a veces tiene malas consecuencias. Escucha, Ayumi-chan: ahora que empiezan las vacaciones de invierno, ¿quieres que te enseñe algo de kendo? Podríamos practicar en el bosque, sin que se enteren tus padres.

Ayumi aceptó. Aquella misma noche entró en el cuarto de su hermano y le dijo con voz inocente:

—Onii-chan (hermanito), ¿podrías prestarme tu espada de kendo? Es que mis amigas y yo queremos hacer un cosplay del manga Takeda Yousuke no bouken (Las aventuras del ronin Yosuke Takeda) y necesitamos armas de la época de los samuráis.

Últimamente el hermano de Ayumi había abandonado la práctica del kendo para centrarse en sus estudios, así que no tuvo ningún inconveniente en prestarle su espada. Durante los días siguientes Ayumi se inició en la práctica del kendo, bajo las sabias directrices del bondadoso señor Temura. Como era una chica sana y atlética (formaba parte del club de gimnasia rítmica del instituto), solo le faltaba algo de destreza y no tardó en adquirla. 

Pero una tarde Ayumi, que ya era una buena espadachina, no encontró al señor Temura cuando llegó al bosque. Lo buscó por todas partes, pero no pudo encontrarlo. Aun así, siguió yendo al bosque todas las tardes, con la esperanza de que su maestro volviera algún día.

Fue entonces cuando unas niñas que jugaban al escondite en el bosque volvieron aterrorizadas a sus casas y aseguraron que habían visto un fantasma. Como es natural, casi nadie se tomó en serio sus palabras y, como su miedo era demasiado evidente para ser fingido, sus padres pensaron que las había asustado algún animal salvaje con la silueta deformada por la niebla. De todas formas, este extraño suceso hizo que la gente recordara una vieja leyenda, recogida por un erudito en su libro sobre el folclore local. Muchos años antes, en el santuario del bosque vivía un sacerdote con su nieta, que era una muchacha muy hermosa, pero de frágil salud. Como no tenía dinero para comprar medicinas, el sacerdote, que era experto en artes marciales, viajó a la ciudad para participar en un torneo y, a pesar de su avanzada edad, obtuvo los mayores premios gracias a su destreza. Mientras él estaba en la ciudad, unos hombres asaltaron el santuario y violaron a su nieta. Esta, traumatizada, dejó de hablar y de comer, hasta que murió aquel mismo invierno, mientras los primeros copos de nieve caían sobre el bosque y teñían de blanco el tejado del templo. El sacerdote, sintiéndose culpable por haberla dejado sola, se suicidó. Según la leyenda, su fantasma volvía al bosque cuando caían las nieves del invierno. Y, si entonces encontraba alguna niña sola y desamparada, pensaba que era su nieta y se la llevaba al Más Allá, para así aliviar su soledad.

Pero Ayumi no creía en fantasmas y siguió yendo al bosque por las tardes, aunque cada día tenía menos esperanzas de reencontrarse con su querido maestro. Una tarde vio unas huellas recientes sobre la nieve e, impulsada por la curiosidad, las siguió hasta llegar a una choza situada en lo más profundo del bosque. Aquella cabaña parecía abandonada desde hacía muchos años, pero de todas formas Ayumi decidió penetrar en su interior para refugiarse del frío. Nada más entrar, vio que en el suelo había varias mochilas llenas de dinero, sin duda el botín de un robo reciente. Entonces apareció el ladrón, que llevaba el rostro cubierto con una máscara espantosa, de la cual se servía para espantar a posibles intrusos. Aquel individuo intentó agarrar a Ayumi, pero esta, a pesar del susto, no se dejó atrapar. Recordando las enseñanzas de Temura-San, consiguió esquivar al criminal y propinarle un doloroso golpe en el vientre. Luego huyó de la choza, dejando a su adversario postrado por el dolor.

Días después, al volver del instituto, Ayumi fue abordada por uno de los viejos vagabundos que se refugiaban en la estación. Este le dijo:

Vi tu foto en el periódico, eres la chica que ayudó a la policía a encontrar al atracador del banco. No me sorprende: ya me pareciste muy valiente cuando tú sola hiciste huir a unos vándalos.

Muchas gracias, pero eso no es cierto. Quien se enfrentó a ellos fue Temura-San, el hombre que entonces dormía con usted en la estación.

¿Temura-San? Jamás había oído ese nombre. Y aquella noche aquí solo dormía yo.

Cuando llegó a su casa, Ayumi buscó su ejemplar del libro donde se narraba la leyenda del sacerdote fantasma. Tachó la última línea y la corrigió escribiendo con un lápiz:

“Y, si encontraba alguna niña sola y desamparada, hacía por ella lo que no había podido hacer por su nieta.”



Festejos macabros - Convocatoria


 

CONCURSO 2023 “FESTEJOS MACABROS” DEL GRUPO LITERARIO EL LEGADO 


Podrán participar todas las personas mayores de 18 años, con textos escritos en castellano.

La participación es completamente gratuita.

Tema: “Festejos macabros”: Día de muertos, Mitos, Leyendas, Tradiciones y ficciones.

Extensión por categoría de las obras:

POESÍA: las obras no deberán exceder los treinta (30) versos. Podrán estar escritas en verso libre, o usando las reglas de la rima y métrica. En este caso serán muy valoradas Las calaveritas literarias.

 NARRATIVA: las obras no podrán superar las 1000 palabras.

 Cantidad de obras por autor: Cada autor podrá presentar un (1) trabajo por categoría. 

Presentación de trabajos: En el grupo de WhatsApp El legado. Literatura”. O bien al correo: ellegadodesaralena@gmaol.com

Recepción de las obras: Desde el 3 hasta el 25 de octubre de 2023.

Premios En cada categoría se otorgará a los tres primeros lugares: Diploma y publicación en el blog, El legado. Para el primer lugar en cada categoría se hará una producción audiovisual de la obra premiada del autor, para subir en nuestro canal de YouTube, El legado de fantasía y misterio.

Se realizará una antología con los textos recopilados, la cual no tendrá costo de servicios de edición para los seleccionados y, en caso de existir retribuciones económicas, serán a favor de los organizadores del evento y patrocinadores de la edición.

Jurado: Cada lector del grupo de WhatsApp tendrá derecho de voto mediante un formulario. Solo se permitirá un voto por persona y no se permitirá su modificación.


El concurso podrá declararse desierto si no se reúnen las condiciones de calidad literaria y buena ortografía. 


LEYENDA ÁRABE DE VAMPIROS

Texto: Sabine Baring-Gould. Adaptación: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

A principios del siglo XV vivía en Bagdad un anciano mercader, cuyos negocios le habían proporcionado una gran fortuna y que tenía un único hijo, al cual amaba tiernamente. Resolvió casar a su vástago con la hija de otro mercader: una muchacha de considerable fortuna, pero carente de todo atractivo personal. Abul-Hassan, el hijo del mercader, vio un retrato de la dama y le pidió a su padre que aplazara la boda, pues necesitaba tiempo para hacerse a la idea. Pero lo que hizo fue enamorarse de otra muchacha, que era hija de un erudito, y no dejó en paz a su padre hasta que este le permitió casarse con su amada. El viejo mercader se resistió todo lo que pudo, pero, viendo que su hijo estaba resuelto a casarse con la hermosa Nadilla y que había rechazado completamente a la fea hija del mercader, hizo lo que suelen hacer los padres en semejantes circunstancias: dio su brazo a torcer.

La boda se celebró con gran esplendor y después vino una feliz luna de miel, que hubiera sido aún más dichosa de no ser por un pequeño detalle, que acabaría teniendo graves consecuencias. Abul-Hassan se percató de que su esposa abandonaba el lecho nupcial cuando pensaba que su esposo estaba dormido y no volvía hasta una hora antes del alba. Impelido por la curiosidad, una noche Hassan se hizo el dormido y vio cómo su esposa se levantaba para salir de la habitación, como hacía habitualmente. La siguió discretamente y vio cómo entraba en un cementerio. La luz lunar le mostró cómo se introducía en un sepulcro y decidió seguirla. Una vez dentro, se encontró con una escena espeluznante. Una horda de vampiros se había reunido con los despojos de las tumbas que habían violado y se estaban dando un festín con la carne de cadáveres largo tiempo enterrados*. Su propia esposa, que nunca cenaba en casa, estaba participando en el horrible banquete. Cuando pudo huir sin llamar la atención, Abul-Hassan volvió a su habitación.

No le dijo nada a su esposa hasta que a la noche siguiente llegó la hora de la cena. Ella se resistió a probarla y entonces él exclamó lleno de ira:

¡Claro, reservas tu apetito para tus banquetes con los vampiros!

Nadilla se quedó callada, palideció y tembló. Luego se dirigió a su alcoba sin pronunciar una sola palabra. A medianoche se levantó para atacar a su esposo con uñas y dientes. Lo hirió en la garganta y, tras abrirle una vena, intentó sorber su sangre, pero Abul-Hassan se levantó de un salto, la derribó y la mató de un golpe. La enterraron al día siguiente, pero tres días después, a medianoche, reapareció y atacó nuevamente a su esposo, en un segundo intento de chuparle la sangre. Él consiguió zafarse de ella y a la mañana siguiente abrió su tumba, quemó su cadáver y arrojó las cenizas al río Tigris**.

*El ghoul o vampiro de las leyendas árabes, además de beber sangre, es aficionado a comer restos de cadáveres humanos.

**Ecos de esta leyenda pueden apreciarse en el cuento "Vampirismus" del célebre autor alemán E. T. A. Hoffmann, quien en su versión elimina o reduce los elementos más fantásticos de la historia.


EL PACTO (CUENTO)

Texto: Javier Fontenla, basado en la novela Drácula de Bram Stoker. Imagen: Pixabay.

Aquella noche Marlene, una hermosa niña de catorce años, se acercó a un viejo cementerio, abandonado desde hacía muchos años. Allí se encontró con un hombre de aspecto aterrador, cuya palidez espectral contrastaba con la fúnebre negrura de sus ropajes y con el fuego infernal de sus pupilas. Pese a ser una niña valiente, Marlene no pudo reprimir un estremecimiento al comprender que se hallaba ante Drácula, el príncipe de los vampiros. Aunque Drácula había sido destruido a finales del siglo XIX, tal como lo contó Bram Stoker en su famosa novela, una vez cada cien años podía volver de la tumba durante la Noche de Walpurgis. El vampiro estaba sediento de sangre tras un siglo de ayuno, pero no se atrevió a atacar a Marlene, pues esta llevaba en la mano un crucifijo de plata. Entonces la miró con rabia y le dijo:

¿Qué buscas aquí, niña?

Quiero ofrecerte un pacto. Te dejaré beber mi sangre si antes haces algo por mí.

¿A qué te refieres?

Hace cosa de un año el general Oleg Bazarov se hizo con el poder en toda Rusia y le declaró la guerra a Occidente. Sus misiles arrasaron nuestras ciudades y mataron a toda mi familia. Ahora sus tropas están terminando el trabajo y destruirán el mundo si nadie las detiene. Pero solo tú podrías hacerlo.

Drácula examinó a Marlene con ojos inquisitivos y dijo:

Creo que aceptaré tu propuesta, pues deseo beber tu sangre y, por otra parte, no me interesa que los mortales se destruyan entre ellos. Esta misma noche mataré a ese Bazarov, pero luego volveré por ti. Te advierto que, si intentas huir de mí incumpliendo tu promesa, te convertirás en una perjura y tu crucifijo ya no podrá protegerte. En ese caso, te buscaré y luego no solo beberé tu sangre, sino que además te daré la peor de las muertes imaginables.

No te preocupes, te prometo que estaré esperándote aquí mismo. De todas formas, prefiero morir desangrada antes que ser torturada y violada por los soldados de Bazarov.

Drácula le dedicó una fría sonrisa a Marlene y, tras convertirse en murciélago, se marchó volando hacia el este.

Cerca de Odesa se hallaba la base militar desde la cual el general Bazarov tiranizaba a su pueblo y coordinaba la destrucción de Occidente. Allí se sentía a salvo, mientras sus enemigos y sus propios hombres morían en los campos de batalla de toda Europa, pues las medidas de seguridad de aquella base eran virtualmente perfectas.

Los centinelas vieron, aterrorizados, cómo una nube negra que vagaba por el cielo nocturno se convertía en un ejército de murciélagos. No tardó en cundir el pánico en toda la base, mientras aquellos murciélagos atacaban a los guardias con una saña infernal. Se ordenó cerrar las puertas del búnker antes de que entraran los murciélagos, aunque ello supusiera abandonar a los soldados que se hallaban en el exterior. Unos guardias estaban intentando cerrar la puerta trasera cuando apareció ante ellos un hombre demacrado, que llevaba uniforme de coronel. El recién llegado les dijo con un tono al mismo tiempo autoritario y suplicante:

¡Maldita sea, déjenme entrar! Ustedes no pueden impedirle la entrada a alguien de mi rango.

Los soldados dejaron entrar al caporal y luego cerraron la puerta, justo a tiempo para impedir que los murciélagos penetraran en el búnker. Entonces Drácula se quitó el uniforme que le había arrebatado a una víctima de los murciélagos y se encaminó hacia el corazón del búnker, dejando atrás los cadáveres desangrados de unos cuantos soldados. No tardó mucho en atrapar al general Bazarov, que se quedó paralizado de terror cuando el vampiro clavó en él su mirada hipnótica y le dijo:

Ahora usted se halla bajo mi poder, así que va a hacer todo lo que yo le mande: primero va a ordenar una retirada general de sus tropas, que esta misma noche deberán volver a Rusia sin causar más daños en los países invadidos. Y luego se pegará un tiro en la cabeza.

Tras asegurarse de que Bazarov había cumplido sus órdenes, Drácula volvió al cementerio y se presentó ante Marlene. Entonces esta le dijo:

Pronto podrás beber mi sangre, pero te ruego que antes me permitas devolver esta cruz a la iglesia donde la encontré. No está lejos de aquí y te juro que habré vuelto antes del alba.

Drácula asintió y dijo:

Está bien. Después de todo, no me gustaría que esa maldita cruz se quedara tirada cerca de mi tumba. Puedes irte, pero no tardes en volver o iré a buscarte.

Marlene no tardó en volver, ya sin el crucifijo. Cuando la vio a su merced, Drácula hizo ademán de hincar sus colmillos en el cuello de la indefensa niña. Pero se detuvo en el último momento, tras percibir un olor desagradable, y gritó furioso:

¡Te has untado el cuello con agua bendita! ¿Por eso querías ir a la iglesia, pequeña tramposa?

Marlene se mantuvo serena y respondió:

No soy una tramposa. Yo le ofrezco mi sangre, tal como le había prometido. No es culpa mía si ahora usted decide rechazarla.

Esto solo atrasa tu destino. Cuando se seque el agua…

Para entonces ya será de día.

Drácula advirtió que se acercaba el amanecer y, sabiéndose vencido, dejó que Marlene se marchara sin hacerle daño. Luego volvió a su tumba con una sonrisa en los labios. En realidad, él siempre había sabido cuál era el plan de Marlene, pero un caballero no puede exigirle nada a una dama en apuros. Lo que pasa es que, cuando el caballero es un vampiro, debe disimular para no manchar su diabólica reputación.


EL VIEJO CAPITÁN (CUENTO)

 

Nos hallamos en cierta localidad portuaria de Nueva Inglaterra hacia el año 1920. La solitaria casa del Viejo Capitán rara vez recibía visitas, pero aquella tarde un joven escritor llamó a su puerta. Aunque poca gente conocía íntimamente al Viejo Capitán, se decía que había vivido muchas experiencias extraordinarias a lo largo de su ajetreada vida. El joven escritor quería entrevistarse con él, guiado por la esperanza de que pudiera sugerirle el germen de alguna historia interesante. Afortunadamente, el anciano resultó ser una persona mucho más amable de lo que su visitante se había imaginado. Al joven escritor también le agradó descubrir que la casa estaba llena de gatos, pues él, al igual que su vetusto anfitrión, sentía cierta debilidad por los pequeños felinos. El Viejo Capitán no solo los trataba con cariño, sino que además hablaba con ellos como si pudieran entenderlo y les daba nombres de persona, que al parecer se correspondían con los de sus antiguos compañeros de navegación. Tras rehusar un vaso de ginebra y aceptar un té con pastelillos, el escritor le pidió al anciano que le hiciera un breve resumen de su vida. El capitán sonrió y dijo:

Lo cierto es que he vivido bastantes aventuras emocionantes. Nací en el seno de una familia distinguida, pero la Guerra Civil y el cólera aunaron sus esfuerzos para dejarme huérfano a una edad muy temprana. Por ese motivo tuve que dejar la escuela y embarcarme como grumete cuando aún no había cumplido los doce años. Durante mi larga vida como marinero he navegado por lugares remotos y extraños. Nunca me he casado, pero sí he mantenido relaciones amorosas con varias mujeres de distintas razas. Curiosamente, a los veinticinco años, siendo ya primer oficial de un barco mercante, aún era completamente virgen. Entonces los monzones nos obligaron a buscar cobijo en cierta isla oriental, habitada por una tribu de costumbres matriarcales. Por algún motivo le caí en gracia a la princesa de la isla, que era una chica tan bella como caprichosa. Intentó seducirme, pero yo, que en aquella época aún no estaba acostumbrado a tratar con mujeres, rechacé sus intentos con cierta brusquedad. Aquella noche encontré una cobra entre las ropas de mi cama y comprendí que la había ofendido. Al día siguiente le ofrecí mis disculpas a la princesa y me excusé diciéndole que estaba casado (como “prueba” de ello le mostré una vieja foto de mi madre). Ella no debió de quedar muy satisfecha con mis explicaciones, pues mientras dormía la siesta encontré una araña venenosa en mi cama. Finalmente accedí a acostarme con la princesa y al anochecer encontré un hermoso gatito jugando en mi camarote. Aquel cachorro pertenecía a una especie endémica de la isla y poseer uno se consideraba un gran honor entre los nativos. Comprendí que la princesa por fin había quedado satisfecha y acepté su regalo con verdadero placer. Poco después abandoné la isla y no volví a verla nunca más. Por lo que sé, murió hace algunos años y hoy gobierna la isla su hija mayor, de quien se dice que tiene los ojos azules. A veces he sentido la tentación de visitarla, pero nunca me he atrevido, pues no me gustaría tener que elegir entre cometer un incesto o encontrarme con otro bicho venenoso en mi cama. En cuanto al gato, fue mi mejor amigo durante los doce años que vivió. Todos los felinos de mi casa son descendientes suyos y han heredado sus cualidades.

En aquel punto la narración del anciano marinero fue interrumpida por las sirenas de un vehículo policial. Pocos segundos después el comisario en persona llamó a la puerta del Viejo Capitán, quien aquella tarde recibió más visitas de las que solía recibir en un año entero. El comisario se dirigió a él en voz alta, pues ignoraba la presencia del joven escritor:

Capitán, varias niñas han desaparecido misteriosamente mientras jugaban en el bosque y, a juzgar por ciertos indicios, cabe pensar que han sido raptadas. Mis hombres ya están peinando la zona, pero le agradeceríamos que nos prestase su ayuda una vez más.

El comisario se marchó y entonces el joven escritor se dirigió al anciano:

Disculpe mi ignorancia, capitán, pero no acierto a comprender cómo podría usted ayudar en este asunto.

En realidad, serán mis gatos quienes harán el trabajo. Olvidé decirle que poseen cualidades fuera de lo normal. Mientras esperamos su retorno, le contaré cómo descubrí en Arabia las ruinas de una ciudad sin nombre o, si lo prefiere, le hablaré de los vestigios prehistóricos que encontré durante mi última visita al África central.

En el interior de una fábrica abandonada tres niñas atadas, amordazadas e indefensas se hallaban a merced del maníaco que las había raptado. Aquel psicópata ya estaba a punto de degollarlas cuando creyó oír un sonido extraño procedente del exterior. Salió del edificio armado con un cuchillo, pero nunca más volvió. En cambio, diez minutos después entraron en la fábrica varios gatos, que se relamían y bostezaban como si se hubieran dado un buen banquete. Los felinos rompieron a mordiscos las ataduras de las niñas, que huyeron de allí a toda prisa, sin prestarle atención a un esqueleto que yacía entre los arbustos, sin una sola brizna de carne sobre sus huesos.

Aquella noche el Viejo Capitán despidió al joven escritor y le dijo:

Espero que haya obtenido algún provecho literario de nuestro encuentro, señor Lovecraft.

Texto: Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

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