En la América de los años veinte y
treinta se produjo la eclosión de las revistas pulp, que por poco precio (eran los tiempos de la Gran Depresión)
ofrecían a sus lectores relatos sin demasiadas pretensiones literarias, pero
que respondían perfectamente a los gustos de la época. Cada revista se
especializaba en un género concreto: la aventura, los detectives, la
ciencia-ficción y, en el caso de Weird Tales (expresión traducible por “Cuentos
Extraños”), la fantasía oscura. El escritor norteamericano Lyon Sprague de Camp
llamó en cierta ocasión “los tres mosqueteros de Weird Tales” a los autores de
la revista que más recordamos actualmente (aunque en su época no siempre fueron
los más exitosos).
Quizás el más importante de los tres fue
Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), maestro de la literatura macabra y en
sus últimos años también importante autor de ciencia-ficción. A pesar de ser un
devoto admirador de Poe y de los novelistas góticos, Lovecraft tuvo el mérito
de renovar el género macabro con la creación de una mitología particular,
centrada en libros malditos, cultos ancestrales y lugares embrujados. En el mundo lovecraftiano acechan las sombras de dioses
terribles, que gobernaron el mundo hace millones de años, mucho antes de que
existiera la Humanidad, y que esperan desde las tinieblas el momento adecuado
para recuperar su hegemonía. El protagonista típico de Lovecraft es un erudito o investigador, demasiado amigo de meterse donde no lo llaman... y que acaba pagando con creces su exceso de curiosidad. Probablemente las obras más conocidas de Lovecraft son La llamada de Cthulhu y El horror de Dunwich, ambas publicadas
precisamente en Weird Tales.
Robert Ervin Howard (1906-1936) apenas
vivió treinta años (se suicidó con un revólver por no poder asumir la muerte de
su madre), pero tuvo tiempo de escribir numerosos relatos, entre los cuales destacan
aquellos que pertenecen al género fantástico. Al igual que Lovecraft, con quien
mantuvo una intensa relación epistolar, Howard escribió cuentos de terror y fantasía
oscura, pero sus protagonistas no suelen ser investigadores demasiado curiosos, sino poderosos guerreros de tiempos
pasados, capaces de enfrentarse con valor a todos los horrores que encuentran en su camino. Esa mezcla de terror y aventuras puede apreciarse en
las historias de su personaje más famoso, Conan el Bárbaro, un guerrero prehistórico destinado a convertirse en un icono de la cultura popular, así como en el principal
referente de un nuevo género: la fantasía heroica, también llamada “espada y
brujería”.
Clark Ashton Smith (1899-1961) es
actualmente el menos conocido de estos autores, a pesar de sus indudables
méritos literarios. Al contrario que Lovecraft y Howard, Smith, más interesado
en la poesía y en las artes plásticas que en la narrativa, no aportó grandes
novedades al género fantástico ni creó ningún mito de la cultura popular, pero
poseía una singular imaginación macabra y un envidiable estilo literario. Tal
como dijo de Camp, “desde Poe nadie había amado un cadáver putrefacto tanto
como él”. Su morbosa fantasía le permitió crear mundos fantásticos de maravilla
y terror, algunos ambientados en un pasado remoto (Hiperbórea, Averoigne…) y
otros en un futuro igualmente lejano (Zothique). En esos mundos pueden
encontrarse toda clase de horrores (demonios y monstruos prehistóricos en
Hiperbórea, vampiros y licántropos en Averoigne, nigromantes y muertos vivientes
en Zothique, etc.). Al igual que Howard, Smith mantuvo relaciones epistolares
con Lovecraft y también recibió su influencia en algunos de sus relatos (para
ser exactos, fue una influencia mutua, pues Lovecraft incorporó a su mitología particular dioses y libros prohibidos inventados por Smith).
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