EL ANILLO DEL FANTASMA (LEYENDA ESCANDINAVA)

 

Cuento tradicional danés, traducido por Francisco Javier Fontenla a partir de la versión inglesa de Montague Rhodes James. Imagen: Carlos Miranda.

La señora Ingeborg era la viuda del señor Skeel, quien antes de morir había empleado sucias artimañas para apropiarse los campos de Agersted. Skeel había sido bastante duro con sus jornaleros, pero su viuda era mucho peor. Un día ella se dirigía a la iglesia (era el aniversario de la muerte de su marido) y le dijo a su cochero:

-Me gustaría saber adónde ha ido a parar mi marido.

El cochero, que se llamaba Claus, era un hombre que solía hablar con bastante franqueza y le respondió:

-Bien, mi señora, eso no es algo fácil de decir… pero me parece que ahora mismo no está pasando frío (lo cual daba a entender que el alma del difunto Skeel estaría ardiendo en el fuego del Infierno).

La viuda se enfureció y amenazó a Claus, diciéndole que, si en tres semanas no le decía dónde estaba verdaderamente su marido, lo castigaría con terrible severidad. Claus sabía que ella era muy capaz de cumplir su palabra y, para salir del apuro, fue a preguntarle al párroco de la villa, quien era casi tan sabio como un obispo. Sin embargo, el cura no pudo darle una respuesta y le recomendó que fuera a hablar con un hermano suyo, el cual era una persona sumamente instruida. Claus fue a consultar el caso con el hermano del cura, quien, tras cavilar durante unos segundos, le dijo:

-Bien, creo que puedo conseguir que hables con el espíritu del difunto, aunque se trate de una empresa un tanto arriesgada. Te lo digo por si le tienes miedo, pues tendrás que hablarle tú mismo.

Aquella noche los dos penetraron en un espeso bosque y el hermano del cura invocó al espíritu del señor Skeel. Poco después oyeron un sonido estremecedor y surgió de las sombras un carruaje de color rojo, arrastrado por unos caballos cuyas pezuñas arrancaban chispas del suelo. El carruaje se detuvo y se oyó una voz procedente de su interior:

-¿Quién pretende hablar conmigo?

Claus reconoció la voz de su difunto amo y le dijo:

-Mi señora le envía saludos, mi señor, y desea saber qué ha sido de usted desde que partió al Otro Mundo.

-Dile que estoy en el Infierno y que allí hay otra plaza preparada para ella, que habrá de ocupar en breves si no devuelve los campos de Agersted. Como prueba de que realmente has hablado conmigo, te entrego mi anillo para que se lo des a ella.

El cochero tomó el anillo y el carruaje desapareció como por arte de magia. Claus fue a reunirse con la viuda Ingeborg, quien le preguntó qué mensaje le había dado su marido. Claus le contó todo lo que había visto y oído, después de lo cual le entregó el anillo, que ella no tardó en reconocer. Entonces dijo:

-Bueno, te has librado del castigo. Y yo acompañaré a mi marido después de mi muerte, sin duda… ¡porque los campos de Agersted no los devuelvo ni de broma!

Y así fue.

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