Cuando era pequeña, Amanda Martins tenía
el poder de comunicarse con las almas de los muertos y, como vivía en la ciudad
de Baltimore (Maryland, EE. UU.), se hizo amiga del fantasma de Edgar Allan Poe,
que solía deambular por las calles donde había pasado sus últimos momentos de
vida. Cuando llegó a la pubertad, Amanda perdió sus facultades paranormales,
pero el fantasma de Poe siguió cuidándola sin que ella lo supiera.
Un día de verano Amanda fue a la playa
con sus compañeros de clase, pero desgraciadamente el agua estaba llena de
algas, que le daban mucha grima. Como no le apetecía bañarse en esas
circunstancias, propuso dar un paseo por la costa, pero solo Joel, su mejor
amigo, quiso acompañarla. Tras una larga caminata, los dos amigos llegaron a un
lugar solitario y agreste, frecuentado únicamente por cuervos y aves marinas. Pero
de pronto aparecieron unos desconocidos, que anestesiaron a los muchachos con
una granada de gas somnífero y se llevaron a Amanda. El espíritu de Poe, que
andaba por allí (o mejor dicho volaba, pues había poseído a un cuervo), entró
en el cuerpo de Joel y lo ayudó a despertarse. Entonces tuvo lugar un curioso
diálogo en el cerebro del muchacho:
—¡Oiga! ¿Quién es usted y qué está
haciendo dentro de mi cabeza?
—Pues soy Edgar Allan Poe. ¿Es que nunca
has oído hablar de mí?
—Bueno, sí, estudio Literatura… ¿Pero
usted no murió hace doscientos años?
—Mejor dejemos esos detalles para otra
ocasión. Ahora lo importante es rescatar a Amanda.
—Sí, pero usted está muerto y yo tengo
catorce años. No somos los Vengadores precisamente.
—No importa. Tú confía en mi
experiencia.
Amanda había sido capturada por los sicarios de Klaus Nessler, un peligroso delincuente experto en ocultismo. Cuando
vio a Amanda, le dijo:
—Encantado de conocerte, querida. Tengo
entendido que puedes hablar con los muertos. Y yo quiero conocer todos los
secretos que los hechiceros de la Antigüedad se llevaron a la tumba.
—Pues me temo que se va a quedar con las
ganas. Hace tiempo que perdí mis poderes.
—Vamos a comprobar si eso es cierto.
Nessler llamó a su nieta Magda, una niña
de diez años que tenía el poder de la telepatía, y le ordenó infiltrarse en los
pensamientos de su prisionera. Magda clavó sus fríos ojos azules en las pupilas
de Amanda, realizó una exploración de su mente y le dijo a su abuelo:
—Dice la verdad. Ya no nos sirve para nada.
Nessler suspiró apesadumbrado y dijo:
—Es una lástima. Pero quizás todavía
podamos sacarle alguna utilidad a esta señorita. Su padre es agente del FBI, lo
cual la convierte en una valiosa rehén.
Los sicarios de Nessler ataron a Amanda,
le taparon la boca con cinta adhesiva e hicieron ademán de introducirla en un
vehículo todoterreno, pero entonces apareció Joel-Poe (llamémoslo así). Nessler
lo encañonó con una pistola y le dijo:
—Dame una buena razón para que no te
mate.
Mientras
Nessler profería sus amenazas, tuvo lugar otra conversación mental en la cabeza
del muchacho:
—Oiga, señor Poe. Usted ya está muerto y
todo esto le parecerá muy divertido, pero este cuerpo es mío y no quiero que lo
conviertan en un colador.
—Tú tranquilo, déjame hablar a mí.
Entonces Joel-Poe se dirigió a Nessler con
aparente tranquilidad (para ser más exactos, fue Poe quien habló con la voz de Joel):
—Mientras seguía su rastro, encontré por
casualidad el tesoro del capitán Kidd. Le daré las señas exactas si deja en paz
a mi amiga.
—¡No me hagas reír! Ni un niño pequeño
se creería esa bola.
—Si no se fía de mis palabras, dígale a
la señorita aquí presente que use sus poderes para leer mis pensamientos.
Nessler le susurró a Magda:
—Cariño, introdúcete en la mente de ese
imbécil y comprueba si lo que dice es verdad o un farol.
Magda hizo lo que le había dicho su
abuelo, pero al entrar en la mente de Poe se encontró con todos los horrores
creados por su morbosa imaginación e, incapaz de resistir el susto, sufrió un
desmayo fulminante. Nessler, enfurecido, le gritó a Joel-Poe:
—¿Qué le has hecho a mi nieta? ¡Cúrala o
te mataré!
—Si me mata, su nieta se quedará así
para siempre y terminará en un manicomio En cambio, si nos deja en paz, pronto
se recuperará sin la menor secuela. Le doy mi palabra de caballero de Virginia.
—¿Caballero de Virginia? ¡Tú sí que deberías
estar en un manicomio!
—Ya me han llamado loco muchas veces,
pero yo estoy de pie y su nieta no. Elija de una vez.
Nessler dudó durante unos segundos y eso
aparentemente estuvo a punto de arruinar el plan de Poe, pues Magda ya había
empezado a mostrar signos de recuperación. Pero, mientras todo el mundo estaba
pendiente de Joel-Poe, Amanda había aplicado unos trucos que le había enseñado
su padre para desatarse (en realidad, Poe había contado con eso desde el primer
momento) y hacerse con una de las granadas de gas somnífero que Nessler
guardaba en su vehículo. Usando el gas, Amanda dejó a toda la banda fuera de
combate.
Una vez reducidos los criminales, Amanda
y Joel (ya solo Joel) se fundieron en un cálido abrazo, bajo la mirada cómplice
de un espíritu que los observaba desde el cielo.
Texto: Javier Fontenla.
Imagen: Pixabay.
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