LOS LIBROS MALDITOS DEL UNIVERSO LOVECRAFTIANO

 


Texto: Francisco Javier Fontenla. Imagen: Pixabay.

Todos los amantes del horror cósmico han oído hablar del Necronomicón, el célebre grimorio que, según la leyenda, fue escrito por el hechicero árabe Abdul Alhazred en la época de los califas Omeyas, pero que en realidad solo existió en la fecunda imaginación de H. P. Lovecraft (1890-1937). Según nos cuenta el propio Lovecraft en La historia del Necronomicón, Alhazred escribió su obra tras haber visitado muchos lugares prohibidos, como las criptas de Menfis o las ciudades malditas que yacen bajo las arenas del desierto.

Sin embargo, Lovecraft no fue el único autor de los Mitos de Cthulhu que concibió un libro maldito. En realidad, casi todos sus colaboradores inventaron por lo menos un grimorio lleno de hechizos y sabiduría prohibida. Aquí vamos a hablar de dos libros diabólicos, que podrían competir en oscuridad con el mismísimo Necronomicón.

Los misterios del gusano es un libro de magia negra inventado por el escritor estadounidense Robert Bloch (1917-1994), quien, antes de crear al psicópata Norman Bates, escribió varios cuentos de inspiración claramente lovecraftiana. En uno de sus primeros relatos, El vampiro estelar, nos cuenta la historia de Los misterios del gusano. Su autor se llamaba Ludvig Prinn y murió quemado en Bruselas, como castigo por haber practicado la brujería. Al parecer, Prinn había viajado a Oriente, donde se inició en la magia árabe y en el culto a los seres de las tinieblas. Aunque su libro fue prohibido por la Iglesia, sobrevivieron varios ejemplares y algún tiempo después apareció una nueva edición expurgada. Actualmente solo los iniciados en las ciencias ocultas conocen los secretos de este libro maldito, cuyos hechizos pueden invocar a seres realmente terribles.

Cultos sin nombre fue inventado por Robert E. Howard (1906-1936), que habla de él en algunos de sus relatos. Su presunto autor fue un investigador alemán llamado Von Juntz, que vivió a principios del siglo XIX. Al contrario que Abdul Alhazred o Ludvig Prinn, Von Juntz no fue un hechicero, sino un ávido estudioso de las religiones primitivas. Durante varios años recorrió los lugares más remotos y misteriosos del mundo, siempre en busca de cultos desconocidos para el hombre civilizado. También leyó muchos libros prohibidos (entre ellos el Necronomicón) y se inició en distintas sociedades místicas o esotéricas. El terrible destino sufrido por Von Juntz, que murió asesinado en extrañas y siniestras circunstancias poco después de haber publicado su obra, motivó que muchos propietarios del libro optaran por deshacerse de él, para así conjurar la maldición que parecía acompañarlo. Por consiguiente, hoy en día es muy difícil encontrar ejemplares de la primera edición. Este libro habla de una misteriosa piedra negra de las montañas húngaras, de un templo perdido en la selva de Honduras y del viejo continente de Mu, inundado por las aguas del Pacífico en tiempos prehistóricos. También insinúa que ciertos horrores de los tiempos primordiales siguen acechando en los lugares más olvidados de la Tierra.

Finalmente Clark Ashton Smith se inventó el Liber Ivonis, del cual no sabemos gran cosa, dejando aparte que lo redactó un hechicero prehistórico llamado Eibon y que es el más blasfemo e impío de todos estos volúmenes (¡glub!).


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