Recibimos a los Reyes Magos de Oriente y a sus monturas con este emotivo texto del autor mexicano Gabriel Valdovinos Vázquez. Imagen: Pixabay.
¡Vaya Camello, qué gusto me da ver que ya te cambió el
semblante! Ya levantaste tu majada y lavaste tu ajuar. ¡Más que montura de
mercader oriental, parecías mula de arriero! Quisiera saber a qué se debe el
cambio. Ahora te veo altivo y petulante, con esa apariencia de sabio antiguo
que te cargas. Pero como siempre, te quedas callado; sólo me miras y me enseñas
tus enormes dientes amarillos y careados. Seguramente ha llegado el momento de
tu partida. Fue muy reconfortante este tiempo que compartiste conmigo y me
permitiste involucrarte en mis desvaríos. Me complace verte afanoso y
entusiasta preparando ese tan añorado viaje para ti, así como tan significativo
y esperanzador para toda la humanidad. Me imagino que irán tus lomos y los de
esas interminables caravanas rebosantes de bellos y exóticos presentes, que a
pesar de ser tantos y tan especiales, los cargarán con placer, sabiendo su
noble origen y sublime fin. Oye, y ya que vas para allá, ¿Podrías llevarte unas
cuantas cositas? Ya ves que los de DHL, UPS y todos esos mandaderos modernos
cobran muy caro por las entregas, y a veces se les pierden los encargos; aparte
ahorita andan más “atarantados” que el Gordito de Rojo, repartiendo vacunas
piratas. No es tan voluminoso y pesa casi nada mi paquete. Tan sólo son… Unas
cuantas frases formadas por suspiros balbuceantes y anhelos ahogados en el
trajín de lo cotidiano. Palabras rebeldes que no pudieron permanecer
prisioneras por el confinamiento y distanciamiento social. Ideas y disparates
que burlaron protocolos, viajando vagabundas y difundiéndose sin riesgo de
contagio o contagiando locuras sin remedio. Una concurrida marcha del batallón
de los ausentes, que con su callado grito nos convocan a cantar un himno a la
vida en cada amanecer y agradecer la cercana presencia de nuestros selectos
compañeros de viaje, ante la fragilidad de la existencia. Una fotografía actual
de la humanidad cuya realidad transporta al surrealismo; en donde lo grotesco y
lo sublime, la eternidad y lo efímero, lo noble y lo ruin se funden, se
difuminan y se confunden como en un lienzo de Dalí. Un alegre tropel de
pregoneros charlatanes y parlanchines, quijotes valerosos que luchan con pasión
por utópicos ideales. Una singular pasarela de doncellas tejedoras de
inspiradoras fantasías, artistas que embelesan y motivan con sus soñadoras
concepciones de la vida. Una refulgente y cálida hoguera de esperanza,
conformada con las brasas y pavesas de tantos sueños e ilusiones a punto de
extinguirse, que fui juntando a lo largo de estos días; convencido de que la
solidaridad y unidad, aún en el infortunio, generan llamaradas que encienden
los corazones y alientan los espíritus a dar todo su esfuerzo para juntos
superar las adversidades. Millones de manos vacías que se elevan a lo infinito,
libres ahora de lo fútil y lo volátil, en sincera búsqueda de respuestas.
Verdades y realidades que se fueron perdiendo en el frenético tornado que
nosotros mismos hemos generado. Y la súplica confiada de que a cambio de estos
sencillos pero sinceros presentes, recibiremos bálsamos que alivien nuestros
cansancios y nos llenen de vigor para completar la jornada que retadora nos
enfrenta. Yo te esperaré como siempre aquí, contemplando a mi brillante Venus,
mientras tú vas a entregar mi encargo al Ser hacia quien te guía la Estrella de Belén.
© Gabriel Valdovinos Vázquez (México, 1970)
2 comentarios:
Realmente un relato hermoso, lleno de sentimiento y pasión.
Gracias, Gabriel, excelente texto, me encanta.
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