PROFUNDO ATARDECER




Texto de Adriel Natanael Miranda Lara. Imagen de Pinterest. Este texto fue ganador del tercer lugar del concurso "cuentos y poemas de amor oscuro".


Obnubilado el beso desnudo la mentira, labios agrietados, húmedos aún, debajo del fuego que ardía en tu mirada, cerrabas las cortinas del alma; las hojas viajeras volaban en círculos siendo atalayas del verdugo que nació en el acto. Árboles rodeados de hierba seca, algunas ramas y el recuerdo, octubre mágico, decían las horas cuando caían las lágrimas y es extraño, pues aún te siento, en el cabello el aroma, la gracia y ahora desgracia de tu partida involuntaria, pues llegó su hora, justo como aquella lavanda que recogiste esa mañana de abril, la que me aconsejo no herirte, cuando la arena rozó tus pulgares entorpeciendo los pasos, caímos rendidos ante el cálido ocaso, profundo atardecer.

Ahora te noto esquiva, fría e inquieta como la noche que nos reunió de nuevo, el tiempo no para, palabras del padre descuidado que nutrió esta hombría mayúscula, la que hoy nos une en pos del amor, los dedos congelados hacen más difícil la manipulación, desnudo tu cuerpo con agujeros, te ves tan bella envuelta en ese tono carmesí que combina con los pétalos que ondean tu corona, pues el perfume de las rosas se impregnó hasta el lábil terciopelo de tus manos, tibias aún.

Querida, no te veré más reflejada en aquel opaco retrato, te llevaré conmigo en este viaje, como cuando en los valles de margaritas leías poesía de extranjeros, esa sonrisa que se desvanecía entre los delgados pétalos de marfil, donde los nervios anidan en la frescura del pálido invierno, lo siento cuando inhalo el gélido viento que mese tus castaños cabellos tocando cauto la nota de nuestro idilio, o al menos lo que fue de ello, pues descansas mansa entre mis brazos, quieta reliquia mía, seremos estatuas en unos días, las marcas de la pasión que devoré de ti yacen en tu cuerpo que será eternamente nuestro, ya que los votos que nos juramos ahora estarán guardados, no sentiremos más dolor, lo prometo ante la tumba rustica que he hecho, deberías ver las flores silvestres como te reciben, postradas como si en homenaje coordinadas supieran que el sufrimiento nos abandona, seremos huérfanos de la vergüenza, las nubes ahora tendrán nuestra forma, la tierra el sabor de la saliva que fluía en concupiscencia, sempiterna herida mía.

Un silbido, el viento corre a nuestro favor, esta liviana tierra nos enterrará para hacernos parte de ella, sabia, sabrá como acogernos, tomo tu aroma por última vez y aspiro el vivo recuerdo, el llanto se asoma al ver tan grande amor, me desprendo de estas prendas marcadas de tus aguas y comienzo la partida, uno las manos con el cuerpo al que pertenecías, las rodillas se parten con el castigo de tu peso y desmayo.

Cantos de aves despiertan la ira, ¿qué es esto que siento? El profundo atardecer cayo de nuevo, un día ha pasado, ya no eres más, el pánico irrumpe, la locura me despierta del interludio donde estaba y veo tu cadáver seco, no percibo más tu aroma, aves y aves salen de su guarida, miedo, es miedo lo que siento ahora, el cuerpo ensangrentado es la marca del crimen, te quería mía, pero no así, es asco lo que provocas y te desprecio aún más, con salvaje opresión descargo esta furia cortando cada parte del extraño cuerpo hasta los huesos, aroma a hierro y carne podrida, moscas rondando buscando comida, quizás esa era la misiva, pues el dueño de esta mujer no es un lejano mío, lo vi por la mañana frente al espejo.

¡Es mía!, gritaban por dentro los muertos que cargó, no está de más esperar lo que se ve después de lo atroz, pero no se arrepiente, el ente toma un trozo y con gran amor prueba las sobras, sí, como las propias moscas, ahora ya eres parte enteramente mía, probamos del mismo bocado, una carne muerta como tanto lo había imaginado, ¿muerta?, la mató la pasión que perdida se encontraba después de la vergüenza, la que es nuestra venganza, hablaba el eco del dueño de esa mujer mientras hacia una señal de silencio con el dedo.

Son sirenas, han llegado por nosotros, no hay salida de esta cueva, no queda más que comerla o… (después de un silencio) acompañarla, eso será fácil, contesté, aunque asustado corrí hacia la caja donde guardaba la herramienta, reía nervioso, aquella voz tomó las manos que sujetaron la soga del árbol, éxtasis, la ofrenda estaba preparada, todo coincidía, el ósculo de la noche, unas nubes curiosas y tú, la flor de este altar.

Con pronto cuidado procedí a continuar, las sirenas se escuchaban a lo lejos, rompían las luces la serenidad del silencio, nos había llegado el momento, la cara en alto y desnudo hasta el fin, de nuevo tu rostro iluminando el camino, sonríes, dejo que la voz ate el nudo al árbol, te amo, le digo al bulto de tierra donde te deposite mientras subía con llanto, pero no por abandonarte, sino por que por fin te veré, no como la cruel mujer del extraño que se llevó mi orgullo, sino como quien imagine un destino, con tu carne dentro tanto como el espíritu, con las manos limpias por tus aguas comenzaba, miré al cielo y con profundo amor me arroje de la rama que me sostenía, sin miedo, estaba la esperanza de lo nuestro después de esto, tu engaño me había abierto los ojos, se clareó el espectro y pude vernos, juntos, detrás de este infierno iluminado por las sirenas, el viento y la profundidad de este atardecer.

Este texto fue el ganador del tercer lugar del concurso.



1 comentario:

Unknown dijo...

Hermoso poema!-Conjunta erotismo, amor, dolor y esperanza al mismo tiempo, muchas felicidades!

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